Si bien desde hace un tiempo se apuró en afirmar que no conoce personalmente a quien fuera capellán de la Policía bonaerense en los años del general Ramón Camps, el sacerdote Cristian Von Wernich, una de las figuras emblemáticas de la llamada «otra iglesia», el obispo emérito de Viedma Miguel Esteban Hesayne, aceptó por primera […]
Si bien desde hace un tiempo se apuró en afirmar que no conoce personalmente a quien fuera capellán de la Policía bonaerense en los años del general Ramón Camps, el sacerdote Cristian Von Wernich, una de las figuras emblemáticas de la llamada «otra iglesia», el obispo emérito de Viedma Miguel Esteban Hesayne, aceptó por primera vez dar públicamente su opinión acerca de lo que siente y le parece el juicio que también por primera vez se está haciendo en los tribunales de La Plata a la actuación de un miembro de la iglesia en los años de la dictadura militar. A más de treinta años de sucedidos los hechos que se vuelven a ventilar en la justicia bonaerense, monseñor Hesayne admite tener «un profundo dolor de Iglesia ante la probabilidad muy firme, según los testimonios que sigo por la prensa, que un sacerdote (Cristian Von Wernich) celebrante del misterio eucarístico, fuera colaborador de criminales responsables de crueldades y tantas muertes».
– ¿Cómo está viviendo, desde su posición actual en la Iglesia argentina, el juicio que se le está llevando a cabo a Cristian Von Wernich en La Plata?
– Con mucha preocupación y mucho dolor de Iglesia. Preocupación que no se caiga en condena barata y menos en sentimientos de venganza. El juicio al peor de los reos, siempre ha de ser buscando la justicia en la verdad hecha en el amor al prójimo. El acusado siempre es persona humana y como tal hay que tratarlo. No hay justicia sin amor. No hay amor sin justicia. La dignidad de la persona humana es inalienable aún en el caso que se la haya respetado obrando indignamente. Y el pivote central de una sociedad ordenada es el respeto de la dignidad de cada persona como un absoluto.
– ¿Porqué habla de un «dolor de Iglesia»?
– Lo vivo con mucho dolor de Iglesia como cuando descubrí, en el tiempo de la dictadura, que católicos que comulgaban cometían el horrendo pecado de torturar a otros y otras. Siento la misma indignación que sentí ante ese pecado, ante lo cual hice todo lo posible para que (los represores) cayeran en la cuenta de la inviolabilidad de la persona humana y por su dignidad de ser humano como tal .Para la fe cristiana eso es un pecado rayano en el sacrilegio, es decir la profanación de lo sagrado porque cada bautizado en el templo vivo de Dios es más sagrado que los templos materiales. Entonces ¿como no sentirme sumamente dolido si en este juicio se descubre que un calificado miembro de la Iglesia, como es el sacerdote católico (Cristian Von Wernich) ha sido cómplice de una u otra forma del crimen de torturas u otros tormentos?
– ¿Usted cree que junto a las acusaciones que pesan sobre este cura cristiano, se está juzgando a la Iglesia toda en el marco acusatorio de el proceso que se lleva adelante en los tribunales de La Plata?
– De ninguno modo debería ser así. Porque la Iglesia es el pueblo de Dios en primerísima acepción Y si en la pregunta por el término «Iglesia» se está refiriendo al Episcopado, por un falso reduccionismo, le contesto que tampoco… Si el sacerdote (Cristian Von Wernich) ha cometido tamaño pecado, ha sido bajo su absoluta responsabilidad personal.
– Si bien varias veces Usted ha expresado públicamente su posición respecto a la actitud que tuvo la Iglesia en los años de la dictadura ¿podría volver a refrescarnos hoy qué es lo que piensa acerca de lo que pasó en esos años terribles y la actitud que tuvo la Iglesia en ese momento?
– Lo que yo pienso acerca de lo sucedido en los años de la dictadura es que se obraba con manual en mano, animado por la ideología de la «Seguridad Nacional», cuyo eje dinámico era y es «el fin justifica los medios» y cuyo absoluto es el Estado… Un totalitarismo latinoamericano cuyo origen hay que buscarlo en imperialismos actuales. En esos tiempos, la Iglesia pueblo de Dios padeció persecusión y el Episcopado también, de diversas formas. El caso del Pelado (Enrique) Angelelli es emblemático.
-¿Usted se haría alguna clase de autocrítica acerca de lo que hizo o dejó de hacer como obispo en esos años terribles que vivimos los argentinos con los militares en el poder?
– Una y otra vez me he hecho esa pregunta… Pero no puedo juzgarme en actuación pasada con conocimientos de la trama delictuosa tan bien armada que tenemos actualmente. Esto mismo hay que pensar del Episcopado en general y su actuación en esos años.
– Si bien Usted ha dicho que no ha conocido a Von Wernich ni su accionar directo en esos años, ¿puede decirnos de otros casos donde sí haya conocido a gente ligada a la Iglesia que también haya estado pegada a actividades represivas en Río Negro o en cualquier otro lugar del país?
– Yo vuelvo a decir que no conozco al sacerdote (Von Wernich) y su actuación ministerial. Por los medios sé que está acusado de ser violador de los más elementales Derechos Humanos, pero te reitero que no tengo elementos de juicio mínimos para ser veraz en este caso y no quiero caer en «ciencia ficción» con mis opiniones. Pero sí pienso que los que conozcan su actuación tienen la grave obligación de cumplir con el testimonio fehaciente a favor o en contra del acusado. Quiero recordarte que teniendo conocimiento personal, en otros casos, no dudé en ser testigo en el juicio oral por el cual la Cámara Federal juzgó a los Comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas durante el llamado «Proceso», en agosto de 1985.
Retrotrayéndolo a los años de la dictadura y las discusiones que se dieron a nivel de la Conferencia Episcopal en San Miguel donde Usted ha participado como obispo de Viedma ¿qué cosa recuerda más de lo que se haya discutido en esos años y que lo haya marcado, para bien o para mal, de esas discusiones entre los obispos de ese momento?
– Pienso que esta pregunta toca el «secreto profesional»… Además no hablo de ausentes y sobe todo de quiénes han pasado a la eternidad.
– Hace pocos días se cumplió un nuevo aniversario del asesinato del Pelado Enrique Angelelli en Punta de los Llanos, sobre la ruta nacional 38 en La Rioja. ¿Qué piensa que todavía nunca la Iglesia argentina -y Usted corríjame si no es así- pidió perdón de porqué no salió a defender a un obispo amenazado como Angelelli en esos años e incluso aceptó mansamente la versión de que lo que sucedió ese 4 de agosto de 1976 fue un «accidente» y no lisa y llanamente un asesinato?
– No es exacto que nunca la Iglesia haya dicho nada sobre lo que sucedió con el Pelado (Enrique) Angelelli… Hay desde hace más de año actuaciones del mismo Episcopado para develar el hecho.
Miguel Esteban Hesayne dixit
Por Elio Brat
La redacción de la revista de la editorial Nueva Tierra le pidió al obispo emérito de Viedma Miguel Esteban Hesayne unas líneas acerca del juicio que en estos momentos se le lleva a cabo al sacerdote católico Cristian Von Wernich. En un principio el propio Hesayne admite que pensó en negarse a escribir sobre el tema, aduciendo desconocimiento de la actuación ministerial del cura acusado. Pero luego el mismo monseñor Hesayne concluye que «también pensé que debo acceder al pedido para expresar mis sentimientos y alguna reflexión de miembro de Iglesia católica, responsable del servicio episcopal para el Pueblo de Dios, ante la noticia periodística». Lo que sigue son algunos de los párrafos textuales escritos por Miguel Esteban Hesayne en lo que tituló «Una reflexión en clave cristiana».
* – «En un marco de dolorosa preocupación, oro para que se haga justicia buscando la verdad hecha en el amor projimal. Invito a las comunidades cristianas a que oren para que, en este caso, como en tantos otros, la verdad desde la justicia en el amor sea el camino de la reconciliación cristiana que necesita la sociedad argentina».
* – «Ni una reconciliación «manto de olvido» ni una justicia que engendre odio o venganza. La justicia sin amor no es justicia. El amor sin justicia no es amor. La expectativa cristiana que nos debe embargar, en este caso, como en todo juzgamiento de una persona humana, ha de estar animada por el amor del Dios de Jesucristo. El acusado sea quién fuere es mi «hermano»… «… Es que el único camino de lograr la Paz, en nuestra Argentina, es el respeto y cumplimiento de toda la gama de los Derechos Humanos. Y la primera instancia de la defensa de los Derechos Humanos es tomar conciencia de la grandeza inalienable de la persona humana en cuanto tal, haya cometido lo que haya cometido y sea de cualquier raza o condición social. La persona humana es un absoluto sujeto de derechos y deberes. El peor de los reos merece respeto y amor projimal. Jamás el odio. Si es culpable, merece condena. Y ésta será con carácter medicinal para recuperarlo a la sociedad humana. De lo contrario, entramos en la espiral de la violencia y de la exclusión y en la teoría de los dos demonios».
* – «… No obstante este dolor, oro por el sacerdote Von Wernich como oré y sigo orando para que los culpables de crímenes de lesa humanidad se conviertan al Dios de Jesús y con su conversión-arrepentimiento y reparación contribuyan a reconstruir el tejido social argentino destruido con el gravísimo pecado de la violación de los Derechos Humanos. Violación genocida por torturas, desapariciones, fusilamientos, durante el triste pasado de la «guerra sucia». Violación que aún continúa por el silenciosos exterminio de la injusticia social que no se termina de extirpar. Violación con las propuestas de legalizar el crimen del aborto y la eutanasia. «Nunca más» se ha de olvidar que la premisa básica de los Derechos Humanos es su universalidad e indivisibilidad porque son inherentes a la persona humana y a su inalienable dignidad. Debe quedar muy en claro que violado uno de los Derechos Humanos por efecto dominó se abre la puerta a la violación global de todos los demás Derechos Humanos».
* – «… Por esto, este dolor compartido en Iglesia, nos debe llevar tanto a la sociedad argentina como al interior de la Iglesia institución, a una seria y más profunda revisión de la educación y formación de sus miembros, liberándolos de todo tipo de ideologización. La mentalidad de nuestro pueblo se ha de impregnar del Evangelio de la Paz de Jesús, el Señor de la Iglesia y de la Historia, a través de la búsqueda de la verdad, el cumplimiento de la justicia y la defensa de la libertad desde una gran capacidad de amor solidario. De lo contrario se seguirá vaciando de contenido profundamente antropológico-teocéntrico al núcleo fontal de los Derechos Humanos».