Parece que del congreso de la CGT a realizarse en julio saldrán dos CGT. A las desavenencias propias del sindicalismo se sumaron las diferencias políticas promovidas por el gobierno. Las leyes de la dialéctica se aplican al «movimiento obrero organizado» y «cuerpos orgánicos del movimiento obrero», como gusta llamarse la ortodoxia peronista. «Uno se divide […]
Parece que del congreso de la CGT a realizarse en julio saldrán dos CGT. A las desavenencias propias del sindicalismo se sumaron las diferencias políticas promovidas por el gobierno.
Las leyes de la dialéctica se aplican al «movimiento obrero organizado» y «cuerpos orgánicos del movimiento obrero», como gusta llamarse la ortodoxia peronista. «Uno se divide en dos» expresa la dialéctica e ilustra la práctica de los dirigentes sindicales: una CGT, alojada en Azopardo 802, puede terminar fraccionada en dos, cuando se reúna el congreso.
La cita es el próximo 12 de julio en el microestadio de Ferro, cuando unos 2.000 delegados de los 200 gremios que componen la CGT, elijan el nuevo Consejo Directivo y el secretario general.
Hasta ahora ese cargo lo detenta Hugo Moyano, quien transita por su segundo mandato y aspira a un tercero. Sus detractores se oponen precisamente a esa continuidad y hacen acusaciones de «personalista» en contra del camionero.
Personalismos más o menos, esa no es la discusión central, que pasa por otro lado. Más bien lo que discute en esta oportunidad es la relación que debe tener el gremialismo con el gobierno, sobre todo, y con las patronales, en menor medida. Los hay quienes tienen una postura más crítica sobre Cristina Fernández de Kirchner, sobre todo por su falta de respuesta a demandas planteadas desde el año pasado. Es el caso del moyanismo.
El otro bando procura mantener la mejor relación con la presidenta, para recoger la mayor cantidad de concesiones en paritarias, reintegros de obras sociales, subsidios, etc. Allí operan los «Gordos» Oscar Lescano (Luz y Fuerza), Rodolfo Daer (Alimentación) y Armando Cavalieri (Comercio); los «independientes» Gerardo Martínez (UOCRA), Andrés Rodríguez (UPCN) y José L. Lingeri (Aguas Sanitarias); los «no alineados» Antonio Caló (UOM) y Ricardo Pignarelli (SMATA), más Luis Barrionuevo (Gastronómicos y «CGT Azul y Blanca»).
Entre esos adversarios del actual secretario cegetista también revistan los que podrían llamarse los «traidores», como su ex operador Omar Viviani (taxistas) y Roberto Fernández (UTA). Moyano no está solo porque lo secundan Juan Carlos Schmidt (Balizamiento), Julio Piumato (Judiciales), Omar Plaini (Canillitas), Jorge Lobais (textiles) y Gerónimo Venegas (UATRE), además de otros sindicatos y el de choferes de camiones a cargo de su hijo Pablo. No es que hasta ahora la central obrera fuera un dechado de unidad. Hace tres años se fue Barrionuevo, en una dirección bien pro-patronal y antigobierno, ligada al duhaldismo y a Francisco de Narváez. En el seno de Azopardo, sin alcanzar la virulencia de estos días, chocaban los moyanistas con los «Gordos» y sus aliados «Independientes», que amagaban con dar el portazo. No se fueron, cosa que posiblemente hagan en julio próximo. Demonizar al camionero, si bien galvaniza a grupos dispares, no significa ninguna garantía de unidad. Es posible que, cuando salga de foco ese «enemigo principal» sobre cuatro ruedas, los antimoyanistas vuelvan a subdividirse en dos o más fracciones.
¿Se preparan para romper?
En lo formal, Moyano viene cumpliendo con los pasos estatutarios en búsqueda de su re-reelección. Reunió al Consejo Directivo de la CGT a fines de marzo pasado, donde se propuso hacer el Congreso el 12 de julio próximo y citó al Comité Central Confederal para el 23 de mayo. En el CD tuvo mayoría de 20 sobre 35 miembros, sin asistencia de sus opositores, que también vaciaron el CCC, donde se sumaron 30 gremios nuevos que seguramente votarán por el camionero, entre otros la Federación Argentina de Trabajadores Estatales presidida por el cordobés José Pihen.
Esas inasistencias de los «Gordos», «Independientes», «No Alineados» y barrionuevistas deja ver su táctica de no concurrir al congreso. No fueron a esas reuniones previas y objetaron la confección de padrones pues piensan que le jugarán en contra los nuevos congresales surgidos de esas flamantes incorporaciones a la CGT.
Lescano evaluó que «habrá dos centrales, una legal, transparente y representativa, y otra conducida por Moyano, tirando piedras desde la vereda de enfrente».
¿No será que la inasistencia de estos opositores a las reuniones orgánicas de la CGT se debe a su temor de quedar en minoría allí y en el congreso?
Esto último es lo que afirman los socios de Moyano. Sostienen que la mayoría de los delegados votará por su candidato, incluso los de gremios alineados en el otro bando. Al debutar un sistema de voto individual y secreto de los representantes, se posibilitaría que el delegado opte por el camionero aún perteneciendo a un sindicato de la contra. Podría suceder. Lo ha blanqueado Ángel Tello, titular del SMATA Córdoba, al admitir que la seccional sufragaría por Moyano por su defensa del salario, el requerimiento de universalización de las asignaciones familiares y la protesta contra el pago de impuestos al salario, que no es ganancia.
El gobierno nacional, que actualmente hace recaer sobre 1.8 millón de asalariados ese impuesto a los salarios, anunció que en julio venidero elevará el monto del mínimo no imponible, lo que distenderá la situación. Por supuesto no lo elevará a los 12.000 pesos que pedía la CGT, para que recién a partir de ese monto se tributara, pero aunque lo suba un 20 o 25 por ciento, será un alivio. ¿A quién beneficiará de los dos sectores enfrentados? En principio, al moyanismo, que más duro pegó contra esa política recaudatoria del PEN. Es posible que la información de la AFIP haya querido darle una mano a Caló y los antimoyanistas, como para que los re-reeleccionistas tuvieran una bandera menos, pero el resultado puede ser visto como fruto de la presión constante de la actual conducción de la CGT.
Lo formal y lo real
Los dos bandos en pugna, pero sobre todo los opositores a Moyano, hacen hincapié en los aspectos formales. Como se señaló, éstos denuncian supuestas maniobras del oficialismo en materia de padrones. Plaini, en nombre de su jefe político, reprocha a los antimoyanistas no haber aceptado discutir un programa común en el salón «Felipe Vallese». De ese modo alimenta la irreal hipótesis de que con Barrionuevo, por caso, se podría acordar una misma plataforma reivindicativa y luego cada uno sostener sus propios candidatos. Lo real es que hay bastantes diferencias políticas entre las diferentes agrupaciones cegetistas.
Una tiene que ver con la decisión de respaldar o no las medidas de fuerza de sus afiliados a lo largo del año, y no sólo en la semana o semanas de la pulseada de paritarias. En este caso casi todos los dirigentes auspiciaron un paro de actividades, como la UOM el 10 de mayo, que terminó obteniendo 24 por ciento de aumento, o la Bancaria, que logró 24.5 luego de fuertes denuncias contra su patronal. Su afiche denunciaba que el Citibank no pagaba 972.000 horas extras anuales. Buena plata, ¿verdad?
En general, sin ser ninguna maravilla, Moyano ha apelado más a medidas de acción directa en defensa de demandas gremiales, por ejemplo por despidos de choferes en Chubut o en la cadena EKI. Eso, magnificado y sumado a su política no neoliberal en los ´90, le permitió a increpar a sus adversarios que fueron cómplices de decenas de miles de cesantías, como Lescano en Segba.
Caló y su gremio metalúrgico no ha sido muy combativos en estos últimos años; fueron más bien cómplices de las privatizaciones, como en Somisa deglutida por el grupo Techint al costo de más de 10.000 despidos. Este es hasta ahora el candidato a la secretaría general por el sector, habiéndose mostrado en reuniones en Luz y Fuerza junto a Lescano, Barrionuevo y Gerardo Martínez. Este último fue el primer candidato de CFK hasta que lo dañó políticamente la denuncia de que había sido personal civil de inteligencia (léase buchón) de la dictadura en el II Cuerpo de Ejército.
Por supuesto, el bloque oficialista tiene sus impresentables, como Venegas de UATRE, cómplice de las situaciones de esclavitud laboral en el campo descubiertas con las multinacionales con las manos en la masa de peones.
Entre los dirigentes de uno y otro sector los menos malos parecen ser los agrupados en torno a Moyano, por aquella historia del MTA en los ´90, su pelea contra la Banelco y por las reivindicaciones actuales, incluido el proyecto de ley Recalde para que las empresas distribuyan parte de sus ganancias.
Sus adversarios están más pegados al gobierno y las patronales, con la salvedad de Barrionuevo, un duhaldista crónico. Y como tales, quedan desacomodados cuando la presidenta denosta las medidas de fuerza gremiales y las califica de «extorsión».
De todas maneras, debe quedar claro que el 90 por ciento de estos gremialistas, de la CGT, la CGT Azul y Blanca y otros gremialistas burocráticos difieren en mucho con Agustín Tosco y los sindicalistas combativos de la historia. Son hijos de Vandor, Rucci y en el mejor de los casos de Ubaldini. Por eso ninguno de ellos hizo un acto por el 1 de mayo ni se acordó hoy del Cordobazo en su 43º aniversario.
Fuente: http://www.laarena.com.ar/