La repercusión noticiosa de la comparecencia de Fidel ante la Asamblea Nacional cubana ha sido enorme. Además de convertirse en el número uno de los «temas del momento» en la red social Twetter, sólo en español el buscador Google contaba 1.172 despachos de prensa en las primeras seis horas transcurridas después de la sesión parlamentaria. […]
La repercusión noticiosa de la comparecencia de Fidel ante la Asamblea Nacional cubana ha sido enorme. Además de convertirse en el número uno de los «temas del momento» en la red social Twetter, sólo en español el buscador Google contaba 1.172 despachos de prensa en las primeras seis horas transcurridas después de la sesión parlamentaria.
«Fidel Castro pide a Obama que no ataque a Irán» titula la agencia italiana ANSA, «Cuba: Fidel Castro reapareció en la Asamblea Nacional» encabeza por su parte el sitio BBC Mundo, y así casi hasta el infinito. Pero hay una excepción, o más bien una obsesión. No es El Nuevo Herald de Miami, ni tampoco un boletín de estudiantes de primer año de periodismo. Es el periódico español El País, que publica un reporte de su corresponsal en La Habana bajo el título «Fidel Castro regresa al Parlamento sin mencionar las reformas».
Quienes jugaron a la adivinación hace tres años -editorial del 17 de enero de 2007-y se equivocaron pronosticando la muerte política de Fidel, tienen ahora el valor de publicar sobre él: «llevaba un mes de constantes apariciones públicas y ante la Asamblea Nacional ha ejercido de Gran Oráculo».
Para El País el apego a los hechos, la diversidad de fuentes, y el respeto a la inteligencia ajena son sacrificables cuando de la realidad cubana se trata. Por eso se permite colocar en un segundo plano un tema cardinal para la humanidad como el peligro de una conflagración nuclear para subrayar lo que más le preocupa: que las «reformas» en la Isla no son lo que ellos desean. Pero ahí no acaba el periodismo de excelencia, en la misma edición el diario vuelve a timar a sus lectores con un relato sobre la salud de Fidel, en el que leemos «revelaciones» al estilo de: «el sangramiento fue tan severo que tuvo que ser trasladado a La Habana en una aeronave» [desde Holguín], como si hubiera otro modo -para un jefe de Estado en el siglo XXI- de recorrer los casi mil kilómetros que separan ambas localidades. Y todavía no es suficiente, pocas horas después incorporan otro artículo, esta vez sobre la «represión» en la Isla, en el que la única fuente es una persona cuyo negocio es fabricar supuestas cifras de presos y detenidos para los corresponsales extranjeros en La Habana. Y así ya tenemos, bajo la misma firma y en menos de ocho horas, las tres obsesiones que impiden al diario del Grupo PRISA hacer periodismo para hablar de Cuba: las «reformas», el morbo con la salud de Fidel, y la contrarrevolución made in USA.
Como si fuera el único periódico del mundo y no existieran Internet o la televisión, donde sus lectores se puedan enterar de lo que realmente ocurre, el cotidiano madrileño trae por los pelos su agenda de forzar cambios en Cuba a cualquier costo, incluido el de su legitimidad. Hubo una época, allá por los finales de los años 70 e inicios de los 80 del siglo pasado, en que El País se estudiaba en las facultades de periodismo como ejemplo de profesionalidad, es una pena pero algo nos hace sospechar que -gracias a su obsesión anticubana- pronto se estudiará por todo lo contrario.
rCR