En el marco de sus planes geoestratégicos de recolonización el Imperialismo -tanto el estadounidense como el europeo- busca apoderarse de América Latina y los recursos naturales de la Argentina, en especial de la Patagonia, cobran vital importancia y por tal motivo un grupo de multimillonarios empresarios y ecologistas comenzaron a desembarcar en el país. Con […]
En el marco de sus planes geoestratégicos de recolonización el Imperialismo -tanto el estadounidense como el europeo- busca apoderarse de América Latina y los recursos naturales de la Argentina, en especial de la Patagonia, cobran vital importancia y por tal motivo un grupo de multimillonarios empresarios y ecologistas comenzaron a desembarcar en el país. Con el disfraz de la preservación ecológica se han ido apoderando de tierras del sur argentino, pero también lo han hecho en la Mesopotamia, en el Delta y en la Patagonia de Chile.
Cientos de miles y hasta millones de hectáreas de la Patagonia argentina y chilena han sido compradas, a valores irrisorios, por magnates de diferentes orígenes en los últimos años y en la gran mayoría de los casos la adquisición de tierras se concretó con el apadrinamiento de fundaciones ecologistas o con la supuesta finalidad de la preservación ecológica. Pero en realidad todo esto se inscribe en un proyecto geoestratégico de recolonización donde el imperialismo de los Estados Unidos -y de otros imperialismos- busca apropiarse de regiones valiosas en recursos naturales, biodiversidad y fundamentalmente no contaminadas por el accionar del hombre.
Esta realidad no es exclusividad de la Patagonia, también se ven llegar los tentáculos hasta zonas como el acuífero Guaraní (en la región de la Triple Frontera de Argentina, Brasil y Paraguay); o al área del Amazonas y a la región centroamericana. Paradójicamente en todos estos territorios pueden divisarse planes económicos (Area de Libre Comercio de las Américas, Plan Puebla Panamá, Plan Dignidad) y militaresi que se transforman en piezas claves de un andamiaje recolonizador que Estados Unidos encabeza, en este caso, en América Latina.
Mientras la población mundial se reproduce y crece constantemente, los recursos naturales, en particular el agua, tienen una durabilidad finita y es ahí donde se produce uno de los primeros cuellos de botella que el Imperialismo está previendo resolver -con vista al futuro- a partir de las apropiación de los recursos naturales. Entre los años 1960 y 1970 se elaboraron varios documentos entrono de esta cuestión.
El investigador chileno Miguel Serrano planteó que «si nos remontamos a la década del ’60, durante la administración Jhon Kennedy, el gobierno norteamericano quiso reevaluar la efectividad de su política imperialista. Debido a que los conflictos bélicos estaban teniendo un costo político demasiado alto… acordaron estudiar una mejor forma de mantener su dominio sin la necesidad de la guerra convencional. Para esto reunió a doce de sus mejores científicos, sociólogos y psicólogos en la Universidad de Houston, financiados por (David) Rockefeller, quienes crearon el denominado ‘Iron Mountain Plan’, que elaboraba como solución la utilización de la preservación del medioambiente. La ‘ecología,’ al ser una causa tan noble y de relevancia universal, seria difícil que encontrara opositores. Así, comenzó la reacción y la ofensiva de innumerables grupos ‘ecologistas’, manipulados por los intereses norteamericanos» ii.
En 1974 el ex Secretario de Estado del gobierno estadounidense de Richard Nixon, Henry Kissinger, preveía que uno de los «conflictos» del siglo actual estaría marcado por el crecimiento demográfico y planteó las alternativas para solucionar la crisis que consideraba ineludible; entre esas salidas propuso el control de la natalidad y también la apropiación de territorios ricos en recursos naturalesiii.
Las usurpaciones de territorios que se producen en cualquiera de los puntos de Latinoamérica tienen características diferentes, aunque en los últimos tiempos una de las formas más utilizadas se relaciona al desembarco de grandes magnates multimillonarios que con las alforjas repletas de dólares adquieren, a precios irrisorios que rondan 10 dólares por hectárea, bastas extensiones de tierras en las zonas predilectas.
Algunos lo hacen a través de la supuesta preservación ecológica y utilizan el disfraz que les proporcionan las organizaciones ecologistas no gubernamentales que crearon para tal fin; otros directamente argumentan la compra de paraísos naturales para construir mansiones de descanso o veraneo; no faltan aquellos que se escudan en la faceta productiva y ponen en funcionamiento criaderos de ovejas, lavaderos de lanas, etc.
Pero en los últimos meses se sumaron los tenedores extranjeros de bonos de la deuda externa quienes le propusieron al Estado argentino canjear la deuda por tierras patagónicas, situación que tiene su correlato en Perú donde Estados Unidos aceptó que el país andino deje de pagar «más de 14 millones de dólares durante los siguientes 16 años (unos 875 mil anuales dólares) y, como contrapartida, deberá destinar el equivalente en nuevos soles a 10.6 millones de dólares durante los siguientes 12 años (unos 883 mil dólares anuales), los que serán utilizados en la conservación de bosques tropicales»iv.
Esta última opción tomó mucha fuerza cuando el periodista francés Antoine Bigo publicó en el diario Liberación que Argentina podría cambiar tierras por deuda externa y pocas semanas después aparecieron los jubilados japoneses adelantando que estaban dispuestos a recibir parte de la Patagonia a cambio de sus bonos impagos.
El grupo de los conquistadores extranjeros está compuesto por los hermanos italianos Carlo y Luciano Benetton quienes adquirieron cerca de 900.000 hectáreas en la provincia del Chubut, las que pusieron a producir en el rubro de la ganadería ovina, pero para concretarlo despojaron de sus tierras a las comunidades aborígenes y además fueron acusados de desviar el cauce de un río sin importarles las consecuencias ambientales. Actualmente existe un conflicto por el desalojo que, tanto la Justicia como las Instituciones chubutenses, pretenden realizar de la familia mapuche Fermín.
El biólogo santacruceño Julián Gabriel Oliva dio cuenta de la existencia de estancias compradas por el grupo textil italiano en la provincia del actual presidente de la Nación, Néstor Kirchner. Según Oliva los Benetton «ha comprado en los últimos años unas diez estancias en Santa Cruz, con alrededor de 500.000 hectáreas en ubicaciones estratégicas».
Los Benetton no son los únicos forasteros que desembarcaron en la Patagonia Austral, también se inscribe el magnate de la comunicación estadounidense Ted Turner. Con la supuesta intención de venir a pescar truchas y esquiar en las nevadas pistas cordilleranas, Turner se gastó unos dólares en las 70.000 hectáreas. A ellos también se sumaron en la conquista el dueño de la cadena Planet Hollywood, Joe Lewis; el presidente para América Latina de Walt Disney, Daniel Lerner; y el magnate húngaro George Soros (400.000 hectáreas) que junto a muchos multimillonarios, actores (Silvester Stallone, Jane Fonda y Michael Douglas) y los denominados eco baronesv desembarcaron en la región patagónica para extender algunos cheques y adueñarse de bastas extensiones de virgen naturaleza y recursos naturalesvi.
El disfraz ecologista
Tal como lo vislumbraba Kissinger las futuras guerras del Siglo XXI están siendo por los recursos naturales (agua y petróleo) pero para el Imperialismo uno de los principales problemas es la gente, porque sobran habitantes en este planeta y hacia allí se encamina su estrategia de destrucción. Esta fundamentación (o bien podría ser denominado fundamentalismo) ideológica se ve complementado por la aparición de organizaciones conservacionistas que plantean la «ecología profunda», un tipo de ecología que no contempla la existencia del hombre y aspira a conservar el medio ambiente sin la vida humana.
Pero aquí surge una clara distinción de clase y de roles en la sociedad capitalista. Los ecologistas profundos impulsan el desplazamiento del hombre de los territorios ricos en recursos naturales, pero los desplazados son los pueblos que habitan esa región o los miembros de las clases sociales bajas (esencialmente los campesinos y los aborígenes), porque su proyecto de conservación defiende la existencia de ricos burgueses y terratenientes que puedan dedicarse a la ecología y la preservación de los «paraísos terrenales» para quienes tengan la capacidad económica de comprarlos o disfrutarlos.
En este punto surgen algunas contradicciones muy profundas en uno de los casos mas paradigmáticos de las luchas de los pueblos contra las multinacionales. Entre los años 2002 y 2003 el pueblo de Esquel -ciudad cordillerana ubicada en el Noroeste de la provincia del Chubut- logró derrotar heroicamente, a partir de la movilización, el emprendimiento minero que impulsaba la multinacional canadiense Meridian Gold, pero las aspiraciones de conservar el bello y vasto recurso natural existente en la Cordillera de los Andes dejó virtualmente liberado el camino a los «ecologistas profundos» y a los terratenientes locales y extranjeros para que se puedan apoderar de enormes porciones de tierras vírgenes y ricas en recursos naturales.
En lo que respecta a la compra de tierras por parte de los ecologistas internacionales y los multimillonarios extranjeros, estos llegan a las zonas de usurpación acompañados por fundaciones ecologistas locales que se convierten en las caras visibles ante los organismos públicos y los habitantes de las regiones a ser expoliadas.
Los tres casos más importantes de estas metodologías concretadas en la Argentina muestran como organizaciones ecologistas del país se prestaron a las compras de tierras realizadas por un ecologista profundo, Douglas Tompkins. En las adquisiciones de las estancias santacruceñas (Monte León, Dor Aike, El Rincón y Sol de Mayo) fueron concretadas en varias ocasiones con el acompañamiento de la Fundación Vida Silvestrevii; mientras que la compra de la Estancia La Esperanza (ubicada en la Península de Valdéz de la provincia de Chubut) se efectivizó con el auspicio de la Fundación Patagonia Natural; en tanto que la obtención de grandes zonas de los esteros del Iberá (en la provincia de Corrientes) se consumaron con la ayuda de la Fundación Ecos de Uruguay.
Una descripción similar efectuó el analista Gustavo Herren quien remarcó: «En Chile hay preocupación por la ‘venta de la Patagonia chilena’. Varios analistas y periodistas destacados, como García Lupo (en 1999), vienen previniendo sobre la extensión de impulsos separatistas en Latinoamérica. Desde hace años el Centro Rockefeller para Estudios Latinoamericanos, una de las usinas de ideas del Nuevo Orden Mundial, difunde también la posibilidad de fragmentación territorial en Chile, Argentina o Brasil y la creación de nuevos países más pequeños. El proceso de ‘secesión progresiva’ se podría llevar a cabo con la participación de manos privadas. Probablemente, como ocurrió cuando un territorio de Guatemala concesionado a madereras inglesas, tomó autonomía administrativa secesionándose luego, en Bélice».viii
Curiosamente, y probablemente no exista casualidad en este hecho, uno de los lugares de Centroamérica elegidos por el ecologista Douglas Tompkins para desembarcar con su abanico de fundaciones ha sido Bélice y desde allí impulsa a través de la Word Land Trust y otras ONG’s las «preservación 252.000 acres de bosques nativos». Fueron justamente las compañías forestales las que propiciaron la secesión de Bélice, en 1981, proceso que terminó convirtiendo una porción del territorio de Guatemala en una «nación independiente».
Por una vertiente diferente Tompkins llegó a otro de los epicentros naturales de América Latina. Con la excusa de la reforestación y la protección de especies animales posó sus garras en el Amazonia desde los senderos del Ecuador. Allí compraron a través de la Word Land Trust seis áreas en sur ecuatoriano con una dimensión de 23.000 hectáreas.
Respecto de las apetencias separatistas existen algunos políticos argentinos que aspiran a que la Patagonia se escinda del resto del país, entre ellos se destaca el gobernador neuquino Jorge Sobish, quien hasta habría pensado en convocar a una consulta popular para definir una postura sobre el tema. Parte de la encuesta efectuada hace poco tiempo por la consultora Jorge Giacobbe y Asociados apuntaba directamente a determinar la opinión de la población patagónica alrededor de dos grandes ejes: uno era la posibilidad de canjear territorio regional por la deuda externa y otro pretendía saber la receptividad de una separación del resto de la Argentina.
El broche de oro alrededor de las posibilidades de fragmentación patagónica las proporcionó el mejicano Juan Enríquez, integrante Centro David Rockefeller para Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Harvard, quien -según el diario El Patagónico de Comodoro Rivadavia- les manifestó a los diputados chubutenses Carlos Lorenzo y Rolando Iralde que «la fragmentación territorial cumplirá una función destacada para el reordenamiento global, en cuyo marco es posible que surjan nuevos países en América Latina: en Chile, Argentina y Brasil especialmente».
Mientras todo esto sigue sucediendo en la Argentina el Estado permanece absolutamente ausente y sin ningún tipo de injerencia o regulación en un tema que debiera ser de vital importancia para los gobernantes, salvo unos pocos legisladores o alguna que otra organización ruralista han manifestado intenciones de bloquear estos mecanismos que permiten el acceso de extranjeros a enormes extensiones territoriales.
Notas
i Ver la nota «Estados Unidos militariza América Latina para imponer su dominación de Imperio colonial» publicada en la revista Marxismo Vivo (www.marxismovivo.org) de septiembre de 2003. También se puede obtener información específica en la edición número 2 (Julio 2003) de América XXI y el trabajo de Robinson Salazar (publicado en www.argenpress.info) denominado «La remilitarización de América Latina».
ii Ver el artículo denominado «La nueva Israel sudamericana», por Miguel Serrano.
iii Ver en www.rebelion.org el trabajo de Antoine Bigo, «Estado en agonía vendería la Patagonia», publicado por el diario francés Liberation el 4 de marzo de 2003.
iv Ver la nota del periódico El Expreso (www.expreso.com) titulada «Perú y EE. UU. canjearán deuda por naturaleza» del pasado 27 de junio de 2002.
v Definición que se les aplica a los empresarios, multimillonarios y magnates extranjeros que a través de la ecología se transforman en compradores de grandes extensiones de territorios.
vi Ver suplemento Enfoques del diario La Nación (www.lanacion.com.ar) del 21 de septiembre de 2003. La nota «Patagonia: de mitos e invasores» firmada por Pablo Mendelevich, con la colaboración de Mariela Arias, corresponsal en Santa Cruz.
vii En una entrevista efectuada por el diario La Nación -el 19 de abril de 2001- el periodista Fernando Halperin le consultó a Tompkins cuáles eran sus proyectos en la Argentina y el angloparlante confirmó el mecanismo de funcionamiento con las fundaciones locales lo que puede verificarse en las páginas de Internet de las fundaciones que comanda. «Estamos trabajando con la Fundación Vida Silvestre. Compramos la Estancia Monte León, de 62.000 hectáreas, en las costas de Santa Cruz, con la idea de donarla en el transcurso del próximo año a Parques Nacionales y así crear el primer parque nacional costero en la Patagonia. Es muy excitante pensar en crear un parque nacional en 2001», reveló.
viii Ver el análisis denominado «Preocupa en Chile la venta de la Patagonia», por Gustavo Herren.
* Integrante del programa radial autogestionario El cielo por asalto de Comodoro Rivadavia, miembro del grupo Economistas de Izquierda (EDI), miembro del Consejo Editorial de la revista Marxismo Vivo e investigador del Centro Regional de Estudios Económicos de la Patagonia Central (CREEPaCe). Dirección electrónica: [email protected].