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Sobre mentiras y ocultamientos

Fuentes: Rebelión

La llegada del 2007 y las correlativas fechas electorales parecen traer como contrapartida una necesidad por parte del gobierno argentino de maquillar los males de la economía. Todo eso se hará para ocultar las consecuencias del modelo económico que sigue vigente desde que se implementó el terrorismo de Estado. A la hora de divulgar los […]

La llegada del 2007 y las correlativas fechas electorales parecen traer como contrapartida una necesidad por parte del gobierno argentino de maquillar los males de la economía.

Todo eso se hará para ocultar las consecuencias del modelo económico que sigue vigente desde que se implementó el terrorismo de Estado.

A la hora de divulgar los números de la economía está sentando un grave precedente que le puede ser muy útil al establishment político y económico para ocultar los indicadores económicos que se acercan más a la verdad.

En Argentina los medios masivos de comunicación siempre han dejado para un segundo plano la muestra y el análisis de los números del costo de la vida en relación a la situación económica de la mayor parte de la población.

Y, encima de todo, los argentinos nos desayunamos con la noticia de que una técnica del Índice Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) fue desplazada. Todo esto genera muchos interrogantes.

Por un lado, ¿se reflejan con veracidad hasta la fecha los verdaderos números de la economía? Por el otro, ¿es posible que ciertas cifras sean manipuladas para que ciertos números no parezcan tan alarmantes como en realidad son?

Esa funcionaria se llama Graciela Bevacqua quién será reemplazada por una profesional de carrera que pertenece a las filas del Ministerio de Economía. Vaya casualidad. Eso significa que el organismo que se encarga de exponer de una manera objetiva los indicadores socioeconómicos, ha sido intervenido por un ministerio oficial.

Todo esto generó la comprensible respuesta de los trabajadores del INDEC. Ellos se autoconvocaron para exigirle una respuesta al director del instituto, Leilo Mármora, y que les de una explicación válida.

De todas formas es sabido que siempre habían existido enfrentamientos y tensiones entre Economía e INDEC. Todo esto se debe a que los gobiernos ven con malos ojos el trabajo de profesionales encargados de ejercer una función neutra pero contundente.

Ahora, cualquier número que el INDEC brinde a la opinión pública puede llegar a estar sospechado de oficialismo. Es natural que eso suceda, y los peor de todo es que Economía es una cartera que trabaja en función de variables ajenas a la regulación de las variables del mercado. La política de «piloto automático» del Ministerio de Economía consiste en apelar a las ideas de crecimiento sustentable, el valor del dólar, la «previsibilidad».

Es curioso este último concepto. Siempre se utliza desde una visión conservadora. Ser previsible es hacer lo mismo que siempre. O sea mantener los privilegios, las privatizaciones y un costo de vida que sólo el mago Merlin puede afrontar si pertenece a la categoría de ocupado por tener un subsidio menor a la canasta básica de alimentos.

Parece que al oficialismo le molestan los números limpios, sobre todo cuando el engaño es moneda corriente. Y esa es una cruda realidad cuando millones de personas que no pueden llegar a fin de mes se las considera «personas que tienen empleo».

Lo que los burócratas nunca van a decir es la manera en que millones de familias de los barrios carenciados y los suburbios sobreviven en un país donde el crecimiento económico se mide con el grosor de las billeteras de los grandes empresarios o banqueros de turno.

La actual Ministra de Economía, Felisa Miceli, es una vieja discipula del ex titular de la hacienda, Roberto Lavagna. El mismo que alguna vez dijo que los aumentos de precios son un problema porque eso «genera inflación».

Según esta nefasta lógica, a la mayor parte de la población le va muy bien para los precios sean tan altos. Es que a los funcionarios de Economía les interesa que los salarios queden congelados pero no hace nada para que las empresas se dediquen a bajar los precios.

Eso si, los burócratas se están encargando de que la opinión pública no se sienta alarmada por ningún dato. Para que no se asuste. Así pueden seguir manejando la economía sin ningún estorbo. Con toda la «previsibilidad» que el Fondo Monetario Internacional les exige como un padre enojado.