Soles y flores, allí donde hubo tanta muerte. Con ese mensaje de vida, las Madres de Plaza de Mayo desembarcaron el jueves en el edificio donde funcionaba el Liceo Naval, uno de los 34 pabellones de la Escuela Mecánica de la Armada (ESMA), donde hubo 5000 detenidos-desaparecidos entre 1976 y 1983. Más de 31 […]
Soles y flores, allí donde hubo tanta muerte. Con ese mensaje de vida, las Madres de Plaza de Mayo desembarcaron el jueves en el edificio donde funcionaba el Liceo Naval, uno de los 34 pabellones de la Escuela Mecánica de la Armada (ESMA), donde hubo 5000 detenidos-desaparecidos entre 1976 y 1983.
Más de 31 años y 8 kilómetros de distancia separan las primeras marchas de las Madres en la Plaza de Mayo del desembarco en el centro de detención clandestino más sangriento de la última dictadura argentina.
Allí pondrán en funcionamiento un centro cultural que se llamará «Nuestros Hijos», que será dirigido por la folclorista Teresa Parodi.
«Cantaremos canciones dentro de estos muros, hablaremos de poesía, seremos maestros, alumnos, alfareros, músicos, actores, artesanos, poetas, titiriteros, honestos soñadores, esperanzados habitantes de un mundo mejor, en el que creemos porque creemos en nosotros mismos», dijo emocionada durante su discurso, en el que llamó a cambiar odio, llanto y muerte por amor, alegría y vida.
Minutos antes, el arribo de las Madres respetó la tradición. Con los brazos enlazados y formadas en filas, llegaron cantando sus históricas consignas. «A-hora, a-hora, resulta-in-dis-pensable, apa-rición con vida y cas-tigo-a-los-culpables».
A la cabeza, Hebe de Bonafini, madre de dos desaparecidos, dirigió la batuta. «Vivan nuestros hijos desaparecidos, viva la vida, le ganamos a la muerte»/ «queremos decirle a los represores que les ganamos, que no pudieron con nuestros hijos ni con nosotros»/ «es el triunfo de la sangre de nuestros hijos», dijo la presidenta de las Madres en la toma de la ESMA.
Pintar por la vida
Muñidas de vasitos de plástico con témperas de colores y pinceles, un ejército de Madres enfundadas con sus pañuelos blancos en la cabeza, encorvadas y viejitas, pero con una determinación indeclinable, se acercó a los murales ocres y empezó la tarea.
«Vamos a pintar la vida compañeros. Pintemos soles y flores, nada de mamarrachos», arengó de Bonafini.
«¿Quién tiene amarillo? Necesito pintar un sol». Elena Gerbilsky, cuyo hijo desapareció en 1977 y pasó por la ESMA, relató a Público sus sentimientos mezclados. «Siento júbilo, mucha alegría, pero también tristeza. Esto es un sueño, es una reivindicación, pero no deja de ser muy duro para nosotras. Pero mirá la gente joven que hay aquí. Nosotras estamos viejas, pero tranquilas porque hay jóvenes que seguirán nuestro legado».
A unos metros, Evangelina, de 32 años, pinta un sol junto a su hija Danila, de tres años, que lleva una camiseta que reza «30 años de vida venciendo a la muerte». «Ella nació sabiendo lo que pasó, no hace falta que se lo expliquen: «como trabajo en la Universidad de las Madres, vive rodeada por la idea de reivindicar la vida», dice.
Diego, nacido en septiembre de 1977, explica por qué pidió permiso en su trabajo para ir a pintar junto a las Madres: «Somos la generación que no tiene que repetir esta historia de horror y miserias. Nunca más a la intolerancia, a la sangre por las ideas».
Al terminar, soles, flores, estrellas, corazones y frases como «Era la vida misma» o «Podrán cortar todas las flores, pero no podrán parar la primavera».
De centro de torturas a sede pro derechos humanos
El edificio en el que funcionó el Liceo Naval es el primero en ser ocupado por un organismo de derechos humanos. El largo proceso de mudanza de las instituciones que funcionaban en el predio comenzó el 24 de marzo de 2004 de la mano de Néstor Kirchner.
A diferencia de las Abuelas y de la línea fundadora, que utilizarán sus espacios asignados en el predio de la ESMA como museos de la memoria, las Madres resaltan el valor por la vida y marcan sus diferencias.
«Nosotras nunca firmamos la muerte de nuestros hijos», dicen. «Se trata de seguir el sueño vivo de nuestros hijos, no de recordar su muerte. A ellos los lloramos cuando estamos solas», concluye Gerbilsky.
Ahora, el predio de 17 hectáreas y 34 edificios será administrado en conjunto por el Estado nacional, la ciudad de Buenos Aires y entidades sociales y de derechos humanos. «Iremos diseñando para que esto no sea un mosaico de cosas dispersas sino un proyecto integral», explicó el secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde.
Anunció, además, que antes del bicentenario de la Revolución de Mayo, en 2010, todo el predio estará en funcionamiento.