Estamos transitando la tercera gran reconversión del capitalismo argentino desde 1976. La primera fue la de la Dictadura, la segunda la del menemismo.
Al señalar como reconversión, me refiero al cambio que transformó a la Argentina de producción industrial (aunque subdesarrollada y dependiente) a un modelo de especulación financiera y extractivismo primario. La Dictadura lo hizo posible con las leyes de Entidades Financieras y de Inversiones Extranjeras, además de la prórroga de jurisdicción a favor de los tribunales de Londres y Nueva York y la renuncia a oponer la inmunidad soberana de los bienes embargables de la Nación frente a los acreedores extranjeros (estas leyes no fueron derogadas ni modificadas por ningún gobierno constitucional, y todos los gobiernos firmaron la prórroga de jurisdicción en cada emisión de deuda).
Menem profundizó la dependencia a través de la cesión al capital especulativo internacional del patrimonio nacional, fruto de décadas de ahorro popular. Junto a Domingo Cavallo reconoció al cien por ciento los bonos de deuda devaluados al 15% como pago por las empresas privatizadas. Destruido el entramado económico y social, cambió el paradigma del proceso de producción en nuestro país profundizando la especulación financiera y el extractivismoo depredador con poco o nulo valor agregado. Lo que siguió con los gobiernos de De La Rúa, Duhalde, los Kirchner y los Fernández (con altibajos y algunas contradicciones) fue la continuidad de este modelo. Pero lo que nos espera a partir de este año es una nueva etapa histórica descendente de la mano del FMI y sus cómplices locales. Si bien fue Mauricio Macri quien abrió la puerta a un nuevo sometimiento, son los Fernández quienes materializaron la entrega a través de lo que llamaron “acuerdo”. Desde el Congreso Nacional, a exigencia del Fondo, legalizaron la estafa macrista, cerrando las puertas a una denuncia ante el Tribunal Internacional de La Haya; para esto contaron con el apoyo de todo el establishmen y los medios masivos de propaganda.
La voracidad del capital especulativo mundial es tal que durante más de diez años estaremos sometidos, no sólo al pago de lo supuestamente adeudado (además de la llamada sobretasa, que aumenta en un 20% la deuda) sino a controles trimestrales del FMI, monitoreando la aplicación del ajuste a las cuentas fiscales como salud, educación, previsión social, etc. A todo esto hay que sumarle el alineamiento geopolítico con Washington.
Triste etapa la que nos quieren obligar a transitar.
Si en todo este proceso neoliberal se multiplicó la pobreza, el desempleo y el déficit habitacional, es fácil imaginar la tragedia que nos espera.
Como consuelo y aliciente cabe recordar la tradición de lucha de nuestro pueblo que, esperamos, no se doblegará ante estas intenciones. Las masivas marchas contra el FMI, la Marcha Federal y las luchas por el agua en Mendoza, Chubut y Mar del Plata, son dignos ejemplos de ello.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.