Sombras y alguna luz frente al oscuro panorama que, en Argentina, ofrecen los primeros días del año.
La actual ofensiva contra derechos y conquistas logradas, con enormes sacrificios a lo largo de décadas de luchas populares, no es un capricho ideológico o una desviación psíquica de Javier Milei.
Al tiempo que él y sus funcionarios vociferan a coro que “No hay plata”, el gobierno “planifica la miseria” mediante la expropiación del patrimonio económico, productivo y cultural de los argentinos, al tiempo que saquea el salario en beneficio de las ya millonarias superganancias de las corporaciones nativas y extranjeras.
Aún antes de asumir, el 10 de diciembre, se apresuró a dar vía libre a las grandes empresas, con lo cual el costo de vida se disparó a un 30% en el último mes del año y en estos días facilitó la suba de los boletos en colectivos y los de subtes y trenes, mientras para marzo se espera un incremento de las tarifas de luz y gas, que recortarán el presupuesto familiar en unos 50.000 pesos, un tercio del actual salario mínimo, que hace tiempo ya no es ni “vital” ni “móvil”.
La fuerte caída del consumo se acentuará pues el gobierno también decidió suspender créditos blandos que la administración saliente aprobó para para jubilados y pensionados, así como liberar para la exportación siete “cortes populares” de carne, con lo que se reducirá la oferta en el mercado interno y escalará su ya casi prohibitivo precio.
Por lo pronto, el gobernador de la provincia de Buenos Aires dio una señal clara que despeja un camino para el enfrentamiento al regresivo paquete de medidas impulsado por el Ejecutivo: sin fotos ni comunicados oficiales, el peronista Axel Kicillof impulsa una Multisectorial bonaerense para unificar la acción de los sectores afectados.
Este destello, para iluminar el presente debe transformarse en un acuerdo político y social a nivel nacional, extenderse a cada provincia, ciudad y barrio, a cada espacio productivo, industrial o agrario, a los ámbitos gremial, estudiantil y cultural.
A los espontáneos “caceroleos” en las calles y avenidas de todo el país, a las primeras marchas de los estatales despedidos y a la promesa de la centrales obreras de un paro general para el 24 de enero, la hora exige un claro plan de acción, acordado con la participación activa de todos los sectores perjudicados y los conscientes de este imperativo, basado en la resistencia conjunta al atropello a los derechos de todos y cada uno.
Si cada una, y todas, las reivindicaciones se proyectan a la confrontación política con el modelo gubernamental que las frena o arrasa, podremos superar el actual cuadro de incertidumbre y angustia, impulsar un fuerte protagonismo popular que responda organizadamente a la restauración neoliberal.
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