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Usos alternativos de las divisas que gestiona el Estado

Fuentes: Rebelión

Preocupa la fuerte recesión en el país (10 a 12%) y en el mundo (5%), porque es menos lo que se puede distribuir, máxime cuando existe un rumbo previo de asimetría en la distribución del producto social.

Es lo que explica la desigualdad que ha sido creciente bajo la hegemonía del gran capital en tiempos de neoliberalismo (1973-2020) y ofensiva reaccionaria del gran capital en todo el mundo. La recesión supone menos consumo, inversión y dificultades en la dinámica del comercio internacional, insistamos, con consecuencias diferenciadas según la acumulación previa de riqueza y el acceso al ingreso de las personas. Si bien las categorías aludidas, consumo, inversión, o balance comercial y financiero, remiten a cuantificaciones nacionales del PBI, todas ellas están asociadas al tipo de inserción internacional de cada país y a la capacidad de gestión de las divisas por cada país.

A fuerza de ser obvio, no es lo mismo ser el país emisor de la moneda mundial, EEUU, o de uno con moneda de circulación global, caso de Europa Unida, Inglaterra, China o Japón, que ser dependiente de la acumulación de esas monedas para insertarse en la mundialización de la economía. Por esto es que los países dependientes en su capacidad de acumulación de divisas deben ser cuidadosos de los usos de las mismas. ¿Cómo obtiene divisas un país dependiente como la Argentina? Por ingreso de inversiones externas, con años que la región latinoamericana y caribeña no es destino privilegiado de ellas; por el saldo positivo de su comercio internacional de bienes y servicios, con tendencia a la baja de los precios internacionales de exportación; por la venta de activos al exterior, cuando ya se ejecutaron buena parte de las privatizaciones de empresas y bienes públicos; o por préstamos externos recibidos (deuda), eso sí en constante incremento.

Esas divisas que ingresan al país se canalizan por el BCRA, que actúa como intermediario. Contra el ingreso de esos recursos en divisas, el BCRA entrega moneda local, de circulación regular en el territorio nacional. Al mismo tiempo, es proveedor de esas divisas para cancelar deuda con el extranjero, facilitar compras de activos externos realizadas por residentes locales, o para favorecer las remesas de utilidades al exterior de los inversores externos, que como sabemos, en un régimen bajo la lógica del capital, lo que les interesa es la obtención de ganancias. Son todas razones para considerar con detenimiento las relaciones económicas de la argentina, o de cualquier país, con el resto del mundo, y la forma de utilización de las divisas, que son escasas y esenciales al momento de definir el tipo de inserción de cualquier país con el resto del mundo.

Por eso hay que seguir con atención las negociaciones por el endeudamiento público. El gobierno sugirió que para marzo tendría solucionado el proceso con los acreedores privados de la deuda pública de legislación extranjera, por unos 62.500 millones de dólares. Luego sería el turno de los organismos internacionales, por unos 69.000 millones de dólares, especialmente el FMI, acreedor por 41.500 millones de dólares. En total es una cifra considerable a pagar según se resuelva en las negociaciones. Aun cuando nunca se cancele el capital, lo que preocupa es la cancelación de intereses, que restringe la capacidad de uso alternativo de las divisas destinadas a pago de intereses.

Argentina resigna divisas

El gobierno argentino sigue postergando las negociaciones, concediendo mejores condiciones a los acreedores y mientras, cancelando intereses de la deuda pública, tal como señalan los informes oficiales. En el primer trimestre del año se cancelaron 3.279 millones de dólares en concepto de intereses.[1] En el mismo informe se detallan pagos por remesas de utilidades al exterior por 370 millones de dólares.

Algunas consideraciones hay que hacer al respecto. La primera tiene que ver con la resignación de 3.640 millones de dólares que podrían haber tenido uso alternativo, claro que previamente debió suspenderse el pago de la deuda y claro, auditarla con participación popular como demanda la campaña en ese sentido. Al mismo tiempo se debía establecer la imposibilidad de transferir utilidades al exterior en el marco de la emergencia sanitaria y social derivada de la prolongada recesión de la economía local. Otra cuestión es relativa a los ingresos fiscales, ya que mientras se paga deuda por casi 3.700 millones de dólares, se demora el ingreso al Parlamento del proyecto de ley a las grandes fortunas, con el cual se pretende recaudar una cifra similar.

El tema se complica a futuro, ya que la oferta inicial a los acreedores externos suponía un valor de descuento de los títulos equivalente a un 39% de valor presente, contra el 57% promedio por ellos demandados. Según la información que circula, ya se estaría ofreciendo un valor presente equivalente al 53% del valor nominal de los títulos de deuda, incrementando así los intereses a pagar en el futuro. Son millones de dólares que el país deberá colectar con gran esfuerzo y continuar postergando su uso alternativo.

Los datos ofrecidos sobre el sector externo argentino, en el informe antes mencionado destacan una pérdida de reservas internacionales por 1.089 millones de dólares.

Son datos elocuentes de quienes acumulan en la economía argentina, aun en condiciones de recesión y elevada inflación. Mientras que acreedores e inversores externos apropian riqueza, generada socialmente en la actividad local, la información cotidiana remite a cierres de empresas, cesantías y suspensión de trabajadoras y trabajadores, baja de ingresos salariales y sociales derivados del alza de precios más allá de congelamientos y acuerdos sustentados por la política pública. Todo indica que las tendencias del primer trimestre se repetirán, agravadas en el segundo, completando un primer semestre de deterioro para las cuentas externas, lo que impacta regresivamente sobre el conjunto de la sociedad. Más aún, el detalle de las cuentas públicas alude a un déficit externo por -444 millones de dólares, especialmente explicado por el saldo negativo de la cuenta de capitales (más egresos que ingresos), que se compensa con un saldo positivo del intercambio comercial. Pero esto último que debiera ser buena noticia, tiene el límite de que es consecuencia de la recesión. Es que la industria local es dependiente de insumos, máquinas y equipos externos y como hay recesión, entonces no se importan esos bienes. Además, las exportaciones disminuyen en cantidad y monto.

El comercio exterior local tiene saldo positivo porque hay fuerte caída de las importaciones. Ante la mínima recuperación de la actividad económica local, hasta podría revertirse el balance total, con saldo negativo no solo d ela cuenta de capital. Por eso se impone discutir el uso de las divisas y apuntar a modificar el modelo productivo y de desarrollo. Nuestra propuesta es que las divisas deben usarse para reactivas la economía con otro orden socioeconómico, más asentado en la economía popular, de autogestión y comunitaria, que atienda las demandas de producción y consumo del 50% empobrecido de la Argentina. Vale señalar que medidas en este sentido supone otros problemas, es cierto, especialmente con el sector del privilegio económico, pero constituiría el inicio de una política que privilegie el combate contra la pobreza. Por eso interesa discutir los datos relativos a las relaciones internacionales y los usos de las divisas. Al analizar cuál es la inserción internacional del país y las posibilidades de usos alternativos de la riqueza socialmente generada, es que se potencia la posibilidad de no reiterar una lógica de dominación que reproduce la salida recurrente de divisas, e imposibilita un arranque económico con la mira colocada en satisfacer las amplias necesidades de los sectores sociales más desprotegidos. Es claramente una cuestión política.

Nota:

[1] INDEC. Balanza de pagos, posición de inversión internacional y deuda externa. Primer trimestre 2020, en: https://www.indec.gob.ar/uploads/informesdeprensa/bal_06_2045AAE8C4CE.pdf (consultado el 5/7/2020)

Julio C. Gambina es presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP