A este mercantilismo de acumulación, totalmente desbocado, que nos está llevando al desastre, le vale todo con tal de hacer negocio. No le importa que el número de personas muertas directa o indirectamente por la pandemia se eleve a cientos de miles, que millones nos veamos condenadas a la pobreza. No le importa que hayamos renunciado a nuestra libertad de movimiento, suspendido nuestras relaciones personales, aplazado nuestras vidas. En eterna espera del final de una pesadilla que parece no llegar nunca y que está organizada para que jamás termine, a la vista de los intereses que la están gestionando, ajenos a la protección del derecho a la salud y la vida. No le importa nuestro malestar social y psicológico, nuestra angustia, nuestra ansiedad, nuestra depresión ante tanta privación e incertidumbre impuesta. Lo único que les importa, a quienes se lucran con todo ello, es utilizarlo para incrementar sus tasas de ganancia.
En octubre de 2020, incluso antes de la aprobación de las primeras vacunas, Sudáfrica e India impulsaron, con el apoyo de la mayoría de los estados del mundo, una propuesta a la Organización Mundial del Comercio (OMC) para suspender las patentes de las vacunas y medicamentos para luchar contra el Covid-19 hasta lograr la inmunidad mundial. España se posicionó con el resto de la Unión Europea (UE), Estados Unidos, Japón y otros países, en contra de la exención de patentesde las vacunas mientras dure la pandemia. PlantaDoce, diario económico del negocio de la salud, se refería a mediados del mes pasado a la liberalización de la patente por parte de las farmacéuticas como un “acto de generosidad”, expresión puesta en boca de Carlos Lema, Catedrático de derecho mercantil, porque “una farmacéutica es una empresa y no una institución filantrópica y, como tal, debe lograr el beneficio para mantenerse en el mercado”.
Otro caso terrible es el de la Universidad de Helsinki, donde su equipo de investigación tan solo necesitaba 50 millones de euros para la fase tercera de su vacuna libre de patentes, lo que a estas alturas habría permitido a países de todo el mundo inocular a sus poblaciones sin desembolsar grandes sumas de dinero y, tal y como indica CTXT, refiriéndose al necromercado, el gobierno de Finlandia se puso de parte de la gran industria farmacológica priorizando los beneficios empresariales a la salud pública.
El hecho es que quienes más se están forrando, y continuarán haciéndolo, son las industrias farmacológicas, con la gestión agónica de la administración a cuenta gotas de las vacunas, y con el incremento exponencial en sus ventas de ansiolíticos, antidepresivos y psicofármacos. Ante esta emergencia mundial, los gobiernos y organismos internacionales no obligan a las farmacéuticas a liberar las patentes acelerando la vacunación de toda la población del planeta. Lejos de ello, las han financiado con dinero público para fabricarlas, y ahora las venden a los estados para volver a pagarlas con nuestros impuestos. Negocio redondo. Resulta terrorífico el poder que ostentan, hasta el punto de tener la solución en su mano y, sin embargo, dedicarse a negociar con la muerte escudándose en una supuesta incapacidad de abastecer al mercado. Pero lo más grave de esta cruel violencia, es que tanto las farmacológicas, como los gobiernos de los países enriquecidos y sus élites de poder, se presentan como nuestros salvadores, cuando en realidad son nuestros verdugos.
El posicionamiento de los estados títeres de los países enriquecidos, y de sus élites de poder informal que mandan es sus gobiernos, además de suponer una suspensión de la soberanía de los estados, fundamento de la democracia, es una forma de violencia extrema que hemos de denunciar y combatir y sin embargo se oculta (al igual que ocurrirá con la publicación de este artículo que será ignorado por las empresas mediáticas hegemónicas a quienes tantos beneficios les aportan en publicidad las farmacéuticas).
Mientras, siguen con el discurso de la guerra al virus, pero al parecer, la quieren hacer con mascarillas, voluntarismo y connivencia necesaria con quienes nos mantienen confinados, precarizados y sin poder despedirnos de nuestros muertos que, para ellos, tan solo son meras víctimas colaterales de su falta de agallas para enfrentarse a las empresas multinacionales. Los gobiernos como el español son los auténticos violentos y negacionistas, el resto, convidados de piedra que pasmados y zombizados, asistimos al cruel espectáculo de la instauración de un estado permanente y policializado de excepción, asistimos a su cruel inacción, que es también, la nuestra.
César Manzanos Bilbao. Soziologia eta Gizarte Langintza Saila/Departamento de Sociología y Trabajo Social. [email protected]