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Wikileaks, los árboles y el bosque

Fuentes: Rebelión

Estudiosos de la comunicación como Ramonet o Chomsky han demostrado que hoy en día la sobrecarga de información es una manera, quizá la mejor, de ocultar o incluso censurar determinadas noticias incómodas para los de arriba. Desde que internet se convirtió en el medio de comunicación por excelencia, es más cierto que nunca que los […]

Estudiosos de la comunicación como Ramonet o Chomsky han demostrado que hoy en día la sobrecarga de información es una manera, quizá la mejor, de ocultar o incluso censurar determinadas noticias incómodas para los de arriba. Desde que internet se convirtió en el medio de comunicación por excelencia, es más cierto que nunca que los árboles no nos permiten ver el bosque, pero tampoco nos dejan ver otros muchos árboles. A pesar de lo accesible que se encuentra la información, el gran problema para los consumidores de noticias es calibrar la verosimilitud de las fuentes. Desde los engaños masivos en los que incurrieron nuestros estados con la complicidad de los grandes medios es necesario que la duda metódica, no la conspiranoia, sea incorporada a nuestro proceder diario, manteniendo en cuarentena activa buena parte de las informaciones con las que nos bombardean a diario.

Sirva esta perorata para introducir un somero análisis del fenómeno Wikileaks, más que nada para sembrar esa duda de fiabilidad en nuestros sentidos de la que hablaba Descartes. Creo que todos sentimos admiración e incluso alegría por las oleadas de filtraciones publicadas por Julian Assange y su colectivo. Un grupo de jóvenes que, sin apenas medios a su disposición, pone contra las cuerdas a la maquinaria militar estadounidense usando los recursos que ofrece internet y envuelto todo ello en un halo cuasi cinematográfico de espías y hackers, era para congratularse. Rápidamente sentíamos empatía con Wikileaks y los que andamos en esta cosa de la red volvíamos a creer en el poder de los de abajo para cambiar el mundo. Tampoco es que hubieran descubierto la pólvora porque, como decía antes, todo se sabe o puede saberse buscando buenas fuentes, leyendo entre líneas o atando cabos. El valor de las filtraciones era otorgar oficialidad a datos en buena parte conocidos de antemano, pero desde luego no desvelaron nada nuevo que escapara de lo razonable dada la trayectoria reconocida del imperio.

Animado con los éxitos previos, Assange anunció a bombo y platillo la mayor andanada de informaciones confidenciales que iban a hacerse públicas en fechas próximas. Prometió, tal y como recogieron todos los medios, una filtración siete veces mayor que la de Ia guerra de ocupación de Irak, la cual se cifró en 400.000 documentos. Esto significaría alrededor de 2.800.000 archivos. Sin embargo, pocos días después sólo vieron la luz 250.000 cables diplomáticos, menos del 10% de lo prometido. El fundador de Wikileaks ha colgado en la red en sitios peer to peer y de descarga directa otro grupo de archivos encriptados para los que dará las claves en el caso de que le suceda algo, pero la suma de ambos ni se acerca a los casi tres millones de documentos prometidos. ¿Dónde están pues? ¿Por qué no se han hecho públicos? Es evidente que han faltado a la palabra dada, esta última filtración la podemos dar por acabada a pesar de las secuelas que seguimos sufriendo en los medios cada día, pero lo peor es que no hemos visto ningún tipo de explicación satisfactoria al respecto, al menos por ahora.

El formato elegido para hacer públicos los cables también merece ciertas sospechas. Un grupo que se dice alternativo al final acaba pasando por el aro de 5 periódicos de los más convencionales del sector. Aunque no sean de la derecha más rancia, tampoco es que destaquen por su carácter especialmente beligerante con la política exterior norteamericana. Todo lo contrario, salvando algunas contribuciones de The Guardian, poco se salva de los cinco. Podría pensarse que los han seleccionado para multiplicar los impactos mediáticos de lo desvelado pero también podrían haberse escogido otros de los que el resto bebería como fuente, justo tal y como sucede ahora. Pero sin duda lo mejor hubiera sido colgarlo en la propia web de Wikileaks asegurándose con una serie de mirrors que los archivos estaban a disposición de quien quisiera usarlos y subirlos a las redes de descargas p2p donde cada individuo que lo compartiese serviría a la vez de servidor para que en pocas horas se hubiese multiplicado de manera exponencial. Ahora, todas las mentes malintencionadas pensaremos que lo que se ha hecho realmente es vender la información o cambiarla por generosos donativos para el sostenimiento de la organización, si se prefiere. Los réditos que los periódicos están sacando por la publicación no van a ser baladíes.

Y lo que era previsible dada la trayectoria de los medios, se confirmó. El cártel de los cinco, coordinadamente, ha practicado la autocensura con muchos de los cables y, lo que es peor, ha pedido permiso al Departamento de Estado de EEUU sobre qué se podría o no se podría publicar. El director de nuestro querido El País, Javier Moreno, ha manifestado que, aunque había hablado con ellos previamente, no había llegado a ningún tipo de acuerdo con el gobierno de EE.UU. Pero claro, el acuerdo lo firmó el NYT y El País y los otros se subrogaron a él, habiendo «decidido aceptar los compromisos a los que The New York Times llegue con el Departamento de Estado para evitar la difusión de determinados documentos». Así pues, quizá tengamos la respuesta a la decepción que causó la revelación de los cables, casi todos ellos irrelevantes, obvios o favorecedores de las políticas imperiales.

Pero ese es otro cantar, basta echar un vistazo somero a los titulares de los media para darse cuenta que, o bien el filtro interesado del garganta profunda, o bien la criba de Wikileaks, los pactos con el Departamento de Estado o la autocensura de los 5 han dado sus buenos frutos. Vistos con distancia, la mayoría de los cables sólo refuerzan las estrategias más fundamentales de la política internacional del imperio y no hay ninguno que realmente las ponga en peligro. A saber, la filtración es un auténtico aldabonazo para la campaña de desestabilización de Irán a través del affaire nuclear montado sobre las mismas falsas bases que las de las armas de destrucción masiva de Irak. ¿Alguien se acuerda ya de linforme conjunto de la inteligencia de EEUU que desmentía toda la propaganda pública sobre los que pivotaba y aún hoy pivota la guerra encubierta contra la república islámica?

También es una notoria reafirmación de la auténtica batalla que la administración norteamericana libra contra los procesos de liberación nacionales en toda Latinoamérica, en especial contra Cuba y el bolivarianismo. Es una constatación de que los embajadores actúan como verdaderos virreinatos en muchos lugares y no sólo en países en vías de desarrollo. Ciertamente Wikileaks ha logrado poner en cuestión la soberanía de muchos estados, de su clase política y de sus sistemas judiciales, lo que está dañando a muchos de los aliados. Pero el daño a EEUU es más indirecto que directo. Por el contrario, Israel es uno de los grandes beneficiados por las filtraciones, el mismísimo Netanyahu está encantadoya que lo presentan como una persona comprometida con la paz con los palestinos y cuyas ansias de machacar a Irán son compartidas con buena parte de los regímenes árabes.

Aplicando aquella vieja máxima de quid prodest, podrían inferirse conclusiones bien interesantes. Los cables, a pesar de la inusitada claridad en el lenguaje usado despojado de la usual vestimenta diplomática, nos muestran a un imperio de guante blanco, no implicado en golpes de estado, guerra sucia, sin nada que ver en las matanzas de Líbano, Colombia o Gaza, muy comprometido con las vías diplomáticas y velando celosamente por la integridad de sus hombres y los contratos de sus empresas en todo el mundo. Quizá la administración Obama pueda ser vista como ineficaz a la hora de salvaguardar las comunicaciones de sus embajadas, pero no es nada que no se pueda arreglar con un poco de tiempo. Algunos analistas opinan que si estos son los únicos bombazos esperables de Wikileaks, servirán para mejorar a medio plazo la imagen de EEUU en el mundo.

Es obvio que no podemos saber a ciencia cierta qué hay detrás de todo este entramado, quizá en algunos cables que se filtren a través de una Wikileaks 2.0 en un futuro esté la verdad, pero es obvio que caben las siguientes posibilidades:

  • Wikileaks es una organización alternativa que lucha contra los poderosos y está pagando un alto precio por ello
  • Que está siendo instrumentalizada inconscientemente por aquellos que les proporcionan de manera anónima los archivos con fines espurios. Hay quienes opinan que es cosa del ala más conservadora de los republicanos, el Tea Party
  • Que, a pesar de sus orígenes, Wikileaks haya sido domesticada y se esté plegando a los intereses de gobiernos y medios para no salirse mucho del tiesto.
  • Que Assange esté negociando los papeles restantes a cambio de su libertad o por el derecho a existir con perfil bajo
  • Que Wikileaks sea directamente un engendro de los servicio secretos norteamericanos

Que cada cual elija la que crea más plausible…

Blog del autor: http://www.bitsrojiverdes.org/wordpress/?p=4675

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.