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Post-setentistas

Una generación aniquilada sin balas ni torturas

Fuentes: Rebelión

El 31º aniversario de la recuperación del Estado de Derecho torna indispensable analizar la existencia y derrotero de una generación ignorada, que ha sido víctima silenciosa de la historia argentina reciente, y a la cual pertenezco: los post-setentistas. Una generación que, actualmente, oscila entre 49/50 y 56/57 años y que, por razones de edad, no […]

El 31º aniversario de la recuperación del Estado de Derecho torna indispensable analizar la existencia y derrotero de una generación ignorada, que ha sido víctima silenciosa de la historia argentina reciente, y a la cual pertenezco: los post-setentistas.

Una generación que, actualmente, oscila entre 49/50 y 56/57 años y que, por razones de edad, no sufrió -salvo algunas y graves excepciones- la persecución sistematizada ni el extermino físico masivo que la dictadura efectuó con la generación anterior (los setentistas), pero que, en cambio, sufrió dos grandes operaciones de aniquilamiento político e ideológico: la propia dictadura y el modelo neoliberal.

Y como generación tuvimos un retroceso similar al que experimentó, en estos últimos 30 años, la otrora amplísima -y siempre heterogénea- clase media argentina, de la cual habíamos sido hijos la enorme mayoría de los post-setentistas.

Porque, en el mismo momento en que nuestra generación transitaba y superaba los límites de su adolescencia, el mundo comenzó a darse vuelta como un guante. Las condiciones objetivas que habían posibilitado la conformación de aquella Argentina en la que se habían forjado las dos generaciones anteriores desaparecieron -muy rápidamente- a partir de la dictadura iniciada el 24 de Marzo de 1976.

Y, tal como suele suceder en estos casos, la drástica modificación de la situación objetiva modificó, también, la subjetividad de la sociedad argentina en su conjunto y, muy especialmente, la de quienes recién estábamos aproximándonos a iniciar nuestra vida adulta en aquél momento histórico. Este fenómeno fue parte de una colosal regresión política, económica, social y cultural que estaba iniciándose en todo el planeta y que no ha sido revertida hasta la actualidad.

La movilidad social ascendente mutó en regresiva. El pleno empleo mutó en creciente desocupación, aún de la mano de obra calificada. El compromiso social mutó en oportunismo individualista. La genuina aspiración de tener un puesto en la lucha social mutó en una feroz lucha por un puesto funcionarial. Las sanas inquietudes de contribuir al avance social mutaron en un desesperado intento de salvación individual. Los valores de los vínculos afectivos mutaron en los valores de la conveniencia vincular. La creatividad cultural y el coraje intelectual mutaron en chatura cultural y neofobia intelectual. Se canonizaron paradigmas sociales que, antes de la dictadura, jamás hubiesen sido aceptados como válidos por la sociedad argentina.

Todos los post-setentistas votamos, por primera vez, el 30 de Octubre de 1983. La apertura democrática había generado la fantasía generalizada de que se iba a poder retornar a la Argentina anterior a 1976. Solo se debatía qué sector político lo podía lograr de la manera más rápida y eficaz. Pero esta luna de miel democrática duró dos o tres años.

A muchos nos llevó algún tiempo darnos cuenta que esta nueva etapa democrática había sido edificada sobre la derrota del movimiento popular de los ´70, el cual fue aplastado a sangre y fuego por una feroz dictadura que, además, cumplió otra nefasta tarea: el lavado de cerebro al conjunto de la sociedad argentina.

Y cuando nuestra generación oscilaba entre sus 25 y 35 años, que es la edad en que una nueva generación comienza a incidir masivamente en la vida política y social de un país, sobrevino el arrollador avance del modelo neoliberal, el cual alcanzó su pleno apogeo durante la década del ´90.

El modelo neoliberal desclasó económicamente a la clase media y ello colocó en evidencia los reducidos límites de compromiso político y social que tenía esa clase media, la cual, a partir de ese momento, terminó de cerrar un canje político tácito con el sistema capitalista que podría sintetizarse con esta frase: no cuestionar al mundo a cambio de conservar algún lugar en el mundo.

Y el modelo neoliberal se llevó puesta a toda nuestra generación. Porque tres lustros después, y cuando el modelo neoliberal ya no pudo sostener su discurso (aunque muchos de sus postulados continúan vigentes e intactos), todos los post-setentistas habíamos superado los 40 años de edad. La enorme mayoría no tuvo retorno del obscuro rincón individualista al que había sido arrojado durante toda su vida adulta. Desde entonces hemos oscilado entre la resignación y el oportunismo. Y los pocos que todavía conservamos algunas inquietudes políticas y sociales no hemos salido indemnes de este ajetreo.

De todos modos resulta necesario concluir señalando que, a diferencia de lo que se podría sostener desde posturas autocomplacientes, los post-setentistas no hemos sido, únicamente, lo que hicieron de nosotros. Somos, esencialmente, lo que no pudimos hacer de nosotros mismos.

Mario Raúl Bordón. Abogado de la ciudad de Concordia (Entre Ríos).

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.