Sr. Presidente:
Soy apenas un ciudadano que, junto con millones de compatriotas, votó por usted en diciembre pasado. Y soy uno de los tantos que habita esta tierra maravillosa, pero adolorida, porque las grandes mayorías populares desde hace más de un siglo son violadas y explotadas sistemáticamente por bandas de capitalistas y empresarios ladrones, y mentirosos contumaces, que además son tan bestiales que cada vez que nuestro pueblo levanta cabeza con dignidad, y hace oír las voces del abajo, no vacilan en bombardear, torturar y asesinar con tal de sostener su sistema de privilegios y explotación.
Usted sabe todo esto, Presidente, le sobran estudios, militancia y sensibilidad para saberlo, de modo que no gastaré más letras en describir esta cruel realidad.
Sé que me lee, además, porque me lo dijo y eso me honra. Pero no dejo de ser, en estas líneas, apenas un escribidor que observa y se duele ante el espectáculo de esta Argentina tan desigual, tan mentida y por momentos desesperada. Y digo la Argentina completa, que conozco por haberla recorrido varias veces, de Jujuy a Ushuaia, y porque vivo en una de las provincias más castigadas y en gravísimo peligro, hoy, ante la devastación de los bosques –y los pueblos que viven en esos bosques– en aras de infames beneficios para cuadrillas de dizque «productores».
Y me dirijo a usted para asegurarle que además de la pandemia que sensatamente está controlando su gobierno, observo un clamor sordo y peligroso doquiera camino, un fastidio que todavía no estalla pero crece en el espíritu, el inconsciente o como quieran llamarlo, del pueblo argentino. Y es que la injusticia en esta tierra no se aguanta más, y me refiero a toda ella: social, jurídica y económica. Es ya un sinsentido, un atropello a la razón, y en la generalización incluyo a millones de ciudadan@s que no ven todavía con sus ojos y se dejan arrear por mercaderes, charlatanes y mentirosos al servicio de pocos y extravagantes millonarios.
Usted lo sabe y en el abajo también. Por eso millones de compatriotas lo siguen, lo seguimos, con esperanza y dispuestos a apoyarlo. Porque sabemos que está usted en cierto modo maniatado por las formas, condicionado por las presiones y lobbies de las corporaciones, por la dudosa «Justicia» y también por las mañas de cierto sindicalismo retrógrado. Y es claro, y obvio, que también le pesan las presiones imperiales y de los organismos acreedores, y la amenaza de los fondos buitres. Todo eso está a la vista y también suma para que usted concentre la enorme popularidad que se ha ganado con justicia por su atinado manejo de la crisis pandémica. Pero le confieso que temo que eso no le alcance para domeñar a la caterva de miserables que usted mismo definió con acierto.
Por eso estas líneas: porque se lo ve sometido a presiones extraordinarias. Y desde afuera del poder quiero decirle que millones apreciamos su lucha (y personalmente destaco el discretísimo acompañamiento de Cristina) y lo respetamos y admiramos por cómo aguanta de pie los embates de empresarios, latifundistas y banqueros indignos y prepotentes. Más allá de yerros y designaciones extrañas –que las izquierdas tradicionales no dejan de señalar, que es lo que mejor les sale–, es enorgullecedor y convocante para millones de argentin@s saber que es usted el que conduce la canoa.
Pero la batalla recién empieza y es absolutamente necesario y decisivo no perderla, no retroceder, no aflojar ni un milímetro. Desde hace ya muchos años hay economistas, intelectuales, juristas y dirigentes políticos y sociales que en todo el mundo señalan que en algún punto se tiene que cortar la cadena perversa que hoy somete a los pueblos. El economista Horacio Rovelli, de origen y militancia radical hasta que como muchos se hartó de la genuflexión suicida, acaba de calcular que «si el 70 por ciento de los titulares de los 400.000 millones de dólares de activos de argentinos en el exterior pagaran el impuesto a los bienes personales, el Estado dispondría de más de 5.000 millones de dólares anuales para enfrentar la emergencia».
El grado de concentración de la riqueza es, además de obsceno, agobiante. Y en la Argentina es ya insostenible. Debe cortarse de una vez, con o sin pandemia. Y como el turno histórico de hacerlo le ha tocado a usted, a mí me parece que las grandes mayorías argentinas, y todas las personas de paz que militamos por la Memoria, la Verdad y la Justicia, estamos y estaremos con usted a la hora de decidir que toda deuda infame no se debe pagar. Y que toda fortuna, prebendaria o no, debe pagar impuestos muy por encima de los que pagan las mayorías trabajadoras.
Por eso es decisivo que el Congreso sancione la aplicación del impuesto a la riqueza. Y que eso sea el inicio del camino hacia el cambio profundo del sistema bancario argentino, que por lo menos desde la Ley de Entidades Financieras de Martínez de Hoz es un sistema de negocios y evasiones impositivas atroz, facilitador de más de 40 años de miserabilidades.
Es claro que no lo incito a lanzarse a lo bestia contra los que usted bien definió como «miserables». No los embista, no los pelee, que ya sabe usted, como todos sabemos, qué es lo que buscan. Pero sí le pido que no afloje, que convenza, que siga marcando el rumbo como hasta ahora.
Los prestigios presidenciales –se sabe– suben y caen como las olas en el mar. Ahí vemos a nuestra vecina, la Sra. Bachelet, cómo se le despeina el prestigio día a día. Por eso al suyo que es altísimo hay que cuidarlo, Presidente, y somos millones los que estamos dispuestos, porque nosotros lo pusimos allí y usted lo reconoció con palabras inolvidables el diez de diciembre al asumir.
En síntesis, disculpe si esta misiva es enfática. Este ciudadano todo lo que pretendió y quiere es simplemente decirle, pedirle, rogarle que no afloje frente a buitres y miserables, y que por favor convenza de lo mismo a gobernadores y legisladores.
Con todo respeto.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/259277-carta-publica-al-sr-presidente