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Rodolfo Walsh, Rosas y Mao

Fuentes: Rebelión

En un momento crítico de la historia argentina, el año 1977, un intelectual y militante revolucionario de enorme prestigio, Rodolfo Walsh, recomendaba a sus compañeros de la organización Montoneros que debían conocer antes a Rosas y Martín Rodríguez que a Lenin y Trotsky. Esa definición es impactante aún hoy. ¿Cuando fue expresada? ¿En que contexto? […]

En un momento crítico de la historia argentina, el año 1977, un intelectual y militante revolucionario de enorme prestigio, Rodolfo Walsh, recomendaba a sus compañeros de la organización Montoneros que debían conocer antes a Rosas y Martín Rodríguez que a Lenin y Trotsky. Esa definición es impactante aún hoy. ¿Cuando fue expresada? ¿En que contexto? ¿Con que objetivos? Y particularmente ¿qué es los que Rosas y Martín Rodríguez habían realizado como para ser ejemplos de toma del poder?

En sus famosos «Papeles» Rodolfo Walsh realizaba un análisis crítico del accionar político-militar de , como también un balance de la relación de fuerzas entre el campo del pueblo y la dictadura. Lo hacía en ese primer año de ofensiva sistemática que, en todos los planos, se llevaba adelante desde el Estado contra las organizaciones políticas, más o menos combativas, contra el sindicalismo y las organizaciones populares en general. Así presentaba a Nacional (CN) una serie de críticas al análisis (y al método de análisis) de la situación política y militar de tal como parecía entenderla, o que se deducía de su despliegue concreto según lo interpretaba Walsh, quien era en ese momento oficial de inteligencia revolucionario y un intelectual reconocido.

Los «Papeles» fueron escritos desde el 27 de agosto de 1976 al 5 de enero de 1977. Son las fechas del primero y el último que están indicadas las notas de Walsh. Es el momento más duro de la represión, ya que la amplia mayoría de los desaparecidos se produjeron en 1976 y 1977[2]. Están destinados al debate fraterno con la conducción de la organización. Ya que es intención de Walsh discutir lo que considera una línea político militar que lleva a la derrota y aniquilamiento de la fuerza propia. El método de Walsh no debe generar suspicacia ni sospechas. Muchas veces se interpretó como un hecho de ruptura, cosa que consideramos, siguiendo a Natalia Vinelli y a nuestros propios estudios[3], una visión errónea, destinada a agendarse al prestigioso intelectual en las filas del resquemor a Montoneros. Porque el terrible cerco militar (como hoy no podemos tener dudas) al que los miembros de las fuerzas revolucionarias estaban sometidos impedía cualquier funcionamiento orgánico. Así debieron ajustarse y extremar un despliegue «vertical» si querían mantener el funcionamiento Partido-ejército. Aunque no esta de más aclarar que la necesidad no es virtud. Así la política general no podía ser discutida en forma de debates entre grupos amplios de militantes y dirigentes, menos aún en forma perentoria. Entonces Walsh, quien se considera una persona con saberes y experiencia importantes, decide hacer su aporte para proponer rectificaciones llevando su posición a la máxima instancia de la Conducción Nacional.

No es nuestro objetivo discutir si existían posibilidades para Montoneros de otra política en ese momento o si, aún con otra política, se podría haber evitado el aniquilamiento. Ciertamente , como la mayoría de los revolucionarios del periodo, jugó todas sus cartas a que la vanguardia obrera y popular resistiría con éxito la ofensiva del bloque oligárquico imperialista como lo había hecho antes. Lo haría con altibajos pero finalmente una nueva ofensiva popular terminaría con esa experiencia represiva de las clases dominantes y abriría el horizonte de una nueva y mejor etapa de la historia. Quizás ni Walsh ni nadie podían prever que la ofensiva militar no solo era más profunda en lo militar, sino que expresaba una nueva alianza social (en lo nacional y en lo internacional) que impondría un cambio radical de modelo de país. Por lo tanto no guardaba paralelo con ninguna dictadura anterior.

Aunque, nuevamente, es probable que Walsh en su «Carta a», donde describe la situación socioeconómica con una crudeza que muestra la diferencia cualitativa entre el modelo en curso y cualquier otro anterior. Pero la «Carta…» es posterior a los «Papeles…». Quizás muestra una evolución de su pensamiento en el que el análisis de la realidad concreta, vivida cotidianamente, le lleva a tomar nota clara de la característica superior de lo que se estaba viviendo: la transición de una forma de capitalismo a otra, un cambio radical de la estructura económica Argentina. Esto no lo podemos demostrar pero va de la mano de sus sugerencias a en los «Papeles…»: estudiar con más centralidad la historia nacional y tomar nota del repliegue de la clase obrera hacia identidades de resistencia conocidas.

Señala Walsh que la línea que critica es la que se había adoptado «18 meses» antes. ¿Qué significa 18 meses antes? tal como aparece en la última y mas teórica de sus notas. Remite a junio de 1975 momento de la transformación de la estructura montonera en Partido-ejército. Es el momento de máximo enfrentamiento con el gobierno de Isabel y de mayor acercamiento a la izquierda no peronista guerrillera, es en torno a las jornadas del «rodrigazo». La lucha obrera alcanzó en ese momento una fuerza que daba para pensar que se estaba ante una coyuntura estratégica y que la clase obrera daría la batalla en un sentido insurreccional, o que acompañaría con levantamientos insurreccionales , a la que en ese momento adherían las organizaciones guerrilleras[4].

Pero si el interlocutor directo de Walsh es en general, la polémica es con los documentos que circulan en concreto y que llegan a los cuadros plagados de categorías de Mao y Clausewitz. Si uno lee el Manual de instrucción para oficiales y soldados del ejército montonero[5] conocido como «Manual Roqué», allí va a encontrar un documento clave con el que Walsh polemiza. No dedicaremos en este artículo citas y páginas a su análisis, sino que sintetizaremos en ¿por que el «Manual» es el documento antagonista de los «Papeles»?

El «Manual» comienza a ser elaborado en setiembre de 1975 y se termina en abril de 1976 luego de reelaboraciones al calor de la transformación de en Partido. O sea el «Manual» es el correlato para la formación de cuadros (oficiales) de la evolución organizativa e ideológica de Montoneros, tal como lo señala explícitamente. El «Manual» son clases de formación donde lo político y lo militar van articulados, pero a través de una estructura militar. Es militar tanto los grupos que la reciben y estudian como la forma de interpretación de la política. La ciencia militar, la estrategia, la experiencia histórica de la humanidad en la guerra, táctica, organización, geopolítica y estrategia, es de las mas vastas, históricas y útiles, pero conlleva el riesgo de que la «simplificación» o (como advertía el estratega británico Liddel Hart) en «mentes simples» (como la de muchos oficiales del ejercito, señalaba) pueda tener efectos reduccionistas y negativos. El despliegue sugerido para la formación es el de un pelotón de cualquier ejercito que se encuentra acantonado en algún cuartel o campamento, con sus rutina típicas (levantarse hacer las camas, lavarse, desayunar, gimnasia, orden cerrado… clase, etc.).

En las clases el instructor se explaya sobre la historia de la organización, el agotamiento del peronismo (al menos el tradicional, no queda del todo claro), la guerra civil, como se esta eludiendo el aniquilamiento y se prepara la ofensiva, etc. Y, como señala Walsh, las categorías de Clausewitz y Mao son abundantes. Especialmente la dialéctica maoísta y las categorías militares de ambos (Mao ya usaba al prusiano en la elaboración de sus propias doctrinas militares). Esta claro en el manual que la dictadura estaba agotando su ofensiva, que se ha desgastado (estamos a fines de 1976 principios de 1977) y se prepara la ofensiva popular, allí es donde el Ejercito Montonero será un pez en el agua, el Movimiento Montonero sumará a las masas y el partido las dirigirá.

Sin embargo el golpe no encontró resistencia suficiente o al menos en la forma que las organizaciones se imaginaban. Hubo resistencia, pero fue de otra forma. Quizás más cercana a la que planteaba Walsh, y aún previa en su nivel orgánico. En ese sentido, sea por análisis teórico o porque tenia fuentes de información cercanas, el revolucionario parecía acercarse a la realidad de la clase trabajadora. La lucha fue larvada, las batallas mas expuestas fueron derrotadas con enormes bajas para los trabajadores. Se pasó a un estrado larvado, disuelto, subterráneo, tal como Pablo Pozzi describe en su muy buen estudio Oposición obrera a la dictadura o como Guillermo Cieza historiza noveladamente en Destiempos[6].

Los «Papeles» hay sido utilizados con diversos objetivos, de hecho pueden ser abordados desde varios ángulos y para discutir diversas cuestiones. Nosotros vemos varios elementos de teoría-práctica (praxis), más allá de las propuestas coyunturales político-militares. Hay uno que nos llamo poderosamente la atención.

En el último papel Walsh señala que:

«Hay dos fallas del pensamiento de izquierda en las que recae, a mi juicio, el pensamiento montonero, cuando analiza su problema central, que es la toma del poder. Una privilegia las lecciones de la historia en que la clase obrera toma el poder y desdeña aquellas otras en que el poder es tomado por la aristocracia, por la burguesía. Ni Marx ni Lenin procedieron así. Ambos dieron a la toma del poder por otras clases un carácter ejemplar.

La segunda falla deriva de la primera y remite al punto de partida, a saber la ahistoricidad de nuestro pensamiento. Puesto que las lecciones de historia en las que la clase obrera toma el poder se dan solamente a partir de 1917, y solamente en otros países, ese es el nivel cero donde empieza nuestro análisis. Un oficial montonero conoce, en general, cómo Lenin y Trotsky se adueñan de San Petersburgo en 1917, pero ignora cómo Martín Rodríguez y Rosas se apoderan de Buenos Aires en 1821.

La toma del poder en debería ser, sin embargo, nuestro principal tema de estudio, como fue de aquellas clases y aquellos hombres que efectivamente lo tomaron. Perón desconocía a Marx y Lenin, pero conocía muy bien a Irigoyen, Roca y Rosas, cada uno de los cuales estudió a fondo a sus predecesores.»

Es esta la indicación que nos llama a la reflexión

Los métodos de análisis

Walsh señalaba que:

«La línea del partido y los documentos que la expresan en los últimos 18 meses revelan, a mi juicio, una fuerte influencia del pensamiento maoísta en el aspecto político y de la doctrina de Clausewitz en el aspecto militar. Obviamente no se trata de cuestionar la utilidad de instrumentos que reposan en las experiencias fundamentales, sino de verlos como productos históricos. De esta visión surge la necesidad del propio producto histórico. Establecida esta necesidad, aparece lo que a mi juicio es la principal falencia del «pensamiento montonero», que es un déficit de historicidad».

O sea la base de la crítica es la falta de historicidad del método de comprensión de la realidad que esos «18 meses» apareció como dominante en la organización.

Sería un cambio entre el método mas «histórico» utilizado anteriormente, sustentado en el estudio de la historia y los cambios en el desarrollo de la lucha a nivel nacional, por un método (que es también histórico aunque Walsh no lo diga) pero sustentado en la sistematización de experiencias extranjeras consideradas de validez universal, Mao en China Y Clausewitz en Alemania para la guerra moderna[7]. La cuestión es que son dos métodos históricos de naturaleza distinta. O más bien que tiene un punto de partida distinto, Walsh sostiene en punto de partida «nacional» y señala que Montoneros lo está abandonando en virtud de un punto de partida universal.

Pero el tema es pensar a que se refiere Walsh cuando, evidentemente, critica la influencia del pensamiento maoísta. Se refiere a la adopción de la estrategia de guerra popular prolongada (GPP). O sea, Montoneros había cambiado de estrategia pasando de una insurreccional hacia una de GPP. ¿Que implicaba este cambio que va de la mano de la construcción del partido, y que los materiales de la organización llaman «abandono del pensamiento mágico»? Es poner eje en la construcción de un ejército popular para una larga guerra bajo las categorías de líneas interiores, líneas exteriores, guerrillas, movimientos, posiciones, zonas liberadas, etc. O sea muchas categorías de la guerra moderna adaptadas por Mao para el caso Chino en que se luchaba en varios frentes: contra el Koumitang, partido nacionalista devenido en derecha; diversos señores de la guerra; los invasores japoneses. Y en ese camino de lucha, con el ejército popular como eje, se iba construyendo el nuevo poder. Frente a esta estrategia la insurrección era muy distinta. Mao, justamente, había alterado la estrategia comunista clásica desde la insurrección urbana (basada en la clase obrera) hacia basada en el campesinado. Lo hizo después de la década del veinte cuando la ruptura con el Koumitang y el fracaso de varios levantamientos urbanos diezmaron las filas del comunismo.

La insurrección aparece como un periodo no largo (cuando comienza debe ser llevada hasta sus última consecuencias, señalaba Lenin), producto de la maduración de las huelgas, los levantamiento populares y la resistencia de masas principalmente no armada; hacia una confluencia de organizaciones de masas, fuerzas políticas y militares revolucionarias para lograr orientarlas, dirigirlas, y tomar el poder en las ciudades, mediante una acción combinada política, social y militar, inclusive con sectores de las FFAA, soldados o hasta unidades completas, del lado del pueblo. , no esta de más decirlo, parece más accesible a un país de masas campesinas asentadas en un enorme territorio o de difícil acceso. La insurrección parece más cercana a sociedades urbanas.

La crítica de Walsh es en este tema orientada a retomar las estrategia insurreccional, en la cual es ejercito popular es importante pero «un poco menos», aparece mas bien como «comandos» o grupos de activistas militares que cualifican la lucha de masas, hasta la proximidad de la insurrección, cuando ahí si, lo militar pega un salto cualitativo. Por otra parte si relacionamos esta crítica con sus propuestas de corrección de la línea y de la acción, inclusive con sus críticas hacia la línea de acuerdos con la izquierda y el análisis de repliegue hacia el peronismo (el peronismo tradicional, aclaremos y subrayemos) es evidente que la idea de Walsh se para en la «resistencia peronista» y en las luchas obreras dadas entre 1955 y 1973, o inclusive hasta 1975. Estas encajan más en una estrategia insurreccional que en la de GPP. Justamente la evolución del pensamiento montonero y su acercamiento a la «ultraizquierda» como señala Walsh (¿se refiere al PRT, a OCPO?) justamente se basa en ver esta forma de expresión de la lucha de clases como una limitación, como espontaneísmo, como «pensamiento mágico».

Sin embargo debemos destacar que tanto Walsh como el pensamiento montonero (tal como destaca el escritor) es tributario del revisionismo histórico, pero no solo de él. Es un «método de análisis» que es presentado por Rodolfo Puiggros[8]: el de las «causas internas». Cuya característica destacada en el contexto argentino esta en romper con la idea que, Puiggrós señala como origen de las falla en el análisis de la realidad nacional por parte de la izquierda local, de que se analiza primero lo mundial, después lo regional, mas adelante lo nacional y finalmente lo local. Invierte la cuestión. Parte de lo nacional hacia lo mundial. Aunque sería mas correcto decir que parte de lo particular a lo general. Sin embargo este método tiene su origen, como planteo concreto hacia como pensar una revolución, en Mao.

La valoración de las condiciones nacionales para el desarrollo del pensamiento marxista, en la praxis, es un acento que en Mao cobra una dimensión práctica nueva. Es seguro que a Montoneros esta idea le llegó a través de las condiciones nacionales y que de Mao haya adoptado las GPP, mientras que las casas internas como teoría fueran genética al surgimiento de las organizaciones revolucionarias peronistas tributarias del revisionismo y de la crítica al peronismo desde los intelectuales marxistas peronistas. Todos estos, en su esquema de pensamiento, se encuadran en la teoría de las causas internas.

Mao decía que:

«Según la dialéctica materialista, los cambios en la naturaleza son ocasionados principalmente por el desarrollo de las contradicciones internas de esta, y los cambios en la sociedad se deben principalmente al desarrollo de las contradicciones entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, entre las clases y entre los viejo y lo nuevo, es el desarrollo de esas contradicciones lo que hace avanzar la sociedad e impulsa la sustitución de la vieja sociedad por la nueva. ¿Excluye la dialéctica materialista las clases externas? NO. La dialéctica materialista considera que las causas externas constituyen la condición del cambio, y las causas internas, su base, y que aquellas actúan a través de estas. A una temperatura adecuada, un huevo se transforma en pollo, pero ninguna temperatura puede transformar la piedra en pollo».

El pensamiento de Marx es esencialmente materialismo histórico. O sea el estudio de las condiciones concretas de vida de producción, organización, pensamiento, sentimientos, cultura, de los pueblos en el devenir histórico; la interpretación de las contradicciones existentes en cada formación social, y una idea de prever como se despliegan haca el futuro. O sea, en política, el marxismo apuesta a ser una herramienta para interpretar a las sociedades y prever su desarrollo, para intervenir en él llevándolo a destinos mas deseables para las mayorías, específicamente para la clase obrera.

Pero el marxismo puede ser considerado un «método de análisis», una «guía para la acción» una «caja de herramientas» o «una filosofía y concepción del mundo».

Firmenich hacia fines del 1973[9] afirmaba tajantemente que «al marxismo se lo puede analizar en diversos aspectos: como teoría revolucionaria, como ideología, como política en este país y como metodología de análisis. Nosotros de todo eso lo único que tomamos son sus herramientas». O sea lo tomaba como una caja de herramientas «no mas que eso» (lo cual puede ser bastante, aclaramos). Y en el mismo material señalaba que «el leninismo era la ideología del proletariado ruso a fines del siglo pasado y principios de este siglo». Un planteo fuertemente nacionalista en lo que a la generación de ideología y teoría revolucionaria se refiere.

Sin embargo en 1975 el planteo era otro. Aunque no niegan nada de lo anteriormente escrito, en 1975 sus materiales están inscriptos en la lógica discursiva de la izquierda marxista, cosa que Montoneros se esforzaba por no hacer en años anteriores[10]. Es lo que señalaba Walsh: claramente en sus materiales de formación para oficiales, milicianos y soldados montoneros, hay una «historia del partido»; una valoración mas clasista de la sociedad; una ruptura con la idea de alianza de clases, que se señala con fuerza al repudiar explícitamente su idea previa de posibilidades de alianza con la burguesía nacional; una ruptura con el peronismo que se manifiesta en la fundación de un nuevo movimiento histórico: el montonero, y una nueva conducción del mismo: el partido montonero; y la asunción del leninismo aunque sea como metodología organizativa del partido de combate, con características mas verticales aún, consecuencia de la situación de guerra.

Es de destacar que Walsh acompañó esta evolución, fue parte de las decisiones o, al menos, no se conocen críticas durante el proceso político que llevó a ellas. Sin embargo es claro que sus papeles del 76/77 son una reflexión negativa de ese viraje.

Walsh señala que otra fuente de categorías que impregna los escritos montoneros es Carl Von Clausewitz. El general prusiano ha sido y es utilizado en forma cruda o como insumo para teorizaciones, actividades prácticas, en los más diversos campos, militares, políticas, sociales, etc. Si bien existe un abanico de críticas a sus ideas en base a algunos rasgos de las mismas, a que el paso del tiempo las hace anacrónicas, o su utilización simplificada o errónea, no creemos que Walsh este planteando su crítica a la proliferación de su utilización por la organización en base a estas impugnaciones de estrategas militares y filósofos.

Quizás la principal simplificación sea la más y universalmente aceptada. «La guerra es la continuación de la política por otros medios». La cual llevada al extremo hace que la guerra sea la política en su expresión más radical, y de allí su expresión superior. No es eso lo que se desprende de los textos de Clausewitz. Los más correcto es que «La guerra es una forma de la política», otra forma de la misma. Por los tanto, a pesar de que tiene sus propias reglas y su naturaleza es muy destacada por la «efusión de sangre», es la política, «el fin político», el que rige no solo la guerra sino el conjunto de las actividades del Estado, que puede utilizar la guerra o no, de acuerdo a la radicalidad de las contradicciones y la necesidad de imponer el fin.

La dialéctica de los extremos es una de las idea fundantes en el tratado «De la guerra». El cato de fuerza por ambos bandos no tiene límites y se potencia en la acción recíproca, el dejar inerme al enemigo es el segundo acto recíproco en ambos bandos, el extremo esfuerzo basado en medio y firmeza de voluntad es el tercer extremo dialéctico[11]. En este sentido la aplicación dominante del pensamiento del militar prusiano desde una conducción militar que ejerza su influencia sobre la política. Puede llevar a que no haya ductilidad para evitar que una correlación de fuerzas en extremo desfavorable lleve a la consecuencia lógica de Clausewitz: la aniquilación de uno de los bandos. En nuestro caso las fuerzas montoneras[12]. Esta es una de las críticas de Walsh. O, más bien, una de las constataciones críticas.

Clausewitz como militar prusiano y miembro de la escuela de guerra de Berlín utilizaba las ideas mas avanzadas de su tiempo. Su método de abstracción genética guarda cierto parentesco con el de Marx en «El Capital» por eso quizás es tan aceptado por los marxistas. Y tiene una genealogía similar, en Kant. Creemos que Walsh critica la aplicación de Clausewitz en el contexto específico de producción de sus «Papeles». Ahí cobra sentido la mención: los universal por sobre lo nacional y lo militar clásico por sobre lo político social de la lucha de clases, es la raíz del contenido de la crítica.

Indudablemente el general prusiano es más abstracto que Mao. Ya que la revolución China aparece como un hecho contemporáneo de acción revolucionaria, no sólo como una teoría que debe ser aplicada. Mao traduce, transforma y aplica en la práctica a las condiciones chinas en pensamiento marxista. Las ideas teóricas sobre la guerra que el general planeta son expresadas en forma abstracta su desarrollo práctico a diferentes condiciones, su «traducción», quedó para otros. Pero Clausewitz lo tenía claro, y cada tanto señalaba que en la práctica concreta hay que matizar sus definiciones (por ejemplo «destrucción en masa de las fuerzas enemigas», o que en la guerra no hay que tener miedo a desplegar la máxima violencia, o la cuestión del «acenso de los extremos») ya que lo social es mas complejo que lo militar y lo practico histórico mas diverso y cambiante que lo abstracto teórico. Insistimos lo dice en su obra en forma clara, aunque muchas veces se olvida.

Es claro que la crítica a esta profusa adopción de la teoría militar se deba a esto, a una idea de Walsh de que hay una excesiva aplicación de la teoría militar en bruto, que la lectura militar del la guerra civil en argentina hecha por la organización pone en un plano de guerra clásica (o traducido a un lenguaje de guerra clásica) un enfrentamiento que es cada vez mas social, y donde los militar «puro» va perdiendo espacio mientras la abrumadora derrota en ese plano se concreta. Además de que Clausewitz escribe después da las guerras napoleónicas, es contemporáneo a Rosas, lo que también da cierto «atraso» a algunas de sus bajadas prácticas. O sea el prusiano toma la nación como un bloque que lucha contra otra nación, no toma en cuenta (no tiene por que hacerlo) la posibilidad de luchas al interior de la nación, lo que es en concreto la situación Argentina. En ese sentido la cuestión crítica planteada por LIdell Hart sobre que hay que tener en cuenta que después de la guerra viene la paz y hay que convivir con el enemigo derrotado cabe doblemente para una guerra civil.

La toma del poder por Martín Rodríguez

En realidad no ha llamado mucho la atención este párrafo en el sentido que nosotros vamos a abordar. ¿Por qué Walsh eligió como ejemplo a «Rosas y Martín Rodríguez» en 1821 para criticar lo que consideraba un abandono de la historia nacional como fuente de conocimiento?

Primero es de destacar que Martín Rodríguez llego al gobierno gracias al apoyo de las milicias rurales que comandaba él mismo, pero que en realidad el jefe y reclutador era Rosas, y lo hizo en 1820 y no 1821. Es el proceso que la historiografía liberal reconocía en ese entonces (y aún hoy), como «anarquía del año y «Feliz experiencia».

El año 1820 es para nuestra historia el cierre de una etapa. Se disuelve el Ejército del norte y varios de sus oficiales ocupan el gobierno el las provincias del interior. San Martín ya desobedeció al Directorio y siguió con la campaña emancipadora en América. Artigas es categóricamente derrotado por los brasileños/portugueses en Tacuarembó y es ocupada. Estanislao López y Francisco Ramírez, líderes de las fuerzas militares de Entre Ríos y Santa Fe, derrotan al ejercito del directorio al mando de José Rondeau en Cepeda. Y como parte y consecuencia de todo esto el directorio se disuelve y con el la autoridad nacional heredera de la independencia. A partir de esta situación general se da en un intenso periodo de varios meses de lucha política durante el cual se suceden varios gobiernos de diferente orientación, visión estratégica, ideas de organización y sustento social. Allí emerge por primera vez Juan Manuel de Rosas como hombre clave que desnivela la situación y ayuda a estabilizar un nuevo periodo de orden tanto interno como interprovincial.

Ahora pongamos en orden y expliquemos las características y los intereses en juego del periodo al que se refiere Walsh: se inicia el 1 de febrero de 1820, cuando las fuerzas de «Los Pueblos Libres» (en este caso las fuerzas de Santa Fe, Misiones, Corrientes, José Miguel Carrera y José María de Alvear) derrotan a las fuerzas del Directorio capitaneadas por José Rondeau produciendo la caída del gobierno central. Hasta el 10 de octubre de 1820 cuando Dorrego suspende la marcha de sus fuerzas sobre Buenos Aires en reconocimiento de Martín Rodríguez como gobernador electo.

Es parte de una coyuntura más amplia en la que el motín de Arequito en enero, la desobediencia de San Martín el año anterior[13], más las batallas de Tacuarembó y Cepeda, marcan un quiebre en la historia de nuestra región y dan inicio a una nueva etapa. Allí aparece con fuerza Rosas por primera vez como actor determinante. La disolución del gobierno fue acompañada por un cambio en cascada de gobernadores en que, uno tras otro, se sucedieron sin poder estabilizarse, bajo diferentes influencias, militares, populares, de las fuerzas políticas o sociales provinciales. Así pasaron Balcarce, Sarratea, Soler en poco tiempo.

Las tropas federales llegan a Buenos Aires y el 23 de febrero se firma el Tratado de Pilar entre López, Ramírez y la temporaria autoridad máxima porteña el Gobernador Manuel Sarratea (de tendencia federal). Un pacto entre provincias pares, es un tratado federal, pero que implica el rompimiento con Artigas recién derrotado en Tacuarembó el 22 de enero ya que no lo firma Artigas ni en nombre de Artigas, ni habla de la invasión brasileña. Es la disolución de la «Liga de los Pueblos Libres» a parir del tratado de Pilar y materializada en la decisión de Ramírez de enfrentar a Artigas[14] (lo derrotó entre junio y julio de 1820) persiguiéndolo hasta el exilio.

Desde 1819 Rosas había comenzado su actividad pública como hombre clave en la campaña de sur de la provincia reuniendo milicias para la luchar contra los aborígenes. Los primeros meses del 1820 durante el derrumbe del directorio después de Cepeda, Martín Rodríguez ordena a Rosas reunir las milicias con urgencia. El futuro «Restaurador», por ahora un gran estanciero y empresario de prestigio y ascendiente en la campaña, logró reunir más de 2000 hombres. Sólo 108 eran sus peones equipados con su peculio, el resto venían con sus propios recursos aunque una parte se presentaba sin nada o sin lo suficiente, debiendo ser equipados por «el Estado», en este caso a cuenta de Rosas. Con esta fuerza «Los Colorados del Monte» el 5to regimiento, fue ascendido por Martín Rodríguez de Capitán a Comandante el 8 de junio.

En este momento, después de Cepeda, las fuerzas de López en las que revistaba el General Alvear y José Miguel Carrera, quedaron en Buenos Aires para observar el cumplimiento del tratado por parte de y precaverse contra una evolución política agresiva. Además tanto Alvear como Carrera participaban del ejército federal con objetivos más amplios[15] que los establecidos en Pilar. Se inicia un doble proceso en el que las fuerzas de se enfrentan con las santafesinas e internamente se produce una guerra civil. Las fuerzas porteñas cuando Soler es gobernador pasan a estar comandadas por Dorrego[16] como comandante en jefe (recién vuelto del exilio) con quien revistaban Lamadrid, Rodríguez (como comandante de campaña) y Rosas (como su subordinado). La crisis de la derrota impedía la estabilización de los partidos en el poder bonaerense. Ex directoriales y federales/populares porteños alternaban su influencia. Los gobernadores se sucedían Sarratea, el cabildo, Balcarce, Soler y seguían los cambios de gobiernos en semanas, con Dorrego, el cabildo, y finalmente Martín Rodríguez.

Es importante señalar que fueran directoriales o federales porteños, la amenaza de López con sus tropas era vista como un peligro a derrotar. O sea el federalismo porteño, con Dorrego ahora y después con Rosas, es una fuerza celosa de la autonomía de la provincia, y surge como fuerza con un objetivo de resguardar para la provincia sus recursos, entre ellos la aduana. Es claramente mucho más popular, y tiene una visión nacional, pero en circunstancias como el triunfo del «litoral» sobre , existe en este momento una unidad de acción entre todos los partidos.

Es en este periodo que las tropas santafesinas y las porteñas realizan operaciones y movimientos que preanuncias un enfrentamiento. El 28 de junio López derrota duramente a Soler, y amenaza Buenos Aires. Alvear se proclama gobernador, mientras que Soler abandona el gobierno quedando Dorrego como máxima autoridad real. Reunió un nuevo ejército con las fuerzas de línea que quedaban al mando del coronel Pagola, las milicias urbanas, las milicias de Rosas, Rodríguez y Lamadrid. El 2 de agosto Dorrego toma San Nicolás y derrota a las fuerzas de Alvear y Carrera sacándolos del juego político.

También en agosto Rosas y Rodríguez son comisionados por Dorrego para discutir condiciones de paz. Allí Rosas inicia una serie de gestiones (oficiosas, privadas, como era su estilo) ante López destinadas a establecer la paz y que se retiren las tropas santafesinas. Con ellas se irían o quedarían aislados Alvear y Carrera cuyo objetivo excedía la autonomía de las provincias y el federalismo, sino que buscaban tomar el poder en para producir un viraje político en toda la región. La garantía de Juan Manuel es una compensación en ganado por los estragos y un gobierno que garantice la paz y el acuerdo intreprovincial

Pero las fuerzas de Dorrego avanzaron buscando la derrota de López y el establecimiento de una paz en la que mantuviera una posición mejor, o sea recuperándose de Cepeda. El 12 de agosto se enfrentan con la caballería entrerriana venciéndola entre la infantería porteña y la caballería rosista. Allí Dorrego asciende a Rosas a Teniente Coronel. Pero el jefe federal querrá explotar su victoria y avanzará hacia Santa Fe. En ese camino no contará con el apoyo de Rosas, y será duramente vencido en la batalla del Gamonal el 2 de setiembre. Es de destacar que antes de esta batalla se produce un choque entre Rosas y Dorrego. El primero busca establecer una paz acordada aceptando las condiciones de López, exigiendo sólo el retiro de las fuerzas santafesinas y con ellas los grupos que responden a Carrera y a Alvear. Dorrego, interpreta distinto la situación y pretende seguir la campaña derrotando a López en Santa Fe. Sea por este distanciamiento o por desinteligencias operativas, Rosas no asiste con sus hombres a el Gamonal, ausencia clave de la derrota de Dorrego.

A partir de aquí comienza el proceso en el que las fuerzas de Rosas fueron clave en la estabilización del gobierno, derrotando a la insurgencia «popular» y miliciana urbana dorreguista con el concurso de las fuerzas «populares» milicianas del campo. Es lo que Walsh presenta como toma del poder por Martín Rodríguez y Rosas.

El 6 de abril Sarratea había convocado a elecciones de representantes cuyo objeto era la elección de gobernador. Desde el 17 al 30 de agosto se efectivizaron. Todo indicaba que Dorrego, jefe del partido popular y jefe del ejército, sería elegido gobernador, pero la derrota de Gamonal altero la relación de fuerzas. Dorrego perdió partidarios y los antiguos directoriales (muy numerosos en la ciudad) pudieron reagrupar fuerzas en el caos y el miedo a una nueva marcha de López sobre Buenos Aires[17]. Rosas intervino en forma clave para ganar a la elite para un apolítica de paz, convenció a todos, o apareció como el garante, de que López no avanzaría nuevamente[18].

Según Saldias y varios historiadores revisionistas, Rosas sostenía a Rodríguez como candidato y no a Dorrego, y los hechos lo demuestran. ¿Por qué? Quizás por que lo consideraba un mayor garante del orden, quizás por sus desavenencias hacia la política frente a Santa Fe, quizás por el carácter excesivamente tumultuario de Dorrego que, según sus enemigos, según liberales y revisionistas aristocráticos, era su falla.

Rodríguez fue electo y el 1 de octubre el coronel Pagola, federal bonaerense, jefe de las unidades del fuerte apoyado por los regimientos de cívicos y los morenos, se levanto desconociendo la elección. El plan se combinaba con una movilización popular hacia el Cabildo que exigiera una asamblea y que invalidara la elección. Esto sucedió al día siguiente del pronunciamiento militar.

Rodríguez y Rosas concentraron sus fuerzas, unos 1000 hombres en esta circunstancia (eran los «Colorados» el 5 regimiento que comandaba Juan Manuel) al sur de la ciudad. Es singular su discurso a los gauchos.

«Ved (…) las circunstancias que por segunda vez salimos a campaña (la primera fue contra López) a engrosar un ejército que debe darnos paz y reestablecer el orden, mostrando a los que nos quieren envolver en sangre la ultima lección de la imperiosa urgencia que reclama por la unión, olvidando perjuicios locales y políticos (…) vamos a concluir con la guerra y a buscar la amistad que respeta las obligaciones públicas (…) desconfiad de los que os sugieren especies de subversión del orden y de insubordinación: reproducid conmigo los juramentos que hemos hecho de sostener la representación de la provincia…»[19]

Si bien estamos aún ante un Rosas no militante sino llamado al deber como un «Cincinato» republicano,[20] ya es claro el tópico que permanecerá estable a los largo de toda su carrera: orden, apego a las leyes. Puede haber cambios en su relación con las masas, con los indios, con la cuestión económica, con el campo y la industria, las tarifas, con el interior, etc. pero todos enmarcados en la búsqueda de un orden republicano pos independentista estable que permita el desarrollo de las actividades privadas de los ciudadanos. Es de destacar que esta llamada al orden contó con oídos atentos entre pobres y ricos. En la capital y en el interior. Claro, como cualquier orden la pregunta es ¿Qué tipo de orden?

Rosas se separó de Dorrego por ver que su accionar contribuía al desorden, y apoyó a los ex-directoriales por parecer más cercanos al orden, al verlos como mayor garantía de hacer la paz con Santa Fe y para respetar las formas institucionales garantes del mismo. Lo mismo haría cuando se enfrenta la orden rivadaviano 5 años después, o a los «unitarios» a lo largo de todo el resto de su carrera. Inclusive sus apelaciones al desorden, en la «Revolución de los Restauradores» por ejemplo, es un momento para terminar con el desorden incipiente y volver al orden. Rosas siempre se preocupó por las formas, porque hubiera elecciones, que votara la mas amplia cantidad de ciudadanos, que la le legislatura funcionara, etc. Las masas movilizadas fueron sus herramientas contra los sectores de la elite que, para Rosas, eran la principal fuente de desorden.

Y así actuó en esta inicial ocasión. Mandó a sus gauchos de avería del matadero a participar en la asamblea y mediante una maniobra, que no sabemos si espontánea o planificada, en la que un orador comenzó a divagar agresivamente contra la intromisión de los curas en la vida política, una batahola generalizara «pudrió» la asamblea. En la asamblea era claro que los argumentos de los federales y la denuncia de los directorales y sus maniobras iba a contar con apoyo popular. Con el fin de la asamblea, las tropas de Rosas entran en la ciudad y se da inicio a una batalla contra las fuerzas comandadas por Pagola. La batalla fue sangrienta, dura y los gauchos se impusieron paso a paso a las fuerzas cívicas. Ante la ofensiva de las milicias rurales que comenzaban a controlar la situación, pese a la encarnizada resistencia de los milicianos urbanos (cabe destacar ambos son grupos sociales populares y conducidos por referentes populares), de representantes electa ratificó a Martín Rodríguez. A la caída de la tarde del 5 de octubre entró en el fuerte a la par de Rosas, arbitro militar de la situación y artífice de la paz con Estanislao López.

El detalle final es que la alarma por la llegada del ejército de línea al mando de Dorrego que se encontraba a pocos kilómetros de Buenos Aires, no sucede. Dorrego recibe el informe de la ratificación legal a Rodríguez y manda una comunicación de que reconoce al nuevo gobierno y se subordina a él. En realidad poco tiempo después lo mandaran nuevamente al exilio por ser un referente peligroso para el periodo que la historiografía liberal llama «la feliz experiencia» rivadaviana. Sin dudas el miedo de la elite liberal a Dorrego como líder popular era mayor de la voluntad del coronel de imponerse contra esa fracción. Siempre confió en que, los que en definitiva eran sus pares de clase, respetarían ciertas reglas. Cosa que como sabemos no sucedió a lo largo de la historia.

Estos en general son los hechos. Les faltan, evidentemente, más precisiones, algunas transcripciones ilustrativas del pensamiento de los protagonistas, disposiciones escritas, un detalle de las fuerzas sociales y militares en movimiento, etc. Pero acercan un poco a la sugerencia de Walsh, ya que son mucho menos conocidos en general que el como Lenin y Trotsky tomaron San Petesburgo. No podemos meternos en la cabeza del intelectual revolucionario para saber que es lo que conocía o que aspectos creía fundamentales de este asunto. ¿Es la existencia de líderes populares a la cabeza de fuerzas militares, milicianas? ¿La disputa en el terreno militar, en el de la lucha política e institucional combinadas? ¿Las maniobras, la desestabilización y finalmente la ocupación de los centros de poder del Estado con la capacidad de gobernar? Sin embargo Rosas, en este caso, no impuso al partido popular sino al de la elite. Aunque lo hizo en relación a la paz con las provincias y López estuvo satisfecho. A los revisionistas de diferente tendencia les fue difícil explicar satisfactoriamente esta intervención en todos sus aspectos.

Es el inicio de la carrera política de Rosas, aún no es «el Restaurador», más bien parece un empresario rural en ascenso con la capacidad de encabezar con éxito a las milicias rurales. Las milicias no son un séquito feudal de sus estancias, como muchas veces se dice. Unos 100 eran peones de sus estancias (la milicia plenamente movilizada llegaron a ser unos 3000 hombres). El resto eran de otras estancias o campesinos o agregados sueltos que, bajo la legislación vigente, tenían la obligación de prestar servicio de milicias bajo los jefes que fueran designados por la autoridad provincial. En este caso el jefe eral Rosas lo cual no es raro ya que la oficialidad en general pertenecía a clases acomodadas o intelectuales (que eran hijos de familias acomodadas) no hay escuelas militares ni nada parecido, las fuerzas tanto de línea como milicianas reclutan su gente y forman sus cuadros de esta forma, se podía hacer carrera, pero en el origen en la selección de oficiales era de asta forma.

En realidad el jefe era Martín Rodríguez y Rosas su segundo. Ese es el origen de los «Colorados del Monte» que fueron armados y equipados por cuenta de ellos mismos, o sea el gaucho venia con su caballo y sus armas, Rosas completó ese equipamiento de su peculio, con uniforme, caballos o armas que faltaran. Los testimonios de los socios en sus empresas (el saladero la mas famosa) Luis Dorrego (primo del coronel, miembro del Cabildo) y Juan Nepomuceno Terrero, informan en el año 21 que la intervención de Rosas en política disminuyó sus ganancias[21]. Pero no fue un regalo, sino que después paso la cuenta a la legislatura. Fue un préstamo ante la urgencia de la situación.

Sin embargo la cuestión es que es lo que quiere decir Walsh a de Montoneros. ¿Está sugiriendo que se estudie este proceso como ejemplo de mayor importancia que la toma del poder en octubre de 1917 por los bolcheviques? Al parecer sí. O al menos esta provocando con esta indicación a una organización como Montoneros cuya raíz esta sustentada en el revisionismo y Rosas es una figura destacada de la misma.

Si tuviéramos que estudiar como «tomo el poder» Rosas deberíamos referirnos a la «Revolución de los Restauradores» que lo llevo al gobierno por segunda vez y definitiva en agosto 1833. Donde Doña Encarnación Ezcurra, y las masas populares del campo y la ciudad impusieron el retorno del ahora Caudillo indiscutido a la gobernación con plenos poderes. Esa es la «Toma del poder» por Rosas: la desestabilización del gobierno por un levantamiento popular y el ejercicio de la violencia (o la amenaza de ella) a través de sectores populares armados que impiden gobernar hasta que el líder deseado tome por si mismo las riendas del gobierno.

«…las pobres tías y pardas, honradas mujeres y madres de los que nos han sido y son fieles. No reparéis en visitarlas…Ya has visto lo que vale la amistad de los pobres, y por ello cuanto importa sostenerla y no perder medios para atraer y cautivar sus voluntades…»[22]

Esta carta es parte de una serie de correspondencia entre Rosas y Encarnación mientras el Restaurador esta de campaña contra los indios en el sur. Varias de estas misivas, contienen claras indicaciones, sugerencias y apelaciones en este sentido: las masas pobres del campo y la ciudad son el sustento más fiel de Rosas y Doña Encarnación es especialmente enfática en esto.

Bueno, concluimos que en 1820 Rosas no tomo el poder, en realidad ayudo a que Martín Rodríguez repusiera el orden y a través de él que los sectores «unitarios», «directoriales», «rivadavianos» retornaran al gobierno de del que habían sido expulsados por el artiguismo en su último acto, y por los federales porteños en segundo término[23].

O sea Rosas en este caso actuó como agente del orden (siempre lo hizo o intentó hacerlo), pero del orden directoral, liberal, unitario. La historiografía debate sobre este tema, ya que es parte de la definición de la naturaleza del federalismo rosista. Las fuentes coinciden en que Rosas mando a su gente a romper el cabildo abierto, que era como una asamblea popular, o lo más popular que podía ser en ese entonces. Es indudable que reprimió a las fuerzas de los cívicos y sectores populares del coronel Pagola. Pero no es tan claro cual fue la actitud de Dorrego al frente al resto del ejercito avanzaba sobre Buenos Aires y podría haber batallado por el poder. Cuando recibió la noticia de que Martín Rodríguez había sido confirmado como gobernador, detuvo su avance y se subordinó. Rosas como vimos se había distanciado de Dorrego, pero lo había hecho por la continuidad de la confrontación entre Dorrego y López. O sea la actitud de Rosas fue «federal», como la de Dorrego, pero con iniciativas militares distintas y voluntad de acuerdo mayor. Rosas quería el orden y este solo se lograba con la paz. Dorrego tenía el orden en un segundo plano.

En realidad esto es solo nuestra bajada a la práctica de la sugerencia de Walsh de hace 40 años, estudiamos la coyuntura del veinte desde la perspectiva que sugirió. Es interesante pero pareciera no responder con claridad a una alternativa frente al estudio de Aunque como mencionamos antes quizás si estudiamos la «Revolución de los Restauradores» podamos aprender algo mas.

Entonces que es lo que sirve de lo que plantea Walsh, ¿es solo un error histórico o una burla? No. Es el mismo Walsh el que nos da la respuesta.

«Ese déficit no estaba en la mente de los compañeros que para darle un nombre a la organización acudieron a la historia argentina (y latinoamericana) que va de 1870. Esa visión inicial, sin embargo, se agotó en sí misma. En los actuales documentos M (como mencionamos el «Manual» por ejemplo n de r) apenas figuran referencias de historia argentina anteriores a 1945, ni siquiera a los propios caudillos montoneros. Creo que en ese vacío histórico subyacen las «leyes» de la toma del poder en y que esa determinación es más fuerte de las que surgen de cualquier otro producto histórico, ya que es la determinación espacial y temporal concreta que nos corresponde a nosotros».

Es claro que esta desafiando, extremando la posición, es mas importante conocer como se inicia la carrera política de Rosas que saber los detalles de de Octubre. Y generalizando, es mas importante conocer la historia nacional, su estructura, su evolución, sus rupturas, como se formo la sociedad argentina, cuales son sus héroes y villanos, que la historia del resto del mundo.

Desde un punto de vista marxista no podemos dejar de señalar que la historia nacional y mundial está infielmente relacionada. Pero como señala Mao (vaya paradoja en esta situación) como influencia y como condición. Como base, materia (lo nacional) sobre los cual opera los externo.

Por otra parte Walsh era un hombre que provenía del nacionalismo, a pesar de sus autocríticas, en su incorporación al peronismo y a las organizaciones revolucionarias del mismo, guarda una continuidad. Su autocrítica a cerca del elitismo de su nacionalismo se basa en que era una fuerza de cuadros nacionalista de elite, de combate, no necesariamente aristocrática, pero dependía de la tendencia. Eso no importa tanto como sí el hecho de que el revisionismo era la base de la lectura de la historia argentina que hacia revisionismo aristocrático, de orden. Pero Montoneros y el peronismo en general también hacen una lectura revisionista, José María Rosa fue el puente entre el revisionismo aristocrático y el popular, al igual que los forjistas.

No es el objeto de este trabajo discutir historiografía, ni las justezas de las interpretaciones de los diferentes autores revisionistas, aristocráticos, populares o marxistas. Lo que es determinante es que para los revolucionarios peronistas el revisionismo es más que para los no peronistas: es un método y una concepción del mundo. La historia revisionista es la concepción del mundo de los revolucionarios nacionalistas sean marxistas o no.

Walsh está señalando eso. Lo que ve como una orientación de Montoneros que parece desnaturalizar a lo que la organización significaba, perder su esencia al dejar sólo como pinceladas de color a la historia nacional. Sorprende esto ya que la izquierda peronista es muy «histórica» en todas sus vertientes, y quién que haya conocido a montoneros en los 80 sin dudas vería que esto seguía siendo así. Si vamos a los sectores medios de donde proviene gran parte de los cuadros, un militante revolucionario peronista se acercaba a la revolución en primera instancia a través de la historia, como uno de izquierda los hacía desde la teoría y desde esos marcos se relacionan con la base social e interpretan la realidad.

Conclusión

Como vimos Walsh polemiza con posiciones concretas, temporalmente acotadas y específicamente manifestadas en documentos y decisiones orgánicas. Son las que la organización montoneros adoptó en la coyuntura 1975/1976. Pueden tener (y tenían) raíces en discusiones anteriores, en tendencias que anidaban en la organización y que eran parte de discusiones entre los revolucionarios de ese periodo histórico (insurreccionalistas vs. GPP. Movimiento vs. Partido, etc.). Periodo durante el cual el guevarismo, y su manifestación específica mediante la lucha armada para la toma del poder por parte de un ejercito guerrillero, teñían las discusiones y prácticas de los revolucionarios. Pero para Walsh, de quien no conocemos críticas hasta ese momento, el año 1976 aparece como una demostración práctica de un error que debe ser corregido. No es la «lucha armada» en general lo que critica Walsh sino el modo específico que Montoneros la utiliza en la coyuntura.

El militante aclara que sus críticas al «situarlas por escrito no debe entenderse como una forma de cuestionamiento sino de diálogo interno». Es claro para quien lea los «Papeles…» la terrible angustia que transmiten, una angustia de quien ve a su organización, su familia y amigos camino al aniquilamiento. De alguien que esta tomando nota de un proceso económico, político y militar que dañara mucho al país y con el a las organizaciones que eran la expresión de una hipótesis de cambio en sentido progresivo. Por eso las críticas son duras, y lo son más si las cotejamos con el documento que consideramos clave, a la luz del cual hay que leer los papeles de Walsh: el «Manual de instrucción».

En es el «Manual» la contracara de los «Papeles». Allí es donde, a diferencia de las publicaciones montoneras anteriores, el marco de ideas en muy fuertemente estructurado bajo la doctrina militar de Clausewitz y la visión dialéctica y militar de Mao. Allí se da por agotado el peronismo y su reemplazo por el movimiento Montonero, se analiza como previsible y exitosa para la organización esta primera etapa de enfrentamiento con , etc.

El tema es la importancia de este material de la organización; no es un documento más, es el material clave de ese periodo, el material que estructuró la formación y organización de Montoneros en la etapa de derrota y (casi) aniquilamiento. No fue la intención de este trabajo discutir que otra cosa podía hacer Montoneros, si replegarse a lo mas profundo del pueblo como proponía Walsh era correcto y hubiera salvado a más militantes, o se las criticas de Walsh no son «tardías» cuando ya un viraje era imposible y la masacre estaba en pleno desarrollo. Pero si es el objetivo detallar la naturaleza de sus críticas.

La falta de historicismo, la necesidad de mayor apego a las coyunturas y estructuras nacionales, manifestado a través de la historia nacional como fuete de teoría, etc. Eso se manifestó en la llamativa alternativa representada por nosotros al inicio de este artículo: «Rosas y Martín Rodríguez» vs. «Lenin y Trotsky».

En realidad Walsh no presenta una alternativa, es más bien una provocación. Ya vimos que Rosas no tomo el poder en 1820, sino mas bien en 1833. Y que como federales que eran los Montoneros debían entender (y Walsh debía saber) que a partir de 1820 el grupo liberal, rivadaviano, retomó el poder de la provincia después de haber sido derrotado. La clave del planteo de Walsh está en que es el conocimiento profundo de las evolución nacional, de la formación social propia, de las relaciones de fuerzas al interior de la formación social y de cómo a través de la historia de formó y desarrolló esta sociedad donde estaría la respuesta primera, tanto para la creación de una teoría revolucionaria aplicable, como para el despliegue político concreto. En este sentido la crítica de Walsh pone mucho acento en el polo nacional mediante el cual interna explicar las rezones ideológicas de los errores propios que lleva a la organización Montoneros a una situación que considera desesperante y de la que parece no tomarse nota.

Por eso la desatención respecto del significado real de 1820, como la de que fue Mao quien primero tradujo a las condiciones chinas el marxismo y esbozó la teoría de las causas internas, o que Clausewitz es un teórico que en general es estudiado universalmente, carece de importancia ya que lo que el militante estaba indicando era lo concreta aplicación y la ideología que se expresa en el «Manual….»

«Este es el movimiento de la universalidad concreta, esta transubstanciación radical por la cual la teoría original tiene que reinventarse en un nuevo contexto: solo sobreviviendo a ese trasplante puede emerger como efectivamente universal» señala Slavoj Zizek en su introducción a la redición de «Sobre la contradicción» de Mao[24]. Y si leemos a Mao encontraremos profusas menciones y ejemplos de la historia China aun de la más antigua, de tradiciones propias y de la propia filosofía que es carne el la cultura china. En general son mayoritarios en relación con luchas proletarias. Los clásicos marxistas (hasta Stalin) aparecen en Mao articulados en esa base.

Por eso Walsh critica un elemento, también notable, cuando menciona a Rosas: que no basta para nada estudiar la historia del proletariado, y que eso puede llevar a desviaciones, cosmopolitas.

«Puesto que las lecciones de historia en las que la clase obrera toma el poder se dan solamente a partir de 1917, y solamente en otros países, ese es el nivel cero donde empieza nuestro análisis. (…) Perón desconocía a Marx y Lenin, pero conocía muy bien a Irigoyen, Roca y Rosas, cada uno de los cuales estudió a fondo a sus predecesores.»

Se puede criticar en este sentido un cierto extremismo del intelectual al polemizar con muy probablemente desconocería muchos aspectos de la historia del proletariado mundial, pero concia bastante del propio y ascendió al poder sobre sus hombros. Lo que no es poco. También Perón conocería muy poco o tendría una visión negativa del marxismo. Pero conocía teorías de otros países, como las del General Colmar Von Der Gortz y el pensamiento estratégico y geopolítico alemán (para mencionar una idea extranjera que conocía muy bien y fue pilar de su formación), y lo supo traducir con baste éxito, inclusive el socialismo, el fascismo y Social de aparecen traducidos por Perón para constituir una doctrina aplicable con éxito al gobierno y al construcción de una base de masas. Pero no se puede ignorar cual es el sentido de la indicación de Walsh. Si se parte de experiencias universales o extranjeras, como impone el método de análisis utilizado por Montoneros en la crítica planteada, no se partirá de lo concreto, ni de lo particular, por lo tanto se tenderá a un idealismo izquierdista formalizante, poco relacionado con la realidad nacional. Crítica que a Montoneros debió hacerle mella, ya que si la izquierda argentina insistía en la existencia de una «clase obrera universal», Montoneros partía en su distinción fundante desde una crítica radical a esta visión[25].

Walsh no renuncia a la idea de «toma del poder» por una estrategia «social» o «democrática» o «basista». El intelectual propone un repliegue a lo nacional y hacia el «agua» del pez, renunciando en esa coyuntura (¡1977!) a la «toma del poder». Para recuperar el agua y elaborar, utilizando el método de análisis de la realidad basado en la historia nacional, en las «causas internas», una estrategia de «toma del poder» viable, tal como considera que Montoneros tenía en sus orígenes. Por eso indica estudiar la forma en que se «tomó el poder» en Argentina, aunque no haya sido el proletariado con dirección socialista el que lo hizo. Porque, ciertamente, Rosas acaudillo a las masas populares. Lo mismo hizo Perón (y estas fueron específicamente obreras). Roca tomo el poder, sin dudas, pero allí el pueblo estuvo más bien ausente, o ya estaba derrotado, o «acallado» momentáneamente.

Por último es de destacar de destacar que los documentos de la conducción indican en varios momentos, por fuera de la coyuntura señalada, que se intentó llevar adelante una línea aproximada a las sugerencias de Walsh. Al menos en algunos aspectos. El distanciamiento del PRT en 1976 es discutido aún hoy cuadros de dirección como Roberto Perdía señala que para julio de 1976, fecha de la muerte de Santucho, la conducción había decidido virar haya una replanteo respecto de la actitud frente al peronismo tradicional[26]. Los guiños y acercamientos a fracciones del sindicalismo que, manteniendo la particularidad de armar frentes combativos en perspectiva[27], impulso la organización, durante el «Proceso», hacia los sectores de la dirigencia que lo enfrentaba. Sin embargo las Contraofensivas, de los años siguientes, parecieran seguir mostrando una visión muy optimista, o al menos una visión que no daba cuenta de los cambios cualitativos que el movimiento popular sufrió en esos años al calor de la transformación de la estructura económica. Pero eso ya es parte de otra historia, que a la larga o a la corta dio cuenta, no solo del movimiento revolucionario sino de una parte importante de las conquistas del pueblo trabajador argentino, y parió la sociedad argentina actual.

Notas:

[2] Izaguirre, Inés (2009) Lucha de clases. Guerra civil y Genocidio en Argentina 1973-1983 Bs. As. EUDEBA. Es una compilación en uno de cuyos artículos aparece discriminados los muertos, presos y desaparecidos a los largo de todo el periodo. Allí vemos que más del 60% de los muertos y desaparecidos desde 1969 hasta 1983 fueron en 1976/77. Y más del 80% de las víctimas del «proceso» se produjeron desde el 24 de marzo de 1976 hasta fines de 1977.

[3] Vinelli, Natalia (2014) Ancla una experiencia de comunicación clandestina orientada por Rodolfo Walsh Bs. As Punto de Encuentro. Caviasca, Guillermo (2013) Dos caminos. PRT-ERP y Montoneros, la guerrilla argentina en una encrucijada. Bs As. De la campana/El río suena

[4] » Guerra civil prolongada» en el caso del PRT.

[5] Montoneros (1976) Manual de instrucción para oficiales y soldados SD

[6] Pozzi, Pablo (1988) Oposición obrera a la dictadura Bs. As. Contrapunto. Cieza, Guillermo. (1997) Destiempos Bs. As. Retruco.

[7] Los tres tratados de Carl Von Clausewitz fueron editados después de su muerte prematura. Abordan la guerra en sus diferentes etapas en forma conceptual. Más que relatos y análisis de campañas lo que presenta es una sistematización de conceptos de validez universal. Aunque esta claro que el militar prusiano esta pensando un análisis de la cuestión militar de cara a la nueva sociedad surgida de la revolución burguesa.

[8] Puiggrós, Rodolfo (1986) Historia crítica de los partidos políticos argentinos. Bs. As. Hispamérica.

[9] Firmenich, Mario. (1973) «Charla que la conducción nacional baja a los frentes».

[10] Aquí refiere nuevamente a lo que critica Walsh: Montoneros creció con un discurso que se apegaba a las cuestiones y experiencias nacionales, no solo en el análisis sino en el lenguaje y las actitudes. Esto esta analizado en otros trabajos, pero es claro que la dialéctica de enfrentamiento, primero con Perón y después con el peronismo oficial estuvo relacionada con estos cambios. Pero no hay que exagerarlos, el perfil nacional de Montoneros siempre se mantuvo.

[11] Clausewitz, Carl Von. (1969) De la guerra Bs. As. Circulo Militar.

[12] Debemos señalar, a modo de corrección, que Montoneros, en el planteo general, estratégico militar, no veía la situación de esta forma, tomaba nota de la debilidad relativa en lo militar. Por ejemplo, es en este sentido la crítica que elaboran a la acción del ERP en Monte Chingolo, como excesivamente audaz y ofensiva en una etapa que no daba para acciones de ese tipo. Lo que implicaría intentar eludir la dialéctica de los extremos. Pero, la «ofensiva permanente y profunda» de la dictadura, fue mas allá de las líneas de «defensiva estratégica» de Montoneros. El nivel de repliegue que hubiera permitido retirarse más allá del avance militar enemigo para eludir los golpes principales implicaba, según Walsh, disolver el Ejercito Montonero, O sea reconsiderar radicalmente la estrategia en base a un replanteo de la caracterización de la etepa

[13] En 1819 el directorio acosado por las fuerzas de Artigas pide a los ejércitos patriotas de Belgrano y de San Martín retrotraerse a Buenos Aires con el objetivo de salvar al gobierno central de la inminente derrota ante los Pueblos Libres. San Martín en asamblea de oficiales resuelve desconocer esa orden y continuar la campaña emancipadora. Belgrano obedece y en Arequito cerca de Santa Fe los oficiales de rebelan desconociendo la autoridad del gobierno central para abandonar la campaña independentista en función de la guerra civil, así el ejercito del norte se disuelve

[14] Como vemos es la disolución de las dos fuentes alternativas de autoridad nacional. La federal popular de «Los pueblos libres» y la centralista, autoritaria, elitista del Directorio. Los Pueblos libres se encontraban en una guerra en dos fretes: contra la invasión brasileña (que pretendía avanzar hasta el Paraná) y las fuerzas del Directorio. Era una «sospechosa «maniobra de pinzas» que obligó a Artigas a dividir sus fuerzas, que nunca contaron con la colaboración del gobierno porteño en su resistencia a la invasión. Este era uno de los reclamos centrales de Artigas: que el ejército de los pueblos libres debía firmar la paz con Buenos Aires, pero Buenos Aires debía comprometerse en enfrentar la invasión. Ramírez no era reconocido por Artigas como «Gobernador» de Entre Ríos sino como comandante militar bajo su autoridad directa.

[15] Carrera, pretendía ser parte del establecimiento de un gobierno en Buenos Aires que lo apoyara en el cambio de autoridades en Chile: le derrocamiento de O`Higgins y el desplazamiento de San Martín. Alvear, buscaba ser el gobernador de Buenos Aires y a partir de allí del conjunto de las Provincias Unidas.

[16] Dorrego vuelve a aparecer con fuerza como caudillo popular y militar urbano. Ya en el año 1815 había sido un fuerte opositor al Director Pueyrredón y, bajo sugerencia de San Martín, partió hacia un exilio «educativo» en EEUU. Allí aprendió doctrinas del federalismo norteamericano y las combinó con su experiencia en Oriental donde en su lucha contra Artigas había reflexionado sobre la naturaleza del movimiento popular. Cuando el Directorio cae Dorrego retorna.

[17] Es importante destacar que las elecciones eran, para la época, bastante amplias, y sin limitaciones legales. Sin embargo tanto los candidatos, como la forma en que se resolvían los acuerdos al interior de los representantes electos pertenecían a la elite. Los candidatos a convencionales que elegiría gobernador, habían sido seleccionados para que cumplieran un objetivo por Rosas y Anchorena: la paz con López y el establecimiento de una administración ordenada, Rodríguez era un candidato posible para Rosas en medio de sus desavenencias con Dorrego. Aunque sin la derrota de Gamonal, el caudillo hubiera sido electo gobernador igualmente. Las elecciones oficiaban mas como una acción de legitimación o de resolución de relaciones de fuerzas equilibradas que una verdadera compulsa masiva. Las masas se expresaban a través de las montoneras o de los mismos regimientos milicianos y/o de línea.

[18] Este convencimiento es parte de su desconocida conversación con López semanas antes. Allí llego a acuerdos que feron respetados por ambos.

[19] Saldias, Adolfo. (1973) Historia de Bs. As. EUDEBA. Pag. 52.

[20] Myers, Jorge (1995) Orden y virtud. Bs. As. UNQui.

[21] Luis Dorrego además de socio de Rosas era miembro del cabildo en estas jornadas y fue parte del apoyo a su primo el Coronel. Las reformas rivadavianas, realizadas durante el gobierno de Rodríguez, disolvieron el Cabildo concentrado las funciones legislativas en de Representantes.

[22] Carta de Rosas a doña Encarnación. Río Colorado 23 de noviembre de 1833. Museo Mitre. Papeles de la época de Rosas, n° 91

[23] Podríamos concluir que en el año 1820 Rosas consolidó el núcleo de su base social organizada: las milicias rurales del Sur. Que encuadraban a la mayoría de los gauchos, peones y pequeños propietarios o campesinos asentados, bajo su mando y representación. Con esa base fue árbitro en 1820 y se proyectó hacia la representación del resto de la «plebe» rural y urbana, con el deterioro del gobierno liberal y con la crisis producida por la guerra con Brasil y el posterior asesinato de Dorrego.

[24] Zisek, Slavoj (2010). Mao. Sobre la práctica y la contradicción. Madrid. AKAL.

[25] Crítica que justamente era parte de los materiales de debate fundantes de la organización ya en 1971/72 cuando salió a circulación la famosa «Polémica FAR-ERP» desarrollada entre los presos del ERP y Carlos Olmedo jefe de las FAR (Fuerzas armadas revolucionarias) uno de los grupos que confluyeron para crear Montoneros.

[26] Perdía, Roberto. Entrevista propia

[27] Aunque en este sentido habría que profundizar más, ya que la «CGT de la resistencia», intento de armado alternativo o paralelo al sindicalismo tradicional que aglutinara a los combativos y clasistas que habían dado las luchas de las Coordinadoras de 1975, no parece conciliadora con la dirección sindical. Como también es de cuestionarnos si un viraje de este tipo no hubiera sido posible de ser asumido por el PRT, aunque derrota contundente impide pensar esa cuestión con ejemplos de la práctica.

Guillermo Martín Caviasca. Doctor de de Buenos Aires en historia. Militante. Docente UBA/UNLP. Autor de numerosos artículos académicos y periodísticos. Conductor del programa de entrevistas «Dale Fuego». Autor De los libros: La hipótesis Carcagno. Militares y guerrilleros en los setentas. Dos Caminos. PRT-ERP y Montoneros. La guerrilla argentina en una encrucijada. La guerra de la independencia. Moreno, Artigas y San Martín. Poder, Poder popular y hegemonía, ¿Qué se vayan todos?, entre otros escritos.

Blog del autor: http://quedudarnoteparalice.blogspot.com

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