En la última reunión del grupo «3+1» Estados Unidos volvió con la farsa de células de Hezbollah en Ciudad del Este. Los gobiernos de la región pidieron evitar daños innecesarios a la zona. La lógica es siempre la misma. Cada dos o tres meses el gobierno de Estados Unidos lanza una advertencia a los gobiernos […]
En la última reunión del grupo «3+1» Estados Unidos volvió con la farsa de células de Hezbollah en Ciudad del Este. Los gobiernos de la región pidieron evitar daños innecesarios a la zona.
La lógica es siempre la misma. Cada dos o tres meses el gobierno de Estados Unidos lanza una advertencia a los gobiernos de la región sobre la existencia de células terroristas en la Triple Frontera. Acto seguido, los principales portavoces de Washington en el sur -«atemorizados» ante la presencia del «Partido de Dios», de Osama Ben Laden, de su red Al Qaeda y un sin fin de renombres-, publican titulares como: «Actuaría en la Triple Frontera una célula de Hezbollah».
Hasta acá nada nuevo. El título del diario argentino La Nación, aporta a una perspectiva arto seguida por quienes sostienen fidelidad al mito sobre la presencia de «grupos terroristas en la Triple Frontera». Sin embargo, hasta el día de hoy no existen registros de turistas secuestrados y enviados a medio oriente o de quienes se hayan cruzado con el incorpóreo Osama.
Estados Unidos estigmatiza a la región desde los atentados contra el Word Trade Center y el Pentágono en septiembre de 2001. Incluso en la mesa de negociaciones del ataque a Afganistán, se barajó la posibilidad -aunque no pasó a mayores- de atacar la Triple Frontera.
Aquella vez, los principales representantes de Estados Unidos, se apiadaron. Quizás la próxima, no. Por lo pronto, la zona continúa siendo un lugar de infinita belleza: La pequeña y pintoresca Puerto Iguazú (Argentina), la enorme y prolija Foz do Iguazú (Brasil) y la exótica y desconocida Ciudad del Este (Paraguay).
El artículo de La Nación -antes citado- hace referencia al plenario en seguridad de la Triple Frontera realizado en Buenos Aires los días 4 y 5 de diciembre. El mismo, elaboró el mecanismo «3+1», fruto de las presiones de Washington sobre Argentina, Brasil y Paraguay.
Sin bien los gobiernos de la región ya vigilaban e intercambiaban información sobre esta área desde 1998 cuando crearon el Comité Tripartito para la Triple Frontera, cedieron ante la diplomacia estadounidense y conformaron hace cuatro años el esquema de cooperación denominado «3+1» (Argentina, Brasil y Paraguay + Estados Unidos).
El documento de la última reunión difundido por la Cancillería argentina deja entrever algunas pujas entre los países del sur y el agregado. ¿Cuáles son?.
El punto 10 del texto establece claramente que «no fueron detectadas actividades operativas de terrorismo en el área de la Triple Frontera».
Sin embargo, el punto 11 da cuenta de un estudio realizado sólo por Estados Unidos en el que se identifican a nueve individuos y dos entidades (según La Nación serían locales comerciales) que el gobierno norteamericano acusa de «financiamiento del terrorismo» de acuerdo -y esto debe quedar bien claro- «con su legislación interna». En este mismo punto Argentina, Brasil y Paraguay «manifiestan que la información presentada no aporta nuevos elementos que pudieran permitir afirmar la existencia de actividades terroristas en la región, incluyendo el financiamiento del terrorismo».
El punto 12 establece que para que el grupo «3+1» pueda consolidar su trabajo es necesario «transparencia, buena fe y confianza mutua». Además exige que «el intercambio de informaciones se realice entre los países participantes por medio de los canales adecuados». Esto es en clara alusión al informe redactado por el Departamento del Tesoro que Estados Unidos introdujo en la reunión plenaria y en el que acusa a nueve personas de ser parte de Hezbollah.
Por último el documento hace un llamado a todas las autoridades de los países participantes a tener en cuenta la necesidad de evitar daños innecesarios a la imagen de la Triple Frontera.
Los gobiernos de la región vienen soportando sistemáticas presiones por parte de Washington. Estas medidas no tienen otro objetivo que establecer criterios de legitimidad para desembarcar en la zona.
Argentina, Brasil y Paraguay, por su parte, tienen controlado el punto tripartito, al menos en lo que respecta a asuntos de seguridad internacional.
Es indiscutible que los sangrientos ataques terroristas del 11-S realzaron la agenda de seguridad en la región. Sin embargo, esta agenda no logró ser impuesta pese a reiterados intentos -como lo demuestra el caso que puntualizamos.
El Consenso de Buenos Aires, un documento al que suscribieron Argentina y Brasil en noviembre de 2003, contiene una breve alusión a la lucha contra el terrorismo y por otra parte, una crítica severa al unilateralismo norteamericano.
En definitiva, no hay nada concreto en las acusaciones de Washington. Las denuncias son parte de una retórica militarista -de años- operativizada desde el Departamento de Estado en sociedad con una poderosa maquinaria comunicacional que articula con los grandes medios de comunicación locales.