En la aciaga madrugada del 24 de marzo de 1976 el pueblo argentino comenzó a transitar por una atroz dictadura que, durante más de siete años, provocó la desaparición de 30.000 hombres y mujeres que mayoritariamente eran militantes sociales. Lamentablemente hoy en día, según la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos de la República Argentina , […]
En la aciaga madrugada del 24 de marzo de 1976 el pueblo argentino comenzó a transitar por una atroz dictadura que, durante más de siete años, provocó la desaparición de 30.000 hombres y mujeres que mayoritariamente eran militantes sociales. Lamentablemente hoy en día, según la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos de la República Argentina , la sociedad en su conjunto esta en peligro ya que el 95% de los responsables de esta verdadera masacre están en libertad.
En este sentido a fines del 2010 la Coordinadora Contra la Represión Policial e Institucional afirmó que la política represiva del Estado Argentino no cesó después de la dictadura sino que cambió de forma ya que desde el año 1983, fecha en que el citado país latinoamericano regresó a la democracia, los miembros del aparato represivo argentino asesinaron a 3.093 personas a través de la represión ejercida en marchas populares; la tortura realizada en cárceles e institutos de menores; y del llamado «gatillo fácil» que es como se denomina cuando un integrante de una fuerza de seguridad fusila a una persona desarmada y luego, para simular un enfrentamiento, le coloca un arma.
Así mismo, y siguiendo los lineamientos del psicoanalista Alfredo Grande, puede decirse que los pobres que no son alcanzados por el aparato represivo del estado argentino son víctimas de una represión transparente e invisible a través de la cual son «condenados» a realizar trabajos alienantes y flexibilizados, y a vivir en los campos de concentración de la democracia que son las villas miserias y los asentamientos, es decir las «ciudades de dios» donde se cultivan todas las semillas que luego son demonizadas cuando dan los frutos de la inseguridad y para quienes se pide la baja de la edad de la imputabilidad.
En relación a las víctimas de esta represión transparente e invisible que muchas veces parecen «desaparecer» de la consideración de sus compatriotas, años atrás el Cardenal Jorge Bergoglio sostuvo que hay muchos que parecen forzados a vivir la Cuaresma todo el año sin posibilidad de vislumbrar la Pascua. Ya forma parte del paisaje cotidiano ver chicos y grandes revolviendo la basura y buscando algo para apalear el hambre o el frío. El egoísmo, la deshonestidad y la indiferencia condenan a muchos a vivir todo el año un ayuno involuntario y una penitencia obligatoria .
Pero la mayoría de estas personas que forzadamente viven la Cuaresma todo el año no solo «desaparecieron» de la vista de sus compatriotas sino que, desdichadamente, tampoco integran las estadísticas oficiales elaboradas por el gobierno argentino que con ficticias cifras parece querer ocultar bajo la alfombra la dramática realidad en la que viven millones de personas. En este contexto numerosas organizaciones sostienen que las luchas sociales prioritariamente deberían girar en torno a detener la muerte de los pobres y los militantes populares que son los «desaparecidos» en democracia de los que pocos hablan.
Por estos motivos puede afirmarse que en la Argentina no habrá verdadera justicia social ni libertad hasta el momento en el que exista juicio y castigo para todos los integrantes de las fuerzas de seguridad y gobernantes que, desde el 24 de marzo de 1976 hasta nuestros días, son responsables de la «sistemática desaparición» de quienes nada tienen con el fin de mantener en pie una sociedad discriminatoria que excluye a la mayoría de las personas del banquete que solo disfrutan unos pocos.
Este texto fue originalmente publicado en la edición 276 de la Revista Alandar.
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