La campaña y el festejo el 26 de abril en el hotel Bauen dejan varias conclusiones políticas. En primer lugar, hay que destacar el éxito de una organización como el Frente de Izquierda y los Trabajadores discriminada y saboteada por los partidos y los gobiernos capitalistas, nacional y porteño que a, pesar de eso y […]
La campaña y el festejo el 26 de abril en el hotel Bauen dejan varias conclusiones políticas. En primer lugar, hay que destacar el éxito de una organización como el Frente de Izquierda y los Trabajadores discriminada y saboteada por los partidos y los gobiernos capitalistas, nacional y porteño que a, pesar de eso y gracias al esfuerzo de sus militantes, consigue cerca del 3 por ciento de los sufragios, más del doble del 1,5 % puesto como barrera exclusionista para participar en las elecciones generales.
Dado que la mayoría de las listas que decían ser de izquierda no lograron pasar esa barrera y el derrumbe del centro izquierda, existe ahora la posibilidad de que muchos de los votantes de esos sectores, en la elección general opten por no votar ni a la derecha revanchista ni al kirchnerismo, que triunfó en la interna de las listas oficialistas. Ahora sólo queda dar el voto crítico al Frente de la Izquierda y de los Trabajadores (FIT) en las elecciones local y nacional próximas y aprovechar el tiempo y la nueva situación creada por las PASO para conquistar posiciones en las instituciones parlamentarias, tan hostiles a los trabajadores.
También se impone una crítica fraternal destinada a corregir el sesgo meramente electoralista y autoreferencial de la campaña. En efecto, en ningún momento, en el festejo en el BAUEN del éxito en la PASO, los oradores recordaron que el 3 por ciento del electorado capitalino quiere decir que hay que ganar al 97 por ciento del mismo, que sigue direcciones procapitalistas u oportunistas. No colocaron estas elecciones en el contexto de la relación de fuerzas entre las clases a nivel nacional, ni en la perspectiva de la ofensiva capitalista e imperialista a nivel mundial contra los trabajadores. No hablaron una sola vez de «anticapitalismo» y mucho menos de «socialismo» y se limitaron a plantear la lucha contra «los patrones» (no contra el sistema de éstos), olvidando que los kirchneristas combativos y la misma burocracia sindical combaten, cada uno a su modo y con sus propios objetivos, a «los patrones» pero siguen siendo procapitalistas. Esta rebaja del lenguaje y de los conceptos para hacerlos «más populares» (táctica aprendida con el oportunista Nahuel Moreno) deja la campaña al nivel obrerista primitivo y no liga la campaña con la lucha socialista, ausente por completo en los cánticos, las banderas, las consignas, los discursos, las manos que aplaudían en vez de convertirse en puños alzados.
Si el FIT se da sólo como objetivo «llenar de legisladores del FIT la Asamblea de Buenos Aires», en vez de organizar a los trabajadores para las luchas reales, postelectorales, que planteará la ofensiva mundial del capital, el éxito del 3 por ciento obtenido será efímero, como lo fue la performance electoralista de la izquierda en los 80, cuando obtuvo en Buenos Aires el 10 por ciento de los votos.
Las elecciones no son un objetivo: el objetivo es utilizar esa tribuna para conquistar puntos de apoyo, crear conciencia y construir elementos de poder popular. Lo primero de todo es ver cuál es el nivel político y la conciencia de la mayoría de los trabajadores para hacerlo avanzar con explicaciones sobre lo que está pasando en el planeta (y, por lo tanto, también en la Argentina y sobre lo que vendrá en los próximos meses). Hay que ganar votos, pero sobre todo, educar y organizar.
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