En las últimas semanas dejaron este mundo dos altos dignatarios de lo que podríamos llamar la Orden del ‘progresismo liberal antiperonista’. En efecto, con una diferencia de pocos días fallecieron el filósofo Juan José Sebreli y la ensayista y docente Beatriz Sarlo. Ambos dejan una vasta obra en el campo de la sociología, la crítica literaria y la filosofía política.
Sebreli se inició en los ‘50 como colaborador de las revistas Sur y Contorno, dos baluartes en el mundo intelectual de la época, una vocera de la élite liberal antiperonista y la otra de perfil humanista crítico. A lo largo de su vida participó en un sinnúmero de proyectos culturales y se dedicó a enseñar existencialismo sartreano e historia de las ideas en infinidad de grupos de estudio en la Ciudad de Buenos Aires y alrededores. Se definía a sí mismo como un ‘marxista solitario’ sin que ello le impidiera apoyar a Macri en 2015 y votar por la fórmula Milei-Villarruel en el 2023. Sarlo, en tanto, tras un paso por el peronismo de izquierda se incorporó a la militancia juvenil a fines de los ‘60 en el Partido Comunista Revolucionario (PCR), la corriente más importante del maoísmo vernáculo. Más tarde formó parte del staff de la revista ‘Los Libros’, una publicación financiada por otro grupo maoísta de la época –Vanguardia Comunista– junto con Ricardo Piglia y Elías Semán, entre otros. A su actuación en los años posteriores nos referiremos en las líneas que siguen.
De un modo general, tanto Sebreli como Sarlo marcharon por andariveles político-intelectuales similares en sus largas vidas. Fueron parte de un fenómeno conocido en los albores de los ’60 como ‘la nacionalización de las clases medias’ que consistió centralmente en el salto de un nutrido sector juvenil de la pequeño-burguesía urbana del cerril antiperonismo, heredado de sus padres, al campo nacional y popular, otrora calificado por sus progenitores de ‘nazi-peronismo’ o simplemente de ‘fascismo criollo’. En un caso –Sebreli– tuvo un pasaje bastante fugaz y marginal por el peronismo y Sarlo, como se dijo, hizo pie en una rama del marxismo que en los tiempos de la resistencia tendía puentes con el peronismo y con la clase obrera, que era desde esa mirada la clase llamada a terminar con todas las clases e instaurar el socialismo.
Finalizados los años de plomo de la dictadura liberal-oligárquica Sebreli y Sarlo se erigieron en dos de los principales referentes de un grupo de considerable prestigio intelectual, que ya había abandonado para siempre sus fantasías juveniles de redención social para acomodarse dócilmente a las estructuras institucionales del alfonsinismo, especialmente en la UBA. Sarlo fue Directora por muchos años de la revista ‘Punto de Vista’, verdadero emblema literario de la socialdemocracia europeizante en los ’80. Desde sus confortables tribunas académicas, este grupo desarrolló un engendro teórico difícil de digerir, que más allá de las engañosas citas de Gramsci y de otros clásicos del pensamiento social y de las abstrusas categorías conceptuales que rumiaban incansablemente, tenía como objetivo manifiesto la completa aceptación de las ‘reglas de juego’ de la democracia semicolonial, que cabalgaba aceleradamente hacia la privatización y la entrega de nuestras riquezas al gran capital nacional e internacional, lo que se consumaría fatalmente en la década siguiente.
Como es obvio, este grupo al que aludimos (Sarlo, Sebreli, Portantiero, Aricó, Rozitchner, de Ipola, Altamirano, etc) expresaba un especial encono hacia dos reivindicaciones que ellos calificaban como rémoras del pasado que era necesario arrojar sin piedad al estercolero de la historia: la Patria y la causa Malvinas. También la palabra Revolución desapareció de su vocabulario para ser reemplazada por otro vocablo mucho más conveniente para el clima de la época y para los intereses del usurpador inglés: Consenso. Desde sus trincheras universitarias levantaron un muro impenetrable para abortar cualquier debate sobre la guerra del ’82 y su significado en la historia. Instalaron un tabú que convertía en sospechoso de procesista y enemigo de los derechos humanos a todo aquel que planteara le necesidad de extraer enseñanzas de la contienda para denunciar al colonialismo británico, al papel jugado por el imperialismo norteamericano y europeo y, al mismo tiempo, reivindicar la lucha por la soberanía nacional en un plano latinoamericanista. Quien escribe estas líneas cursó en esos años su carrera de Psicología en la UBA y recuerda el deslumbramiento que provocaban en la casta profesoral los textos crípticos de los gurúes del lacanismo francés y la fascinación que despertaba cuanto figurón con patente europea que visitaba el país. En ese contexto, la reflexión sobre Malvinas, así como las consecuencias sociales e individuales de la guerra en los ex combatientes, eran sencillamente inexistentes. Cabe agregar que una de las principales tareas de los Veteranos de Guerra en aquellos años consistió en enfrentar ideológicamente a los altos sacerdotes de la ‘desmalvinización’ -Sarlo y Sebreli, entre otros– que intoxicaban la conciencia popular con su rosario de lugares comunes y mitos derrotistas (‘chicos de la guerra’, ‘la guerra de la dictadura’, la ‘aventura irresponsable’, etc), Naturalmente, ese dispositivo cultural era enteramente funcional al despliegue del programa neoliberal y por esa razón gozó de una entusiasta aceptación de todo el establishment político-académico europeo, que premió a sus voceros vernáculos con generosas becas y cátedras en las más prestigiosas universidades del viejo mundo. ¡Al fin ese díscolo país del Cono Sur saboreaba las mieles de ‘la democracia y los derechos humanos’! Los Veteranos de Guerra, en tanto, nos organizábamos con escasos recursos por fuera de los aparatos del Estado para hacer oír nuestra voz y recordar a nuestros caídos bajo el fuego criminal del colonialismo británico. Unos pocos dirigentes políticos y sociales nos acompañaban frente al desdén de la partidocracia tradicional.
Las décadas subsiguientes fueron lo suficientemente contundentes para desmentir la ilusión liberal-progresista de construir una democracia estable en el marco del sometimiento del país a los grandes poderes mundiales. No vale la pena abundar en detalles. Solo añadiremos que Sebreli se fue de este mundo a los pocos meses de votar por la fórmula Milei/Villarruel, para ‘que esta gente no gane’, refiriéndose al peronismo, su enemigo principal. Sarlo, a su vez, viajó a Malvinas en el 2021 y declaró a su regreso que ‘son territorio británico’, basada en los testimonios de la población implantada por el colono. Soñó siempre con una Argentina que imite a Francia en la pureza de sus formas institucionales, pero en el ocaso de su existencia vio desesperanzada como Francia imita a la Argentina, con sus chalecos amarillos, su ultraderecha en ascenso y su masa de marginados en la periferia de las grandes urbes. La crisis del capitalismo en su etapa senil tiende a igualar a todos los países en sus tragedias sociales, sus guerras y sus catástrofes climáticas.
Los Veteranos de Malvinas, mientras tanto, seguimos transmitiendo a las nuevas generaciones el orgullo de haber combatido a una de las peores calamidades de la era moderna: el colonialismo. No cambiamos ni cambiaremos porque en ello va la memoria de los caídos.
Fernando Cangiano es exsoldado combatiente de Malvinas y autor del libro ‘Malvinas, la cultura de la derrota y sus mitos’ Ed. Dunken, 2019.
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