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¿Revolución o regresión?

Fuentes: Rebelión

Hace poco Epigmenio Ibarra, director de cine, productor de telenovelas, recientemente columnista, pero sobre todo defensor a ultranza y principal propagandista de López Obrador y la llamada “cuarta transformación”, se refirió a qué, en una entrevista con el presidente, éste le argumentó que en realidad estamos “no ante una simple transformación, sino ante una revolución”, o algo parecido.

A partir de esta “revelación”, se ha desatado una especulación, que no debate, especulación sobre todo ubicada entre plumas de la “sociedad civil”, antes denominados “movimiento ciudadano”, pero que son francos opositores, desde la derecha y el liberalismo político, al proyecto de AMLO y se esmeran en criticar sus poses, dichos y gestos propagandísticos y la mayoría de la toma de decisiones del actual gobierno federal.

Porque del lado de la llamada izquierda, sí es que existe esta denominación en el México de hoy, no hay debate. O bien apoyando a la “cuarta”, o en silencio ante el temor de que se le acuse de “conservadora” y “regresiva”. La izquierda en México, incluidos algunos pequeños grupos que se reconocen con raíz comunista, así como individuos que militaron en esta corriente, hoy guardan silencio o tímidamente apoyan, como lo han hecho básicamente desde que AMLO llegó al poder.

La derecha electoral y los intelectuales al servicio del poder político y económico, es decir de los dueños de México, han tomado “en serio” los dichos de Epigmenio y se lanzan en santa cruzada para alertar sobre una supuesta “revolución socialista” escondida en una supuesta transformación. Como vemos todo meras suposiciones.

Discutamos este tema con evidencias y hechos, no con base en las mentiras de AMLO que el bueno de Epigmenio reproduce, tampoco con los parámetros y sobre todo los intereses de la derecha electoral y los intelectuales al servicio del poder, sino desde la realidad objetiva y llana de los hechos y las decisiones hasta ahora asumidas por el “gobierno de la cuarta transformación”.

Primero habría que dejar muy claros los alcances de la transformación que conlleva el proyecto político que encabeza López Obrador. Se ha señalado con insistencia que la llegada de AMLO a la presidencia se produjo por la conjugación de una serie de hechos políticos, sociales, pero sobre todo económicos y fundamentalmente como producto de la exacerbación de la lucha de clases.

Hemos venido afirmando las razones del cambio y los verdaderos objetivos de la llamada “Cuarta Transformación”, razones que obedecen a la reconversión o cuarta transformación del sistema capitalista, ante al agotamiento del modelo de acumulación denominado neoliberalismo, mismo que mediante las privatizaciones de las propiedades del Estado y con amagos de privatizar incluso la educación y la salud, desmanteló las principales vertientes de los llamados “Estados de bienestar”.

Cuando la propaganda falla, se recurre a la mentira y el engaño. Es evidente que los cimientos de esta “nueva” forma de gobierno están anclados en un modelo de producción que sólo es capaz de generar utilidades y “repartir” ganancia, cuando la producción y el ritmo de acumulación favorecen al capital.

Pero cuando la acumulación desborda los propios márgenes de acaparamiento de la renta nacional y se producen los excesos como la corrupción, el narcotráfico, al aumento de la inseguridad, el incremento desbordante de la pobreza etc., todos males asociados al modo de producción capitalista, los canales de circulación, de distribución se deterioran y se producen las crisis, crisis cíclicas de este modo de producción.

En estas condiciones los capitalistas, a través de los canales financieros prefieren dejar de invertir en “sus” países, porque el capital no reconoce nacionalismos ni fronteras, y buscan espacios en donde sus utilidades se mantengan, dejando a los Estados nacionales sumidos en una crisis tras otra.

En México la inversión privada está detenida. Los capitalistas esperan, no un cambio de gobierno es mentira la supuesta actitud golpista de la burguesía. Lo que esperan es que termine de asentarse esta nueva transformación capitalista. Una transformación revestida de demagogia, propaganda, de políticas conservadoras y de una clara estrategia para evitar la organización independiente de los trabajadores.

Todas medidas que permitirán una nueva plataforma para que la reproducción del capital y la acumulación de la producción social permita recuperar las cuotas de ganancia a que está acostumbrado el capitalista. Así que, ¿Una revolución? ¿de qué tipo? ¿una revolución hacía adónde? ¿una revolución con quienes y para quienes?

Este planteamiento demagógico no tiene que ver desde luego, con una revolución proletaria. Empecemos por recordar que con reiteración López Obrador se ha deslindado verbalmente de la izquierda. Y en los hechos lo ha corroborado. Él se declara “liberal”, sin definir a qué tipo de liberalismo se refiere, es decir el liberalismo de Juárez, de Ponciano Arriaga o incluso, el de los Hermanos Flores Magón.

Esta actitud de colocarse en el campo “liberal”, para diferenciarse supuestamente de los “conservadores”, tiene el propósito de confundir, engañar. Al estilo clásico de los sofistas, acomoda el debate de tal manera que siempre salga ganador.

Pero al margen de sus dichos, están sus acciones que lo alejan definitivamente del movimiento social revolucionario socialista y comunista. Con claridad y con los hechos “su revolución” no apunta hacia el mundo del trabajo, sino al reforzamiento de la explotación, a mantener, mejorándolo, un sistema inhumano, depredador, que sólo genera desigualdades, pobreza y muerte.

Decisiones de política pública que el gobierno ha tomado lo colocan del lado de la burguesía y del imperio. Esto último es otra característica central de la “cuarta transformación”, la posición de total sumisión al gobierno norteamericano. Durante décadas, la izquierda revolucionaria ha mantenido una actitud de combate al imperialismo.

Hemos luchado en las calles, escuelas, foros públicos, contra las políticas de agresión, invasión, represión de los gobiernos norteamericanos, sean demócratas o republicanos, contra los pueblos de nuestro continente.

La participación norteamericana en el golpe militar contra el gobierno socialdemócrata de Chile, y contra los movimientos populares y revolucionarios en Guatemala, El salvador, Nicaragua, el cerco y las agresiones permanentes contra el heroico pueblo cubano, son hechos que los revolucionarios no podemos olvidar. Pues a este gobierno, parece no importar y se arrodilla ante la voz del amo imperial.

También su demagogia en torno a un supuesto “juarismo”, pero que en la práctica es destruido con sus referencias religiosas, olvidando lo central: la laicidad del Estado mexicano.

Para “combatir la desigualdad y luchar contra la pobreza” el gobierno de AMLO utiliza las mismas políticas del llamado neoliberalismo. Es decir, políticas públicas en dónde predomina el reparto asistencialista de recursos, con obras faraónicas como el “tren maya”, que por generan empleos temporales, pero que, a la larga, sólo beneficiará a las multinacionales hoteleras.

Una política neoliberal de reducir al Estado a su mínima expresión, dejando que el mercado regule las relaciones de producción e intercambio. Es decir, más mercado, menos Estado, la ley de la oferta y la demanda en un Estado capitalista reconvertido, “limpio de corrupción”, adelgazado por lo que no costara tanto a los capitalistas operar con él, eso sí en detrimento de la investigación científica, la cultura, las artes y el verdadero y real combate a la pobreza y la desigualdad.

Las revoluciones las hacen los pueblos, con su lucha, su organización independiente, sus programas, sus partidos revolucionarios y con auténticos liderazgos sociales y revolucionarios. AMLO se ha dedicado a destruir las organizaciones independientes de los trabajadores. Está estructurando un sindicalismo “transformado”, con un “neocharrismo”, que tratarà de contener o incluso, reprimir, los movimientos de descontento que pronto surgirán desde las fábricas y el campo mexicano.

Así que ¿qué tipo de revolución está planteando AMLO?, ¿A quién quiere engañar está vez?