La céntrica Plaza de los dos Congresos de Buenos Aires fue el escenario de una nueva movilización masiva para apoyar la marcha de cada miércoles de los jubilados, superior en número a la del miércoles anterior, pese a la escandalosa amenaza represiva que desplegaron el Gobierno y los medios oficialistas a lo largo de toda la semana.
La voluntad de pelear junto a las y los jubilados sigue en pie: el miércoles que viene hay llamada una nueva movilización. La de este miércoles no fue una protesta más: fue la primera después de la brutal represión de la semana pasada y la muestra de que, aún si el Gobierno gana en el Congreso y consigue apoyo para un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), sigue perdiendo la calle.
El Gobierno intentó de todas las maneras posibles evitar la masiva manifestación, pero no lo logró. A pesar de las amenazas de «represión» por altoparlantes en las estaciones de trenes, las requisas en los accesos a la capital y el exagerado despliegue policial y militar frente al Congreso, miles de personas se movilizaron pacíficamenteen contra del modelo de ajuste de Javier Milei, tras la salvaje cacería de la semana pasada.
Las mismas personas que marcharon se ocuparon de cuidarse de las provocaciones de las fuerzas de Seguridad e, incluso, identificaron algunos infiltrados y los echaron de las columnas. «Bullrich eligió mal al enemigo porque nosotros no tenemos nada que perder”, dijo Omar Godoy, un jubilado de 73 años que tampoco se dejó amedrentar.
Las amenazas y provocaciones del gobierno y la prensa hegemónica durante la última semana solo hicieron que los manifestantes fueran organizados Bajo un calor sofocante, miles de manifestantes no entraron en las provocaciones del Gobierno, que estigmatizó durante toda la semana la última movilización y luego difundió amenazas de represión en las estaciones de tren, y volvió a salir a protestar.
La foto es por sí un editorial: el recinto del Congreso está enjaulado y el barrio entero, militarizado. Rejas, hidrantes, más rejas, pelotones de uniformados. Sobre la plaza, nuevamente hay más pueblo que “milicos”. Detrás de las vallas, enaulados, los diputados votan a manotazo de ahogado el endeudamiento con el FMI. Otra vez, al Fondo a la derecha, señala Nicolás Recorao.
Detrás de las rejas, sobre el asfalto semivacío de Callao y Rivadavia, se ubicaron centenares de efectivos de la Policía Federal y gendarmes, casi todos armados con escudos, en posición expectante. Hubo decenas de camiones hidrantes y del cuerpo de Infantería, y helicópteros sobrevolando la Plaza. Los drones intentaban grabar desde lo alto el operativo. Pareció una zona de guerra, militarizada por demás. El escenario en el que se desarrolló la marcha pretendió constituirse en sí mismo una amenaza.
Carlos Dawlowski, el jubilado e hincha de Chacarita Juniors de 75 años que despertó la solidaridad de los hinchas de todos los clubes y que motorizó la marcha del miércoles pasado, señaló que ”este operativo no me da miedo, me da más fuerza. Si ellos van a hacerlo todos los miércoles lo que van a ver es esto: lleno de gente”.
“Mejor gasten la plata en los comedores, y en los chicos que no tienen para comer. Si los jubilados venimos a marchar acá es porque no tenemos para comer”, añadió
La anciana jubilada Beatriz Blanco, golpeada por los cosacos de la ministra de Seguridad Patricia Bullrich durante la represión de la pasada semana, también estuvo presente. “Ahora y siempre”, agitó. A unos pasitos, los hombres de negro la miraban con rabia. “Qué feo, qué feo, qué feo debe ser, pegar a jubilados, para poder comer”, cantaban las columnas.
Nuevamente se movilizaron las barras de los equipos de fútbol: hay hinchas de Estudiantes, Temperley, Boca, River, Chacarita, All Boys, Racing, Independiente, Deportivo Morón… otra vez hermanados en un grito de corazón: “Si tocan a los viejos, ¡qué quilombo se va a armar!”.
Desde arriba, un helicóptero de las represivas fuerzas del cielo surcó el barrio, pero las fuerzas del suelo no se achican. Organizaciones de jubilados, sindicatos, estudiantes, trabajadores de a pie le cantan a los congrsistas libertarios y neoliberales que “La patria no se vende”.
“Regalan al país y a nosotros nos matan de hambre”. “Quieren destruir la salud pública. Si no podés pagar, te morís», fueron algunas de las definiciones de los manifestantes. “Justicia por Pablo Grillo” (el fotógrafo agredido el miércoles anterior que aún lucha por su vida), dicen los carteles pegados en las vallas. Los reporteros gráficos trabajan equipados con casco, antiparras, máscaras como en un frente de batalla, postales de la Argentina libertaria.
Horas después de la desconcentración, la ministra Bullrich intentó mostrarse victoriosa por haber detenido a unas 25 personas con presunto pedido de captura en los accesos a la capital. También sostuvo que secuestró «cuatro micros que venían sin ningún tipo de permiso» y que controló los accesos «para que no vengan narcohinchas de Rosario y Córdoba».Después, utilizó ese dato para sostener que «quienes van a las marchas son todos delincuentes, todos chorros (ladrones)».
*Periodista y politólogo, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)
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