El discurso de la presidenta ante la asamblea general de la ONU dejó en claro una estrategia diplomática firme basada en la defensa del ‘modelo’. El rol de nuestro país más allá de los discursos.
Cristina Fernández de Kirchner dio un discurso muy duro en la 67 sesión ordinaria de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Duro con el Reino Unido, pidiendo que se siente a dialogar por el pedido de descolonización de las Islas Malvinas, duro con el Fondo Monetario Internacional, que amenazó a nuestro país con dejarlo afuera si no ‘pone en regla’ las mediciones del Indec, y duro con Estados Unidos y las potencias occidentales, por el proteccionismo que critican a los países emergentes pero practican en su comercio exterior. Todas posiciones acertadas y medidas en una visión macro, aunque habría que matizar las condiciones en las que se generan.
En términos generales, repitió la defensa del ‘modelo’ argentino, como ya había hecho en otros foros internacionales, frente a las políticas de ajuste aplicadas por la mayoría de los países en crisis, especialmente en Europa. «En estos mismos momentos que estamos aquí se lleva a cabo una represión a indignados en España en contra del ajuste», apuntó la mandataria acerca de los sucesos del 25S en Madrid. La ‘vía argentina al capitalismo’ basada en la reestructuración de la deuda externa y el fomento del mercado interno parece ser ya el caballito de batalla del gobierno en los encuentros internacionales, desde el comienzo de la crisis en 2008. Es de notar, de todas maneras, que el rol que cumple hoy la Argentina en el tablero internacional está más justificado por sus relaciones comerciales basadas en la promoción de un modelo extractivista y exportador de materia prima, con evidentes concesiones a empresas multinacionales ligadas a este tipo de actividades. Desde hace más de diez años, Argentina, junto con la India, se han convertido en el modelo de explotación agropecuaria predicado por empresas como Monsanto -en nuestro país se permite lo que en otros se prohíbe, en cuanto al agronegocio-, hoy aliado explícito del gobierno argentino e influyente partner en este tipo de foros internacionales y sus lobbys.
Sin salirse del libreto del ‘capitalismo serio’, Fernández remarcó la postura argentina, compartida con algunos sectores socialdemócratas europeos, de la apuesta al crecimiento, y la oposición a las recetas que los organismos internacionales de crédito están esparciendo por los países en crisis. En este sentido, era muy esperada la respuesta del gobierno a la amenaza realizada ayer por la titular del FMI, Christine Lagarde, que concedió tres meses de prórroga al ejecutivo para que regularice las cuentas del Indec. Más allá de la legítima indignación que provoca esta nueva injerencia del Fondo en cuestiones internas -que de todas maneras el gobierno debe enfrentar-, esta advertencia genera cierto ruido en los foros internacionales donde Argentina quiere, o debe, intervenir, como el G-20, el Club de París o el propio FMI. Tras recordar que «desde 2005 el país viene pagando rigurosamente sus deudas», Férnandez arremetió contra Lagarde, argumentando que Argentina «es una Nación soberana que toma decisiones y que por lo tanto no va a ser sometida a alguna presión ni a ninguna amenaza». Palabras que además de generar una dudosa novela periodística -es el mismo FMI que está confeccionando un índice de precios federal junto con el Indec- maquilla cierta postura progre por parte del gobierno argentino ante un organismo evidentemente conservador, a los ojos de la diplomacia internacional.
Algo que también la presidenta intentó hacer frente a la política bilateral con Estados Unidos. En el mismo día en que el embajador argentino en Washinghton, Jorge Argüello, aseguró que ambos países «atraviesan las mejores relaciones comerciales en casi 200 años de relación bilateral», con un «volumen de comercio alcanzado este año, que superó los 13 mil millones de dólares», la presidenta cargó contra las críticas de ese país al ‘proteccionismo’ implantado en Argentina en los últimos meses. «Hoy somos los países emergentes los que tenemos que soportar que nos denuncien como proteccionistas por parte de aquellas economías que han aplicado subsidios a su producción», remarcó la presidenta, que mientras tanto busca acordar con empresas petroleras estadounidenses un plan de inversiones para YPF.
En el plano más estrictamente diplomático quedaron los otros dos temas relevantes de su discurso. Fernández reiteró la posición argentina con respecto al conflicto por la soberanía de la islas Malvinas, pidiendo a los representantes del Reino Unido que «dé cumplimiento a la resolución de Naciones Unidas en cuanto a instar al diálogo» entre ambos países. En ese sentido, la mandataria recordó que «no es una cuestión bilateral entre el Reino Unido y nosotros, se convirtió en una cuestión global, terminar con los vestigios del colonialismo», postura compartida por la mayor parte del arco político argentino.
Otra de las referencias más esperadas era la respuesta del gobierno al pedido de reunión que el canciller iraní Ali Akbar Salehi hizo llegar a Buenos Aires hace ya varios días. El ministro de Relaciones Exteriores, Héctor Timerman, había evitado no solo referirse al asunto, sino que ayer evitó encontrarse con su par de Iran en la sede de la ONU. «Decidí instruir a nuestro canciller para que tenga lugar, en Naciones Unidas, tal cual solicitó la República Islámica de Irán, una reunión bilateral entre ambas cancillerías. Espero resultados de esa reunión», fue la respuesta de Cristina Fernández durante su discurso de hoy. La presidenta hizo referencia a la «falta de respuestas» de Teherán en los últimos dos años, cosa que no es del todo cierta. Iran rechazó la exigencia argentina de juzgar ocho de sus ex funcionarios en Buenos Aires acusados de participar en los atentandos a la AMIA y de la Embajada de Israel. Sin embargo, y más allá de que le quepan responsabilidades en los hechos, Teherán envió hace menos de un año una nota en la que alegaba que el juicio a sus funcionarios es «un juego político y una conspiración, y de que los entonces funcionarios del poder judicial de Argentina, cuyos actos ilegales se dieron a conocer más tarde y fueron oportunamente condenados por los tribunales, acusaron a varios ciudadanos iraníes, tratando de desviar la investigación judicial». La reunión entre Timerman y Salehi será una de las más esperadas de los próximos días. Especialmente teniendo en cuenta que la comunidad judía argentina presionó ya la delegación diplomática de nuestro país para que se retire durante la exposición del presidente iraní Mahmud Ahmadinejad ante la Asamblea, como tradicionalmente hace la delegación israelí; y que Argentina no ha expresado una posición firme con respecto al conflicto que el país persa mantiene con diversos países occidentales por su desarrollo nuclear. En este sentido, a partir del año que viene, Argentina tendrá un rol muy importante como miembro no permanente de la Comisión de Seguridad de la ONU, en la que se dirime una verdadera batalla entre EEUU -junto con sus aliados europeos- y China y Rusia acerca de una posible intervención militar en Siria. «No puede haber paz en un mundo donde no se trate igual a las Naciones», dijo Fernández en ese sentido.
En síntesis, la intervención argentina en la asamblea sirvió para reafirmar el rol, sin duda secundario pero claro, que nuestro país cumple en el tablero global. La diplomacia argentina puede contar con cierto protagonismo en la cuestión Malvinas o la resolución de la causa AMIA. Sin embargo, son los claroscuros del ‘modelo’ los que impiden una real incidencia en este tipo de reuniones internacionales, algo que de todas maneras no parece ser una prioridad para el gobierno.
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