La tragedia de Rosario impuso un corte necesario al cierre de campañas. Cuando falta sólo un día para las primarias, hay signos de preocupación en los búnker de la oposición. Algunos de esos signos que ponen más dudas en la oposición se vieron el jueves, a raíz del notorio desinfle del cacerolazo del 8-A. Nada […]
La tragedia de Rosario impuso un corte necesario al cierre de campañas. Cuando falta sólo un día para las primarias, hay signos de preocupación en los búnker de la oposición.
Algunos de esos signos que ponen más dudas en la oposición se vieron el jueves, a raíz del notorio desinfle del cacerolazo del 8-A. Nada que ver con las convocatorias de setiembre y noviembre del año pasado, de público numeroso. Esta vez fue una lágrima, según mostraron las cámaras de todo el arco mediático, incluso el de la corporación clarinista.
Con todo lo relativo que son los cálculos sobre cuánta gente acude a una movilización, se coincidía en que hubo apenas el 10 por ciento de los contados en oportunidades anteriores. Deben haber sido menos. La Voz del Interior (grupo Clarín) estimó que los reunidos ante el Patio Olmos cordobés fueron 600, mientras que para ese medio en noviembre se habían dado cita 40.000 en ese lugar.
Las explicaciones de algunos organizadores fueron que el 8-A coincidía con el cierre de campañas, el luto por la tragedia de Rosario y el frío. La primera excusa se vuelve como bumerán: las PASO fueron convocadas con meses de antelación y los caceroleros quisieron influir, dándole un «golpe final» a los candidatos de la presidenta. Les salió mal.
El segundo descargo, de la explosión rosarina, demuestra que su nivel de odio va parejo a su ignorancia. Si había un duelo nacional de dos días, sólo a gente muy bruta e insensible se le podía ocurrir que la población desbordaría de ánimo para marchar.
Y en cuanto al frío, es una explicación errática. Este invierno no es el de Siberia ni Ushuaia. Y los manifestantes, sobre todo los que salieron de la concheta esquina de Barrio Norte no carecen de calorías ni de buenos abrigos y zapatos. Eso, sin contar con la extrema calentura contra Cristina Fernández, que tanto los calefacciona por dentro.
Francisco en off-side
El fracaso del cacerolazo supone un traspié de la oposición y Clarín que originalmente apostaron a una movida más importante. Si hubiera habido multitudes, habría sido un golpe contra la presidenta y sus candidatos, justo el último día antes de la veda electoral.
La oposición advirtió que las circunstancias habían variado en sentido negativo para sus intereses electoralistas. Pero fue incapaz de persuadir a los caceroleros a guardar por esta vez su teflón, pitos y gritos destituyentes, para no pasar un papelón.
Los dirigentes políticos se bajaron de ese tren que iba a chocar, para no sufrir ellos el impacto. La mayoría dio parte de enfermo y no apareció por Plaza de Mayo, para no tener que asistir a un velorio. Son oportunistas con algo de calle, que les falta a los dirigentes de las redes sociales que con el buen suceso de los cacerolazos de 2012 se creyeron creativos superiores a Bill Gates (Microsoft) y Mark Zuckerberg (Facebook).
Los únicos kamikazes que dieron la cara fueron los delegados del Papa Francisco. Momo Venegas, del bergogliano partido FE, y Gustavo Vera, de La Alameda y candidato de la Coalición Sur, a la par del lilito Héctor «Toty» Flores, fueron como en procesión junto al ex piquetero Raúl Castells. Los fieles, muy pocos. ¿Le dirán la verdad al Papa, en su informe semanal, del sapo que tuvieron que digerir ese jueves destemplado?
Subió Insaurralde
El declive de la convocatoria opositora no significa necesariamente que los partidos de oposición vayan a recibir por eso menores votos. Una marcha exitosa o fracasada tiene impacto político pero no decide esencialmente el voto de la mayoría de las personas. Lo puede predisponer a ir a votar con más o menos entusiasmo, pero no mucho más. Los caceroleros pueden estar desanimados, pero obviamente el domingo van a sufragar por algunos de los candidatos afines.
Lo peligroso para la democracia no es eso, perfectamente legal, sino que ante las sucesivas derrotas optaran por profundizar un rumbo destituyente, que el jueves se expresaba en algunas pancartas («Cristina, exijo tu renuncia», decía una frente a Olivos).
En el terreno propiamente electoral, la señal de mucha preocupación que recorrió al establishment económico y al multimedios Clarín y «La Nación», fue el ascenso de Martín Insaurralde en las encuestas y el declive de Sergio Massa.
Ayer, la «tribuna de doctrina» publicó el último estudio de la consultora Poliarquía, que trabaja para ese matutino, y cundió el pánico en Tigre. «El candidato kirchnerista lidera en el conurbano; Insaurralde le lleva un punto en el GBA a su contrincante de Tigre», decía el título. «En el conurbano bonaerense los resultados de la encuesta de Poliarquía se revierten en relación al sondeo que se hizo en toda la provincia. Martín Insaurralde cosecha un 34% de intención de voto en el GBA mientras que Sergio Massa tiene el 33% en el mismo lugar», precisaba la nota.
Al comienzo de las mediciones, en julio, el de Tigre medía casi 36 puntos y el de Lomas de Zamora sólo 20. Ahora en el conurbano éste superaría a aquél por un punto, aunque en toda la geografía provincial seguiría debajo por entre 2 y 5 puntos.
Independientemente del resultado que se conocerá el domingo a la noche, ya es un pelotazo en contra de la oposición el hecho que Insaurralde haya remontado tanto. Es que además de ser un mérito del candidato, nadie puede negar que fue llevado de la mano, en su ascenso, por la presidenta.
Cierto desinfle de Massa
El intendente de Tigre puede ganar mañana y hacer una excelente elección, pero ciertos datos de la realidad limaron su imagen de político joven, serio, con gestión, que camina por el centro de una ancha y nacional avenida sin pelearse con nadie.
Se lo vio sacarse el saco dispuesto a agarrarse a las piñas, pero más allá de esos spots le fueron achicando público sus definiciones claramente opositoras. Así se supo que más que por el centro él transita por el carril de la derecha. Otro déficit fue por sus pactos no admitidos con Mauricio Macri, que lo afectó en su aura de «tipo de palabra». El doble discurso lo sobrevoló, como un político que oculta cosas, algo que tomó más envergadura luego que negara dos semanas el robo sufrido en su carísima propiedad de un barrio cerrado de la zona norte.
Para colmo ese oscuro episodio dio lugar a la aparición en campaña de su esposa, Malena Galmarini, profiriendo insultos propios de la peor barra brava del «Matador de Victoria», en contra de Daniel Scioli. «Con vos como el orto, pedazo de forro» le dijo Galmarini al gobernador, al cruzarse en un estudio de América.
Si el aspirante a gobernador en 2015 -algunos lo ven como presidenciable en esa fecha-, no puede contener a la pésima educación de su esposa y encima la pondera como una mujer «de carácter», ¿quien puede asegurar que está para jugar en ligas mayores?
De paso sea dicho, Scioli se comportó bien en estas cosas no trascendentales, sumando puntos a su campaña para ir por el oficialismo en 2015 si no hay re-reelección. Medido, centrista, conservador, empresario, deportista, amigo del Papa, familiero y también caballero, dirá su currícula, con puntos de contacto con Massa.
Lo que viene
Para la valoración de las elecciones hay que esperar que se cuente, sino el postrer voto, al menos el último de una proporción tal que el resto no pueda alterar el resultado. Y si hay empates técnicos, como se predijo en Buenos Aires, allí sí el aguardo deberá ser hasta el final.
Sin embargo algunas tendencias podrían confirmarse antes del escrutinio oficial. Por ejemplo, que aún pudiendo perder en Buenos Aires por poca diferencia, el Frente para la Victoria sería la primera minoría nacional, con un piso que hasta sus detractores estiman en el 30 por ciento. Los encuestadores amigos como Artemio López (Equis) lo llevan hasta un techo del 40. En una nota publicada por Télam («Se viene un nuevo y contundente triunfo kirchnerista»), López argumentó que hubo «dos grandes novedades en términos socioeconómicos que harán impacto sobre el escenario electoral: el descenso del desempleo del 7,9% al 7,2% en el último trimestre y el aumento de jubilaciones y pensiones anunciado por la Presidenta que supone una actualización anual del beneficio del 31,8% elevando la jubilación mínima a $2.477».
Aún si Equis viera el vaso demasiado lleno, y suponiendo que la cosecha oficialista fuera «sólo» del 35 por ciento a nivel nacional, supondría un avance de tres puntos respecto a su registro de 2009.
Así las cosas, el FpV podría ahora aumentar algunas bancas en la Cámara de Diputados y perder alguna en el Senado, pero conservando la «pole position» de primera fuerza nacional.
La oposición, en el mejor de los casos, podría ganar en algunos distritos o hacer buenas elecciones, casos de Massa, Michetti, Binner, Schiaretti y Cobos. Eso, insuficiente para las PASO y para la legislativa de octubre, tendría un escollo fundamental de cara a 2015. Es que la oposición reiteraría la oferta de Macri, Binner, De la Sota y quizás Massa, quienes por separado y hasta eventualmente juntos, pueden perder. Al margen de la actual imposibilidad de Cristina Fernández a presentarse a un tercer mandato, aquellos presidenciables llevan la marca del pasado y presente neoliberal, con matices, pero pasado y presente al fin.
Fuente original: http://www.laarena.com.ar/