Resulta contradictorio, a tan corto plazo de las elecciones, que siendo Cristina Kirchner y Mauricio Macri los dos grandes polos de la política argentina actual, sus candidaturas no estén totalmente aseguradas. La primera porque a pesar de su alto piso y su crecimiento sostenido en las encuestas mantiene un techo bajo y no asegura todavía […]
Resulta contradictorio, a tan corto plazo de las elecciones, que siendo Cristina Kirchner y Mauricio Macri los dos grandes polos de la política argentina actual, sus candidaturas no estén totalmente aseguradas. La primera porque a pesar de su alto piso y su crecimiento sostenido en las encuestas mantiene un techo bajo y no asegura todavía el triunfo indispensable del movimiento popular en las urnas y luego poder gobernar en medio del desastre que se avecina. El segundo porque su imagen viene en picada al ritmo del desarrollo de la crisis económica que Cambiemos es incapaz de contener. Y de la que Macri es el principal responsable. Vidal transpira silenciosamente y se entrena en gateras.
Imposible evaluar la perspectiva electoral de éste año sin considerar el complejo y duro marco político en que se desenvuelve esta situación: el escenario de la lucha política excede en mucho las fronteras de nuestro país y se inserta en una disputa geopolítica entre las grandes potencias mundiales. Pero adquiere particular relevancia porque EEUU siente que su destino de primera potencia está en riesgo extremo y debe asegurar a Latinoamérica como su patio trasero. Objetivo que creyó al alcance de su mano con el triunfo de Bolsonaro en Brasil, con la crisis económica en Venezuela que creyó que lo habilitaba a una intentona golpista y con la reedición del triunfo de Macri que creyó y aun cree posible. Aclaración: a como sea, es decir con los recortes o atropellos a la democracia que sean necesarios. El proceso en Brasil, comenzó con la destitución de Dilma, golpe parlamentario, y culminó con la proscripción y encarcelamiento de Lula, golpe preventivo judicial pero golpe al fin, y muestra la entraña política que los guía y los caminos desvergonzados a seguir.
En Venezuela se juega en gran medida el destino inmediato de la política latinoamericana. Este primer intento golpista del 23 de Febrero fracasó. Pero el proceso desestabilizador prosigue y todavía es posible que EEUU se atreva a invadir ese país. Si cree que la correlación de fuerzas (con China y Rusia obvio) se lo permite y termina invadiendo Venezuela o generando un conflicto armado con fuerzas manipuladas, el destino democrático de las elecciones en Argentina está seriamente cuestionado.
Si las encuestas que se ejecutan casi a diario siguen evidenciando la caída del principal líder de la derecha, es posible que Comodoro Py ensaye la jugada del encarcelamiento de Cristina. Sobrevuela siempre la posibilidad de su detención. Hasta último momento el juego se mantendrá dentro de los límites de la demonización y el desprestigio por «corrupción». Hasta que Cristina tenga que salir a la cancha blanqueando su candidatura -si obtiene los números y las alianzas necesarias- pero no antes que se agoten para el kirchnerismo las posibilidades de construir una candidatura alternativa. Para el macrismo Brasil también es un ejemplo. A la alternativa Hadad no le dieron los tiempos.
Así la cosas el volumen de fuerzas que el movimiento nacional y popular debe acumular no es sólo el necesario para obtener un triunfo electoral, ya sea en primera vuelta o en el ballotage, sino el indispensable para garantizar un proceso relativamente transparente y democrático capaz de enfrentar a la necesidad y decisión norteamericana de mantener la hegemonía política sobre el continente e impedir que una nueva oleada del movimiento popular reedite el ciclo autonomista (en esencia antiimperialista, al menos en su perspectiva y su direccionalidad y a pesar de sus limitaciones). Ese ciclo de transformaciones que tuvo a Venezuela, Brasil y Argentina en su vértice pero llegó a sumar un tal número de naciones que permitieron construir la Unasur. Ese ciclo, ese cielo en que constelaron Hugo Chávez, Néstor Kirchner, Lula Da Silva, Evo Morales, Correa, Lugo, el Pepe Mujica y por supuesto Fidel Castro. Con esa experiencia detrás pero con esa perspectiva de la nueva oleada de la historia, al decir de nuestro García Linera, como no van a estar duros y peligrosos los norteamericanos y todos nuestros reaccionarios, sus aliados.
Más allá de que consigamos instalar la candidatura triunfal de Cristina, su papel es fundamental. Cuanto tenga de kirchnerismo la próxima fórmula del movimiento nacional es lo que puede señalar las posibilidades de la profundidad de las transformaciones y en su primea etapa la firmeza en la adopción de las medidas profundas necesarias para sacarnos del pozo a que nos condujo el neoliberalismo: repudiar la deuda y renegociar su salida liberándonos de los dictados del FMI, reactivar el mercado interno, recomponer los ingresos de las mayorías y terminar con las super ganancias del sector financiero y la fuga del dinero, estatizar los servicios públicos y el control del comercio exterior, reorganizar el servicio de Justicia y dictar una nueva Constitución. Avanzar hacia una unidad latinoamericana capaz de insertarnos en el nuevo mundo que se viene y no el de la decadencia del imperialismo.
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