En los últimos dos meses hemos vivenciado el avance más coherente y cruel del neoliberalismo en Argentina, garantizado por el Estado.
En Chubut, el asco y el deseo de la defensa de nuestros territorios explotó prematuramente para paralizar las intenciones del Estado y las empresas de establecer una zonificación de explotación minera. Las calles fueron tomadas, la organización se multiplicó por todo el país y la expiación que nos regaló el fuego en los edificios públicos nos libera momentáneamente de este mal. Sin embargo, otro foco se encendió rápidamente. Desde la impotencia de nuestra extrema fragilidad e individualización, contemplamos como la Patagonia se incendiaba. Sin poder hacer nada milagroso, nos limitamos a aceptar la providencia estatal, y esperamos a que el ministerio de ambiente apague el fuego. Como sabemos, esto no pasó. El espectacular despliegue de Community Managers del Ministro Cabandié nos presentó una escenografía hollywoodense. Helicópteros, bomberos, y la infaltable frialdad estadística intentaron dar cuenta de un Estado ocupado. Tristemente la biodiversidad ya ha sido arrasada y la expectante y hambrienta especulación inmobiliaria posiblemente sea la única beneficiaria de la muerte.
El pasado 30 de diciembre el Estado Argentino con la firma del ministerio de ambiente, completó la faena extractiva. Se dio legalidad a la exploración sísmica en busca de gas y petróleo bajo la despreciable filosofía del desarrollo. Esto no solo posibilita la existencia de desastres ambientales, los cuales las empresas petroleras realizan año a año, asesinando a miles de seres dentro y fuera del agua, sino que además potenciará el modelo extractivo aumentando las fortalezas de los sectores dominantes, y limitando nuestras capacidades organizativas. Por lo tanto, no se trata solo de una cuestión ambiental, sino que además es estratégica. Actualmente, esta aceleración neoliberal, consecuente con los pedidos del cogobierno del FMI, está siendo confrontada por pobladores costeros, movimientos sociales y organizaciones políticas que el martes 4 de enero se movilizaron a nivel nacional bajo el lema de un “Atlanticazo”. A partir de estos hechos recientes nacen algunas reflexiones guiadas por las siguientes preguntas elementales. ¿Cómo es que el Estado Argentino puede disponer de los territorios que no habita? ¿Por qué sólo los Estados nacionales bajo el principio de soberanía, pueden establecer las formas de defensa del medio ambiente en sus territorios, cuando es un asunto internacional? ¿No es el principio de soberanía Estatal el que se ejecuta para viabilizar el extractivismo?
Soberanía Estatal y Comunes
El Estado es soberano. Esta noción nos remite a recordar que la estructura jurídica que instituye perpetuamente un conjunto de relaciones sociales como la propiedad privada, por ejemplo, se sustenta sobre un tipo de dominación específica, que es la soberanía[1]. No existe nada por encima del soberano. Este soberano, instituido sobre relaciones sociales jurídicamente establecidas, actúa como persona pública siendo un sujeto impersonal, es decir, cuando el ministro de ambiente habla en nombre del Estado, lo hace sobre una ficción, difundida y aprendida en nuestras lógicas de existir en el mundo moderno, que señala que el Estado es un sujeto: Hablo en nombre del Estado. ¿Cómo puede ser entonces que una persona pública pero impersonal sea el argumento desde donde se hace un llamado a la soberanía? Simplemente porque se ejerce una forma específica de dominación, esto es, el uso de las voluntades del colectivo social, estableciendo la estructura jurídico-administrativa y burocrática de relaciones institucionalizadas e instituyentes donde no exista nada por encima de su soberanía. De esta manera, territorios que no habita el Estado realmente, sino que domina a través de las relaciones sociales instituidas jurídicamente, pueden ser utilizados sin consentimiento democrático. El Estado decide vía sus funcionarios, depositarios simplemente de reproducir lo instituido, sea quien sea, que una porción del mar será utilizada para fines extractivos. No importan las especies que habitan el mar, no importan los pobladores que utilizan el mar, no importan los cuerpos, solo importan las capacidades soberanas del Estado para elegir que hacer o qué no hacer en sus territorios. Para estas decisiones el Estado no es neutral, sino que contiene instituidas las razones del capitalismo. Propiedad y acumulación son parte de la razón del Estado, no así, la autonomía y la democracia real. Invitamos a cualquiera que se oponga a una minera, por ejemplo, a impedir su implementación en un territorio. Rápidamente será reprimido, y no solo por la policía que es lo más evidente, sino por la razón instituida de que la propiedad está por encima de cualquier decisión colectiva no estatal. Por ello, en un contexto de crisis ecológica y económica mundial, el principio de soberanía estatal es enemigo de las soluciones democráticas que plantean los sujetos reales que sí habitan los territorios. En nuestro siglo, enemistarse con la soberanía del Estado debe ser un punto estratégico ineludible. Tomar partido por la soberanía de los pueblos y entrar en conflicto con un tipo de soberanía que trabaja como principio de dominación.
Muchas y muchos vienen sosteniendo que el mar es un común, pero hay una cosa que hay que tener clara, el mar no es un común de forma natural, como tampoco lo es el aire, o los ríos. El mar es común en tanto y en cuanto se ejerza una práctica política que involucre directamente a los que utilizan el mar en su uso y preservación. Que están coobligados en la defensa del mar, y son copartícipes del uso del mar. Solo de esta manera construimos comunes, no naturalmente, sino políticamente. Por ello, el Estado no puede ser parte de lo común, este es enemigo de lo común, su razón es el control de todo lo que no habita y lo común es la relación directa con lo que si habitamos. La tierra nos precede, pero ante la amenaza privatizadora de los cercamientos, la actividad política de los sujetos que comparten actividad y territorio y que son copartícipes del disfrute y están coobligados para el cuidado, se debe instituir como el principio por el cual las cosas se vuelven comunes, y desde donde podremos un día declarar su inapropiabilidad. Mientras tanto, arrebatarle la posibilidad al Estado y al capital de apropiarse de nuestros territorios mediante la actividad política de lo común es nuestra alternativa más poderosa. Y no importa realmente el resultado inmediato de nuestras luchas. La fascinación sociológica cree que las luchas tienen un principio y un final. Que al final de cada actividad pensada racionalmente obtendremos resultados, que habremos cumplido nuestros objetivos. Más difícil y hermosa es la cosa. Las luchas nos abren paso, crean escenarios, significaciones, irrumpen y aumentan nuestra potencia, pero no tienen resultados observables inmediatamente. Hay que luchar contra el capitalismo y el Estado sabiendo que en el proceso de lucha liberamos nuestra imaginación radical y podemos instituir la novedad social.
Extractivismo y catástrofe ambiental
Se desplegaron un sin número de justificaciones desde el gobierno, intelectuales y medios de comunicación hegemónicos, de paga o de mierda, para defender la explotación petrolera.
En primer lugar, se ha tratado de deslegitimar el reclamo de los pobladores costeros con una simple operación: Tratándolos de ignorantes. En la reciente nota que ha sacado el periodista de la señal C5N, Ivan Schargrodsky, se comienza citando al trigésimo presidente de los EEUU: “Si no puedes convencer, confunde”. Esta idea de movimientos ambientales confundiendo a la población, viene siendo reproducida por múltiples personajes de nuestro país. Desde una soberbia magistral, se considera que la sabiduría sobre el problema de la explotación petrolera se encuentra en manos de expertos. Esto, que no solo demuestra la penetración del profesionalismo intelectual como razón de autoridad, sino que además trabaja como forma de censura sobre todo aquel que no tenga una posición de poder en la sociedad. Si no gestionas, si no gobernas -no sabes- cállate. En segundo lugar, se hace una constante apelación a que es necesaria la explotación extractivista ya que sustenta nuestros consumos energéticos. Mentira canalla si las hay, ya que insignificante es el consumo de energía de los hogares frente a las empresas extractivas de todo el mundo. Y sobre todo que la naturaleza de ese gasto energético es diferente a la de un sujeto individual. Nosotros gastamos para sobrevivir física y culturalmente en el modo de vida neoliberal, las empresas gastan para explotar personas y acumular riquezas. La naturaleza del gasto es completamente diferente. Privatizan la ganancia y socializan los costos ambientales. En tercer lugar, la seguridad de las empresas petroleras no está en discusión. Todas son un peligro para el medio ambiente. Hasta el más amateur buscador en google puede encontrar las catástrofes ambientales provocadas por las empresas Off Shore. En Brasil se han cometido crímenes vía derrames y explosiones en 2001 y 2012 por ejemplo.
No es novedad la forma en que razona Iván. Este escribe: La preocupación ambiental, en su mejor luz, no es unidimensional. No sólo deberían mirarse los riesgos de derrames o la gestión del recurso sino también las obligaciones, convergentes y diferenciadas, de acuerdo a la fórmula diplomática, que tienen los países frente a la transición ecológica.
Su forma de pensar y de mirar el mundo nace de una razón institucional establecida: La fórmula diplomática. Para el periodista, el mundo tiene reglas y en sus marcos deben establecerse las ideas. Para nosotros, anticapitalistas, las fórmulas diplomáticas instituyen relaciones sociales de dominación que establecen a través de autoridades superiores reglamentos y protocolos no consensuados, por lo tanto, no democráticos. Estas mismas fórmulas se aplican sancionando por ejemplo con multas a países o empresas que contaminan, en una clara financiarización de la vida. La fórmula de los pueblos es la lucha de clases y los reglamentos, eruditos o no, emergen, se desarrollan e instituyen en la actividad política concreta y democrática de los territorios, de lo contrario son formas jurídicas dominantes. Es por eso que Iván no puede comprenderlas, es adepto a una ecología neoliberal y estatista. Por último, se reconoce sin titubeos la necesidad de un modelo de desarrollo que genere dólares, dándole un excelente visto bueno a la minería y al petróleo: En el marco de su crónica restricción externa, agravada por el endeudamiento irresponsable a la que la sometió el anterior gobierno y con una informalidad laboral que oscila cerca del 40% de la población empleada, Argentina necesita empleos de calidad, recursos fiscales y divisas para posibilitar el crecimiento. La actividad petrolera y la minera generan, en conjunto, más de 300 mil empleos formales entre directos e indirectos, y los sueldos de ambas actividades se encuentran entre los más altos del país. Con esto, se termina de confirmar que pensar desde las propias lógicas neoliberales, esto es, desarrollo, dólares, financiarización, empleo vía crecimiento económico, no se llega a otro lado que al fortalecimiento de la lógica que sustentan al capitalismo: la explotación de la vida para el crecimiento económico ilimitado. Para nosotros no se trata de producir más, sino menos y distinto, no se trata de conseguir dólares, sino de enfrentarnos al sistema financiero internacional, no se trata de una transición energética, sino de una transición sistémica. Nuestra razón no puede ser el desarrollo económico, sino la búsqueda de formas de producir para la satisfacción de nuestras necesidades. Una vuelta urgente y desesperada hacia el valor de uso de las cosas para defender la vida y no la ganancia.
El Extractivismo como actividad económica encuentra en la contradicción capital-naturaleza, un límite insuperable. Para crecer necesita destruir, y la destrucción le impide el crecimiento. Ante esto, las alternativas tecnológicas se muerden la cola. Para producir tecnología, vuelven a destruir territorio como el caso de la extracción de hierro para molinos eólicos. La solución que encuentran los capitalistas es externalizar los costos de producción a los países del sur como ya lo demuestran lrich Brand y Markus Wissen en su libro denominado Modo de vida imperial, editado por la editorial Tinta Limón[2]. Los autores sostienen que el modo de vida de los países del norte global solo es posible mediante la externalización de los costos ecológicos y económicos hacia los países del sur. Es la posibilidad de explotar más barato a los trabajadores, contaminar el aire y el agua o acaparar tierras en otros países lo que posibilita la existencia del modo de vida imperial. La procedencia de las mercancías que embellecen la cotidianidad del norte o de las clases medias consumistas de todo el mundo no importan, porque la muerte, la miseria y la contaminación están escondidas en otras vidas, lejos del alcance de la experiencia corporal de los sujetos que habitúan el modo de vida.
Esta actividad no solo destruye los territorios, sino que además fortalece las fuerzas sociales de los capitalistas, aumenta sus ganancias y su capacidad de incidencia imperial sobre nuestros territorios. Por esto, a la hora de presentar alternativas colectivas y democráticas nos encontramos con la dificultad de cómo barrer a estas empresas, y además al problema de ser reprimidos por el Estado que las defiende para mantener sus tasas de rentabilidad y la protección a los capitalistas nacionales beneficiarios directos o indirectos del crimen extractivista. Nos ha pasado contra Monsanto, Barrick Gold, Chevron, las cuales ya instaladas en terreno argentino no han cesado de contaminarnos y asesinarnos con el apoyo soberano del Estado.
Toda esta situación parece desconectada de la realidad. Una realidad que expresa sin ambigüedades que la crisis ambiental es catastrófica. Que la extinción ya no es una predicción malintencionada. El nivel del mar sube, los polos se descongelan, las temperaturas aumentan, las sequías se multiplican, las pandemias nos acechan, etc. Pueblos enteros podrían desaparecer, millones de especies se ven actualmente amenazadas, y el argumento central de los canallas es que el extractivismo es necesario para el crecimiento económico de las economías capitalistas.
Internacionalismo y lucha de clases
Hemos escuchado de forma preocupante como compañeros y compañeras que se dicen de izquierda abrazan la idea de desarrollo sustentable, incluso la fantasía de molinos eólicos reemplazando la matriz energética fósil del capitalismo. A estas y estos compañeros hay que recordarles que mejorar la calidad de vida de los habitantes de territorios argentinos a costas de la miseria y muerte de trabajadores de otras latitudes externalizando los costos ambientales para la fabricación de estas alternativas, es un crimen contra los explotados. La lucha de clases de la que quizás se han olvidado, no puede desprenderse de una lectura internacional del combate. Por ello, la soberanía Estatal es un principio de dominación que hay que confrontar. Nuestra lucha es internacional, y los trabajadores de todo el mundo deben integrar nuestra agenda propia revolucionaria. Los incendios en las amazonas, por ejemplo, no pueden ser atendidos (o desatendidos) en el marco de la soberanía estatal brasileña, sino que es un problema de los explotados del mundo entero, aunque la infraestructura jurídica internacional nacionalice las responsabilidades ante las catástrofes.
Nosotrxs, no queremos la miseria de otros trabajadores como plantea la ficción desarrollista, queremos la constante destrucción de las formaciones sociales capitalistas y para ello sin importar los resultados, el único camino es la lucha, el conflicto en donde nuestros cuerpos se conforman y donde la imaginación radical emana las significaciones sociales que nos otorgan autonomía frente a enemigo capitalista y permiten crear, en un tiempo en donde la razón de lo posible se presenta como la lógica sensata. Lo posible existe cuando el conflicto se ausenta, cuando la complacencia con los dominadores se hace ley, cuando las demandas de los pueblos se relativizan, cuando la estadística se lee más que el dolor de los cuerpos. Lo imposible en cambio, emerge de la lucha, de la búsqueda constante de autonomía frente a los poderes que nos oprimen. Allí se vislumbra la alternativa, la línea de fuga y la utopía. Los dueños de la sensatez de lo posible solo pedalean en el aire convirtiéndose en los reaccionarios de todos los tiempos.
A modo de cierre
El neoliberalismo extractivista no cesará por sí solo en nuestro país. Las divisas en dólares provienen mayoritariamente de estas actividades y ante el acuerdo fraudulento con el FMI el gobierno se pondrá a disposición del pago de la deuda. Por ello la defensa que empezó mediáticamente de las petroleras pasará a policial ante la mínima escalada del conflicto. El gobierno argentino está dispuesto como lo vemos a defender la explotación Offshore cueste lo que cueste. Pero esto no puede ser motivo para retroceder. La organización y movilización siempre serán nuestras mayores armas, no solo para limitar la actividad extractiva, sino para crear nuevas formas más solidarias de vincularlos, y de establecer relaciones duraderas que construyan comunes para vivir.
La alternativa que propone la izquierda estatista de un fortalecimiento de la institucionalidad estatal contra el neoliberalismo es impotente ante la propiedad y el capital internacional. Su propuesta limitada al modelo de desarrollo, no contempla la externalización de los costos ecológicos hacia abajos de más abajo, y sus lógicas se apoyan en la dominación soberana para dirigir planificadamente la economía. El neoliberalismo, habría que advertirles, no es una forma de gobierno ni un conjunto de políticas económicas, es la racionalidad del modo de vida actual, y transformarlo amerita la transformación radical de los sujetos con sus modos de producción y su actividad política, elementos contrarios a la idea de desarrollo y la soberanía estatal
La soberanía de los explotados, la democracia real y el autogobierno de lo común pueden ser una alternativa frente al colapso.
Notas:
[1] Dardot Y Laval (2021). Dominar: Estudio sobre la soberanía del Estado en occidente. Barcelona. Gedisa
[2] Brand y Wissen (2021). Modo de vida imperial: Vida cotidiana y crisis ecológica del capitalismo. Buenos Aires. Tinta Limón.
Brian Kreschuk es investigador en la Universidad Nacional de Quilmes en Argentina.
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