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Valenzuela, ¡go home!

Fuentes: Rebelión

Otra vez Obama. El presidente de la potencia más poderosa del mundo siempre da para hablar y en este caso también para escribir. Los medios de comunicación publican una frase esgrimida por el presidente negro durante la Cumbre sobre Cambio Climático celebrada esta semana en Copenhague, dijo: «El tiempo de hablar se ha acabado. No […]

Otra vez Obama. El presidente de la potencia más poderosa del mundo siempre da para hablar y en este caso también para escribir. Los medios de comunicación publican una frase esgrimida por el presidente negro durante la Cumbre sobre Cambio Climático celebrada esta semana en Copenhague, dijo: «El tiempo de hablar se ha acabado. No he venido a hablar, vengo a actuar»(1). Impactante, una frase de esas a las cuales nos tiene acostumbrados desde su campaña electoral, muy marketinera, si se me admite el neologismo. Y realmente no sabemos si adoptará acciones relacionadas con el clima global, o si las que adopte resultarán positivas para el conjunto de los habitantes del mundo.

La última vez que pronunció un discurso, durante la entrega de su inmerecido Premio Nobel de la Paz, habló de guerra justa y necesaria; sí, haciendo una especie de adaptación yanqui de un proverbio romano que dice «quien desea la paz debe armarse para la guerra», el presidente Obama esgrimió que «habrá momentos en que las naciones -actuando individualmente o en conjunto- encontrarán que el uso de la fuerza no sólo es necesario sino está justificado moralmente»(2), entre otras barbaridades. Todo esto aconteció semanas después de haber enviado a Afganistán un contingente de 30.000 soldados para que se unieran a los ya instalados en ese territorio ocupado.

Más allá de toda esta necesaria digresión introductoria, hoy nos convoca otra acción concreta del presidente de Estados unidos, y esta vez relacionada con Argentina, el envío del Subsecretario para Asuntos Hemisféricos, Arturo Valenzuela. Este personaje llegó a la Argentina, Estado soberano e independiente, más allá de la impresión que ciertos gobiernos no representativos del pueblo puedan haber dejado grabada en la mollera de algunos funcionarios yanquis; en fin, el Secretario de Estado llegó para cuestionar la seguridad jurídica, en virtud de los comentarios que recibiera por parte de un conjunto de empresarios de su país, según sus declaraciones. Comentarios que repercutieron en los medios de Argentina. Este señor, una especie de reencarnación de Spruille Braden, llegó para indicar cuales son los pareceres del país del norte, hasta el límite de declarar que sus empresarios se encontraban en mejores condiciones en los años noventa(3), lo cual no llamaría la atención ni sería cuestionable si no fuera por haber sido expresado con tono de decepción.

Y más allá de que Argentina es un país receptivo de consejos para poder crecer y propender a un futuro mejor, la constatación empírica nos impide creer que los comentarios esgrimidos hayan tenido una finalidad tal. Y todo esto, sin perjuicio de señalar que el mencionado funcionario es el representante de un gobierno que justamente no se destaca por su seguridad jurídica. Porque la frase «seguridad jurídica» no puede -ni debe- aplicarse solamente para señalar la estabilidad de los empresarios, la expresión debe entenderse relacionada con el correcto funcionamiento del sistema jurídico de un país. Y en este sentido, contrariamente a lo que nos quieren transmitir, el gobierno estadounidense no puede ser catalogado como ejemplo de seguridad jurídica y justicia, tal vez sí para sus empresarios, pero como se expresó, el término requiere una intelección más amplia y abarcadora. Entonces, si es que la expresión «inseguridad jurídica» no se aplica sólo a las posibilidades de negocios de las empresas yanquis, podríamos intentar pensar qué opinaría una persona secuestrada en su tierra, trasladada a una isla ocupada, encarcelada y torturada durante más de 7 años, claramente se hace mención a los «combatientes enemigos» secuestrados en la Base Militar de Guantánamo. Qué opinarán estas personas secuestradas y encarceladas en una isla, sin juicio, sin defensa, sin acusación concreta. Sería lógico creer que pondrían en duda el entendimiento de la expresión «seguridad jurídica» en boca de un funcionario del gobierno que los mantiene secuestrados, sí, secuestrados, porque otro término no les cabe. No resultaría insensato creer que aceptarían encantados vivir en la «inseguridad jurídica» que, según el funcionario de Obama, reina en la República Argentina.

Y este caso es sólo un ejemplo, porque si se quisiera hablar de seguridad jurídica en los términos de Valenzuela, es decir, seguridad de explotación y facturación empresaria, también podrían ser consultados los habitantes de Estados Unidos que años atrás tomaron un crédito hipotecario subprime. Pero como se expresó, el término «seguridad jurídica» no es acotado a una situación y resulta de una gravedad mucho más extrema el secuestro, la tribulación y la tortura de seres humanos.

Y así como el presidente se permite adaptar proverbios antiguos, nosotros decimos -reformulando al filósofo griego Epitecto de Frigia- que el problema de la política exterior del gobierno de los Estados Unidos reside en enjuiciar el hoy con el criterio del ayer.

Deberían tomar nota de la nueva realidad Latinoamericana.

En fin, es necesario concluir el análisis de las expresiones vertidas por el Braden del presidente Obama, las cuales seguramente no resultan azarosas, sino más bien representativas de una política de gobierno. Nosotros tenemos claro que para mejorar no necesitamos sus consejos.

Digámosle, aunque resulte anacrónico, o más bien podríamos decirlo como un saludo de despedida, Arturo Valenzuela ¡GO HOME!

Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.