La marcha del 24 ha abierto una nueva situación política.Tal cual lo preveíamos, por el alto grado de combatividad de la clase trabajadora, si bien el gobierno de Macri avanza con algunas medidas, el mismo se hace a los tumbos, despertando la bronca popular por un lado, como el descontento de sectores de la propia […]
La marcha del 24 ha abierto una nueva situación política.Tal cual lo preveíamos, por el alto grado de combatividad de la clase trabajadora, si bien el gobierno de Macri avanza con algunas medidas, el mismo se hace a los tumbos, despertando la bronca popular por un lado, como el descontento de sectores de la propia clase dominante por el otro.
El famoso «Protocolo anti-piquetes» debutó con un fracaso total. No sólo no pudieron impedir la marcha, sino siquiera el corte de Callao y Corrientes. Lo mismo sucede con los innumerables cortes en Capital Federal por falta de suministro eléctrico.
El techo está lleno de agujeros
Pero el mayor llamado de atención para el gobierno, como para el sindicalismo empresario (Moyano, Caló, Barrionuevo, etc) fue la enorme marcha del 24. Tan contundente, que en menos de 24 horas el gobierno se sentaba a firmar un acuerdo con los docentes muy por arriba de la pauta del 25% que pretendían como techo salarial y los «gordos» a hablar de unidad de la CGT. Si los docentes no avanzaron más en la conquista de sus derechos, se debe exclusivamente al papel burocrático, desmovilizador y conciliador de la dirigencia de CTERA, Suteba y UTE y, en particular la ligada al kirchnerismo. Aún así, el descontento es tan grande que no está dicha la última palabra.
El Gobierno nacional había presentado como un logro el sentar a las diferentes CGT en Balcarce 11. Para ello les otorgó 26 mil millones de pesos para la caja de las Obras Sociales. Pero poco duró esa alegría, bastó la resolución sobre el Impuesto al Salario, que en vez de ser eliminado será pagado por casi 200 mil trabajadores más, para que el sindicalismo empresario entendiera que su apoyo irrestricto al gobierno podía costarle perder gremios o seccionales en manos del sindicalismo combativo y clasista. Hasta tal punto los conmovió la movilización que colocaron como piso salarial el 30%.
Como siempre, hay que tener en cuenta que estos traidores a la clase obrera sólo llamarán a un paro o movilización, cuando las bases estén a punto de rebasarlos.
Si bien es cierto que para que la movilización fuera imponente fue importante la participación de la CTA Kirchnerista, no es menos cierto también que de no participar corría el riesgo cierto de que su base fuera «arrastrada» por la justeza del reclamo y la disposición a movilizarse de las bases.
Situación de las clases sociales
En la clase dominante la crisis en curso va perfilando más nítidamente las diferencias entre distintas fracciones de la misma, a punto tal que son muchos los ideólogos burgueses, como miembros de la clase política que están preocupados por la gobernabilidad. En ese sentido es llamativa la actitud del Papa, que dejó trascender públicamente su fastidio con Macri, como tampoco es menor el posicionamiento de un sector importante de la UIA, el que encabeza De Mendiguren y algunas seccionales de la UIA del norte del país, cuestionando la actual política económica por ir contra el mercado interno y atacar a la burguesía que depende fundamentalmente del mismo. Para ese sector, en una crisis internacional como la actual, no se debe poner el acento en la exportación, porque casi nadie comprará los productos industriales argentinos, sino en evitar que caiga demasiado el poder de compra del mercado interno, o sea, en el valor de los salarios. En esto coinciden con sectores del kirchnerismo, aunque ambos coinciden con Macri en la necesidad de despedir trabajadores y bajar salarios. Es más, ambos seguramente aprobarán en las Cámaras los decretos de Macri derogando las leyes Cerrojo y de Pago Soberano, exigidas por el juez Griesa para habilitar el arreglo con los fondos buitres y aprobando una de las leyes más antinacional que tengamos memoria, todo a pedido de los «buitres».
A su vez, los sectores beneficiados con las medidas económicas del gobierno (el agropecuario, minero y financiero) no han respondido como esperaba Macri. De la liquidación de divisas prometidas sólo un cuarto se llevó a cabo, lo que obliga a continuar dándole a la maquinita y a seguir sacando plata del ANSES, tal como lo hacía el anterior gobierno; cuestión que hace que el peso valga menos frente al dólar y, lo fundamental, que licúe el valor del salario.
Esta situación hizo aparecer en la superficie las internas en el seno del gobierno, que no son más que las distintas posiciones de las distintas fracciones burguesas ante la situación. Así aparecen dos líneas principales: los que consideran que se debe continuar como hasta ahora, es decir, aplicando un ajuste fuerte pero no a fondo, e incluso retrocediendo cuando la resistencia es grande para volver a avanzar cuando se logre desinflar la resistencia. En esta línea se inscribe Prat Gay, por ejemplo.
La otra línea pregona un ataque a fondo ya (una reedición del Rodrigazo) sobre las clases laborales, antes de que termine de perderse definitivamente el consenso que aún le queda a Macri. En esta otra ala milita, por ejemplo, Melconian.
Ambas alas coinciden, sin embargo, en que la salida de la burguesía del atolladero económico está en la posibilidad de sobre-endeudar al país, aún a costa de renunciar al más mínimo acto de soberanía, por eso ambos celebran las últimas decisiones de Griesa.
Nuestra clase
Un sector de los trabajadores que votaron al PRO comienzan a desilusionarse con el rumbo de este gobierno. Aunque es minoritario todavía, se irá engrosando a medida que la política del gobierno vaya mostrando más claramente que no vino a solucionar ninguno de los reclamos obreros sino a garantizar más ganancias para los capitalistas.
Por otro lado, entre los que no votaron al PRO se ve un alto grado de combatividad pero sin una orientación política revolucionaria aún. Hay una fracción de la misma que ha roto con el nacionalismo burgués, que se orienta hacia las ideas socialistas, aunque se encuentra dominada por una concepción sindicalista/parlamentarista. Existe otro sector, independiente, con un claro contenido anti-burocrático y crítico de todo Partido. Un tercer sector es el que se moviliza bajo la dirección ideológica del nacionalismo burgués,con consignas a veces radicales pero un alto grado de contradicción interna. En la movilización del 24 se vio patente este cuadro, sectores como Kolina, el Evita e incluso de la Cámpora, por no hablar sólo de la CTA K, que exigían a nivel nacional lo que son incapaces de plantear en cada provincia. A tal punto llega esta incongruencia que se podía apreciar en la Plaza de Mayo banderas de Kolina mientras su jefa -hoy gobernadora de Santa Cruz- aplica allí la misma receta de Macri.
Las tareas de los socialista revolucionarios
Ante este cuadro de situación es necesario comprender la necesidad dar una fuerte lucha ideológica y política contra las posiciones que alejan a la clase de las posiciones verdaderamente revolucionarias. Para ello es necesario trabajar en la conformación de distintos tipos de acuerdos, desde los más cerrados hasta los más amplios.
Consideramos que el prioritario, el más importante, es aquel capaz de unir a los distintos destacamentos que planteamos que estamos ante la posibilidad cierta de una nueva situación revolucionaria y que, por ello urge la necesidad de una organización cuya principal tarea es desarrollar la propaganda y agitación política socialista entre las masas, poniendo el acento en la necesidad de ir construyendo organismos e instituciones de nuevo poder capaces de ser la alternativa al»que se vayan todos, que nuevamente resonará en nuestras calles, como combatiendo el pacifismo que trata de adormecer la combatividad de nuestra clase.
Reconociendo que muy difícilmente cada uno abandonemos inmediatamente nuestras identidades, como las distintas cuestiones que nos desunieron en el pasado, consideramos que deberíamos pensar en una herramienta capaz de contenernos a todos aún a pesar de esas historias. Lo importante es reconocer que avanzamos hacia una nueva crisis y que separados ninguno tiene el peso social y político como para erigirse en alternativa. Por ello un Frente con definiciones anti-capitalistas, anti-imperialista y socialistas podría aportarnos al crecimiento de todos. Un Frente capaz de dar la batalla ideológica y política tanto contra el nacionalismo burgués (populismo) como contra las posiciones sindicalistas/parlamentaristas y autonomistas (reformismo).
A partir de allí si se puede pensar en un Frente más amplio,de carácter antigubernamental, del que participen corrientes afines al populismo como al reformismo.
De estas dos herramientas, el que tiene un carácter estratégico es el primero. El otro tiene un carácter táctico, más cercano a la coyuntura. El segundo Frente nos puede ayudar a organizar y extender, por ejemplo, la resistencia a los tarifazos, a la inflación, a la represión, etc, etc, cuestión que hasta instintivamente realizamos. Pero esta unidad de acción sin el Frente estratégico, nos hará -como en el 2001- llevar agua al molino del nacionalismo burgués, seamos conscientes -o no- de ello.
Comprender y asumir cabalmente esto, nos colocará en mejores condiciones para construír el arco de herramientas que nuestra clase y pueblo necesita para alcanzar la liberación.
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