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Sobre «La educación prohibida»

Fuentes: Rebelión

El reciente estreno del documental «La educación prohibida» (watch?v=-1Y9OqSJKCc&feature=player_embedded>) (que en Quimilí, aún no hemos logrado proyectar) decepciona, en sus conclusiones y aburre mientras te va llevando. En 2 días la vieron mas de 500000 personas dentro de los cuales me encuentro, no hay casí criticas, pareciera que estamos preparados para abandonar un sistema educativo […]

El reciente estreno del documental «La educación prohibida» (watch?v=-1Y9OqSJKCc&feature=player_embedded>) (que en Quimilí, aún no hemos logrado proyectar) decepciona, en sus conclusiones y aburre mientras te va llevando.

En 2 días la vieron mas de 500000 personas dentro de los cuales me encuentro, no hay casí criticas, pareciera que estamos preparados para abandonar un sistema educativo que resistió dictaduras genocidas, noches de bastones largos y de los lápices, reformas neoliberales y ataques privatistas.

La película se promociona como una defensa de las experiencias alternativas en educación, pero en realidad sólo se corresponde con un paradigma educativo: el espontaneismo pedagógico. Entonces nos sumerge en relatos, sumamente repetitivos, se centran en la misma concepción pedagógica, expresada en una decena de educadores de distintos países de habla hispana entrevistados.

Este paradigma tiene muchas limitaciones. Supone que todo nace del niño, que no debe haber institución o autoridad que corte su libertad, que sólo hace falta regar su creatividad ilimitada. Yo creo en la libertad, pero no en el rescate de lo «salvaje civilizado».

Al redundar en este paradigma, la película pierde la oportunidad de resaltar muchas otras ideas pedagógicas alternativas.

Las expresiones de la educación popular, como la pedagogía practicada por las escuelas agroecológicas campesinas (que no comparto y me parece nefasta), la pedagogía anarquista, y otras experiencias de la pedagogía social o de la educación de gestión social, que son especialmente excluidas, porque atentan contra la lógica de la película de una pedagogía alternativa, espontánea y elitista.

Las expresiones pedagógicas que reclamo como necesarias para la discusión de una reforma educativa que entregue la escuela a su verdadero dueño «EL PUEBLO»; sólo aparecen nombradas, obviando experiencias que rescatan la identidad y la creatividad crítica desde un lugar «no» espontaneo, basado en la historia y la memoria.

Todo esto no sería motivo de crítica, muy por el contrario asume una posición que solo puedo criticar su no blanqueamiento en la promoción de la película.

El gran problema de *»La educación prohibida»* es su ataque a la escuela pública, desconociendo una historia y un enraizamiento en latinoamérica que la hace generadora de resistencias y nuevas experiencias, que nos han dado una intelligenzia de primer nivel, hoy muy golpeada por la acción de los últimos 40 años de dictaduras y neoliberalismos.

La caracterización de la escuela pública como autoritaria, industrial, disciplinaria y embrutecedora es un alegato que parece sacado directamente de la película «The Wall», que era propia de la escuela de hace 50 años atrás. Es más puedo compartir, el autoritarismo y el disciplinamiento; lo industrial vino con las corrientes neoliberales que buscaban una mano de obra eficiente y que se adptara con facilidad a los ajustes y flexibilizaciones, el embrutecimiento es resultado de la tinellización y el facebookianismo de nuestra sociedad. Podemos sumar también la libertad de prostíbulo, que hemos permitido configurar para nuestras sociedades. La escuela fracasa porque hemos fracasado como sociedad, una sociedad vinculada al consumo y a la transgenética es una sociedad sin futuro, el futuro es una ilusión de elites. Si no hay futuro para que educar ¿Y para qué educarse?

«La educación prohibida» no sólo no reconoce las inmensas transformaciones que vivió la escuela pública en nuestros países, abriéndose, democratizándose y generando diversos espacios de aprendizaje a pesar de los embates de la educación privatizadora y patentadora a la que la película viene a abonar. Sus ataques decididos sobre la escuela y los docentes «tradicionales» no dejan de redundar en cierta consonancia con los ideales liberales anti-estado participativo, usando inclusive ideas libertarias, como la educación en el hogar como solución frente a la escuela pública.

Todas las soluciones parecen estar fuera del Estado, fuera de lo público, en lo individual, en los fragmentos. No existe la comunidad con memoria.

La película desconoce las intensas discusiones de sociología de la educación, que muestran el rol complejo y muchas veces contradictorio de la escuela pública.

Sí, por un lado, la escuela reproduce desigualdades. Y esto debe ser solucionado por el trabajo y el compromiso comunitario. Pero también está claro que quienes asisten a la escuela tienen muchas más oportunidades de desarrollo que quienes no lo hacen. Por eso no existe organización social que no refuerce sus medios alternativos y las escuelas comunitarias.

La escuela es una institución que salva y dignifica vidas.

Favorece facultades cognitivas, estimula el pensamiento, la palabra frente a la violencia, la construcción de saberes «compartidos» que promueven la democracia, entre muchas otras cuestiones.

Con innumerables problemas, limitaciones y contradicciones, la escuela es un espacio a mejorar y proteger, no a eliminar. Se convierte en el último reducto de la práctica comunitaria y el compartir; en un mundo donde lo individual y el consumo se glorifican, donde las multinacionales nos dicen ¡NO COMPARTAS!

Invitar a la desescolarización, es peligroso.

«Cuando millares de educadores están preocupados por evitar la deserción escolar, especialmente en el nivel secundario, «La educación prohibida» poco menos que la alienta».

Yo vengo de Rosario; una ciudad donde se practica desde hace años la experiencia fundada por las hermanas Cossetini y a tenido sus altos y bajos. Mi hijo mayor fue a una Escuela de la Familia Agraria y es también una muy buena experiencia, ambas incluyen y siguen prácticas ligadas a una historia educativa ligada a la historia de nuestros pueblos como comunidad.

Es clave contar con políticas transformadoras de la carrera docente, nuestro trabajo como colectivo es hackear la practica docente y tomarla, recuperarla para la practica comunitaria; para lograr mayores espacios de experimentación bien conducidos y con una fuerte influencia de la comunidad a través de la asamblea de los actores educativos PADRES/ DOCENTES/ AUTORIDADES, produciendo contenidos responsables y sustentables. Las escuelas «libres» no surgen de la nada, las reclamamos desde hace décadas pero salvo que se piense en ellas como salidas para unos pocos, la propuesta de «La Educación Prohibida» es un debate necesario, para llegar al verdadero horizonte una *educación comunitaria* defendida en esos antros defenestrados por la película.

Esta exaltación del aislacionismo, que es otra versión del «sálvese quien pueda», propuesto por los monopolios desde Microsoft a su socio Monsanto. Reduce al Estado a un gobierno ineficiente y, al hacerlo, desconoce cómo se construyen y defienden los derechos sociales, cuyo garante central es el Estado, un Estado entendido como pueblo reunido frente al cabildo, un pueblo arrasando su propia tierra para no dejar nada al invasor, un pueblo desaparecido, un pueblo militante, un pueblo comunitario.

Cree en los movimientos convergentes, en la educación alternativa que toma la mano de la escuela pública y camina en conjunto. Que busca transformar sin olvidar.

Hagamos de la educación un hackeo permanente. Que cada escuela sea una hackuela una generadora de Educación libre, crítica y comunitaria; donde la Educacion Prohibida sea solo un mal título…

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.