La lucha de los obreros y obreras de la fábrica ex – Terrabusi puso en el centro de la escena política, por primera vez en todo el ciclo kirchnerista, a la lucha de la clase obrera ocupada y sus potencialidades para conmover la política nacional. Hasta entonces la contienda política en Argentina venía tenida de […]
La lucha de los obreros y obreras de la fábrica ex – Terrabusi puso en el centro de la escena política, por primera vez en todo el ciclo kirchnerista, a la lucha de la clase obrera ocupada y sus potencialidades para conmover la política nacional. Hasta entonces la contienda política en Argentina venía tenida de cabo a rabo por los colores de la derecha y la oposición burguesa al gobierno. Así, entramos en un nuevo capítulo de la crisis capitalista en nuestro país. Inclusive, es posible que esta lucha trace las formas que irá asumiendo el cada día más acentuado ascenso político del movimiento obrero. Su principal elemento hay que verlo en el incremento en la conciencia obrera de la independencia política como clase. El desarrollo profundo de este elemento es el principal acicate para la entrada en Argentina de un nuevo proceso revolucionario.
Los capítulos de la crisis capitalista en nuestras latitudes
Desde un análisis materialista de la realidad social hay que empezar por tener en cuenta el fenómeno más universal, más abarcador que, al mismo tiempo, se traduce y expresa en las multiplicidades más específicas, más concretas y determinadas. En la sociedad actual, la realidad más universal es el hecho de que la producción social de la vida se realiza por medio de la explotación capitalista del trabajado asalariado. Es decir, que la relacion entre el capital y el trabajo es lo fundamental de la sociedad que vivimos. La característica particular del momento presente es que esta relación se encuentra en los inicios de, quizá, su peor crisis histórica. Por eso la crisis capitalista mundial es el fenómeno más destacado del presente. A modo analítico podemos establecer una división cronológica de los momentos que viene atravesando la crisis en Argentina, según los acontecimientos más relevantes de la lucha de clases.
El primer capítulo de la crisis estuvo signado por el conflicto entre el gobierno nacional y las patronales agrarias, conformando un frente burgués opositor con base social entre las clases medias de la ciudad y el campo y simpatías en franjas de los sectores populares. Este capítulo se cierra con la derrota del gobierno nacional en el senado. Así la sociedad argentina queda polarizada entre dos bandos patronales: el agro-exportador representado por «el campo» y la oposición política (UCR, PJ disidente), y el «industrial» representado por el gobierno de Cristina Kirchner.
El 2º capítulo de la crisis comienza con el voto «no positivo» de Cobos en el Senado, al mismo tiempo que, en el plano internacional, en septiembre de 2008 hace eclosión la Bolsa de Wall Street y con ella arrastra al precipio financiero a la economía mundial. Bancos, bolsas de inversión, pulpos insignes del capitalismo caen unos tras a otros ante los ojos de millones a lo largo y ancho del mundo. Así, la crisis capitalista comenzó a acelerarse, entrando en un proceso masivo de destrucción de fuerzas productivas, y con ellas, de fuerza de trabajo. Desde entonces se cuentan en todo el mundo un incremento de 50 millones de nuevos desocupados, llegando ya a los 200 millones de desempleados en total… una verdadera pandemia social.
Durante todo este 2ª capítulo, la irrupción de la crisis en nuestro país tuvo un desarrollo acelerado, produciendo una contracción importante de la producción económica, una masiva fuga de capitales, inflación galopante, depreciación de la moneda y con ella del salario de los trabajadores y, al ritmo de la tendencia mundial… unos 400.000 despidos, es decir, un quiebre significativo de la relación entre el capital y el trabajo, lo que viene traduciéndose en luchas moleculares de resistencia obrera en busca de mantener los puestos de trabajo. En el medio se produjeron dos acontecimientos significativos: las elecciones legislativas donde el kirchnerismo sufrió una derrota política importante y el golpe de Estado en Honduras, ambos el último 28 de Junio. Estos dos hechos podemos decir que marcan el cierre del 2º capítulo de la crisis capitalista en nuestro país y abren la entrada al 3º que, a todas luces se expresa en la lucha de los trabajadores de la ex – Terrabusi.
Terrabusi: punta del iceberg de la emergencia obrera
¿Qué cambia con lucha de los trabajadores de Terrabusi? ¿De qué fenómeno es expresión? ¿Qué nuevas tendencias anuncia?
El estallido de esta crisis ha impactado en las clases sociales, radicalizándolas en sus políticas, objetivos, tareas y métodos. Y esta radicalidad afecta tanto a la burguesía como al proletariado. Desde entonces, todos los elementos que se encontraban procesándose lentamente en el período anterior(1) comenzaron a agudizarse, acelerando su desarrollo. El continuo desarrollo de estos elementos lo hará crecer en cantidad y combinarse con otros produciendo nuevos, superiores, cualitativamente distintos a los anteriores. La lucha de Terrabusi expresa un salto de calidad de este proceso y anuncia elementos de esta nueva etapa. Pero para comprender la nueva etapa que se está abriendo es necesario analizar las bases sobre las que esta emergiendo esta nueva generación de luchadores obreros que, tarde o temprano, será parte directiva de los principales acontecimientos de la lucha de clases.
La recomposición del movimiento obrero
La crisis capitalista como factor revolucionario en la lucha de clases
¿Qué entendemos cuando decimos que la crisis capitalista actúa como un factor revolucionario en la lucha de clases? Para esto, es necesario delimitar el concepto de factor y de su atributo revolucionario. Un factor es una determinación histórica que actúa sobre el resto. Un factor es una determinación, en movimiento, que actúa sobre la formación social de la que es parte, condicionándola en alguna medida. La división en clases sociales es un factor de determinación estructural de la sociedad actual. El Estado un factor de determinación superestructural. El primero es un factor de determinación orgánico, condiciona al segundo en primer lugar. El segundo lo condicionado, pero mediado por un conjunto de determinaciones secundarias. El funcionamiento de la estructura determina el funcionamiento de la superestructura. Cuando la primera entra en crisis actúa desestabilizando a la segunda.
La conciencia de la clase obrera es un elemento de la superestructura, como toda la ideología y la subjetividad humana en general. El movimiento del desarrollo de las fuerzas productivas durante un período «normal» y estable dentro del capitalismo imprime una dinámica de apaciguamiento relativo de las contradicciones de la sociedad. En cambio, en períodos de crisis, aumenta la tensión de las contradicciones y se incrementa el ritmo de desarrollo (o mejor dicho, de descomposición) de las fuerzas productivas. Y esto implica el desarrollo, en la conciencia social, de nuevas formas de pensamiento, entrando en crisis las viejas formas de comprender el funcionamiento de lo social. La crisis, por esta razón, es un factor catalizador de la conciencia. Y en este plano es revolucionario su actuar.
¿Cuál es el sentido político de esta crisis en la conciencia social?
La crisis capitalista amenaza con convertirse en una profunda depresión económica a escala global. Luego de décadas de triunfalismo capitalista encarnadas en la ideología neoliberal, las masas del mundo ven desplomarse las proclamas de que el mercado tiene la capacidad de asegurar el bienestar o, en todo caso, que sea la única forma de sociedad posible. El que cae no es el Muro de Berlín sino el de Wall Street. El que cae no es el stalinismo usurpador de las banderas del socialismo, sino el imperialismo norteamericano saqueador de nuestras sociedades. Ningún gobierno del mundo, ninguna clase dominante está en condiciones de salir de la crisis sin pasar por una más o menos acentuada crisis social, cuando no política. En el plano de la conciencia social, decíamos, se está volviendo un factor determinante y en sí mismo revolucionario. Lo revolucionario estriba en un doble aspecto. Uno objetivo, anclado en el quiebre forzoso de la relacion capital-trabajo y otro subjetivo como relatamos recién.
El aspecto objetivo es parte del proceso central por el cual el modo de producción capitalista se deshace de toda la cantidad necesaria de fuerzas productivas que «le sobra» para continuar produciendo. Así, a término de 2009 se consumaron aproximadamente más de 50 millones de despidos en todo el mundo. El conflicto en Kraft-Terrabusi fue una expresión de esta tendencia mundial. La patronal norteamericana planea realizar un ajuste de personal en toda América Latina. En Argentina pretendió echar a uno de los tres turnos de trabajo -casi 1000 obreros-, de modo de pasar de un régimen de trabajo de 8 horas diarias a uno de 12 horas. De esta manera aumentaría la explotación de la fuerza trabajo y bajaría costos salariales. Pero se chocó con la organización y conciencia de la clase trabajadora acumulada en todo este nuevo ciclo de recuperación de fuerzas. Es decir, la crisis y las formas de solución que impone la burguesía, ya están haciendo eclosión con el nuevo movimiento obrero, joven y combativo. Entonces, lo revolucionario es que este quiebre de la relación social fundamental de la sociedad capitalista empuja objetivamente a la lucha de clases y derriba la paz social necesaria para el funcionamiento estable del régimen capitalista.
Con esta acción destructiva de las patronales, los trabajadores ven con sus propios ojos que la crisis económica busca solucionarse haciéndosele pagar. Esto aumenta el desprestigio de clase empresaria y la sitúa en la vereda de enfrente de quienes trabajan diariamente. El ejemplo de Kraft nos marca el camino inverso: que los trabajadores pueden resistir el intento de la patronal de «socializar» los costos de crisis…. Y en Zanón encontramos el ejemplo en el cual los trabajadores pasaron de la resistencia a hacer carne la consigna central de hoy: «que la crisis la paguen los capitalistas». De ahi que la ocupación obrera de planta se vuelva una necesidad del presente ante los ataques patronales.
Fortalecimiento social de la clase
Durante el período comprendido entre el 2003 y fines de 2006 la clase trabajadora se vio fortalecida socialmente con la creación de casi 4 millones de puestos de trabajo.(2) La industria ocupó el primer lugar en la generación de empleo representando más del 20% del total, llegando a ocupar más del 90% de su capacidad instalada. Estos elementos nutrieron las filas del proletariado industrial de una nueva generación con atributos sociales y subjetivos distintos que explican parte del proceso de recomposición política del movimiento obrero.
Esta nueva generación es mayoritariamente joven, entre los 18 y los 35 años de edad. Esto tiene como elemento subjetivo que no sufre la carga en sus espaldas de la última gran derrota de la clase trabajadora en manos de la dictadura militar de Videla y compañía. De igual modo, esta generación ha visto mejorar su situación económica, puesto que antes de conseguir trabajo en estos establecimientos fabriles había vivido, siendo más o menos joven, el desierto de la desocupación de la década del 90´. Por su puesto, y esto se constata hablando con cualquiera de estos trabajadores, ninguno quiere volver a vivir esa realidad, por lo que la defensa de su trabajo se vuelve para ellos de una importancia decisiva. En la conservación de su condición encuentra hoy esta nueva generación las bases más sólidas de su lucha.
Este agregado cuantitativo a la clase obrera argentina no sólo aumenta su fuerza numérica y la dota de mayor peso social sino que, al mismo tiempo, la transforma en calidad, aportándole una nueva generación joven que viene revitalizando los procesos de lucha y organización al interior de los lugares de trabajo. En este sentido estamos en presencia de un nuevo movimiento obrero, caracterizado por el nuevo ciclo de la lucha de clases abierto con la rebelión popular de 2001-2002.
Los métodos de la rebelión popular en el nuevo movimiento obrero
Esta nueva generación obrera es hija directa de la rebelión popular de 2001-2002, lo que modificó la relación de fuerzas entre las clases sociales en Argentina, disponiendo a los trabajadores en mejores condiciones para organizarse y luchar por sus demandas.
Gran parte de sus actuales métodos de organización y lucha tienen ejemplo en las asambleas barriales de sectores medios y desocupados gestadas al calor de la rebelión popular; donde se hacía ejercicio vivo de la más profunda democracia directa. Así como en la herramienta de lucha más popular de la Argentina actual: el corte de calle o ruta. En todo el nuevo proceso de re-composición obrera se combinan estos dos elementos: la democracia de base y la acción directa en las calles. El primero se traduce, en general, en lucha antiburocrática, mientras que el segundo pone al movimiento obrero en experiencia directa con el aparato represivo del estado. En el plano anti-patronal la lucha no se traduce, todavía, en un ataque directo -es decir, en la ocupación obrera del establecimiento-, sino en paros, bloqueos de salidas de camiones con mercadería, u tomas parciales de planta, excepto cuando las patronales realizan un lock-out y a los obreros se les plantea objetivamente la toma de planta como una necesidad de supervivencia.
Esta transmisión de experiencia, ya sea por participación directa de fracciones obreras en acciones siendo desocupados, y ahora las incorparan en sus lugares de trabajo o por el hecho de seguir el ejemplo, explica estos elementos de recomposición organizativa y el espíritu de combatividad que se expresa en esta nueva generación.
Debilitamiento histórico de la burocracia sindical
Durante el proceso de rebelión popular de 2001-2002, no irrumpió de forma masiva la clase trabajadora ocupada. Así, el régimen político burgués no vio atacada una de sus instituciones de dominio central: la burocracia sindical y sus poderosos sindicatos maniatados al estado. O sólo lo hizo de forma parcial. De hecho, durante todo el período del gobierno de De la Rúa la central sindical que agrupa al proletariado industrial (corazón de la estructura productiva), la CGT, estuvo en la oposición política, realizando varios paros generales.
En el actual contexto político, donde gobierna el Partido Justicialista y el líder de la central sindical, Moyano, pertenece a la cúpula del peronismo… la situación es bien distinta. Si bien durante estos años la burocracia de la CGT y también de la CTA, hicieron bandera de los «triunfos» económicos del gobierno, como la creación de casi 4 millones de puestos de trabajo, hoy las cosas han empezado a invertirse: la crisis capitalista carcome las bases de cualquier política «populista» o «progresista» y ahora la burocracia tiene que dar la cara ante los trabajadores de los planes patronales de ajuste. Será la tercera vez que las direcciones sindicales del movimiento obrero argentino post-dictadura (primero con la crisis del 89′ y segundo con la crisis del 2001) tendrán que evitar que los trabajadores rompan los chalecos de fuerzas burocráticos… y cada vez estos chalecos están más débiles.
En los 90′ una fracción de la clase buscó una vía alterntiva a la dirección burocrática de la CGT y formó la CTA… pero hoy ambas centrales tienden a parecerse cada vez y la única alternativa que vienen encontrando los trabajadores es su propia organización independiente de ambas direcciones, e inclusive contra ellas y sus maniobras crecientemente antiobreras. De esta manera, caracterizamos que la burocracia sindical, en todas sus formas y colores políticos, desde la más reaccionaria hasta la más progresista, se encuentra en una crisis histórica, que viene posibilitando el surgimiento de un tercer actor político en el movimiento obrero, objeto de los análisis que venimos desarrollando.
Democracia fabril y poder obrero
La democracia de base toma formas diversas según el tamaño del establecimiento, la tradición de la fábrica, la conciencia de los trabajadores, la inserción de la burocracia en la planta y el grado de inserción de corrientes políticas independientes de los partidos patronales. Pero la democracia no es sólo una cuestión de método, que podría oponerse al método burocrático y verticalista de los dirigentes sindicales patronales o reformistas, sino que en su seno se halla el germen y la condición de posibilidad del desarrollo de una política socialista y revolucionaria dentro del movimiento obrero. Esto, por supuesto, no significa que al ya haber democracia obrera en un establecimiento la política de los obreros sea directamente revolucionaria. Pero sin el desarrollo de la democracia de base es imposible el desarrollo de la conciencia de clase y su elevación política a una conciencia socialista en donde los trabajadores asuman la tarea estratégica de luchar por un gobierno obrero.
En relación a esto Gramsci planteaba que «las comisiones internas, desarrolladas y enriquecidas deberán ser mañana los órganos del poder proletario que sustituye al capitalista en todas sus funciones útiles de dirección y de administración»(3). Es decir, que las comisiones internas -como las de Kraft, Subte, por poner ejemplos actuales- como organismos de representación obrera democrática, basadas en asambleas y cuerpos de delegados, tienen como tarea histórica convertirse en organismos obreros de gobierno… en contraposición al comando burgués en la planta y en el Estado. En Argentina el ejemplo reciente más significativo de poder obrero a nivel fabril es el de Zanón, donde los trabajadores ocuparon la planta y la pusieron a funcionar bajo su control, planificando y administrando el conjunto de la producción.
De la necesidad del partido revolucionario
Los trabajadores, además de necesitar organismos de masas amplios y democráticios (soviets, consejos o juntas obreras, coordinadoras interfabriles, cordones industriales,etc.) mediante los cuales unificarse en millones y ejercer el control de la producción, necesitan dotarse de una organización política que oriente estas tareas en un sentido superador de las condiciones sociales del capitalismo. Es decir, una herramienta de lucha que nuclée a la fracción más experimentada, combativa y conciente de los interes del conjunto de la clase y sus aliados entre los oprimidos.
Hablamos de la necesidad de un partido político de la clase trabajadora. Pero no de cualquier partido, puesto que un partido donde halla millones de trabajadores no es necesariamente un partido revolucionario. Lo cuantitativo no es nada sin una determinación cualitativa, de una conciencia. Para eso es necesario que esos trabajadores esten dotados de un programa de transformación y una estrategia socialista. Ambos elementos insoslayables para cimentar un partido que se diferencie históricamente de los demás y se plantee como el orientador de las mas amplias masas trabajadoras, campesinas, medias, estudiantiles, etc. Un partido que, siendo la fracción más conciente de la clase, tenga la capacidad de hegemonizar una alianza de clases revolucionaria, popular y de masas para enfrentar el régimen burgués y sentar las bases un gobierno obrero y popular, como antesala para la extensión del socialismo a escala internacional.
Notas
1 En lo que hace a América Latina, la lucha de clases ha tenido durante estos últimos años un período de cierta estabilidad, producto de la absorción política a través de los «gobiernos populares» del ascenso anterior en que las masas protagonizaron levantamientos en gran parte de los países de la región. Con el inicio de la crisis capitalista y el golpe de Estado en Honduras consideramos cerrado aquel período, entrando en uno de intensa lucha de clases e inestabilidad política marcada.
2 Recordamos que todas las cifras son estimativas, puesto que desde hace años en la Argentina se encuentra intervenido el principal instituto de estadísticas, el INDEC, que ha sido manipulado por el gobierno nacional para ocultar la realidad social. En general, los datos los tomamos del «Instituto de Estadísticas de la CTA», y del «Taller de Estudios Laborales».
3 Gramsci, Antonio. Escritos periodísticos de L´Ordine Nuevo. «Tesis 11». Grupo Editor, Buenos Aires. Paginas 36 y 37.
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