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Yo Soy 132: debatir el rumbo

Fuentes: Rebelión

Hace ya casi 5 meses que el movimiento Yo Soy 132 irrumpió en la escena política, organizó a miles de estudiantes y realizó grandes manifestaciones. Han sido meses intensos y casi siempre hemos estado movilizados y con tareas urgentes por resolver, pero hoy, es tiempo de hacer un alto en el camino y reflexionar. Desde […]

Hace ya casi 5 meses que el movimiento Yo Soy 132 irrumpió en la escena política, organizó a miles de estudiantes y realizó grandes manifestaciones. Han sido meses intensos y casi siempre hemos estado movilizados y con tareas urgentes por resolver, pero hoy, es tiempo de hacer un alto en el camino y reflexionar.

Desde el inicio hubo una tensión entre dos tendencias para definir el rumbo del movimiento. Por una parte el sector que enfocaba sus esfuerzos en la coyuntura electoral y que dirigía su crítica fundamentalmente a la figura de Enrique Peña Nieto. Por otra parte la tendencia que insistía en hacer una crítica al conjunto del sistema político y en la necesidad de trascender las elecciones, consolidar la organización y prepararse para una lucha de largo plazo.

En su pluralidad el movimiento supo darle cabida a los dos sectores. Los grupos más ligados al proceso electoral impulsaron la Comisión de Vigilancia [1] y centraron sus esfuerzos en impedir que se cometieran irregularidades el día de la elección. Por el otro lado se insistió en la necesidad de generar un Programa de Lucha, a largo plazo y que contemplara una transformación profunda de todo el sistema, independientemente de quién ganara las elecciones.

Después de las elecciones el discurso en contra de la «imposición» cobró mucha fuerza porque se asumió en la Convención Nacional y porque expresaba la necesidad de protestar ante la victoria de Peña Nieto y la regresión política que eso implica. Además el concepto fue asumido por todos porque tenía cierta ambigüedad. Para el sector preocupado por las elecciones reflejaba la imposición de un candidato en un proceso con irregularidades e inequidades muy claras. Pero la «imposición» también se entendía como la base de un sistema político que de manera constante «impone» reformas estructurales y un modelo económico desigual y excluyente.

Sin embargo, el discurso de la «imposición» fue entendido por la mayoría de la población como una crítica centrada en las elecciones y así el movimiento redujo su horizonte. En lugar de hacer una crítica a todo el sistema político con sus mecanismos clientelares y corporativos, de todos los partidos políticos, se enfocó a cuestionar el proceso electoral y la actuación de un solo partido político.

Con este discurso el movimiento pudo funcionar hasta la resolución del Tribunal Electoral a finales de agosto. Después de esa fecha el único horizonte para enfrentar la «imposición» es el de protestar el 1 de diciembre el día en que EPN asume la presidencía. Sin embargo, es completamente irreal pensar que el movimiento va a tener la capacidad de evitar que Peña Nieto tome posesión. Además el cambio de poderes ya está en marcha y cada día es mayor la influencia del priísta. Es ingenuo pensar que la asunción del poder se reduce a la ceremonia de toma de protesta y que por lo tanto se puede impedir con un simple cerco al congreso. El poder y la hegemonía del PRI abarcan toda una serie de aparatos corporativos, mediáticos e incluso de organizaciones ligadas al narcotráfico. Su victoria electoral y su regreso a la presidencia solamente son la consecuencia de esas estructuras y para acabar con su hegemonía hay que impulsar transformaciones profundas, no pensar que todo su poder se limita a la silla presidencial.

Así, el discurso de la imposición limitó demasiado el horizonte del movimiento y una vez terminado el periodo post-electoral no tiene grandes perspectivas. Por eso, en las últimas semanas el movimiento no ha tenido mucha claridad en su horizonte. Lo peor es que en lugar de abrir un debate a fondo sobre el rumbo del movimiento las discusiones se han centrado en las acciones a tomar. Se habla de «acciones contundentes» o de «acciones simbólicas» en lugar de preguntarse para qué son las movilizaciones, cuáles son sus objetivos y en qué contextos se desarrollan. Las acciones deberían fijarse en función de los objetivos del movimiento y no al revés.

De está manera para trascender este periodo el movimiento debe recuperar un horizonte amplio que le permita plantear una lucha a largo plazo. Para ello es necesario que se exprese de manera clara la crítica al conjunto del sistema político y económico. Nuestra crítica no se limita a las irregularidades del proceso electoral sino que abarca a un sistema cerrado en el que todos los partidos representan en realidad a la misma forma de hacer política y a los intereses de los grandes poderes fácticos (incluyendo al narcotráfico).

Por eso nuestra lucha es por una «democracia auténtica», una en la que la política sea de todos y no solamente de los partidos y la clase política. Además también tenemos que recuperar nuestro Programa de Lucha y avanzar en el cuestionamiento al modelo neoliberal. En lo inmediato eso pasa por detener el retroceso político que se vive en el país y que se va a agudizar con la llegada de Peña Nieto. Para lograrlo es necesario que nuestra crítica sea clara y que nos organicemos de manera permanente. No son tareas sencillas pero es necesario abordarlas.

Joel Ortega Erreguerena, miembro de la Asamblea de Posgrados de la UNAM Yo Soy 132. Las reflexiones solamente reflejan la opinión personal del autor.

Nota:

[1] La Comisión de Vigilancia se encargó de coordinar los esfuerzos que se hicieron en el movimiento para denunciar las irregularidades del proceso electoral.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.