«La indiferencia demuele y es peor que el odio. El Riachuelo parece un torrente de pus que escapa a raudales de la herida abierta en el seno gangrenado de la tierra.» La Nación, 4 de enero de 1891 Un informe de la Auditoría General de la Nación (AGN) ha denunciado hace tiempo que Aguas Argentinas, […]
«La indiferencia demuele y es peor que el odio. El Riachuelo parece un torrente de pus que escapa a raudales de la herida abierta en el seno gangrenado de la tierra.»
La Nación, 4 de enero de 1891
Un informe de la Auditoría General de la Nación (AGN) ha denunciado hace tiempo que Aguas Argentinas, contra lo establecido en sus obligaciones contractuales, sólo trata el 12 por ciento de los efluentes cloacales que recibe en sus plantas norte y suroeste. El resto los vierte en el Río de la Plata, a la altura de Berazategui, lo cual revela también la falta de control por parte del Ente Regulador del Agua.
También la Defensoría del Pueblo de la Nación señaló que, en la cuenca Matanza-Riachuelo, Aguas Argentinas apenas ejecutó el 24 por ciento de las inversiones comprometidas en febrero de 1997.
El Riachuelo, ese torrente de pus que envenena directamente a casi 5 millones de habitantes de la Capital Federal y el Gran Buenos Aires, desemboca en el Río de la Plata a poca distancia de las grandes tomas de agua de Aguas Argentinas. Luego, la empresa «potabiliza» esos líquidos y los entrega al consumo. Una de esas tomas está en Bernal y se interna 2.400 metros en el río; la otra en Palermo, y «traga» agua a 1.100 metros de la costa.
Eso es así pese a que la propia Aguas Argentinas admitió que el agua del Río de la Plata no es apta para consumo humano ni animal hasta más allá de 2.500 metros de la línea costera, por más tratamiento que se le haga. Nos envenenan adrede, por ahorrar unos pesos transforman una cloaca en bebedero público. Y no se trata de una simple figura: por lo menos, la concentración que tiene el Riachuelo de la bacteria Escherichia Coli, que puede provocar enfermedades fatales, es similar a la de una cloaca.
En este punto, el problema mismo nos dicta el programa de lucha:
• Inmediata expropiación, sin pago ni compensación alguna, de la empresa Aguas Argentinas y, al mismo tiempo, debe demandarse a ese pulpo en las cortes internacionales que corresponda por incumplimiento de contrato y negligencia criminal contra la salud pública.
• Que el sistema de aguas, puesto nuevamente a cargo del Estado, quede en manos de sus propios trabajadores, de los vecinos organizados en asambleas populares y de las organizaciones piqueteras. Fuera los buitres que esperan sobre el alambrado para hacer sus negociados.
Con estos puntos habremos apenas empezado a trabajar seriamente sobre la cuestión y dado un primer paso de importancia, puesto que el Matanza-Riachuelo recibe 375.000 metros cúbicos de aguas servidas diariamente.
Un curso de muerte
En los casi 2.800 kilómetros cuadrados que componen la cuenca del río Matanza-Riachuelo, la mortalidad infantil duplica el promedio que ese mismo índice registra en la Ciudad de Buenos Aires. En ese radio se apretujan 4.884.823 habitantes, el 55 por ciento de los cuales carece de cloacas y el 35 por ciento vive y muere sin agua potable. De esas personas, más de medio millón radica en villas: hay 13 asentamientos precarios sólo en el curso inferior del Riachuelo, entre Pompeya y La Boca.
Son casi 5 millones de seres humanos, el 64 por ciento de ellos concentrado en los 15 kilómetros que van desde Puente La Noria hasta la desembocadura en el Plata, y en los partidos bonaerenses de Almirante Brown, Avellaneda, La Matanza, Lanús y Lomas de Zamora. El otro 36 por ciento se derrama, con igual miseria, por Cañuelas, Esteban Echeverría, Ezeiza, Las Heras, Lobos, Marcos Paz, Merlo, Morón, Presidente Perón y San Vicente.
Grandes enclaves, como por ejemplo el barrio Santísima Trinidad, en Quilmes, u otros de Ingeniero Budge, simplemente no tienen agua. Ahí la gente acopia agua de lluvia en tanques inevitablemente oxidados. Nadie se libra en esas barriadas de la sarna y la pediculosis, por citar sólo las afecciones menos graves.
Ese es el panorama en toda esa cuenca de casi 80 kilómetros de longitud por 35 de anchura, extendida de suroeste a noreste entre la divisoria de aguas con la cuenca del río Reconquista al norte y con la del Samborombón-Salado al sur. Nace en el partido de Las Heras, donde los arroyos Castro y Cobey se reúnen para formar, en el Paso de la Horqueta, el río Matanza, que cambia de nombre y se hace Riachuelo a partir de Puente La Noria.
Es el que los españoles, desde la llegada de Pedro de Mendoza en 1536, supieron llamar Río Pequeño, Río de los Querandíes, Río Chuelo o Río de Buenos Aires.
Hace 200 años ese río empezó a heder, pero ahora, y desde mucho tiempo atrás, sencillamente mata.
Esa pestilencia es Aguas Argentinas.