El fracaso político y económico de la última experiencia oligárquica-neoliberal en la Argentina -de la mano del Ingeniero Mauricio Macri- refrendado en las urnas en las elecciones de 2019 abre una serie de posibilidades de reconstrucción del tejido social/económico argentino que quizás todavía se ve dispersada por las acciones gubernamentales con respecto al Covid-19 que lleva la mayoría de las acciones de Estado.
Si bien esta derrota no implica todavía la perdida de legitimidad cultural del Neoliberalismo -tal cual la afirma acertadamente el geógrafo inglés David Harvey- la crisis económica mundial permite avanzar en ciertas medidas que anteriormente podría considerarse como una quimera a conquistar.
Los estímulos a la Demanda Agregada vía los subsidios a la población en su conjunto deberían ir convergiendo en lo que en la jerga se denomina como renta básica universal que permitirá a una basta población excluida del mercado laboral y de los circuitos productivos acceder a un ingreso que a su vez potencia el consumo y la producción.
Las tendencias laborales mundiales indican una permanente expulsión de la mano de obra o la extremada especialización de la misma proceso lejano –por ahora– de vastos contingentes de argentinas y argentinos.
La competencia a nivel mundial sobre los ejes geoeconómicos chino e indio y las características innatas locales no permitirían un acelerado proceso de maquilación sino considerar una industria de carácter más sustitutivo que competitivo.
La captación de rentas por parte del Estado –un paso ha sido el proceso Vicentin mientras que no se socialicen sus pérdidas a cargo del pueblo argentino– puede ser la pauta que inicie un proceso inteligente de estatización sobre aquellos sectores de renta extraordinaria y que en un pasado pertenecieron al patrimonio nacional.
Es claro que ni la economía mundial ni la local para los próximos años propendan en un proceso de crecimiento –más bien de estancamiento– por lo tanto se hace necesario considerar el fortalecimiento del Estado en términos tanto económicos como políticos.
Desde usinas impensadas como el Partido Republicano de los EEUU se asienten declaraciones y políticas contrarias al proceso de globalización –siendo el eje la des localización productiva hacia Asia– siendo el cuestionado Trump el eje de dicha política al interior de su propio terruño.
Veremos en noviembre si los norteamericanos asientan sobre el Presidente su decisión electoral o consideran volver al Democratísimo Globalizador que les costo unos 5.000.000 de puestos de trabajo.
Asistiremos lentamente hacia un Capitalismo de Estado el cual le permitió a Rusia levantarse no solo de la caída de la Ex Unión Soviética sino del desfalco neoliberal de Yelstin.
Las condiciones geoeconómicas argentinas –a pesar de la expresa propaganda mediática– son de atracción y desarrollo pero quizás sea necesario re pensar una nueva distribución poblacional dentro de ciertos circuitos productivos para así no cargar la suma sobre los centros metropolitanos del país.
Asimismo un ágil sistema de transporte transversal que una centros poblacionales con centros productivos en particular en un país que de los únicos que aun fabrica locomotoras y vagones y que son de exportación mundial.
Resta tender las vías de manera estratégica bajo un plan de desarrollo ferroviario.
Esto también dara lugar a la elevacion en la tasa de ocupación y en si fomentara el consumo masivo.
Siendo un país con un sistema educativo calificado mundialmente como de calidad además de ser de los pocos de acceso libre y gratuito se debe fomentar desde los inicios del nivel secundario la continuidad de los estudios superiores siendo quizás necesarios fomentar fuertemente con un sistema de becas integrar el estudio de nuestros jóvenes que son nuestro único patrimonio de recambio.
¡Levantemos la Argentina!
Ezequiel Beer. Geografo UBA. Analista Político. Profesor Nivel Medio.