La nueva obra de Carlos Fazio: Terrorismo Mediático. La construcción social del miedo en México, (México: Editorial Debate, 2013), contribuye a desentrañar la actual realidad de nuestro país a partir de dos ejes centrales. Por un lado, establece un hilo conductor en torno al pasado reciente de México y, por otro, visibiliza los mecanismos que […]
La nueva obra de Carlos Fazio: Terrorismo Mediático. La construcción social del miedo en México, (México: Editorial Debate, 2013), contribuye a desentrañar la actual realidad de nuestro país a partir de dos ejes centrales. Por un lado, establece un hilo conductor en torno al pasado reciente de México y, por otro, visibiliza los mecanismos que instrumentan el Estado y los grupos dominantes para mantener el poder a través de un control mediático sobre la sociedad.
Escritor, catedrático y periodista uruguayo-mexicano, Fazio es uno de los analistas independientes más reconocidos en temáticas geopolíticas, de seguridad y militares, así como religioso-políticas. Profesor de la UACM y la UNAM, Fazio es también articulista del periódico La Jornada y autor de libros como La cruz y el martillo, una biografía política del obispo mexicano Sergio Méndez Arceo; El tercer vínculo: de la teoría del caos a la militarización de México; En el nombre del padre: depredadores sexuales en la Iglesia, y El eje Wojtyla-Ratzinger, ¿la dictadura del Papa?
El concepto de terrorismo mediático -acorde con Fazio-, está relacionado con un entramado de estrategias políticas, económicas, sociales y psicológicas que buscan crear realidades ficticias, miedos colectivos y convertir mentiras en verdades que permitan manipular a la sociedad de acuerdo al conflicto y al enemigo en cuestión. Si partimos de la idea de que para el poder todo sujeto que considere una amenaza a sus intereses, se concibe como una guerra, entonces el terrorismo mediático parte de la siguiente premisa:
«La guerra psicológica utiliza una caracterización simplista y maniquea (bueno/malo, negro/blanco) para describir al enemigo. El propagandista debe utilizar las palabras claves capaces de estigmatizar al contrario y de activar reacciones populares. En realidad, de lo que se trata, al utilizar el mito de la guerra, es de satanizar al adversario, arrancarle todo viso de humanidad y cosificarlo, de tal modo que eliminarlo no equivalga a cometer un asesinato.»(pp.24-25)
Como parte de esta estrategia, Fazio explica cómo se entiende la información desde el espacio radioeléctrico:
«Informar es hacer asistir al espectador al acontecimiento mediático como happening . No hay causas. No hay actores. No hay contexto. No hay memoria. No existe la historia. La realidad ahora se ve como un espectáculo. Las leyes del espectáculo mandan sobre las exigencias y el rigor de la información». (p.27)
Este es un libro de gran utilidad para el análisis político de la situación mexicana de las dos últimas décadas. Constituye un trabajo de periodismo de investigación, en el que los acontecimientos políticos nacionales son interpretados críticamente con base en el análisis de las estrategias contrainsurgentes de los militares estadounidenses, particularmente después de los atentados del 11 de septiembre. Uno de los elementos claves de estas estrategias es el papel asignado a los grandes medios de comunicación, y a la tergiversación de la realidad como arma de guerra.
En los trece capítulos de la obra el autor logra una lúcida descripción de los acontecimientos más polémicos que se han dado en los últimos 15 años en nuestro país, esto es, justo aquellos que descubren y revelan los mecanismos del poder, y colocan en entredicho la ética de la política, explicando por qué cada vez más la ciudadanía no confía en los políticos y en las instituciones.
Presenta en su capítulo introductorio y a lo largo del texto una explicación de lo que significa la guerra psicológica, los distintos tipos de propaganda (blanca, gris o negra) y su puesta en práctica por Estados Unidos en las guerras de Irak y Afganistán. La propaganda blanca, señala, es «aquella que se difunde y se reconoce por la fuente o por sus representantes oficiales; es una actividad abierta, franca, en la que el emisor no oculta su identidad»; «la propaganda gris es anónima. Es decir, no es identificable por su fuente (no lleva firma alguna) y queda librada a la imaginación del público». Y la propaganda negra, «es aquella que aduce otra fuente y no la verdadera; esconde su origen detrás de nombres ficticios, o bien, material falso se atribuye a fuentes reales». (pp.23-24) Esta última es la utilizada en las operaciones clandestinas de los servicios de inteligencia para buscar desinformar al enemigo y se utiliza generalmente a través de filtraciones.
Este primer capítulo, en particular, es de utilidad para distinguir lo que está ocurriendo actualmente en Siria, donde se armó y financió a la oposición al gobierno de Bashar Asad por no regirse bajo los intereses de Estados Unidos y crear, en consecuencia, las condiciones propicias para una intervención militar que finalmente quedó en suspenso por la intervención del gobierno de la Federación Rusa. Fue el mismo modelo utilizado en Nicaragua con los contras en la década de los ochenta del siglo pasado, y que finalmente dio el resultado esperado al interrumpir por las vías electorales a la Revolución Sandinista y apoyar el arribo a la presidencia de la candidata de la derecha proclive a sus designios.
Asimismo, el autor describe las estrategias propagandísticas y mediáticas que Estados Unidos ha utilizado en la historia reciente para justificar su intervención en los casos de Irak, Afganistán y Libia, entre otros; deja evidencias de cómo el gobierno estadounidense es la principal matriz del terrorismo mediático. Como ejemplo de ello, y tras repasar los recientes conflictos bélicos en los que Washington ha estado involucrado, escribe con respecto a la agresión e invasión de Irak:
«El 14 de diciembre de 2005, Bush reconoció y asumió toda la responsabilidad por los ‘errores de inteligencia’ en torno al presunto arsenal nuclear iraquí. El 6 de abril de 2007, un informe desclasificado del Pentágono descartó los supuestos nexos entre Saddam Hussein y la red Al Qaeda, otro de los argumentos utilizados por la administración Bush para invadir Irak. El 16 de septiembre de 2007, al darse a conocer adelantos del libro de memorias del ex presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, La edad de la turbulencia: aventuras en un nuevo mundo, quedó ratificado lo que todo el mundo sabía: que ‘la guerra en Irak fue por petróleo'». (p.50)
A partir del segundo capítulo, Fazio trata con profundidad el caso mexicano, iniciando con el análisis del asesinato de Paco Stanley en 1999, encaminado a desprestigiar políticamente al Ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, entonces Jefe de Gobierno del Distrito Federal y precandidato presidencial por el PRD para las elecciones del año 2000. En torno a esta coyuntura política, aborda la huelga estudiantil de la UNAM de 1999, planteando que la misma respondía a la anarquía y el caos que implicaba la izquierda mexicana y sus formas de lucha, buscando crear un ambiente de incertidumbre similar al de 1994, cuando apareció el zapatismo, bajo la estrategia del voto del miedo.
Los capítulos de la obra de Fazio dan una idea precisa de su contenido y con ello, lo indispensable de su lectura: 1. Guerra imperial y desinformación. La mentira del Pentágono como arma de guerra; 2. El caso Stanley y el golpismo mediático; 3. A propósito de la ingeniería del consenso. Los mega-ultras del poder y la reconquista de la UNAM; 4. De los video escándalos a la crisis con Cuba; 5. La danza del desafuero I. La PGR como instrumento político del poder; 6. La danza del desafuero II. El affaire Bejarano; 7. De las maras y Al Qaeda a una narcoguerrilla mexicana; 8. La danza del desafuero III. Tiempo de canallas; 9. Estrategia de lodo y odio en una República plutocrática; 10. El caso Atenco: ¿laboratorio para un Estado contrainsurgente?; 11. Una elección envenenada y la protesta ciudadana; 12. México: ¿hacia un Estado de excepción?; 13. La república de Televisa.
La obra ofrece al lector la teoría y los datos empíricos para entender la construcción social del miedo en México ante el caudal de información relativa a las estrategias puestas en práctica para conservar intactas las estructuras del poder político y económico nacional y transnacional. Se trata, en síntesis, de generar miedo al cambio, a las alternativas, a las variadas formas de lucha de la sociedad, proyectar al pueblo como un sujeto anárquico e incapaz de organizarse, y se ofrece, en correspondencia con este imaginario «peligroso», la opción de lo ya conocido, no perfecto, pero sin riesgos.
«Los tres ejes claves en esa construcción del miedo, como caballos de Troya para militarizar al nuevo Estado autoritario e imponer la tolerancia cero de la doctrina Giuliani, son el terrorismo y el ‘eje del mal’ (Cuba y Venezuela incluidas), el populismo radical (Hugo Chávez, Evo Morales, Andrés Manuel López Obrador) y el crimen organizado. Ante esos enemigos míticos, imaginarios, impredecibles, utilizados como distractores (que en algunos casos existen, pero son potenciados por los medios de difusión masiva como propagandistas de la ‘razón de Estado’ para imponer leyes más duras y recortar las garantías constitucionales e individuales), el modelo que busca imponer el sistema de dominación en el seno de nuestros países es la ‘mano dura’: la militarización de las policías y la policialización de las Fuerzas Armadas (Ejército y Marina)». (pp.178-179)
En el estudio del uso de los medios, Fazio encuentra una carencia de ética en la política, un proceso de degradación de las instituciones, un presidencialismo exacerbado y una clara sumisión de los poderes Legislativo y Judicial, los abusos del poder, la enraizada práctica de la corrupción, el Instituto Federal de Acceso a la Información (IFAI) como un simulacro para responder a la demanda ciudadana de transparencia, la mentira como política de Estado y el terrorismo mediático como herramienta de los poderes fácticos.
Como columna vertebral del terrorismo mediático que existe en México, Fazio revela las alianzas entre políticos, oligarcas y los propietarios de los medios de comunicación masiva, principalmente los dos monopolios televisivos: Televisa y TV Azteca. Como ejemplo de ello, sostiene:
«El modelo plutocrático generó una nueva ‘clase política’, depredadora y mafiosa, conformada por individuos amorales que amasaron fortunas ilegales gracias a sus nexos con el gran capital y otros que operan de manera circense como capataces de los dueños del dinero y se arrodillan y juran lealtad ante el diktat del dios Pluto. Eso fue, ni más ni menos, el llamado Pacto de Chapultepec, suscrito en el alcázar del castillo el 29 de septiembre de 2005. Los empresarios, sus aliados políticos y los propagandistas (Televisa, TV Azteca, cadenas radiales, la prensa escrita, la jerarquía católica, actores, futbolistas, sindicalistas, rectores e intelectuales de derecha tipo Enrique Krauze), pusieron en práctica un vasto proyecto de guerra psicológica e ingeniería social para manufacturar un consenso (Celebremos México), que terminaría por agitar aún más la lucha de clases contra los trabajadores y el pueblo». (p.271)
Justo esta alianza de elites fue la protagonista central de la guerra sucia utilizada para revertir las tendencias en la intención del voto del candidato de la izquierda e impedir que López Obrador ganara en las elecciones presidenciales del 2006, implicada posiblemente en el fraude que culminó con la imposición del panista Felipe Calderón como titular del Ejecutivo Federal. Estos mismos actores, siempre atentos al momento oportuno, aparecen de nueva cuenta en las elecciones del 2012, respaldando a quien representaba sus intereses.
El texto en comento es una herramienta metodológica en el campo del análisis de los dinámicos y cambiantes comportamientos electorales y sus particularidades frente a otras experiencias de la región latinoamericana. De igual forma, desentraña el manejo de los datos, y la gran diferencia entre la información en los medios de orientación oficial y los datos de fuentes independientes frente a los mismos hechos.
Ante el terrorismo mediático, Carlos Fazio deja el reto de pensar las alternativas no sólo en el propio ámbito mediático, sino también en las que puedan generarse desde la educación y la cultura y, por supuesto, desde una nueva forma de concebir y ejercer el poder y la política.
Nayar López Castellanos. Doctor en Ciencia Política. Profesor Investigador del CELA de la FCPyS de la UNAM. [email protected]
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.