Cuando se gritaba en las calles «¡Qué se vayan todos!» en el 2001-2002 en Argentina, o cuando se hablaba del «Fin» de la Historia cuando cayó el Muro de Berlín en 1989, y en 1991 se disolvió la Unión Soviética, porque se decía que ya no existían alternativas viables al capitalismo económico, el mensaje era […]
Cuando se gritaba en las calles «¡Qué se vayan todos!» en el 2001-2002 en Argentina, o cuando se hablaba del «Fin» de la Historia cuando cayó el Muro de Berlín en 1989, y en 1991 se disolvió la Unión Soviética, porque se decía que ya no existían alternativas viables al capitalismo económico, el mensaje era fundamentalmente anti político. Sin embargo la salida a estas crisis (como se vio en Argentina y se ve en Europa), fue y es con política, con más política. Lo que está en profunda crisis no es la política, sino el economicismo reemplazante de la política.
Se dice ligeramente que es posible conducir una sociedad sin enfrentamientos, con buenos modales y con un sistema en el que gobierna un partido y se alterna con otro. Así se llegó a los impresionantes desajustes e injusticias en el mundo. Hasta los que lo dicen, lo hacen con exabruptos, mentiras ex profeso, porque se resisten a que se tomen medidas que van del lado de dar lugar a los que han sido históricamente ignorados. Se oponen al «conflicto», necesariamente a aquellos que puedan conducir a pensar un cambio profundo en la sociedad.
Las intervenciones en la economía son política
Para salir de la crisis con política, hay que poner mano en muchos principios económicos establecidos en tantos años de libre mercado. Como no puede ser de otra forma, los principios de los defensores de la «libertad», sin intervención del estado, favorecen a las grandes empresas nacionales e internacionales. Asiste a los grandes capitales y no a los necesitados.
Al intervenir en los principios favorecedores a los privilegios, el gobierno que lo impulsa, se expone a ataques frontales, desde todos los grupos concentrados que se sienten tocados. Especialmente los de los monopolios mediáticos que tienen en sus manos la difusión engañosa de cualquier medida que se tome en el sentido de la regulación, para impedir los abusos empresariales en contra de no sólo los postergados sociales, sino de la soberanía nacional.
Omisión de impuestos: destreza nacional
Grandes compañías están entrenadas desde hace muchos años en encontrar intersticios en la legislación para comprimir el impuesto y ocultar negociaciones oscuras , así como son usuarias frecuentes de paraísos fiscales. Esta es una práctica habitual en la economía que se auto llama apolítica. Sin embargo esta es una política perjudicial para las arcas nacionales y muy beneficiosas para estos particulares.
La intervención del Estado puso fin a algunos de estos convenios fiscales que consentían concretar un abuso en la reducción de las contribuciones con ribetes de legalidad. Los convenios eran en este caso con Chile y con Suiza. El costo para el fisco superó los 350 millones de pesos provenientes de los excesos permitidos por el convenio con Chile y por la facilidad que les brinda el paraíso fiscal suizo. El desvanecimiento de estos acuerdos va en la dirección de apostar al beneficio del país en desmedro de los interese foráneo y particulares. Es una medida política que interviene en la economía y que hace que desde los grupos beneficiarios de siempre hablen de la «intervención despótica del Estado».
Biodiésel
En este mismo sentido, Argentina reclama a España por el bloqueo a las exportaciones de biodiésel a ese país. Este tema es respuesta hostil a las restricciones que puso Argentina a las importaciones y a la reacción por la medida de nacionalizar la parte que tenía Repsol, y de ese modo tomar el control de YPF.
Sustitución de componentes importadas
Se están firmando acuerdos para sustituir partes importadas en la producción de motos. Coherentemente con el coto a las importaciones y dado a que muchas componentes no son fabricadas en el país, se pronostica una baja en las ventas de motos para este año respecto al año anterior. Al tener mayor control a las importaciones, quedó expuesto el gran porcentaje de elementos extranjeros que componen las motos. Muchas terminales traen todas las piezas desde el exterior y las empalman aquí. Hubo empresas que teniendo cubierta casi la totalidad de los elementos necesarios fabricados en el país para la producción, revirtieron el rumbo porque la libre importación estimulada, hacía más competitivo el producto. Ahora se trabaja para que haya más partes y piezas de fabricación nacional y que con el tiempo alcancen calidad y precio competitivos.
¿Es de buen gobernante permitir que aunque las motos sean más baratas con la importación indiscriminada, no se estimule la fabricación nacional? ¿No debe tenerse en cuenta los puestos de trabajo creados en el desarrollo de las partes y en la fabricación? ¿Está bien dejar el mercado libre y que las ganancias se las lleven empresas extranjeras que no reinvierten en el país? Para restituir la fabricación nacional, el Gobierno proyectó el programa de sustitución de partes y compensación de importaciones por ventas al exterior. Se aclara que siempre hay que cumplir con las reglas internacionales de «proteccionismo», que tiene sus implicancias.
Los que se oponen
Esta oposición se opone sin priorizar lo que favorece al país, se junta sin pruritos en cuanto a conciencia ni identidad, para oponerse. Se aglutinaron en la Federación Agraria, supuestamente, para conmemorar los 100 años del Grito de Alcorta, pero se vieron incluidos en el lanzamiento político de Eduardo Buzzi. Las fuerza de la oposición juntas en un ensamble patético, alzaron su voz ante el Gobierno Nacional. Triste es ver a Buzzi con Cobos, Lavagna, Binner, Raúl Alfonsín, Moyano, De Angeli, Biolcati, De Narváez, el Momo Venegas y Pablo Micheli que corre por izquierda y que quiso negar el significado de esa juntura que no tiene retorno. De Genaro y Bonfatti (con dignidad), no concurrieron.
Nada de lo que dijo Buzzi propuso algo para los pequeños productores, para los chacareros. Su discurso tampoco versó en discutir las medidas específicas tomadas por el gobierno, con el que parece disentir, para el sector. Las críticas fueron de «modales»: autoritario, que somete, crispado, que no respeta las instituciones…
Construcción
Estaría más cerca de la lucha política positiva si la agrupación de distintos sectores se basara en causas fundamentales, si por un lado se refutase al neoliberalismo con propuestas de soberanía, igualdad e industrialización y por el otro los que defienden los privilegios de pocos con un argumento libertario que solamente incluye a algunos pocos despreciando el desarrollo autónomo, la inclusión y la ocupación laboral. La diversidad de voces debiera estar en discutir metodologías distintas para obtener resultados positivos en alguna de esas grandes corrientes, partiendo de la base que se está aceptando la vía democrática, dado que todos los sujetos involucrados participan, democráticamente, en las elecciones.
Juntarse de cualquier manera, sin coincidir en lo básico sólo para oponerse y para dificultar a quien gobierna, sin tener en cuenta qué es lo que hay de recambio, si es esta la forma de integrarse, es despreciar la noble función de la política. Parece ilusorio pero para avanzar y construir hay que profundizar, y para hacerlo se necesita juntar filas porque el enemigo es poderoso y todos los que defienden el campo popular lo saben.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.