Los autores examinan la política comunicacional del kirchnerismo luego del retroceso que sufrió en las primarias
Los resultados de las primarias de agosto encendieron la voz de alarma en las filas del Frente para la Victoria. Desde el oficialismo reconocieron como algunos de los motivos de la retracción electoral ciertas fallas en la política contra la inseguridad y el impacto de la inflación y del impuesto a las ganancias en los sectores populares y medios. También señalaron que era necesario replantear la política de comunicación. «Puede ser que a mí me haya faltado comunicar las cosas de forma mucho más simple para la gente», admitió Insaurralde. Así como se instrumentaron modificaciones en ganancias y se ensayaron algunos cambios en materia de seguridad, también se vieron algunos virajes en la estrategia comunicacional, que van desde el regreso de dirigentes kirchneristas a los programas de TN hasta cierta mesura e intentos de autocríticas en el discurso gubernamental.
¿Cómo se podría calificar la política comunicacional establecida por el Gobierno en los últimos años? ¿Cuáles son sus principales aciertos y cuáles sus errores?, pregunta Debate a dos especialistas: Adriana Amado, doctora en Ciencias Sociales y titular del Centro para la Información Ciudadana; y el periodista y escritor Eduardo Blaustein, autor de Años de Rabia. El periodismo, los medios y las batallas del kirchnerismo, publicado de forma reciente por Ediciones B.
«La ‘comunicación kirchnerista´ es paradojal y lo mejor pasó, en realidad, por su potencia política, la capacidad de iniciativa, los hechos concretos producidos. Eso es también ‘comunicación’. Igualmente paradojal es el discurso y la comunicación en sentido más estricto: animarse a discutir con/contra ciertas prácticas periodísticas o el poder de la comunicación concentrada me pareció de arranque muy positivo», explica Blaustein. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona, agrega que la épica y lo autocelebratorio «condujeron muchas veces a un discurso cerrado, en blancos y negros, a veces negador y otras demasiado agresivo». También indica que, en ciertas ocasiones, el kirchnerismo «interpeló mal» a la sociedad en cuanto a su diversidad.
Por su parte, Amado considera que el discurso del kirchnerismo se revela «muy eficiente para los convencidos». La académica entiende que el Gobierno conoce muy bien a su grupo de adherentes y ha logrado mantener la adhesión de ese núcleo duro cercano al 30% con mucha fidelidad. Sin embargo, no consiguió romper ese techo ni manejar las oscilaciones que presenta la opinión pública en cualquier parte del mundo.
En esa línea, sostiene que en las presidenciales de 2011 el voto del FPV tuvo un fuerte componente afectivo, que representó en las urnas un espaldarazo a la reelección. «Ese 54% fue sobreestimado tanto por el oficialismo como por la oposición. El Gobierno siguió comunicando como si se le hubiese brindado un cheque en blanco, y se trató de un error en la percepción del comportamiento de la opinión pública», expone.
Con respecto al sistema de réplicas establecido por el kirchnerismo, Amado recuenta que Clarín tiene una tirada de 300 mil ejemplares frente a una población de más de 40 millones. «Amplificar la discusión de un grupo minoritario a todo el conjunto de la población es una táctica equivocada, porque uno se muestra en situación de riesgo», manifiesta. De todos modos, la especialista reconoce que Jorge Lanata desde Canal 13 sí logró quebrar el núcleo del 20% de personas que están imbuidas en el mundo de la información. «Lanata lo supo hacer desde el efectismo, pero el Gobierno no puede apostar a comunicar buenas noticias de forma compleja y oscura, apelando a pasar power point en avisos televisivos», afirma.
Ahora bien, ¿se trata sólo de problemas de comunicación? «Es un clásico que, cuando las cosas van mal, se atribuyan los problemas a la comunicación. Pero la comunicación está sobrevalorada y si se carga demasiado de sentido se van a encontrar con distintas frustraciones», matiza Amado. Con una mirada más amplia, sostiene que estamos ante la crisis de ese modelo tan arraigado de la comunicación política. «Son paradigmas que no prevén la efervescencia de distintos grupos que no necesariamente siguen los temas y los atributos planteados por los medios masivos», explica la docente de las universidades de Buenos Aires y La Matanza.
Blaustein plantea que son riesgosas -por la complejidad de los factores en juego y su carácter hipotético- las «ecuaciones» que intentan vincular de forma directa la comunicación y los resultados electorales. «Sin embargo, las dificultades para entender y atender humores y demandas sociales creo que tuvieron una influencia importante. Para la así llamada ‘gente’ pegarle permanentemente a Clarín en lugar de atender a sus problemas cotidianos no debe ser una estrategia interesante a la hora de pedirle el voto», concluye.
2.656.887
votos obtuvo Martín Insaurralde en las primarias bonaerenses.
2.325.076
había logrado el FPV en las legislativas bonaerenses de 2009.
38
bancas en Diputados pondrá en juego el kirchnerismo el 27 de octubre.
11
escaños en el Senado debe renovar el bloque oficialista este año.
De agendas y de réplicas
¿Hasta qué punto la necesidad de responder a los temas impuestos por el Grupo Clarín le impidió al kirchnerismo construir una agenda propia desde el conflicto con las entidades agropecuarias en 2008 hasta la actualidad? «El gobierno nacional no dejó de generar una agenda propia en estos años, particularmente en comparación con la docilidad de gestiones anteriores. Aunque se pasó de rosca con frecuencia en la necesidad de replicar sistemáticamente a Clarín», afirma Blaustein. El periodista considera que la Presidenta «se equivocó a menudo en ser la primera replicadora». En ese sentido, entiende que la tarea debió corresponder a otros voceros y figuras que añadieran matices y diversidad. «Es una falla comunicacional devenida de la centralidad de Cristina y también de su polenta. También buena parte de lo más duro del periodismo kirchnerista cayó en la trampa de convertirse meramente en sistema replicador», analiza. Y observa que sí hay un grave problema de dependencia del otro «y otra aún más grave: ausencia de autonomía crítica y una agenda periodística más rica».