BUENOS AIRES, 12 jul – En un contexto de incertidumbre económica y elevada inflación, el sindicalismo de Argentina, lejos de cerrar filas como aconseja la situación, sigue su proceso de fragmentación y desde este jueves 12 ya son cinco las centrales que se reparten a los trabajadores organizados. La Confederación General del Trabajo (CGT), que hasta […]
BUENOS AIRES, 12 jul – En un contexto de incertidumbre económica y elevada inflación, el sindicalismo de Argentina, lejos de cerrar filas como aconseja la situación, sigue su proceso de fragmentación y desde este jueves 12 ya son cinco las centrales que se reparten a los trabajadores organizados.
La Confederación General del Trabajo (CGT), que hasta hace poco se mostraba con mucha fortaleza al agrupar a la mayoría de los sindicatos, quedó ahora dividida en tres sectores que se disputan el nombre de la central creada hace mas de 80 años y afín al gobernante Partido Justicialista (peronista) desde su nacimiento a mediados del siglo XX.
Las disputas, que se aceleraron en las últimas semanas, giran en torno a la cercanía o lejanía política de los dirigentes respecto del gobierno de Cristina Fernández, del ala centroizquierdista del peronismo, en momentos en que la actividad económica se enlentece.
A esa fragmentación de la CGT hay que sumarle la división en dos que sufrió en 2010 la Central de los Trabajadores de la Argentina, que también se debió a las posturas de sus dirigentes respecto del gobierno, pese a que es un conglomerado de tendencia centroizquierdista ajeno a la tradición peronista. Nació en 1991 como otra escisión de la CGT a impulsos de dirigentes que se oponían a la política neoliberal del gobierno de Carlos Menem (1989-1999).
«Estas fracturas no tienen un origen económico ni laboral, sino que son exclusivamente políticas, y van a complicar las negociaciones por mejoras salariales», señaló a IPS el sociólogo Ernesto Kritz, experto en temas laborales.
Para Kritz, de la consultora SEL, «la fragmentación en un contexto inflacionario puede incrementar las demandas sindicales, porque, si están desunidos cuando uno consigue un aumento, el rival va a tratar de obtener un poco más», alertó.
En Argentina, la tasa de inflación anual según el estatal Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) es de 9,8 por ciento, pero esa medición es cuestionada por la oposición política y social desde 2007, cuando una intervención directa del gobierno desplazó a las autoridades de entonces.
Datos que publican consultoras privadas, como el Centro de Investigación y Formación de la República Argentina, vinculado a la CTA, ubican la inflación actual en torno a 22 por ciento anual.
Esto generó una aceleración de la puja salarial entre empresarios y los trabajadores que pugnan por aumentar sus ingresos de manera de mantenerlos actualizados frente al incremento de los precios de la canasta básica.
Pero, a su vez, la actividad económica está ralentizada. En 2011, el crecimiento del producto interno bruto fue de 8,7 por ciento, pero las proyecciones para este año son de entre tres y cinco por ciento.
Esta desaceleración y el alza de precios generan inquietud en ámbitos laborales vinculados a la exportación, como la industria automotriz o la textil, donde ya se registraron suspensiones de la plantilla laboral y caída en las expectativas empresarias de nuevas contrataciones. También recrudeció el conflicto de los empleados estatales con su empleador, debido a las dificultades fiscales en algunos distritos, como el de la oriental provincia de Buenos Aires, la más poblada del país, donde están en huelga maestros, funcionarios del Poder Judicial, médicos y otros servidores públicos.
Kritz advirtió que la división sindical no conviene a nadie. «Las empresas también prefieren negociar con una central única. Pero acá hubo un proceso de división que fue creciendo y terminamos ahora con cinco centrales sindicales», remarcó. Si bien las negociaciones salariales en Argentina las lleva cada sindicato en particular por actividad, sin importar a qué central está afiliado, la CGT es la única que puede discutir el salario mínimo oficial con la representación patronal y el gobierno. A partir de ese sueldo básico se hacen las tratativas en la industria privada.
El dirigente de los camioneros, Hugo Moyano, fue reelegido este jueves 12 como máximo dirigente de la CGT, pero en el marco de un congreso impugnado por el Ministerio de Trabajo y al que faltó una nutrida masa de delegados sindicales, muchos de ellos de suma importancia por su representatividad.
Moyano fue elegido en 2004 y en 2008, en momentos en que se manifestaba conforme con las políticas del gobierno, primero de Néstor Kirchner (2003-2007), fallecido en 2010, y luego de su esposa, Fernández.
Pero en 2011, Moyano comenzó a distanciarse de este sector gobernante y perdió aliados suficientes para lograr un tercer período en la votación de este año de la CGT mayoritaria.
Hace tres semanas, el dirigente camionero realizó un acto en la Plaza de Mayo, el paseo situado frente a la sede del gobierno, al cual muchos delegados de la central optaron por no asistir en rechazo a su postura opositora a Fernández. No obstante, este jueves Moyano logró ser reelegido en un congreso sin rivales y con la notoria ausencia de delegados de más de un centenar de sindicatos.
El grupo de sindicatos que había cuestionado la convocatoria de Moyano no solo no concurrió a este congreso, sino que ya había decidido, en una reunión realizada de urgencia el martes 10, convocar a un comité de la CGT para agosto y a elecciones para renovar la dirigencia para el 3 de octubre.
Este grupo que rechaza la continuidad de Moyano está encabezado por el líder metalúrgico Antonio Caló, favorito para ser elegido como secretario general de esta nueva facción de la CGT.
A estos dos sectores enfrentados se debe añadir un tercero, encabezado por el sindicalista gastronómico Luis Barrionuevo, quien se enfrentó a Moyano en la anterior elección de la CGT en 2008.
Barrionuevo se negó a competir con Moyano en esa oportunidad y creó la llamada CGT Azul y Blanco, que agrupa a un tercer abanico de sindicatos y que subsiste sin mayor gravitación en las discusiones con las patronales.
Las tres CGT reúnen a trabajadores que están en la economía formal, y por lo tanto registrados, con aportes a la seguridad social. En cambio, hay más de 30 por ciento de activos que se desempeñan fuera de ese mercado en condiciones precarias.
A pesar de sus reiterados reclamos ante la Organización Internacional del Trabajo, la CTA no tiene personería sindical por la existencia de una ley que impide la existencia de más de una central.
La CTA se diferencia de la CGT porque permite la libre afiliación y la elección directa de delegados. En cambio, la CGT exige que el trabajador se afilie a un solo sindicato que es el que reconoce la central por rama de actividad.
Otra diferencia es que solo la CTA acepta en sus filas a los trabajadores desocupados, que en los años 90 sumaron cientos de miles, a precarios y a los jubilados.
La CTA se fracturó tras una reñida votación entre dos candidatos. Ambos se adjudicaron el triunfo y es la justicia la que aún debe dirimir esa cuestión. Un sector acompaña las políticas de gobierno y el otro se opone.
Fuente original: http://www.ipsnoticias.net/wap/news.asp?idnews=101183