Entiendo las razones por las cuales el embajador de la República Bolivariana de Venezuela responde [1] mi nota del 19 de noviembre [2]. Es de esperar que el Gral. Carlos Martínez Mendoza comprenda las mías para escribirla. Sin cargo ni mandato, me asumo defensor de los intereses históricos de la clase trabajadora y el pueblo […]
Entiendo las razones por las cuales el embajador de la República Bolivariana de Venezuela responde [1] mi nota del 19 de noviembre [2]. Es de esperar que el Gral. Carlos Martínez Mendoza comprenda las mías para escribirla.
Sin cargo ni mandato, me asumo defensor de los intereses históricos de la clase trabajadora y el pueblo argentino. Por tanto tengo no sólo el derecho, sino la inapelable obligación de hablar sobre el destino de mi país, tanto más cuando considero que se lo está arrastrando, otra vez, al abismo.
¿Desde qué posiciones me expreso? Un sumarísimo recuento:
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defiendo dos objetivos indisociables: unión latinoamericano-caribeña y socialismo;
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brego por la construcción de un partido revolucionario de los trabajadores y el pueblo, plural, de masas, democrático, antimperialista y anticapitalista;
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defiendo la soberanía nacional en todos los terrenos y desde hace 30 años lucho -con insignes compañeros/as de innumerables vertientes- contra el pago de la deuda externa, mecanismo de saqueo permanente;
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defiendo la propiedad nacional de las riquezas naturales y su utilización en función de las necesidades de los pueblos y no de la ganancia empresaria;
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busco la unidad social y política de las mayorías, como condición indispensable para la emancipación.
Pues bien: Argentina no marcha en pos de ninguno de estos objetivos. Y en el último quinquenio, se mueve francamente en sentido inverso, contra la voluntad incluso de no pocos integrantes de la alianza gobernante. Como resultado de esa orientación y la incapacidad de las fuerzas revolucionarias -incluyo la cuota que me corresponde- tal como demuestra el saldo electoral de octubre, la derecha liberal y proimperialista recuperó un terreno que había perdido desde las grandes luchas de 2001/2002 (comparto el balance de esas elecciones que puede leerse en http://archivo.uniondemilitantes.com.ar/eslabon113.pdf).
En su respuesta, Embajador, usted minimiza los errores de la Presidente por mí señalados y dice textualmente: «no estaba dando un mensaje político ni mucho menos histórico». Coincidimos. Sólo que para mí resulta vergonzoso que la Presidente de mi país, mostrándose totalmente recuperada después de 40 días de convalecencia -durante los cuales ocupó la más alta magistratura un vice acerca de quien no me referiré aquí-, en medio de una escalada inflacionaria, estancamiento económico, brutal ataque de mercado, fuga de divisas agravante del ya intolerable saqueo de nuestras riquezas, incertidumbre generalizada sobre el rumbo inmediato de la economía y el gobierno, no se dirija al país para dar un mensaje político. Demando de un mandatario una conducta diferente a la agraviante frivolidad de ese video que, por supuesto, nada tiene de improvisado. Es en ese ambiente de insustancialidad e irresponsabilidad que la Presidente se cree en condiciones de darnos lecciones de historia, como si ésta fuese un adorno simpático.
Usted dice, Embajador: «quien más ha hecho por el rescate de la verdadera historia argentina y latinoamericana han sido precisamente los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner ¿o puede negar esto Sr. Bilbao?»
Sí, puedo negarlo. Me asombraría -y desde luego me retractaría- si usted pudiera afirmarlo con ejemplos concretos. La trayectoria del revisionismo histórico -de todas las tendencias- no comenzó en 2003; hay una riquísima tradición de más de un siglo en esa labor. No hay tal rescate en la última década. Nada se ha hecho para educar a nuestro pueblo en una versión diferente a la de las clases dominantes. En mi opinión, rescatar la verdad del pasado no consiste en cambiar una estatua por otra, mientras la historia de la lucha de clases continúa sepultada bajo un alud de mentiras y superficialidades sistematizadas.
Ya en otro orden usted se pregunta: «¿Cuál es el mensaje de Bilbao con este artículo? Parecería que quiere decirles a los venezolanos: ‘rompan con el gobierno de Argentina que es un gobierno proimperialista e irrespetuoso con los símbolos de los venezolanos'».
No hay una sola palabra en mi texto que sugiera semejante cosa. Tampoco se hallará en ningún trabajo de mi autoría algo semejante a indicaciones sobre lo que debe hacer o no el gobierno de Venezuela. Pongo a disposición todos mis archivos.
«Parecería» dice usted. Y tras ese parecer suyo, pone entre comillas un supuesto pensamiento mío. Su parecer es errado. Ante todo, como usted bien sabe, porque lo que pienso lo digo. Pero en este caso, pienso lo opuesto a su inferencia y lo repito en infinidad de artículos e intervenciones públicas a las que es fácil acceder.
Si es por romper con gobiernos, déjeme asegurarle que, excepto por alguna causa mayor insoslayable, no creo que Venezuela debiera romper relaciones con Estados Unidos. Pero con Argentina, Venezuela debe hacer -como estoy seguro que hace- los mayores esfuerzos por mantener las mejores relaciones posibles.
De su propia infundada inferencia usted saca una conclusión y me condena por ella: «¡Qué rara coincidencia tiene Ud. con los imperialistas que precisamente desean lo mismo!».
Feo método para la polémica. Le invito a releer mi libro Argentina como clave regional, escrito en 2004 y entregado a usted en mano. Como bien sabe, allí me expreso sin ambigüedades sobre el gobierno Kirchner y sobre el lugar de Argentina («clave por su debilidad y no por su fuerza», decía entonces y repito ahora), en la marcha de la revolución latinoamericana.
De inmediato usted me aclara que «en América Latina se está librando una batalla decisiva contra el imperialismo y sus aliados» Yo he copiado su idea desde hace años y vengo repitiéndola en todas las publicaciones en las que me expreso. De modo que no hace falta decir que concuerdo con ella.
Su texto agrega: «Sr. Bilbao: Ud. dice apoyar a la Revolución Bolivariana, y en más de una oportunidad nuestro gobierno ha reconocido sus gestos de solidaridad». Tal vez sea cuestión de redacción. Pero por las dudas lo aclaro: yo no digo que apoyo a la Revolución Bolivariana: lo hago. Desde antes de las elecciones de diciembre de 1998. Y hasta el fin de mis días. Pago con orgullo e íntima alegría el precio que esa conducta me cobra en mi país. Además, no tengo gestos de solidaridad: mi compromiso con el pueblo venezolano, con la dirección revolucionaria político-militar, con el gobierno y el Psuv, ocupan mi vida desde hace 15 años y no trepidaré en cumplir con lo que sea necesario para defenderla de la permanente amenaza imperialista.
Finalmente su texto afirma: «con un estilo propio de la retórica socialdemócrata, Ud., con este tipo de manifestaciones, ayuda más a la desunión que a la unión entre nuestros países.
No es hora de intrigas ni de comentarios ponzoñosos, que solo favorecen al imperialismo y sus aliados naturales».
Tampoco la acusación de socialdemócrata podrá apoyarla Usted en mis textos o mi accionar. Pero no lo abrumaré ofreciéndole artículos o videos y transcripciones de actividades (por ejemplo una en la que compartimos el estrado en la Facultad de Ciencias Sociales) donde invariablemente denuncio la alianza socialdemócrata-socialcristiana contra la revolución en marcha en América Latina. Pongo a un lado el término «ponzoñoso»-no olvido que me dirijo al representante de la Revolución Bolivariana en Argentina- y me limito a decirle que entiendo de manera diferente lo que significa favorecer al imperialismo.
En mi opinión eso resulta de, por ejemplo pagarle 173 mil millones de dólares (cifras dadas por Cristina Fernández como reivindicación y ejemplo) de una deuda externa fraudulenta. No crea que olvido la cumbre de Mar del Plata. Pero, de qué vale acompañar el freno al Alca si luego, por vía directa, le entregamos tamaña riqueza al capital financiero internacional y la Presidente se jacta, con su estilo: «Más que deudores recalcitrantes, somos pagadores seriales». Lo pongo en cifras redondas para que quede claro: este gobierno recibió el país con 200 mil millones de dólares de deuda externa; pagó 200 mil millones de dólares y debe a la fecha 200 mil millones de la misma moneda. Favorecer al imperialismo es sumarse al G-20. O sentarse en una conferencia pública en Canadá con el presidente de la Barrick Gold, cometiendo la afrenta de poner detrás, como símbolo, la bandera argentina junto a la bandera de la transnacional que roba nuestras riquezas y destruye nuestro hábitat. O acordar con el Ciadi. O hacer del Indec un hazmerreír para después ir a arrodillarse otra vez ante el FMI… ¡para que nos enseñen estadística! O designar como jefe del ejército a un oficial comprometido con la represión. O privatizar primero y pseudoestatizar después a YPF, mientras se aniquila el autoabastecimiento energético. O tener como principal sostén sindical a Gerardo Fernández, secretario general del sindicato de la Construcción, adonde llegó durante la dictadura como informante del batallón 601, célebre por su actuación en la represión ilegal de aquellos años. O… le ahorro la lista interminable. ¿Oponerme a esto me hace coincidir con el imperialismo? ¿Debiera callarlo?
La unión latinoamericano-caribeña no se cimentará sobre el doblez, el silencio y la cobardía de quienes militamos en países con gobiernos no revolucionarios, que pretenden reparar las grietas del capitalismo. Por el contrario: sólo la verdad esgrimida a cuatro vientos podrá consolidar la fuerza necesaria para vencer a los enemigos de la unión y la emancipación dentro y fuera de nuestros países.
Veo un horizonte en el que los gobiernos vacilantes u opuestos a ese grandioso objetivo histórico serán barridos por los pueblos sublevados. De antemano estoy con ellos. Y valoro en toda su medida a quienes, desde el ejercicio del poder en gobiernos revolucionarios, cumplen la difícil e ingrata tarea de amalgamar fuerzas diferentes mientras ese proceso se desarrolla. Para su tranquilidad, cito un párrafo de mi Editorial en la edición de América XXI este mismo mes: » la Revolución Bolivariana armó un doble glacis contemporáneo: por un lado, desde el Alba la extensión hacia Mercosur, Unasur y Celac (cada círculo más débil que el anterior, no obstante eficientes a la hora de la verdad); por el otro, la afirmación estratégica de mundo pluripolar. La improbable pero no imposible aparición del Bricso (propuesta de moneda virtual para los países Brics) indica hasta qué punto esta perspectiva amenaza de muerte a la hegemonía estadounidense, cuya caída arrastraría a la Unión Europea».
Usted conoce bien el significado de glacis . Puede disentir de mi interpretación o de mi accionar político. Pero no cabe la acusación de promover la división: como ve, abogo exactamente por lo inverso. Y está publicado pocas semanas antes del artículo por usted cuestionado.
Seguramente por razones de espacio usted no se refiere a mi condena a la Presidente por haber delegado el ejercicio del gobierno en Jorge Capitanich, designado como jefe de gabinete. En la nota que usted responde digo quién es: «Muy lejos de la Revolución Bolivariana, Capitanich fue secretario de Finanzas de Carlos Menem y durante la presidencia de Eduardo Duhalde ocupó el cargo al que ahora regresa. En su ruptura con Duhalde, Fernández lo llamó «El Padrino». Es pública y notoria la amistosa proximidad con la embajada estadounidense en Buenos Aires del ahijado Capitanich, quien pocos meses atrás fue denunciado por instalar una base militar para inteligencia y manejo de aviones drones en Resistencia, la capital de su provincia. Su argumentación para desmentir la denuncia confirmó con elocuencia sus lazos con el Departamento de Estado».
Aludo a Capitanich en relación con la Revolución Bolivariana porque la Presidente hizo un gesto (aquí sí vale la expresión) de simpatía con Venezuela, jugando con el perrito, para minutos después anunciar la entrega de la administración a este personaje.
En efecto, la Presidente en su video no habló de política. El anuncio de esta designación lo hizo poco después su portavoz. ¿Es posible para un revolucionario argentino callar ante esa conducta?
En los días siguientes, personajes tales como Mauricio Macri (Internacional Parda) y Eduardo Duhalde (ídem), Sergio Massa (Departamento de Estado, ex jefe de gabinete de este gobierno, gran vencedor de las elecciones en octubre), acompañados por buena parte de las cúpulas empresariales y políticas, salieron a cantar loas a Capitanich. No cabe sorpresa por hallarme a mí al otro lado de la barricada. El ajuste iniciado con cuentagotas en noviembre de 2011 se blanquea ahora y adquiere todo el ímpetu que le impone la crisis. ¿Debería ocultar este curso ante mi clase y mis compatriotas?
Asistiremos a muchos zigzagueos oficiales en el próximo período. Pero no abrigo dudas sobre la resultante: será la misma que se ve luego de 10 años de doble discurso. Argentina va en sentido inverso a la unión del pueblo, la afirmación interna y la unidad latinoamericana. Se impone una aceleración en la desagregación de la alianza política que sostuvo a Néstor y Cristina Kirchner. Y la crisis económica es más seria de lo que todos los enemigos burgueses del gobierno admiten. Vienen momentos difíciles.
Para afrontarlos, ante todo es preciso forjar un carácter y un temple en la clase obrera y las juventudes, ajeno y contrario al mostrado por la Presidente en su video. Estoy empeñado en trabajar por ese objetivo.
Si no logramos insuflar «moral y luces» -nuestras primeras necesidades- a las grandes mayorías, si continuamos presos de manipulaciones, mentiras y maniobras por parte de funcionarios que no tienen lo uno ni lo otro, seremos pasto del imperialismo y sus socios locales. Esa sería la peor noticia para la Revolución Bolivariana. Sigo convencido de que Argentina es una clave regional (o, como diría usted, Embajador: «El eje Caracas-Buenos Aires es un componente vital en el proceso de integración y unidad entre los gobiernos y pueblos que constituyen la Patria Grande»).
Ocurre que la burguesía no puede ni quiere llevar a buen término la unión latinoamericano-caribeña. Y que Argentina no es este gobierno en retirada. Aunque subterránea y balbuciente, hay una fuerza telúrica que busca recomponerse y retomar el hilo de la historia. El ejemplo de Venezuela y los países del Alba es vital para eso. Se agotó la fase frepasista del gobierno y la reemplazó el aparato del PJ, lo más corrupto de la burguesía local. No sólo el gobierno, sino el país entero entra en una dinámica de aceleración de la degradación en todos los terrenos. Pero hay reservas. Históricas y actuales. Todo revolucionario consecuente debe trabajar por apoyarse en ellas y acompañar su desarrollo, con certeza impetuoso. La primera condición es decir la verdad de lo que ocurrió y está ocurriendo con este gobierno.
La tarea de los revolucionarios en Argentina es impedir que el veneno de la mentira y la maniobra bloqueen una vez más la posibilidad de construir una fuerza antimperialista de masas. Al cabo, es la única verdadera ayuda que podemos ofrecer como pueblo a la difícil batalla que libran Venezuela y su gobierno contra la escalada imperialista. Y en eso estamos.
Hay algo más en la respuesta del Embajador, que nada tiene que ver conmigo y no obstante debo subrayarlo: no considero estratégicamente positivo que un revolucionario que en Argentina critica a su propio gobierno sea tratado de esta manera. Estamos en tiempo de forja. Entiéndase bien: la clase obrera votó masivamente contra el gobierno, aunque simplemente cambió por otros candidatos de la burguesía; el activismo se volcó casi en su totalidad a variantes opositoras, principalmente de izquierdas. Somos mayoría holgada quienes, desde diferentes trincheras en la lucha antimperialista, estamos frontalmente en desacuerdo con este gobierno.
No me quejo de la rudeza en un debate. Estoy firme en mis opiniones políticas, que nunca son individuales. Y, para decirlo con Artigas: «Con la verdad no ofendo ni temo».
Para mi asombro, Embajador, usted me trata en su respuesta como «Sr. Luis Bilbao». Es apropiado entonces cerrar esta réplica con un fragmento de nuestro Atahualpa Yupanqui en El payador perseguido, con la cual me identifico hondamente:
Si alguien me dice señor,
agradezco el homenaje;
mas soy gaucho entre el gauchaje
y soy nada entre los sabios.
Y son pa’mí los agravios
que le hagan al paisanaje.
Las notas en cuestión son:
[1] Respuesta a Luis Bilbao
http://www.aporrea.org/internacionales/a177492.html
[2] Tristeza, vergüenza, indignación
http://www.luis-bilbao.com.ar/?p=3341
Referencias sobre mis posiciones pueden ser halladas en:
www.deargentinaelespejo.blogspot.com.ar
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