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Un silencio sugestivo y un grito oportunista

Fuentes: Rebelión

La ofensiva que con total claridad se lleva a cabo por parte del recientemente creado Partido Judicial, ha disimulado una ausente, quizá la más trascendente en esta saga: la palabra de la Corte Suprema de la Nación. La desenfrenada rebelión de un sector de los Fiscales federales contra la dinámica de las mayorías populares, inexorablemente […]

La ofensiva que con total claridad se lleva a cabo por parte del recientemente creado Partido Judicial, ha disimulado una ausente, quizá la más trascendente en esta saga: la palabra de la Corte Suprema de la Nación.

La desenfrenada rebelión de un sector de los Fiscales federales contra la dinámica de las mayorías populares, inexorablemente es y debe serlo, tema de agenda de la Corte. Dicho sea de paso, el Poder Judicial como independiente de los otros dos, constitucionalmente implica un rol político, que es ejercido por los ministros de la corte.

La rebelión en la granja judicial, aceptando su rol de poder político de la República, necesariamente pone en tensión toda su estructura. El cariz público que ha tomado la irrupción del sector, así como la arremetida concreta a través de diversas resoluciones con posterioridad al 18F, exige por parte del profundo espíritu democrático conocer la opinión del presidente de la Corte Suprema, Dr. Lorencetti, respecto de las andanzas de los muchachos del Ministerio Público Fiscal. Han existido una venia desde el palacio de justicia para lanzarse a las tropelías que ejecutan, es decir las acciones políticas articuladas con todo el arco opositor? O quizás por el contrario, ha sucedido un levantamiento interno que cuestiona la jerarquía natural del Poder Judicial.

La presión por un desenlace que vulnere el orden constitucional por parte de la sinergia partido judicial, arco opositor, medios masivos de comunicación y embajadas extranjeras, conlleva o no alguna atribución de responsabilidad por acción u omisión por parte de la institucionalidad judicial?

El vacío que genera la palabra ordenadora de la Corte, parece emular un silencio que grita su voluntad, la cual estuvo contenida por una correlación de fuerza que le retenía el grito. Será tanta pasividad, una festividad frente un triunfo coyuntural de la múltiple alianza que sintetizo el partido judicial? Habrá algarabía o tristeza en la Corte por haber consumado un escenario donde el juzgamiento de la causa por encubrimiento al atentado a la AMIA programado para mitad de año, esta fuertemente en riesgo? Por ser optimista. Todo este entramado estará movilizado por una fuerza irrefrenable para que no queden ha descubierto los operadores del encubrimiento? Quien podría caer? Descubierto esto, se está más cerca de conocer el móvil y actores de los dos atentados? La Corte calla; es un silencio prístino, elocuente; su modo es elegante, propio de la alta alcurnia que representa. El grito mudo de los cortesanos tiene una conexidad lineal con un el hecho fundante de la saga: el atentado a la embajada de Israel; dicho expediente también se marchita al ritmo de las esperanza de revelar que fue lo que paso. Por qué? Cuál es el barro donde se asienta tan bello palacio, que yace debajo de tanto les faire les passer?

Si algo hemos de exigirle los hombres y mujeres que amamos la democracia y apostamos a la República, al único poder que no se ha entregado a un proceso que modifique su ADN en términos democrático, es que garantice que no suelten a los lobos, que no ignore el subsuelo de la República, si, ese desván de millones que se han re encontrado, atento que el pueblo, dicen por ahí, ya no se anda con medias tintas. Es oportuno y correcto que exijamos con premura que la Corte Suprema de la Nación, se instituya como garante del urgente esclarecimiento de la muerte del fiscal, Alberto Nisman; que nos garantice que la investigación no será ensuciada, encubierta, que nos dé la certeza de que no se utilizara el ritmo del procedimiento penal para favorecer intereses partidarios. De una forma u otra, le exigimos a uno de los poderes de la república que le brinde respuestas al pueblo.

Por otra parte, en este escenario de alta complejidad pocos cosas desalientan tanto como la traición; visibilizar el desclasamiento de algunos actores que otrora robustecieron el campo popular es lamentable, pero asistir al penoso espectáculo en el cual se constituyen como arietes, vueltereta ideológica de por medio, al servicio de un dispositivo de reproducción del sentido común que trabaja en función de conducir los intereses de las clases medias hacia una lógica de alianza táctica con las minorías intensas, es irritante. Julio Piumato ha escogido jugar ese rol, un sayo pesado que le retribuirá beneficios personales, pero que no requerirá mucho tiempo para que la historia política gremial demuestre el móvil que condujo a tales acciones.

La justicia federal indudablemente por la competencia asignada reviste un poder intrínseco, el cual se irradia a quienes acompañan sus controvertidos pasos; se diría que estar cerca tiene sus beneficios. Quizá el roce cotidiano con un poder de juego tan evidente haya convencido a tan veterano dirigente que es mejor ser funcional que sostener ideales democráticos, atento que ello tiene sus costos.

Un escenario por sobre las cabezas de una multitud invita al error, el fervor que emana de miles de bocas, el canturreo coral que exige que se les auto convenza de la racionalidad que los ha convocado es una poderosa razón. Con cuanta facilidad puede ofrecerse justicia en las calles lluviosas; recoger un ovaciones resulta una miel egocéntrica. Quizá al representante de la vieja guardia sindical, no lo conmueve la idea de expresar que la justicia es una expresión axiológica en la cual todos podes disputar su significado, quizá le cueste reconocer que el representa a una pequeña fracción del Poder Judicial argentino, quizá el Julio herido en las escalinatas no este dispuesto a indagar la musculosa relación de sus compañeros de ruta con los servicios de inteligencia, quizá le cueste reconocer que durante su gestión como diputada kirchnerista jamás aporto un solo proyecto de ley para mejorar la justicia, tampoco para transparentarle, menos aún para democratizarla; quizá no crea en todo eso, quizá aquello solo le recuerde un romanticismo juvenil.

Tanto silencio sospechoso de la Corte como el grito oportunista de Piumato debieran sumar a su hoja de ruta la desesperación existente dentro del campo popular por el rápido exclarecimiento de la muerte de Alberto Nisman. Nadie más deseoso de una respuesta que el pueblo; el mismo que está atento y expectante, para que no se ensucie la investigación y para que no sea remitida, precisamente a las entrañas de la bestia, a la justicia federal, donde es plausible esperar que el esclarecimiento suceda con posterioridad a las elecciones presidenciales.

Subestimar al pueblo es un error, conspirar contra él es traición y no percibir que lo que está en juego ha de tener consecuencias histórica sería muestra de la mayor de las ignorancias.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.