Los últimos meses se han caracterizado por una recurrente y perseverante violencia machista, cuyo extremo más notable fue el trágico asesinato de Lucía Pérez, en Mar del Plata, con métodos medievales. La problemática de los femicidios ha generado amplio debate y no tardó en ser engullida por la propia institucionalidad del sistema de desigualdad. ¿De […]
Los últimos meses se han caracterizado por una recurrente y perseverante violencia machista, cuyo extremo más notable fue el trágico asesinato de Lucía Pérez, en Mar del Plata, con métodos medievales. La problemática de los femicidios ha generado amplio debate y no tardó en ser engullida por la propia institucionalidad del sistema de desigualdad. ¿De qué manera fue engullida esta problemática? En el caso boliviano, a través de la promulgación de una ley (348) para supuestamente castiga la violencia machista, pero al estilo gastado del sistema judicial del Estado patriarcal: o sea, a través de penalizar al agresor en cada caso concreto. Una solución por demás sistémica y que no pretende en absoluto cambiar el sistema de desigualdad.
Por eso hay que decirlo, la violencia machista no puede ser tratada como impulso individual de sujetos desviados que transgreden un orden social supuestamente funcional y justo. Las agresiones machistas que vienen teniendo lugar de manera más frecuente son violencia colectiva, que es producto de la sociedad patriarcal y sus suplementos: el Estado y las relaciones económicas. No es una violencia que emerge de alguna exterioridad primitiva de la sociedad, sino desde los adentros racionales de la misma. Siguiendo a Charles Tilly, la violencia colectiva nunca precede al sistema social de desigualdad, sino que surge como puesta en cuestión del mismo, así como en reacción a la puesta cuestión, es decir como fuerza conservadora para preservar el status quo.
Entonces, también me permito afirmar, aunque sin posibilidad de establecer una comparación en términos cuantitativos porque para la estadística gubernamental este tema recién ha adquirido una aparente relevancia, que es una violencia en escalada. Es decir, la mayor recurrencia de hechos de violencia contra mujeres no sólo tiene que ver con que ahora haya una mayor contabilización de la misma, sino que hay una escalada de la violencia machista justamente porque hay una mayor contabilización. Me explico, en una de sus proposiciones para una explicación matemática de la ética, el filósofo Spinoza expresaba: «Si imaginamos que alguien afecta de alegría a una cosa que odiamos, seremos afectados de odio hacia él». La mayor visualización en términos estadísticos de la violencia machista, a raíz de la promulgación de leyes contra la violencia contra la mujer, no tiene en absoluto que ver con una toma de conciencia feminista por parte de las estructuras de poder. Sino que es la secuela de correlaciones de fuerza que resultan de una mayor recurrencia de acciones políticas por parte de las mujeres. Esto no quiere decir que exista una lógica de gobierno que obedece a la sociedad organizada. Sino que el Estado, a través del gobierno, siempre busca desmovilizar toda acción política que cuestione la legitimidad de sus estructuras. Esta es la lógica del Estado.
El punto que me interesa resaltar es que en el presente, aunque sea de manera desconcentrada y a veces contradictoria, tiene lugar una progresiva toma de conciencia por parte de las mujeres sobre las múltiples contradicciones que configuran al sistema de dominación patriarcal. Esto no quiere decir que esté teniendo lugar una revolución feminista, lamentablemente. Pero sí hay una progresiva toma de conciencia, hay mayores espacios de discusión y difusión sobre la problemática de la dominación masculina, ya sean éstos sistémicos o que logran dar cuenta de manera más amplia las contradicciones de la sociedad patriarcal. En suma hay una creciente preocupación en espacios femeninos sobre la violencia machista. Por lo tanto, cuando digo que hay una escalada de la violencia machista, no estoy apuntando a que antes no hubiera ya un gran índice de violencia, pero si considero necesario en términos políticos afirmar que se trata de una escalada, y esto lo argumentaré más adelante.
Siguiendo, aunque la respuesta gubernamental al fenómeno descrito anteriormente sea el intento de sofocarlo a través de políticas concretas y disfuncionales, la sociedad patriarcal tarda en comprender el carácter sistémico de esta respuesta y, en consecuencia, reacciona pensando que tiene lugar un agravio a los privilegios. Esto es lógico porque no existe ningún canal de comunicación directa entre las ideas conservadoras y las mentes conservadoras. Sino que ambas se configuran en el tiempo y a partir de procesos sociales. Por lo tanto, la reacción se manifiesta de múltiples maneras: desde reclamos colectivos furiosos como la intervención a la intervención de Mujeres Creando en el SIART el pasado 11 de octubre; la intensificación de la difusión de ideales sobre la sociedad patriarcal y recordando el «lugar» de la mujer, ya sea a través de canales oficiales, como las intervenciones de altos burócratas, o en espacios no gubernamentales como los medios de comunicación y las redes sociales. Entonces se genera, de manera no planificada o, por los menos, no enteramente planificada, un amplio entramado reaccionario en el que participan de manera consciente e inconsciente una multiplicidad de actores tanto institucionales, como individuales carentes en el fondo de albedrío.
Se configura, por lo tanto, un entramado de violencia machista colectiva, del cual también forma parte el Estado, y cuyo objetivo de fondo es aleccionar y devolver a la mujer al lugar que le corresponde en la sociedad patriarcal. No es violencia individual, aunque se pretenda diferenciar el exceso la violencia física del agresor y el femicida, del resto de la sociedad. Es necesario dejar de ser condescendientes. La violencia colectiva, en este caso tiene un carácter conductual, ideológico y relacional. Esto es: son las mismas ideas machistas y las mismas relaciones sociales patriarcales las que derivan en comportamientos que pueden parecer tan distintos como la publicación de memes de humor machista en las redes, o la interpelación entre amigos sobre el consumo o no de prostitución, hasta el asesinato de una mujer con métodos medievales, entre otros. No estoy afirmando que estos distintos comportamientos son equiparables, sino simplemente que provienen de una misma matriz ideológica y relacional.
Dicho todo esto, y considerando una vez más que existe un proceso de toma de conciencia, concientización y divulgación progresivas de las contradicciones de la sociedad patriarcal, en el presente tiene lugar una reacción reaccionaria, valga la redundancia, en los distintos niveles de esta sociedad, que se constituye en violencia colectiva. Esta reacción, como apunto la propia María Galindo, no es local sino a escala global ¿Esto puede verse resuelto a partir de políticas de mayor contabilización y promulgación de legislaciones penalistas para simplemente castigar casos individuales? La respuesta es claramente no. No pretendo plantear una solución, sino simplemente sumarme a las voces críticas frente a un contexto reaccionario que se siente bastante agraviado.
Juan Pablo Neri Pereyra es anarquista.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.