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Carta abierta a Mauricio Macri

Señor presidente, ¿al servicio de quién está?

Fuentes: Rebelión

Señor presidente, Le escribimos para recordarle, por las dudas, que el 20 de junio es el Día de la Bandera, símbolo por excelencia de nuestra nación. Ya sabemos que le parecía inoportuna la lucha por la independencia. ¿Será que este año piensa pedirle perdón a la directora del FMI y todo el sistema de dominación […]

Señor presidente,

Le escribimos para recordarle, por las dudas, que el 20 de junio es el Día de la Bandera, símbolo por excelencia de nuestra nación. Ya sabemos que le parecía inoportuna la lucha por la independencia. ¿Será que este año piensa pedirle perdón a la directora del FMI y todo el sistema de dominación neocolonial que ella representa y defiende?

No debe ser casual que justo un 20 de junio se espera la aprobación del FMI del acuerdo preparado en inglés por su Gobierno. Acuerdo que consagra de esa manera especialmente indignante, la entrega de nuestra soberanía como Nación, la vida y los derechos de todos sus pueblos, a la dictadura del mercado. Acuerdo que debería ser tratado y rechazado por el Congreso de la nación para no pisotear las banderas de libertad, justicia e igualdad que, de todos modos, seguiremos levantando como pueblo argentino.

Usted ha olvidado, aparentemente, de que juró defender a la nación y no los intereses de unos pocos. Porque el Acuerdo que gentilmente tradujeron al castellano en un gesto tan encomiable de transparencia, claramente compromete a su Gobierno y al próximo, a «tomar todas las medidas necesarias» para asegurar el cumplimiento de su objetivo central que es, ni más ni menos, que garantizar al dios mercado y los poderes económicos locales y extranjeros que operan a través de él, que pase lo que pase continuarán cobrando sus abultados intereses sobre la deuda pública. Igual como con el acuerdo firmado por la Junta militar, encabezada por el genocida Videla, apenas dos días después del golpe de Estado de 1976.

El costo de este acuerdo de sometimiento neocolonial será nefasto para la inmensa mayoría de quienes habitamos la Argentina. Traerá más pobreza, menos empleo, salarios y jubilaciones, mayor depredación y saqueo de nuestros bienes comunes, menos inversión en derechos humanos fundamentales como el agua, la salud, educación, vivienda y transporte para empezar. Ni que decir de más deuda y la pérdida directa de nuestro derecho a la autodeterminación y de herramientas claves de cualquier política económica soberana.

Mientras tanto, deja sin tocar, o para un futuro lejano o no especificado, las causas principales de la situación actual, entre ellas la desregulación del movimiento de capitales, el estímulo a la especulación financiera y el extractivismo, la privatización de todo y la decisión de gobernar con deuda.

Señor presidente, para resolver el problema de déficit que tanto desvela, no hace falta devolver a los especuladores el Fondo de Garantía de las jubilaciones, ni reducir la obra pública a lo «estrictamente necesario para mejorar la competitividad del país», ni tercerizar a intereses privados la vigencia de nuestros derechos. Hace falta clausurar la fuga de capitales, cobrar impuestos a quienes más tienen y suspender el pago de la deuda hasta completar una auditoría integral que permita constatar su legalidad y legitimidad. Porque es la deuda y su pago, que su Gobierno ha aumentado vertiginosamente, lo que constituye el mayor factor «desequilibrante» y de riesgo.

El colmo de cinismo, sin embargo, es el intento de justificar este acuerdo de desguace nacional señalando la existencia de una novedosa cláusula de protección a la población más vulnerable. ¿Con qué cara pueden plantear como avance, el compromiso de mantener un piso para la asistencia social de 1,3% del producto nacional (incorporando ya los recortes legislados en diciembre, según la receta recibida entonces del FMI), mientras se dedica el acuerdo entero a garantizar que se continuarán recortando los gastos e inversiones que tienen que ver con el bienestar de la población para aplicar todo que haga falta -hoy proyectado en casi el doble de ese monto- al pago de los intereses crecientes sobre una deuda que tampoco cesa de multiplicarse y que cobra renovada ilegitimidad con cada día que pasa.

Señor presidente, en estos días aquí se ha hablado mucho de Islandia, pero poco de alguna de las diferencias más importantes entre ese país y el nuestro. En medio de la crisis desatada en 2008, Islandia paró la pelota. Investigó la acumulación de deuda y el rol de los grandes bancos y prestamistas, desoyó las recomendaciones del FMI y del G20 y rehusó pagar los reclamos que consideró fraudulentos. Echó sin reparos al Primer Ministro nombrado en los Panama Papers. De ese modo dio vuelta la situación, dando prioridad a los derechos de su pueblo y reencauzando las bases de su economía.Tan distinto a la experiencia de nuestro país, o de otros, como Grecia sin ir más lejos; tan claro que hay alternativas soberanas que ni su Gobierno ni otros anteriores han tenido la voluntad de probar.

Rechazamos este Acuerdo y la insistencia de su Gobierno en privilegiar a la deuda y a los intereses del gran capital por sobre los derechos de los pueblos, que somos de verdad los únicos acreedores. El desprecio que demuestra, además, a la integración regional como alternativa, y a las instituciones como la Unasur, la CELAC, el Mercosur que hay que fortalecer, no destruir. ¿Al servicio de quien está, señor presidente?

Cuesta pedirle que recapacite, ya que hay demasiadas evidencias de su conformidad con este camino de empobrecimiento, saqueo y ultraje. Solo nos queda advertirle que tampoco asegurará los resultados que usted y su equipo afirman esperar, no solo por seguir un destino y las indicaciones equivocados sino además por la resistencia que el pueblo argentino seguiremos desplegando.

Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz

Nora Cortiñas, Madre de Plaza de Mayo-L.F

Mirta Baravalle, Madre de Plaza de Mayo-L.F

Beverly Keene, Coordinadora Diálogo 2000

Coordinación Nacional Servicio Paz y Justicia, SERPAJ

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de las autoras mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.