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¿Una que no sepamos todos?

Fuentes: Tramas / Rebelión

Allá por la década de 1980, se celebraban “guitarreadas” juveniles en las que, ante innovaciones en el repertorio de los “guitarristas cantores”, podía aparecer la rutinaria exhortación a entonar una que todos supieran, así fuera un “clásico” repetido ya hasta el aburrimiento.

En su discurso en un reciente acto público de la militancia el exministro de Economía y actual gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, sostuvo “Va a haber que componer una nueva canción, no una que sepamos». En la misma línea llamó, si se nos permite glosarlo, a dejar de asentarse en las “glorias históricas” representadas por Perón, Evita, Cristina y Néstor, y a abandonar un “discurso nostálgico” de cara al futuro.

Estas frases, no exentas de atrevimiento discursivo, obtienen mayor significación a partir de quien las emite: El único dirigente con vuelo propio de la generación del “kirchnerismo” ya instalada en la adultez pero que aún no llega a los 50 años, o hace poco que arribó a esa edad (El gobernador nació en 1971).

Es más, parece hasta ahora el único en condiciones plenas para eludir el destino de otros “pibes” de la política argentina. Aquellos jóvenes de la Junta Coordinadora de la Unión Cívica Radical, que pasaron, sin mucha transición, de una fulgurante actuación juvenil a una madurez relegada a una segunda o tercera fila en un partido en declive. Y signado en lo programático por un giro conservador destinado a permanecer.

Es posible que en estos próximos años se desmienta o no la aptitud del gobernador para sobreponerse a ese precedente.

Interrogantes con escasa respuesta

La pregunta forzosa es ¿Cuál sería una que no sepamos todos?

En una sociedad argentina atravesada por tantas “canciones” tan sabidas de memoria como funestas (trabajo precario, inflación y pérdida de poder adquisitivo, pobreza en ascenso, vivienda deficitaria, salud y educación pública en declive, etc.) elaborar una plataforma que contenga diferencias sustanciales tiene como requisito indispensable la audacia y creatividad en los planteos.

¿Se puede “componer” algo nuevo si se propicia el pago de la deuda-estafa con acreedores privados y organismos financieros internacionales y se acatan las condicionalidades impuestas por el Fondo Monetario Internacional (FMI)?

Todas y todos sabemos, aunque la dirigencia política “progresista” escamotee ese reconocimiento, que no hay posibilidades de instaurar una sociedad más equitativa con un “proyecto” (por llamarlo de alguna manera), que tiene como norte de supuesto desarrollo nacional el extractivismo y la producción para la exportación, orientados sobre todo a generar las divisas necesarias para… pagarle a los acreedores.

Es igualmente conocido que nada o casi nada de progresivo puede ocurrir con un enfoque del déficit fiscal que aspira a suprimirlo o reducirlo mediante recortes de gastos que incluyen a salarios y jubilaciones de una parte sustancial de la población. Así como a afectar servicios públicos esenciales.

Lo mismo si nunca se apunta a una reforma tributaria en sentido progresivo. Con lo que se permite que los más pobres paguen el Impuesto al Valor Agregado (IVA) por la alimentación y otros bienes básicos en los que invierten la totalidad o casi de sus menguados ingresos. Aberrante y naturalizado procedimiento de incremento de la desigualdad y la miseria.

No se ha dado con la persona (ni con la propuesta) indicada

¿Es Kicillof la persona apta para apartarse de ese infausto sendero? Nada lo indica hasta ahora.

En estos días se encuentra haciendo campaña por un candidato a presidente y ministro de Economía embanderado con el poderío estadounidense, que prodiga corcoveos de ocasión frente a las presiones del FMI, pero no despliega un intento serio de seguir un sendero distinto. Ni que hablar de cuestionar la legitimidad de la deuda-estafa ni de búsqueda de algún modo de “pararse de manos” frente a los poderes financieros internacionales.

El gobernador apuesta a su reelección: Cuatro años más a la cabeza de la principal provincia del país. En la que ya ha cubierto un período casi completo con uno de los peores exponentes del punitivismo y la caza del pobre, Sergio Berni, como ministro de Seguridad. Y del brazo de ese represor, A.K. fue el responsable último del brutal desalojo del asentamiento de Guernica, para colmo en plena pandemia.

El mismo lapso en que se ha mantenido rodeado de intendentes del conurbano difícilmente presentables, que se hallan parados sobre maquinarias políticas algo melladas, o al menos eso parece si nos atenemos a los resultados de los comicios de 2021 y las recientes PASO.

En estos últimos días el candidato a la reelección provincial fue sacudido por el fallo de la jueza de Manhattan Loretta Preska que apunta a que el Estado argentino pague una indemnización sideral y disparatada por una parte del proceso de “nacionalización” de YPF.

Salió por supuesto Kicillof a criticar el fallo y a defender su gestión en relación con la petrolera allá por 2012.

Pero no se le escuchó propiciar que, en lugar de apelar la sentencia como un abogado respetuoso de las formas, se rechace la afrenta a la soberanía y la garantizada extorsión que entraña que litigios originados en nuestro país y sobre una gran empresa asentada en nuestro suelo se diriman ante los tribunales neoyorquinos.

Y menos que desde esa repulsa se encamine a obturar cualquier pago al fondo internacional Burford, estandarte en este caso del capital financiero dispuesto a destruir el porvenir del grueso de la población argentina en aras de ganancias exorbitantes.

Ante novedades irrelevantes, lo viejo se impone

Se podría seguir con una enumeración bastante más larga de ejemplos, que abreven en la constatación de que la de Kicillof es una más de las “historias obedientes”. Las mismas que son tristemente predominantes en la trayectoria de las cuatro décadas de democracia representativa que ha transcurrido nuestro país.

Es probable, tendrá que demostrarlo, que A.K. posea talento para tomar un rol protagónico en una “renovación” del peronismo que no se aparte de los carriles habituales y cuya eficacia estará por verse.

Tal vez vuelva a enarbolar aquella consigna de “crecimiento con inclusión y matriz económica diversificada”, tratando de darle un sentido diferente (y más restringido) al que permitieron los años de audacia de los mandatos presidenciales de Cristina Kirchner, ya que no existen los márgenes disponibles por entonces.

Puede ser que busque explotar su imagen “progre”, convenientemente atemperada, para proponer una módica reactivación de la relación del peronismo con ciertos sectores de las grandes ciudades. Y fecundarla con alguna relectura “prudente” de la nueva situación económica, sociocultural y política.

La misma que se avizora como basamento del atronador “rugido del león” que sorprendió a casi todo el mundo en las elecciones primarias y cuyo sentido hoy se trata de desentrañar, mientras predomina aún el desconcierto.

No se hablará aquí de la elección provincial como “madre de todas las batallas”, ni de la “maldición histórica” que impediría a los gobernadores bonaerenses ser elegidos luego como presidentes de la Nación.

Lo que sí cabe sostener, sin cábalas ni lugares comunes, es que no aparecen novedades sustanciales en el aporte que puede hacer el antiguo dirigente del estudiantado de Ciencias Económicas de la UBA a la vida política argentina ni aún a las políticas públicas a desenvolverse en la provincia más poblada y espaciosa.

No puede asegurarse hoy que accederá a la reelección, sí que es factible que alcance ese logro. Eso sí, sin ningún estímulo para el entusiasmo.

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Que el voto obediente e incluso la campaña activa por Sergio Massa sea el horizonte principal de un gobernador y dirigente “progresista” no refiere a rasgos o deficiencias personales de Kicillof, sino al gradual agotamiento del peronismo como esperanza de transformaciones sustantivas. Lo que incluye a la debilidad creciente de la búsqueda de justicia social que constituye su marca de origen.

Mientras no haya una alternativa popular distinta, argentinas y argentinos seguiremos escuchando alguna de las que “sabemos todos”, a cargo de sus propios “autores”, entre los que el peronismo de nuestra época ocupa un lugar central. La apuesta debería ser a cambiar no ya de guitarrero sino de partitura.

O más aún, a dejar de leer los pentagramas que vienen del norte global y del poder capitalista mundial, para intentar un sendero diferente. Por allí quizás llegue la “nueva composición” que el gobernador bonaerense sólo pide de la boca para afuera mientras la contradice con sus actos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.