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Todólogos en la editocracia

Una ciudadanía pilotada en los medios españoles

Fuentes: Attac

Uno no deja de preguntarse cómo es posible que, elecciones tras elecciones, a pesar del clima general de desafección política, los ciudadanos sigan acudiendo a depositar su confianza en los partidos políticos en el gobierno. ¿Se trata de servidumbre voluntaria? ¿Pulsión masoquista? ¿O simplemente hay genios malignos que confunden nuestro entendimiento? Parece ser que somos […]

Uno no deja de preguntarse cómo es posible que, elecciones tras elecciones, a pesar del clima general de desafección política, los ciudadanos sigan acudiendo a depositar su confianza en los partidos políticos en el gobierno. ¿Se trata de servidumbre voluntaria? ¿Pulsión masoquista? ¿O simplemente hay genios malignos que confunden nuestro entendimiento? Parece ser que somos nosotros mismos quienes nos colocamos los grilletes. Las elecciones en Galicia dan una muestra de cómo el Partido Popular ha logrado legitimar en esta comunidad y, por extensión, en el territorio nacional sus políticas de austeridad y expolio de los servicios públicos esenciales. ¿Cómo es posible? ¿Son los 600.000 votantes del PP los beneficiarios de las decisiones políticas? Urge indagar en los motivos. ¿Por qué se castiga la pésima gestión del anterior gobierno socialista mientras se continúa confiando en el Partido Popular? La primera respuesta apunta al mantra de la herencia recibida y el determinismo: la culpa es de los anteriores gobiernos y no hacemos más que poner remedio, que es inevitable. Parece ser que este mensaje ha calado hondo en el imaginario colectivo. La esperanza en un futuro edénico, que ahora se pospone hasta el 2014. ¿Cómo persuadir al soberano para que vote en contra de sus propios intereses? ¿Cómo no sólo anestesiar a la población, sino inducirla a votar contra sí misma?

La respuesta se vislumbra si recordamos las consignas con las que Herbert Marcuse explicaba la alienación en el contexto de una sociedad unidimensional: hablamos, pensamos utilizando el lenguaje de quienes nos dominan. Se trata de un fenómeno de supresión de los razonamientos reflexivos, de la voz propia en favor de la tácita adhesión a discursos de carácter inmovilista. La paradoja es que hoy se habla de la desintermediación, de la multiplicación y diversidad de discursos en la era de la comunicación. La aquiescencia y la resignación conformista es el resultado de la saturación de comentarios, opiniones e interpretaciones que diluyen la misma posibilidad de una verdad sobre la cual fundar nuestras decisiones. En el país de los medios, de la comunicación hipertrofiada, la certeza implosiona. Se habla mucho pero acaba por no entenderse nada. Igual que el lenguaje político, extenso en tiempo pero vacío en contextualización, en explicación razonada de los elementos necesarios para legitimar las decisiones adoptadas. En consecuencia, la inacción se generaliza toda vez que el paroxismo de pluralidad aparente y lampedusiana vuelve todavía más incierta la situación que padecemos.

Los todólogos

Los medios de comunicación juegan aquí un papel determinante. Son los encargados de trasladar a los ciudadanos las categorías de pensamiento, aquello sobre lo que se debate y los puntos de vista. En las conversaciones cotidianas, estos esquemas de pensamiento se reproducen, previa asunción de los argumentos más o menos hueros escuchados y leídos. La primera fuente de información en España continúa siendo la televisión. A la simplificación que, en primer lugar por razones de formato, suponen los informativos, más preocupados por el efectismo, el impacto y la reducción del estado de cosas a meras fórmulas y frases hechas, se añade el fenómeno de la editocracia. Por gran parte de las cadenas televisivas se multiplican las tertulias donde surge un nuevo fenómeno social: la figura del todólogo. Tertulianos que van rotando de un plató a otro, de una televisión a otra. Se expresan con propiedad, no suelen dudar de sus propios argumentos y son una fuente principal a la hora de interpretar ayer la prima de riesgo, hoy el nacionalismo y mañana un partido de fútbol. Saben de todo. O no saben de nada. Prescindiendo de la humildad, se erigen en líderes de opinión bajo la premisa de la vanitas, cuyo sentido etimológico es también el de vacuidad, lo vacío.

El todólogo, en genérico, representa al ser omnisciente que tiene opinión sobre todo y conocimiento cabal sobre nada. En contra de las enseñanzas socráticas de la docta ignorantia, exhibe obscenamente su doxa en la esfera pública, en televisiones, en radios. Y con ello contribuye de modo decisivo al embrutecimiento colectivo, a la deseducación y a la sociedad de la ignorancia ilustrada, valga el oxímoron. Resulta más conveniente para el ciudadano saberse ignorante que creer que, en la reverberación de tales discursos, se ha constituido una opinión sólida y apoyada en la tozudez de la realidad. El mayor de los riesgos que dimana de los todólogos no es la presunción, sino que se les dé visibilidad pública incluso en televisiones y radios de titularidad pública. ¡Y se les pague por ello!

Creemos tener opinión de todo aquello que se trata en los medios. La pensamos como nuestra cuando no es más que el fruto de un «contagio sin contacto», de una imitación de creencias e incluso deseos como ya señalaba Gabriel Tarde a comienzos del siglo XX en sus Lois de l’imitation. Convertidos en masa, en multitudes irracionales y alienadas por la opinión, por la editocracia, subrayamos nuestra independencia de pensamiento con ideas siempre ajenas que no reconocemos como tales. Y esas ideas no provienen por lo general de grandes pensadores como Galeano, Bauman, Sloterdijk, Ramonet, Mattelart, Virilio, Stiegler, Sampedro, Vincenç Navarro, Sami Naïr, Serge Halimi, Latouche y tantos otros que podrían aportar lu cidez en un mundo de cegueras iluminadas por el simulacro discursivo. Vienen a invadir nuestro modo de pensar sus caricaturas, los todólogos, aduladores de masas, siervos de los poderes que continuamente nos golpean y sofistas en la mediasfera.

Todólogos en un mundo sesgado e inmediato

El panorama de medios en España carece de la pluralidad que, sin embargo, requieren para otros países, como bien señala Vicenç Navarroi. Proliferan los discursos que estigmatizan lo público y ensalzan lo privado. Los todólogos no muerden la mano que les da de comer. No se deben a lo público, al interés de la mayoría de los que siguen sus líneas de argumentación. Y este hecho condiciona sus palabras. En un panorama estructural de medios masivos controlado por los sectores privados, las finanzas y los poderes políticos, sería impensable que más allá de la mera atribución de roles complementarios a los tertulianos -tú progresista -pero no demasiado-, tú derechista, y estos últimos predominan en los coloquios televisivos -, se alzasen voces discordantes con el propio sistema que se tambalea. Todo aquel que se reconoce como imagen pública, adquiere indefectiblemente un compromiso social. No se puede ni se debe decir cualquier cosa cuando sabemos que hay gentes que pueden asumir como suyo nuestro discurso casi de forma automática. La primera tarea del todólogo sería la de efectuar una severa autocrítica y, en especial, sobre el medio que le da voz pública. En lugar de servirse de un lenguaje transido de frases hechas, de recursos manidos como las retóricas de la intransigencia delineadas por Albert Hirschman, habría que oponer al lenguaje repetitivo de lo Mismo la pedagogía de la variación. Los todólogos son la versión política de las canciones de moda diseñadas por las grandes discográficas: mismos esquemas narrativos y una nada como resultado.

Soy poco optimista si se me pregunta sobre la capacidad de autocrítica del todólogo. Narcisista, egocéntrico, petulante y miembro honorífico del star system mediático, en rara ocasión admitirá desdecirse de la defensa numantina de sus posiciones inalterables. No lo hará, entre otras cosas, porque carece del tiempo necesario para la reflexión, tan acuciado por la penuria temporal del que se halla obsesionado con el presentismo. La agenda del todólogo está tan apretada como su amplitud de miras para imaginar otros mundos posibles. El todólogo no ofrece más que actualidad. Está encarcelado en la jaula del modo indicativo, en lo que es y no puede comprender como contingente. Nunca en lo que podría ser o en lo que quizás sea. Está tiranizado por el tiempo presente, sin anclaje en el pasado ni proyección hacia el futuro. Es el paradigma de la información descontextualizada, la que no se convierte ni puede soñar con devenir conocimiento. Decía William Blake en los proverbios del infierno que en la siembra se aprende, en la cosecha se enseña y en el invierno se goza. La siembra requiere aprendizaje basado en esfuerzo, en paciencia y, sobre todo, la conciencia de que no se conoce algo. Los prejuicios en los que basan la mayoría de sus argumentos no son más que la valoración por anticipado de lo que no se conoce, por la razón de que se les exige opinar de todo antes incluso de trabar conocimiento. El todólogo cosecha sin haber sembrado. Y también goza en el remedo de la cosecha.

El esfuerzo por comprender

¿Qué hacer? Es imposible ser totalmente independiente en nuestra forma de pensar y concebir el mundo. Este ensayo también inocula ideas ajenas al lector. También podría manipularle o lo hace de facto. Siempre necesitamos a otro que nos cuente lo que no podemos percibir o interpretar por nosotros mismos. Pero hay grados de emancipación. Lo crucial reside en que nuestras ideas, nuestras decisiones no acaben por perjudicarnos. La manipulación consiste precisamente en eso: se nos convence de algo que conspira en contra de nuestros legítimos intereses. La solución pasa, en primer lugar, simplemente por cambiar de instancias de mediación. De la televisión al libro. De los medios de las elites políticas y financieras a los medios alternativos e independientes. De la inmediatez y la enfermiza obsesión con la actualidad al esfuerzo intelectual por comprender primero, para actuar después en consecuencia. Menos ruido, menos charlatanería y más atención centrada en los pensadores que en verdad tienen algo que decir sobre nuestro mundo. Y a partir de ahí, pensar y vivir por uno mismo (en la medida de lo posible).

Url: http://www.attac.es/2012/10/19/los-medios-de-informacion-espanoles-y-chavez/