El discurso de la Presidenta ante la Asamblea Legislativa inaugurando el 132º período de sesiones ordinarias del Congreso constituyó una expresa defensa de la democracia burguesa. En ese sentido coincide con la concepción instalada por Raúl Alfonsín igualando a la democracia burguesa con la democracia «en general». No se trata solamente de que sea una […]
El discurso de la Presidenta ante la Asamblea Legislativa inaugurando el 132º período de sesiones ordinarias del Congreso constituyó una expresa defensa de la democracia burguesa. En ese sentido coincide con la concepción instalada por Raúl Alfonsín igualando a la democracia burguesa con la democracia «en general». No se trata solamente de que sea una ideología del kirchnerismo, o de Alfonsín, o de Cristina. Es una ideología generalizada en el pueblo contra la que hay que luchar. Pero ¿Qué es la democracia? Que se haga la voluntad de la mayoría del pueblo. Y esta voluntad es esencialmente la expresión de las necesidades de ese pueblo. En la satisfacción de esas necesidades consiste la tarea democrática. No hay ninguna causa legítima que pueda impedirlo. No se puede alegar ninguna razón para hacerlo. Cuando se habla de ponerle un límite, digamos, «moderado», «comprensivo«, a los piquetes y cortes de calles, lo que se está diciendo es: sí, pidan, reclamen, movilícense, pero respetando los límites de la democracia burguesa. Estos límites no son la satisfacción plena de las necesidades del pueblo, sino los límites burocráticos con los cuales funciona el Estado, por más democrático que sea si se maneja dentro de la democracia burguesa. No son tampoco los límites objetivos entre la conciencia, la organización y la capacidad de lucha del pueblo por sus reivindicaciones y el poder del capital concentrado; es decir, lo que esa lucha puede llegar a arrancarle al capital concentrado en cada coyuntura. Son los límites dentro de los que se mueve la gestión de un gobierno democrático burgués, su funcionamiento burocrático, en mayor o menor medida. El respeto a los tiempos fácticos del sistema judicial, del parlamento, y de todas las instituciones de la democracia burguesa.
Si bien el gobierno realiza acciones para aligerar este funcionamiento y democratizarlo en alguna medida, todo se mantiene muy lejos de una democracia en la que la inmensa mayoría del pueblo ejerciera efectivamente el poder día por día.
¿Qué necesidad hay de respetar los límites de funcionamiento de la democracia burguesa? La necesidad de defender los intereses de la clase capitalista, en particular de su sector más poderoso, el capital concentrado. De lo que se trata es que no se puede afectar la gran propiedad del campo, no se pueden cobrar retenciones, no se puede estatizar el comercio exterior ni nacionalizar la banca, no se pueden hacer auditorías a las grandes empresas, se debe respetar el secreto de la contabilidad de las mismas, debe haber libre acceso a la compra de divisas, es obligatorio subsidiar a las grandes empresas, no se debe investigar y controlar la evasión impositiva, las ganancias extraordinarias, la fuga y no ingreso de divisas, no se debe cambiar la estructura privada, oligopólica y extranjerizada de la economía argentina, etc., etc. Es el capital el que le dice a los gobiernos: los avances democráticos pueden llegar hasta aquí, pero no más lejos. Y el gobierno de CFK acepta esos límites. Con ese respeto no es mucho lo que se puede hacer para mejorar la vida de la inmensa mayoría de la población. Están en riesgo todos los avances logrados bajo el kirchnerismo.
Entre ellos la Presidenta mencionó las viviendas del plan Pro.Cre.Ar, la creación de nuevos hospitales, disminución de la mortalidad infantil y materna, disminución del Mal de Chagas, 16 hospitales más que realizan trasplantes de órganos, eliminación de la hepatitis A, 3.812.054 netbooks entregadas en 9.800 escuelas, 1.700 escuelas nuevas construidas, 406 de educación técnica, aulas-talleres móviles, Plan Fines, Plan Prog.r.es.ar, con 504.000 inscriptos. Convenios laborales, aumento de los afiliados a los sindicatos como en la UOM, la UOCRA y CTERA, aumento de la cantidad de jubilaciones (87 %) de tres millones a casi seis millones de jubilados (5.907.000), el 46 por ciento por la moratoria, asignaciones familiares 1.905.000 familias, 3.478.000 niños y niñas, 82.000 embarazadas. En desarrollo social, microemprendimientos, Programa Ellas Hacen, programas contra la violencia doméstica, cooperativas de trabajo en todo el país, y centros de integración. Mil vagones nuevos para la renovación total de todos los trenes de la región metropolitana y del Gran Buenos Aires, crecimiento de la industria, etc., etc.
Será muy difícil mantener y ampliar estos y otros avances, debido, entre otras cosas, a que es muy problemático mantener el superávit fiscal y de la balanza comercial externa respetando los límites de la democracia burguesa.
No existe ninguna razón «natural» [1] para que no sean satisfechas plenamente las necesidades del pueblo, en forma inmediata, o en muy poco tiempo. Si la democracia burguesa fuera democracia plena no constituiría ningún peligro para su normal funcionamiento la respuesta inmediata y efectiva a todos los reclamos del pueblo.
Esta limitación está expresada en forma extrema en una nota de La Nación del 26.2.14 firmada por Alberto Benegas Lynch (h), conocido por su pensamiento de extrema derecha, que resume en una frase el contenido último de esta limitación a la democracia burguesa: «…la democracia concebida como el gobierno mayoritario limitado por los derechos de la minoría se corresponde a todo el pueblo, es decir, a la suma total de la mayoría y la minoría…». Cabe detenerse a analizar un poco esta frase. ¿Cómo limitan los derechos de la minoría la voluntad de la mayoría del pueblo? Es difícil pensar que existan derechos de la minoría que justificadamente limiten la voluntad de la mayoría del pueblo. ¿Qué derechos de la minoría ameritarían limitarla? No hay forma de imaginarse cuáles podrían ser. Ningún derecho general de la ciudadanía es conculcado a la minoría por la voluntad del pueblo. Todos los derechos que corresponden a la mayoría del pueblo también incluyen a la minoría. Derecho a la vida, al trabajo, a la educación, etc. Todos los derechos constitucionales, todos los derechos establecidos por las leyes. Entonces ¿de qué derechos de la minoría se está hablando? De los derechos de la clase dominante, los derechos de los capitalistas, y de los dueños de la tierra. La frase implica que el gobierno de la mayoría del pueblo ejerce sus derechos siempre y cuando no afecte la ganancia empresaria, no afecte la propiedad privada empresaria, etc., etc. O sea, la prioridad la tienen los intereses empresariales, y la mayoría podrá acceder limitadamente a sus derechos, residualmente. O sea, lejos de ser una «democracia para la mayoría y la minoría», sigue siendo la dictadura de la minoría sobre la mayoría del pueblo.
Aquí se pone de manifiesto con toda crudeza el pensamiento de la clase capitalista. Y es a estos límites a los que la presidenta ha manifestado tajantemente respetar. No renuncia a seguir avanzando en lograr mayores conquistas democráticas, mayores reformas económicas, etc., siempre y cuando se respeten los «derechos» de la clase dominante. El margen para «avanzar» queda así limitado a «lo posible», resbalando hacia el «posibilismo» clásico y típico de los radicales. Es una continuidad de la política instalada por Alfonsín desde antes de la guerra de Malvinas.
El 10 de diciembre de 2013 se cumplieron treinta años desde el fin de la dictadura militar. Treinta años de democracia. Pero no se dice que no son treinta años de cualquier democracia, sino de una forma particular de ésta que es la democracia burguesa. No es la única democracia posible. También está la democracia proletaria. Pero solamente se habla de democracia en general, cuyo significado real en los hechos es democracia burguesa, es decir la dominación del capitalismo bajo formas democráticas. Esto no impide festejar los 30 años de esta democracia burguesa, porque la diferencia con la dominación del capital bajo la dictadura militar es abismal. Y además, a pesar de las limitaciones propias de la democracia burguesa, se han producido avances democráticos muy importantes que hay que defender y profundizar.
El concepto de democracia en general y abstracto no existía de la misma manera que hoy en la conciencia colectiva hasta los años ’70 previos a la dictadura. Menos aún en la época de las luchas sociales que tuvieron su pico inicial en el Mayo Francés. La ideología generalizada era la revolución social, o por lo menos un cambio radical en toda la sociedad. Fue Raúl Alfonsín quién instaló la idea de la democracia en general, como único marco en el cual se podría desarrollar la lucha del pueblo por el pleno bienestar de la población, simbolizada en la famosa frase Con la democracia se come, se educa, etc.. Antes y durante de la guerra de Malvinas Alfonsín ya decía que el eje fundamental era la democracia que inevitablemente vendría después de la dictadura militar. Era la concreción (en la versión alfonsinista) de la preocupación de la dictadura militar de garantizar que la vuelta a la democracia parlamentaria sólo fuera un cambio de forma, manteniendo el dominio del mismo poder económico que había acuñado y sustentado la dictadura, a resguardo de todo ascenso de la lucha social.
La dictadura militar no cayó por la derrota de Malvinas, como se dice habitualmente. La movilización obrera del 30 de marzo de 1982, que se mantuvo inclaudicable hasta el oscurecer de ese día, marcó inexorablemente el comienzo del fin de la dictadura. El problema para la dominación burguesa era que realizar elecciones en el escenario social que se abrió a partir de ese 30 de marzo implicaba un proceso de radicalización democrática con fuerte predominio de la clase obrera. La guerra de Malvinas cumplió la función de sacar a la clase obrera del centro de la escena, inundar de ideología nacionalista al conjunto de la población, en especial a la clase media, y permitir el retorno a la democracia burguesa sobre esa base. Por esa razón también la burguesía prefirió un gobierno radical, para marginar aún más al movimiento obrero. A los ojos de la burguesía un gobierno peronista, más allá de su populismo de conciliación de clases, constituía un futuro impredecible por su base obrera.
Desde esta instalación por Alfonsín de la democracia «en general» (burguesa) como el terreno máximo sobre el cuál se pueden desarrollar los avances democráticos, económicos y sociales, prácticamente toda la clase media progresista lo considera una verdad demostrada e inamovible. Considera que «la democracia es ésta» aunque hay que mejorarla. Es cómo si se dijera: «ésta es la persona indicada», sólo hay que cuidarla, mejorar su salud, su cultura, etc., pero «ésta es la persona, no hay otra».
La verdad es muy distinta. La democracia es el gobierno del pueblo. De la mayoría del pueblo, que no es otra que la formada por todos aquellos que viven de su trabajo y no del trabajo ajeno. Y el desarrollo pleno de la democracia no admite, por su propia naturaleza, ninguna limitación a la obtención plena por la mayoría del pueblo de todas las conquistas democráticas, económicas y sociales. Inexorablemente la democracia burguesa, la democracia limitada por los intereses de los capitalistas, deberá ser cambiada por tantas nuevas formas democráticas como sea necesario.
A esto es a lo que la presidenta le dijo que no: sólo dentro de la democracia burguesa, sólo dentro de esos límites. Es la primera vez que desde la cabeza del kirchnerismo, Néstor o Cristina, se es tan tajante.
No es casual. La incertidumbre sobre hasta cuándo el kirchnerismo continuaría saliendo de las crisis por la izquierda, ampliando los derechos democráticos, económico y sociales, como fue la estatización de las AFJP, Aerolíneas, la AUH, etc., ha quedado definitivamente dilucidada. Ningún gran enfrentamiento con el poder capitalista. Solamente reformas moderadas.
Es fundamental que todos los avances logrados no se pierdan, porque la ofensiva del capital concentrado seguirá. Los límites autoimpuestos por el gobierno dejan poco margen para que siga tomando medidas progresivas. Es imprescindible que todo el pueblo tome esta lucha en sus manos, para esto es necesario que adquiera conciencia de la realidad de la situación, y es tarea de los verdaderos socialistas ayudar a la elevación de esta conciencia.
La mención que hizo la presidenta del presentismo docente se inscribe dentro de una tendencia a «moderar» los derechos de los trabajadores docentes. En determinado momento dice, por ejemplo: « No puede ser que cada año sea un parto el inicio de clases por la discusión salarial» . Ningún docente pide salarios por encima o muy por encima de la inflación, es la defensa del salario real, es un reclamo perfectamente discreto, absolutamente necesario y legítimo. Para que no sea un parto el inicio de las clases simplemente se debería acceder a esas demandas mínimas, absolutamente irrenunciables. El gobierno respeta las ganancias de los grandes empresarios, no cambia la legislación impositiva de regresiva a progresiva, tolera todos los artilugios contables que las grandes empresas efectúan para no pagar o pagar cifras irrisorias en el impuesto a las ganancias. No puede avanzar por ese lado, entonces debe retroceder y avanzar sobre los salarios docentes. Ha renunciado a avanzar, ha comenzado concientemente a retroceder. Esa es la novedad. Hasta esta disertación de la presidenta el kirchnerismo ha venido diciendo «vamos por más». Ese «vamos por más» desapareció de la alocución. Si bien las características de un discurso en la asamblea legislativa puede suponerse que excluye por su naturaleza ese tipo de declamaciones, no hay ninguna frase que sugiera que se continúa por ese camino.
También la presidenta fue clara en cuanto a la limitación de la protesta social: «vamos a tener que sacar alguna normativa de respeto a la convivencia ciudadana, porque no puede ser… No puede ser que diez personas te corten una calle, por más razones atendibles que tengan. No puede ser.» Nuevamente, aquí de lo que se trata es de que se respeten en forma irrestricta los derechos de la ciudadanía. Para que no haya cortes de calle la solución es sencilla: ¿Cuál es el reclamo por el corte de calle? Se satisface el reclamo en forma inmediata y el corte desaparece. Y hay que subrayar la palabra inmediata adelántandonos a los que pueden decir que inmediata es una utopía. Cuando realmente se disponen todas las medidas para solucionar tal o cual problema y todos los que protestan perciben que realmente están atendiendo sus reclamos, no prosiguen los cortes.
«Creo que además todo el mundo tiene el derecho a protestar, pero no cortando las calles e impidiendo que la gente vaya a trabajar; y no complicándole la vida al otro. Creo que vamos a tener que legislar sobre una norma de respeto y convivencia urbana, donde todo el mundo proteste.» La gente que va a trabajar, los «otros», no son otros, son ciudadanos, y todos los ciudadanos tenemos que hacernos responsables de los problemas de todos los ciudadanos. O nos ayudamos entre todos o estamos perdidos. Si cada reclamo es apoyado instantánea y masivamente por toda la población, el reclamo es satisfecho y desaparece. Si cada ciudadano se olvida del resto obviamente las cosas se complican, y el poder capitalista y su estado, por más progresista que sea el gobierno, tiene amplio margen de acción para manejar el reclamo en forma burocrática, darle largas en el tiempo, desgastar la energía y la organización de los que reclaman, en definitiva, defender sobre todo los intereses del poder económico dominante. Por todo esto la solución a este problema también tiene que ver con ampliar la lucha democrática más allá de los límites de la democracia burguesa.
Y con respecto a la condena a cadena perpetua a los trabajadores petroleros de Las Heras, Santa Cruz, la afirmación de la presidenta es absolutamente inadmisible.
«Yo les voy a contar a los que no saben qué es lo de Las Heras. En 2006, en un conflicto, un policía que salió a defender su comisaría en la localidad de Pico Truncado, fue muerto a palazos en el piso. .. lo patearon y murió. Le reventaron todos sus órganos».
Más allá de otras consideraciones, habiéndose comprobado en el juicio procedimientos totalmente ilegales, torturas a testigos, y ausencia de prueba alguna para esa afirmación, la frase se inscribe abiertamente en la defensa de los intereses de las empresas petroleras, que quieren que se dicte una condena extrema que disuada de futuros reclamos sindicales en el futuro.
Esta frase de la presidenta es una reafirmación más (esta vez abandonando toda defensa de los derechos humanos) de los límites de la democracia burguesa, que como se sabe es la forma más perfecta de la dictadura de la burguesía, porque bajo apariencias democráticas controla toda la sociedad utilizando su riqueza para dominar a todo el mundo. [2]
Todo esto no quiere decir que el kirchnerismo haya abandonado sus metas de crecimiento industrial con inclusión social. Solamente que lo seguirá haciendo hasta donde los límites de la democracia burguesa lo permitan. Pero el poder económico avanza permanentemente sobre los derechos del pueblo. Si se le ponen límites a la lucha por estos derechos, si se renuncia a ampliarlos todo lo que sea necesario hacerlo, no se puede permanecer en el mismo lugar, inevitablemente se retrocede. Esta es la perspectiva.
Notas:
[1] Natural en el sentido de que obedezca a causas de la naturaleza, no al uso que hace de ella el capitalismo; naturales en el sentido de que aún cuando se consiguiera, por ejemplo, el máximo de producción de bienes posible con el actual nivel de tecnología, aún así no alcanzara para toda la población. Esas limitaciones «naturales» no existen. Existen las limitaciones que de una u otra manera generan las empresas impidiendo la plena satisfacción de las necesidades del pueblo.
[2] Federico Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado.
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