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Elecciones en Argentina: dos textos de análisis y conclusiones

Sobre los resultados electorale del FIT y el MAS

Fuentes: Rebelión

1.- Balance de la votación del FIT y el Nuevo MAS Una elección histórica para la izquierda El domingo pasado ocurrió un hecho de enorme trascendencia política desde el punto de vista de la izquierda revolucionaria en nuestro país: entre las tres fuerzas agrupadas en el FIT y nuestro partido totalizamos alrededor de un millón […]

1.- Balance de la votación del FIT y el Nuevo MAS

Una elección histórica para la izquierda

El domingo pasado ocurrió un hecho de enorme trascendencia política desde el punto de vista de la izquierda revolucionaria en nuestro país: entre las tres fuerzas agrupadas en el FIT y nuestro partido totalizamos alrededor de un millón de votos, algo con pocos antecedentes. Es verdad que en los años 80 el viejo MAS obtuvo votaciones importantes como parte de un frente con el PC. Y que en octubre del 2001 la votación que obtenía la izquierda (sumando Izquierda Unida, el frente PO-MAS, Zamora, el Partido Humanista y el PTS) alcanzaba 1,2 millones de votos, anticipando el clima que se viviría dos meses después con la rebelión popular. Sin embargo, que entre el FIT y el Nuevo MAS se totalice ahora un millón de votos, desplazando, además, a los proyectos oportunistas de la izquierda reformista, que entraron en una bancarrota casi total, configura un hecho que requiere explicación.

El kirchnerismo pierde una franja de votos por la izquierda

Pocos años atrás Luis D’Elía justificaba el oportunismo del «peronismo revolucionario» y de todos los que desde la izquierda se subieron al carro de los K con la afirmación de que «a la izquierda del kirchnerismo sólo está la pared». Pero resulta ser que uno de los fenómenos de la reciente elección es, justamente, lo contrario: una franja político-electoral de inusitada magnitud se expresó a la izquierda del kirchnerismo.

Si bien los medios escritos no le dieron la importancia que tiene a este fenómeno, es evidente que si los K perdieron unos cuatro millones de votos respecto de 2011, más de medio millón (cifra nada despreciable) fue a parar a la izquierda revolucionaria: ¡400.000 al FIT y 100.000 al Nuevo MAS (de los cuales hay miles de anécdotas entre nuestros compañeros al respecto)!

Para llegar a estos guarismos, el FIT pasó de los 520.000 votos de las PASO de agosto del 2011 a los actuales 900.000 votos (había obtenido 580.000 en octubre de ese año); mientras tanto, el Nuevo MAS, en lo que configura una verdadera hazaña política dada la desproporción de medios materiales, presencia televisiva y de todo tipo con las que debió encarar la campaña, pasó de escasos 16.000 votos en provincia de Buenos Aires obtenidos en las PASO de aquél año a totalizar nacionalmente prácticamente 115.000 votos (provincia de Buenos Aires, Córdoba, Capital Federal y Neuquén) multiplicando por siete nuestra elección y resultando la correlación electoral con el frente en estos distritos de cinco a uno (el FIT obtuvo en ellos medio millón de votos).

El millón de votos obtenido y la ubicación de las fuerzas de la izquierda (en plural, como lo presentó el diario Clarín) como la quinta votación en el total nacional significa que una franja minoritaria pero aun así de masas del electorado decidió votar a la izquierda clasista. Este dato es de enorme importancia político-estratégica para lo que vendrá, amén de desafiarnos a redoblar el esfuerzo en la construcción orgánica de nuestras organizaciones, que está cualitativamente por detrás de los resultados obtenidos, todavía más en nuestro caso que en el del PO y el PTS, que de todos modos tienen sus fuertes claroscuros.[1]

La polémica por el balance

Luego de la valoración de conjunto de la votación de la izquierda, comienzan a tallar los balances más finos y las duras polémicas al respecto. El Partido Obrero, jefe incuestionable del frente, ha salido a decir por boca de Altamira que «la conclusión política que se desprende de esta elección es que la izquierda argentina es el FIT». Esta afirmación, además de falsa, tiene la paradoja que, entonces, el interlocutor enseguida se preguntará «bien, pero, ¿qué es, entonces, el FIT?», pregunta de no fácil respuesta.

La afirmación de Altamira encierra tantas contradicciones que con sólo dar cuenta de algunas ellas se cae todo este andamiaje autoproclamatorio. Si así fuera, además, el actual triunfo electoral se transformaría, a la vuelta de la esquina, en una tragedia sin nombre: ¡la izquierda argentina desaparecería al otro día de la eventual división del FIT!

El primer problema de una afirmación de este tipo es, entonces, que soslaya olímpicamente el hecho incuestionable de que el FIT es una sumatoria de fuerzas distintas: una cooperativa electoral, según la jerga de la izquierda. Y una cooperativa que llegó a las elecciones mucho más dividida en su actuación cotidiana que dos años atrás (a todos los efectos prácticos, desarrolló una campaña con cada uno de sus integrantes actuando por separado). Además, se vio una hegemonía desproporcionada del PO, que inevitablemente será fuente de agudas crisis recurrentes en su interior, ocultas de momento por la excelente elección obtenida.[2]

En segundo lugar, subsiste el hecho que el FIT es un frente electoral de organizaciones que por separado, eso es indudable, obtendrían una cantidad de votos sustancialmente menor a la actual. En este caso, como en otros, el todo es más que la suma de las partes, y de eso se está beneficiando este frente electoral. Pero este «todo» está cristalizado como frente electoral y nada más. Ese frente electoral no puede ir hacia delante, porque requeriría dar pasos en la unificación de sus organizaciones, ni para atrás, porque implicaría la división del FIT y el fin del «negocio electoral» que éste constituye para sus integrantes.[3]

El tercer problema es que esta pretendida «única izquierda argentina» sólo se muestra como tal en el terreno electoral, que opera como una representación distorsionada de la realidad de la lucha de clases cotidiana. Allí, no solamente otros componentes de la izquierda sino los mismos integrantes del FIT aparecen tirando cada uno para su lado, sin ponerse de acuerdo en las cuestiones más elementales de la política nacional: cacerolazos, apoyo a los gendarmes, intervención común en los gremios en que están sus componentes, etcétera. Si hasta es un hecho que donde existen parlamentarios del FIT (básicamente en Neuquén; en Salta está sólo el PO) no se han puesto de acuerdo en la gestión colectiva de esas bancas.

Cuarto problema: el FIT como frente ha existido para estas elecciones solamente en ocho distritos, es verdad que en varios de los más importantes: Buenos Aires, CABA, Córdoba, Santa Fe, Mendoza, Tucumán, Neuquén y Jujuy, obteniendo en ellos 730.000 votos. Pero en otros seis solamente existe el PO (con 130.000 votos), IS en tres (30.000) y el PTS en uno (3.000). Esta desproporción en las relaciones de fuerza en su anterior, aunada a que las principales candidaturas «expectables» están en manos del PO, es una base de las tremendas contradicciones que recorren al FIT, y cuya perspectiva es a las multiplicaciones pasadas las ensoñaciones electorales.

Nuestros 115.000 votos

La quinta cuestión es que por fuera del FIT se presentó el Nuevo MAS que obtuvo la nada despreciable cifra de 115.000 votos entre cuatro distritos (provincia de Buenos Aires, Córdoba, CABA y Neuquén). Si se comparan los cuatro distritos donde se presentó nuestro partido con la elección del frente en ellos (comparación que es la que corresponde), lo que se obtiene no es una proporción de «mil a uno» que permitiera afirmarse como «única izquierda», sino de cinco a uno, lo que muestra que sacando Santa Fe (donde no tenemos legalidad, aunque tampoco el FIT es fuerte allí), en el centro del país -que es el que más importa estratégicamente- es completamente forzado el presentar al FIT como «la única izquierda» en exclusión de nuestro partido.

En suma: uno de los fenómenos impactantes de la elección de la izquierda es la cuestión que de cada cinco votos que perdieron los K, cuatro fueron al FIT y uno al Nuevo MAS. Se trata de un logro extraordinario de nuestro partido que nos coloca, objetivamente, como parte integrante de pleno derecho de la franja que por izquierda rompió con el gobierno, y no hay autoproclamación porotera y oportunista desde los medios por Altamira y Pitrola que nos lo pueda arrebatar.

Notas:

[1] Mantenerse dentro de firmes criterios orgánicos es la base para la comprensión de un conjunto de contradicciones a la hora de la evaluación del voto a la izquierda y de pinchar los globos autoproclamatorios de los integrantes del FIT. Por ejemplo, del PO, que ha multiplicado desproporcionadamente su hegemonía dentro del FIT. El PO es una organización relativamente fuerte territorialmente, en el movimiento estudiantil y entre docentes y estatales, pero sin embargo en su inserción obrera y estructural viene demasiado por detrás. A este respecto es relativamente más fuerte el PTS, que sin embargo aparece estratégicamente a la defensiva y prácticamente carece de «frentes de masas». Por último, IS es una organización que languidece constructivamente, caracterizada por una generación militante vieja, y es cualitativamente más débil que sus compañeros del FIT.

[2] Esta realidad es responsabilidad sobre todo del PTS, que le cedió ese peso al PO como carta de negociación para dejar afuera al Nuevo MAS de dicho frente. Para estas elecciones le concedieron al PO que encabezara las principales candidaturas en los dos principales distritos del país, lo que transformó a Altamira y Pitrola en los excluyentes portavoces del frente; de integrar nuestro partido dicho frente, habría otro tipo de contrapesos. Pero ese contrapeso nos hemos visto obligados a construirlo desde fuera, y obtuvimos un claro triunfo político al respecto en esta elección, a pesar del límite de no haber pasado el corte proscriptivo del 1,5%.

[3] La propia dirección del PO define sin prurito alguno al FIT como «negocio electoral». Así lo plantearon los compañeros en la única cita que tuvimos este año tratando de rediscutir la incorporación del Nuevo MAS al mismo. Tal definición transforma a «toda la izquierda argentina», según Altamira, en una romería mercantil y porotera.

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2.- El balance del Nuevo MAS

Cuando la política se sobrepone a las relaciones de fuerzas adversas

«La política revolucionaria como aplicación ‘subjetiva’ (en el sentido de hecha por un sujeto) a un campo de determinaciones objetivas puede mover montañas en la medida que adquiera terrenalidad deduciéndose lógicamente de sus mismas premisas; o, como pidiera Lenin en sus ‘Notas filosóficas a Hegel’, que sepa atrapar los eslabones más fuertes de la cadena de la propia realidad.» (Ciencia y arte de la política revolucionaria)

Como parte del fenómeno objetivo de giro a izquierda de una franja del electorado en ruptura con los K, nuestro partido realizó una elección histórica: nunca en su historia el Nuevo MAS había obtenido semejante elección y, menos que menos en condiciones tan adversas en lo que tiene que ver con el grado de instalación, medios materiales, acceso a la televisión, magnitud militante y demás con el FIT como tal, sin olvidarnos del carácter de frente de la izquierda del mismo. De ahí las felicitaciones y declaraciones públicas de voto que hemos recibido de activistas, luchadores, compañeros de trabajo, periodistas como la «Negra» Vernaci de la Rock & Pop y muchos otros, militantes de otras corrientes, incluyendo muchos kirchneristas y otros.

Una hazaña política

Desde ya, las grandes masas no han comentado la elección de la izquierda (se habla de Massa, los K y no mucho más; en esto hay que guardar las debidas proporciones: el 95% del electorado ha votado a las fuerzas burguesas[1]). Pero si se trata de la amplia vanguardia y un poco más allá, ya el público es mucho más informado y festeja la elección del FIT, pero no deja de sorprenderse, también, por la nuestra.

Esto nos remite a la explicación de nuestra votación. Aquí hay varios factores políticos y «estructurales». Los políticos tienen que ver, sin duda alguna, con el acierto de la política electoral con la que encaramos la campaña. Nuestro partido no podía encarar una campaña con la globalidad con que sí podía hacerlo (y, en cierto modo, desaprovechó) el propio FIT.

Optamos, por el contrario, por establecer ejes políticos bien claros de campaña que reflejaran reivindicaciones sentidas de la clase obrera, la juventud y el movimiento de mujeres, aprovechando a la vez la palestra electoral para denunciar los responsables políticos de esos flagelos, siempre desde una perspectiva de oposición de clase al gobierno kirchnerista, y de pelea y no de adaptación a las reglas de juego del régimen político. Algo que el FIT no podría afirmar honestamente de su propia campaña, marcada por todos lados por rasgos poroteros.

Este aprovechamiento revolucionario de la palestra electoral se demostró de una fuerza tremenda respecto de nuestras posibilidades materiales reales, como ocurre siempre que se formula correctamente la política revolucionaria y se la considera como una palanca transformadora, apoyándose en ciertas premisas.

Luego están los factores materiales. Encaramos la elección del 2011 con la exclusión sin principios del FIT y una sola legalidad: la de la provincia de Buenos Aires. No nos dejamos impresionar por la adversidad electoral, por la paupérrima cosecha en votos que obtuvimos, ni por la votación del FIT, que en sus versiones más oportunistas auguraban nuestra «desaparición». Es otra enorme enseñanza de la lucha revolucionaria: nunca hay que dejarse impresionar por la propaganda del enemigo de clase o los adversarios en el campo de la izquierda: la realidad es siempre menos chata y homogénea de lo que los propagandistas de cualquier tipo quieren presentar; está plagada de contradicciones y plantea siempre puntos de apoyo para un desarrollo ulterior o para dar vuelta una situación adversa. Lo que labora detrás de los fenómenos es un conjunto de desarrollos opuestos, «un entresijo de procesos dialécticos que tienen lugar en un mundo inacabado» (Ernst Bloch) y que siempre dan pie para una lucha si ésta es realmente revolucionaria.

Frente a esta adversidad -que tuvo, sin embargo, el beneficio de templar a las nuevas generaciones partidarias- votamos un plan de trabajo abnegado que nos permitió llegar a esta elección con cuatro legalidades, al borde de reunir las condiciones para reclamar la nacional. Así, parte importante de la juventud de nuestro partido se volcó todo el verano pasado a la obtención de la legalidad partidaria en la provincia de Córdoba, donde hicimos una elección histórica.

Junto con esto, nuestro partido desarrolló una gran campaña electoral militante, buscando llegar a más amplios sectores que los habituales, y haciendo el uso más eficiente posible de nuestros escasos recursos. Esto último es, también, una de las artes políticas: la máxima utilización de escasos recursos.

Se trata de una ley de desarrollo de nuestros partidos: los saltos en calidad constructivos de las organizaciones revolucionarias se producen a partir de una concentración de todos los recursos políticos en un solo punto (como recomendaba Clausewitz en el arte de la guerra) buscando dar ese salto con una política que se hace fuerte porque parte de ciertas premisas materiales y objetivas.

Hacia la construcción del Nuevo MAS como partido de vanguardia

Que en condiciones tan adversas hayamos logrado quebrar la inercia, abriéndonos paso por entre la votación de la izquierda y estableciendo una relación de cinco a uno con un FIT en pleno ascenso en los principales distritos es una hazaña político-electoral que muestra el enorme progreso y consolidación del proyecto socialista revolucionario que expresa el Nuevo MAS. El límite ha sido, somos conscientes de ello, que no hayamos podido quebrar el piso en ninguno de los cuatro distritos donde nos presentamos, aunque quedamos muy cerca en Córdoba y Neuquén.

En cualquier caso, las tareas del momento son muy claras: las elecciones pasaron, para octubre falta mucho y de lo que se trata es de retornar a las actividades cotidianas y salir a una ofensiva de captación para nuestro partido. Muchísimos compañeros y compañeras nuevas nos han ayudado en la campaña; logramos que centenares fueran fiscales: debemos llamar a todos estos compañeros y compañeras a sumarse a nuestro partido, comenzando por la discusión del balance electoral.

Para esto hay dos tareas clave: garantizar la distribución y cobro del periódico semanal y abrir nuestros equipos -o formar nuevos- para la incorporación de más compañeros y compañeras, apuntando a la extensión nacional del nuestro partido.

Debemos hacer esto con la compresión de que acabamos de dar un paso de trascendencia hacia la instalación del Nuevo MAS como organización de vanguardia de pleno derecho. En nuestro Congreso realizado en marzo pasado discutimos que una de las condiciones para el salto a partido de vanguardia era lograr un determinado piso electoral propio. Un hecho trascendente de la elección de la izquierda es que nuestro partido ha logrado establecer proporciones con el FIT en este terreno. Se trata de un enorme triunfo que, de consolidarse, nos permitirá avanzar en el desafío que nos propusimos de transformarnos, en lo constructivo, en partido de vanguardia. Esta elección constituye un paso de enorme importancia en ese camino.

Notas

[1] Aquí cabe una observación metodológica: la votación obtenida por la izquierda puede significar mucho o no tanto, dependiendo de las condiciones de la lucha de clases y de la inserción orgánica de la izquierda revolucionaria. Así como un resultado electoral puede actuar achicando su peso real, también puede hacerlo aumentar: aquí hay todo tipo de proporciones variables. En todo caso, la clave es si la situación es revolucionaria o no, y cuál es el peso orgánico de los socialistas revolucionarios en la clase obrera, en sus principales bastiones, en la juventud, en los sectores populares y demás. Esto da la pauta del trabajo que tenemos por delante para aprovechar esta votación no solamente en el terreno electoral, sino en el cotidiano, para convertir a nuestros partidos en fuerzas históricas desde el punto de vista de la transformación socialista de nuestra sociedad.