Recomiendo:
0

De la Ibero al 2 de octubre…

«#Yosoy132»: corte de caja

Fuentes: Rebelión

Un joven estudiante se detiene ante la fila de policías que custodia las instalaciones de la poderosa corporación Televisa [3]. Junto a unas cinco mil personas, el joven participa en la realización de un cerco humano a la empresa que, rodeada por éstos, se protege de la protesta que denuncia la manipulación informativa de la […]

Un joven estudiante se detiene ante la fila de policías que custodia las instalaciones de la poderosa corporación Televisa [3]. Junto a unas cinco mil personas, el joven participa en la realización de un cerco humano a la empresa que, rodeada por éstos, se protege de la protesta que denuncia la manipulación informativa de la televisora. El estudiante lee un fragmento de un texto de André Bretón frente a los policías. Más tarde, hay un centenar de jóvenes leyendo poesía ante ellos. Otros bailan break dance. Algunos, regalan flores a los integrantes de las fuerzas del orden. Uno más, con altavoz en mano, cuenta chistes, uno tras otro. La multitud ríe a carcajadas. Entre los policías incólumes, surgen tímidamente, varias sonrisas…

En cinco meses de movilización social, el movimiento #yosoy132 ha logrado realizar un debate inédito entre los candidatos a la presidencia, cercar de manera pacífica durante 24 horas a una poderosa empresa televisiva, realizar un contrainforme inédito, serio y documentado sobre la situación nacional, movilizar a miles de personas en la zona metropolitana y en varias ciudades del país, ha logrado realizar un paro de labores de 24 horas en una treintena de escuelas y facultades; ha reunido, además, a centenar y medio de asambleas -la mayoría estudiantiles-, que se aglutinan en la llamada Asamblea General Interuniversitaria (AGI), habiendo mantenido su unidad interna a pesar de las fuertes tensiones por la diversidad de posiciones que se expresan a su interior. Es mucho, considerando que #yosoy132 aparece para sorpresa de casi todos después de un largo reflujo, no sólo del movimiento estudiantil, sino, en general, de los movimientos sociales en México. Es poco, si se considera que el movimiento juvenil ha decidido tomar como enemigos al régimen, a las televisoras y al virtual presidente Enrique Peña Nieto.

Aclamado y hasta idealizado por la intelectualidad de izquierda; atacado por los medios dominantes y el priísmo encaminado a la presidencia; amplificado y hasta magnificado por los movimientos antisistémicos europeos y estadounidense; visto con incredulidad y cuestionado por buena parte de la izquierda anticapitalista; apoyado y vitoreado por los sectores progresistas de la población, #yosoy132 ha irrumpido en la escena política nacional de 2012, haciendo lo que los subalternos hacen cuando comienzan a dejar de serlo: constituirse como sujetos políticos. Entender a este sujeto colectivo polimorfo, diverso, contradictorio, es tarea esencial para comprender los siguientes pasos de las luchas subalternas en México. Aquí, algunas notas desde el horizonte interno del movimiento para ello.

 

Colisiones

Tres procesos sociales colisionaron para formar #yosoy132. Cada colisión provocó una ola expansiva de participación, dándole figura al movimiento. Sus efectos no han concluido hasta hoy y, a la vez, integran la potencia y los límites del movimiento. Cada choque ocurrió en una acción colectiva, desorientando a los protagonistas y arrastrando a todos a la formación de un proceso de movilización social difícil de caracterizar. Son tres, los momentos constitutivos del movimiento: la protesta en la Universidad Iberoamericana el 11 de mayo de 2012; la manifestación autoconvocada por las redes sociales contra Enrique Peña Nieto, apenas unos días después, el 19, y la asamblea multitudinaria en Ciudad Universitaria el 30 de ese mismo mes. Atravesadas las tres por el momento simbólico fundante del movimiento: la movilización convocada en la Estela de Luz el 23 de mayo. Revisemos cada una de ellas.

Como bien se sabe, la llama que incendió la pradera, fue la protesta de los estudiantes de la Universidad Iberoamericana [4] contra la visita de Enrique Peña Nieto a dicha institución. No es novedoso que los chavos de la Ibero participen políticamente. Grupos cardenistas primero, y obradoristas después, siempre han impulsado acciones en tiempos electorales. En su momento, los grupos zapatistas fueron importantes en los campus Santa Fe y Puebla. Lo novedoso, fue la inteligencia colectiva de los estudiantes, por un lado (utilización claramente mediática de máscaras, videos en youtube, utilización de las redes sociales), y la interacción antagónica con el candidato priísta, por otro. Probablemente, si el candidato no hubiera respondido y azuzado de manera equívoca a los estudiantes y, si el presidente del Partido Revolucionario Institucional no los hubiese acusado de porros [5], no se habrían desencadenado los acontecimientos que provocaron la formación del movimiento. La acción de protesta se hizo en el lugar correcto, en el momento electoral correcto, con los reflectores de los medios de por medio, con la respuesta incorrecta del candidato y con el brillante revire estudiantil de los 131 [6] estudiantes que participaron en la protesta en youtube. De ahí surgiría una improvisada dirección del movimiento, representada en los chavos ibero y sus audaces aliados del ITAM [7]. La primera ola de expansión había iniciado: sin quererlo, los estudiantes habían lanzado fuego a la hierba seca. No sabían que el repudio a la candidatura de Peña Nieto, provocada por la situación de emergencia que vive el país y por el miedo al regreso del viejo régimen, era tan extendida. De pronto, un pequeño grupo de manifestantes, sin mucha experiencia política (aunque con claros liderazgos carismáticos entre ellos, especialmente del ITAM), había provocado la reacción social generalizada que se expresaría en las movilizaciones posteriores y, en especial, en la manifestación de la Estela de Luz el 23 de mayo. Esta pequeña dirección intentó dirigir sus baterías contra los medios de comunicación, a través de su principal demanda: democratización. Sin embargo, la ola expansiva ya había salido de sus manos.

De manera paralela y subrepticia, o mejor, subterránea y subalterna, en forma independiente a los acontecimientos en la Universidad Iberoamericana, se estaba generando una segunda ola expansiva. Su extraño protagonista es, simplemente, «la gente». En las redes subalternas (entre amigos, en los trabajos, en las escuelas, entre los activistas, entre los no organizados), había crecido una certeza en medio del desastre que vive México y en medio del proceso electoral: «tenemos que hacer algo». No obstante, los canales para hacer algo estaban obstruidos, debilitados o en silencio, como veremos más adelante. La segunda ola expansiva se inició con otra llama: la convocatoria a la movilización antipeña, surgida en las redes sociales [8]. Sin centro ni organización, este proceso de la «sociedad civil» que se expresa en momentos de emergencia, se había activado. Como en otros momentos de crisis (el levantamiento zapatista, la masacre de Acteal, el encarcelamiento de los estudiantes del CGH), la gente no organizada estaba dispuesta a movilizarse, esta vez, en medio de las elecciones, para detener el peligro del regreso del viejo régimen representado por Peña Nieto. Esta «sociedad civil» -parecida a la multitud propuesta por Antonio Negri [9] -, que se moviliza en situaciones críticas, que no tiene líderes ni organización, pero que también es volátil y efímera, estaba por reaparecer en escena. Ese extraño fenómeno de participación ciudadana que, desde 1985 aparece y se desvanece como oleadas de actividad política de la población no organizada, estaba por activarse. Si las redes sociales (facebook, twitter) son la digitalización del «boca en boca», lo que estaba sucediendo era la activación de la participación ciudadana, a partir de la politización de los vínculos cibernéticos. La segunda ola expansiva había comenzado con una sola consigna: N o a Peña Nieto.

Ambas olas colisionaron. Las llamas se confundieron, pero el proceso más poderoso, el movimiento del NO a Peña Nieto, absorbió a los desconcertados estudiantes. Trataron de no ser subsumidos, deslindándose de la marcha anti Peña Nieto. Era tarde. El movimiento había comenzado. En las siguientes semanas, a regañadientes, los estudiantes de las escuelas privadas tendrían que aceptar (aunque nunca públicamente, como lo sostienen hasta ahora), que su acción de protesta se había mezclado, de manera indisociable, con el sentimiento popular generalizado «anti Peña Nieto».

Sin embargo, la tercera acción colectiva, que también definiría el carácter y rumbo del movimiento fue, sin lugar a dudas, la emblemática asamblea multitudinaria en Ciudad Universitaria [10]. El movimiento antipeña y el movimiento de las escuelas privadas, colisionarían con un tercer actor: los estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de México y de otras universidades públicas. La colisión generó una tercera ola expansiva. El movimiento crecía en cuestión de días. Nadie podía controlar lo que estaba sucediendo.

Precedida la asamblea en Ciudad Universitaria por la movilización masiva del 23 de mayo cuyo punto de partida era la Estela de luz [11] donde todos los estudiantes se encontraron cara a cara por primera vez, sorprendidos de su propia convocatoria en esa acción colectiva emblemática que formaría de manera incipiente al corazón del movimiento.

Desde 2011, se percibía que el reflujo estudiantil estaba por terminar. Las acciones de coordinación y movilización de la Coordinadora Metropolitana contra la militarización (COMECOM), entre numerosos y diversos grupos estudiantiles, anunciaban el fin del largo letargo estudiantil post huelga universitaria 1999-2000. Aunque pequeñas, las movilizaciones hacían evidente que los últimos trastornos de la huelga habían pasado y que una nueva generación de activistas y de estudiantes estaba dispuesta a actuar. Con ellos y con muchos otros no organizados, colisionaron. De éstos y de dicha asamblea multitudinaria en las llamadas «islas» de Ciudad Universitaria, surgiría menos visiblemente la tercera característica del movimiento: su posición antineoliberal que daría un importante giro a la orientación inicial del movimiento.

El movimiento del NO (no a la manipulación mediática, no a Enrique Peña Nieto y, en menor medida, no a las reformas neoliberales), había surgido. De cada uno de los procesos, brotaron sus componentes y sus demandas:

Una pequeña e improvisada dirección estudiantil, que funcionó en la integración de la llamada «Coordinadora» y que después de que ésta se disolviera, algunos de sus integrantes siguieron fijando posiciones importantes de #yosoy132, aunque con una influencia relativizada.

Las asambleas -que aparecerían después de que fueron convocadas en la manifestación de la Estela de luz-, expresándose en la UNAM e integrándose a la asamblea interuniversitaria, al momento de escribir estas líneas siguen funcionando, con un difuso programa de lucha y como espacio fundamental de decisión política y organizativa, recuperando la larga e histórica tradición asamblearia del movimiento estudiantil mexicano y anclando la participación en la democracia directa más que en la estructura organizativa de #yosoy132.

Por último, el movimiento popular y de la sociedad civil anti peña nieto (probablemente, en forma mayoritaria juvenil), que respondió a la convocatoria de #yosoy132; más amplio que la estructura estudiantil, tiene una lógica propia, demostrada en las numerosas movilizaciones autoconvocadas sin la participación formal de #yosoy132, con una única demanda visible: No a Peña Nieto.

La emergencia de este complejo actor ha sido aplaudida por buena parte de la izquierda y ha generado amplias simpatías, quizá no tanto por su elocuencia ni por la complejidad de sus propuestas, sino por aparecer como símbolo de esperanza en medio de la incertidumbre y de la catástrofe nacional, así como por estar encabezada por ese otro emblema en los procesos sociales: la juventud.

 

De vacíos y ausencias. Los estudiantes al rescate

#yosoy132 aparece en el contexto del vacío de dirección y de inmovilización que ha dejado la ausencia, la incapacidad y la debilidad de las izquierdas [12] y de los movimientos sociales en México. Aparece entonces, llenando un espacio difícil de ocupar: orientar la oposición al régimen.

Y es que la lucha callejera y de antagonismo frente a los poderosos -debemos reconocer-, ha venido a menos en los últimos años, a partir de una serie de errores y de derrotas de los principales referentes articuladores de las izquierdas en México, dejando al menos, seis visibles vacíos y ausencias.

Después del movimiento contra el fraude en 2006, el lopezobradorismo abandonó el campo de impugnación y resistencia popular al régimen calderonista basado en la movilización (representada simbólicamente en las acciones colectivas de las Adelitas [13] ), para concentrarse en la organización de una estructura de vigilancia electoral. Dejó las calles para afiliar uno a uno a sus seguidores, no con el fin de resistir la guerra calderonista, su gobernabilidad y su hegemonía, sino para enfilarse en la contienda electoral, quizá desde entonces con la pretensión de construir una nueva expresión partidaria [14] . El campo de acción popular fue hecho a un lado para centrarse en la acción electoral, dejando el camino libre al gobierno de ignominia del derechista y conservador Felipe Calderón. Esta decisión generaría un vacío político estratégico. Aunque López Obrador se mantendría vigente como alternativa política electoral, los referentes y formas de participación (el Movimiento de Regeneración Nacional, el voto, los partidos de su coalición), no podían ni alcanzaban a encauzar la indignación popular por la situación del país; más bien, buscaban organizar la estructura de vigilancia electoral acorde a las necesidades de su candidatura. A pesar de la simpatía hacia estas formas de participación, mucha gente no podía acceder a las jerárquicas, burocráticas, clientelares y, en ocasiones, poco atractivas y esclerotizadas formas de participación de esta expresión.

Por otro lado, el zapatismo y la izquierda anticapitalista representada en La Otra Campaña [15], quedaron neutralizados y en silencio después de la terrible represión en Atenco [16] y del profundo cuestionamiento a su legitimidad por su ruptura con la izquierda institucional. La ausencia y el silencio de estas fuerzas ha dejado libre el campo de acción política nacional a otros actores; por lo que, las propuestas, discursos y procesos autonomistas, anticapitalistas, libertarios y de los pueblos originarios, ciertamente quedaron ocultos para buena parte de la población dispuesta a movilizarse y para una nueva generación que desconoce muchos de estos procesos radicales de largo aliento.

En su momento, la Asamblea Popular de Pueblos de Oaxaca (APPO) significó un referente de acción política que muchos intentaron emular [17], reproduciendo su forma en otros estados distintos a Oaxaca. El cercenamiento de tajo de la dirección del alzamiento popular de 2006 por la represión y la persecución generalizada en ese movimiento, aceleró las contradicciones internas que ya eran fuertes en el proceso [18]. La derrota de la APPO y su desaparición como opción social, denota un tercer elemento de vacío en el antagonismo frente al régimen. Lo mismo sucedería con los trabajadores del Sindicato Mexicano de Electricistas quienes, a pesar de su heroica resistencia, no pudieron encauzar la enorme simpatía y solidaridad de los sectores de izquierda que inundaron las calles para apoyarlos cuando se produjo la desaparición de Luz y Fuerza del Centro [19].

Asimismo, el movimiento de base de comunidades en defensa de la tierra, el territorio y los bienes naturales -representado por unas 200 resistencias locales ubicadas en buena parte del país-, opositor a megaproyectos depredadores de minería a cielo abierto, de construcción de represas, carreteras, proyectos turísticos y otros proyectos de infraestructura o depredación ambiental, no ha logrado consolidarse como un actor político nacional unificado. A pesar de que las comunidades en resistencia contra el despojo y la depredación aumentan, su atomización y dispersión es aún muy profunda. No ayuda tampoco la incomprensión de los movimientos sociales de izquierda que no alcanzan a dimensionar ni la catástrofe ambiental ni las demandas de todas estas resistencias. Por otro lado, los intentos realizados para aglutinarse en la Asamblea Nacional de Afectados Ambientales [20] y otros espacios y plataformas de articulación, han sido insuficientes para visibilizarlas como un movimiento en común, por lo que han quedado ocultas, también, para la base del movimiento Anti Peña y para la mayoría de los estudiantes de #yosoy132, que ignora la amplitud y diversidad de las resistencias socioambientales.

Por último, la creciente indignación por la violencia y la guerra calderonista vivida en una gran parte del país, tuvo un momento de brillo cuando surgió el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad en 2011 [21], el cual encauzó la protesta en las movilizaciones que, en mayo de ese año, reunieron a casi cien mil personas. Sin embargo, la estrategia de diálogo con el Ejecutivo en Chapultepec, muy pronto desmotivó a miles de ciudadanos que se sentían convocados por la emergencia de detener la violencia. Aunque con completa legitimidad y con una crítica certera a la clase política -a pesar de las antipatías del lopezobradorismo-, el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad no logró articular las indignaciones ni las rabias provocadas por el desastre del gobierno calderonista. En buena medida, ello se debió a un acelerado proceso de deslegitimación generado por su estrategia y por su forma de diálogo con el poder, así como por la incapacidad para evaluar que, una de las prioridades del movimiento, era ser la expresión masiva y popular de la indignación contra la violencia y la guerra en la calle, fielmente representada en el «estamos hasta la madre» y «no más sangre», reduciendo la rabia generada y su potencia como sujeto político nacional contra la guerra al discurso subalterno de las víctimas de ella.

En suma, a pesar del enorme descontento contra el régimen, evidenciado una y otra vez en movilizaciones y en abucheos contra el presidente, en el enojo al interior de los movimientos sociales, en las reacciones frente a la situación de crisis económica, de caos por la violencia y de numerosas acciones autoritarias, los distintos esfuerzos y procesos sociales no habían podido dar cauce y expresión a la energía social que venía creciendo, al menos, desde 2009. Por ello, la sociedad civil, la multitud, no había encontrado espacio ni convocatoria para expresar su repudio. Ninguna de las izquierdas la convocó. Ninguno de los procesos tuvo la capacidad de mostrarse como alternativa de participación. La represión, la desarticulación, y también las diferencias internas e ideológicas, así como profundos errores estratégicos, impidieron que estos importantes procesos sociales pudieran encauzar la energía anti-régimen que se iba acumulando. La sociedad civil, esas miles de personas sin organización, no habían sido convocadas, como había sucedido una y otra vez en el pasado.

Lo novedoso es que hoy, sin convocatoria central, esa «sociedad civil» [22] se auto-convocó en medio del proceso electoral, considerando que tenía que actuar. A finales de mayo, se detonó un movimiento de la sociedad civil claramente expresado en las movilizaciones realizadas sin centro, sin organización ni partido, y también, sin la convocatoria formal de la dirección asamblearia de #yosoy132; el movimiento estudiantil, representa el sector organizado que intenta expresar la dirección política de ese movimiento ciudadano más amplio. El movimiento estudiantil es la forma más organizada y más clara de expresión del descontento social, que se articula como sujeto autónomo en torno a la coyuntura electoral y de manera totalmente independiente a todos los procesos sociales que hemos descrito.

De manera que, #yosoy132 viene a ocupar un difícil lugar: el de enfrentar cara a cara al régimen, en un momento de reflujo importante de la movilización social, en el que las resistencias -como las de los pueblos indios y las de las luchas socioambientales-, no se expresan en el escenario nacional sino en sus localidades. Tarea titánica que se antoja inviable, reconocida en la consigna repetida desde hace meses en el movimiento estudiantil: «los estudiantes no podemos solos».

Sin embargo, el movimiento estudiantil no ha comprendido que sólo es una parte -la orgánica- de un movimiento sui generis de la sociedad civil. El peligro radica en que, así como ese movimiento se activó y se autoconvocó de manera espontánea, puede desvanecerse y desaparecer de la misma manera, como al parecer ha estado sucediendo ya en la más reciente etapa del movimiento.

Por otro lado, los límites de la capacidad de #yosoy132 son evidentes, ya que no ha provocado una crisis en el régimen, así como tampoco ha logrado- hay que decirlo-, una adhesión importante por parte de las resistencias sociales existentes ni una participación popular desbordante o abrumadora [23].

Curiosamente, buena parte del destino de un movimiento estudiantil que defiende rigurosamente su autonomía, depende hoy de la reacción y de la acción de las izquierdas y de las resistencias sociales y populares.

Para #yosoy132, el peligro no sólo es enfrentar al nuevo régimen; también, que el movimiento de la sociedad civil se desvanezca o bien que los estudiantes no logren articularse con las resistencias y los movimientos mexicanos, quedándose solos. De ello dependerá la nueva correlación de fuerzas entre el priísmo en el poder y las luchas subalternas en la nueva etapa que comienza a partir del 1 de diciembre.

 

La novedosa biosíntesis de los elementos de #yosoy132: juntos y revueltos por el cyberdesmadre

Ciberpolítica, política estudiantil asamblearia y política de la multitud, son los componentes que constituyen su potencia pero, al mismo tiempo y de manera cada vez más riesgosa, sus límites y debilidades. Veamos cada uno de ellos.

Discuten por las redes sociales temas sustantivos; utilizan innumerables plataformas cibernéticas que los ayudan a recaudar recursos para conciertos, a difundir videopropaganda, a diseñar y manipular creativamente imágenes, a divulgar, a crear y a editar audios, así como a construir documentos a la manera «wiki». Se llevan a cabo reuniones virtuales y surgen iniciativas en red, que fluyen por las canales del ciberespacio. Es una nueva generación, con nuevas herramientas, y también, con una nueva inteligencia colectiva (¿general intelect? [24]), que aglutina una diversidad de capacidades, saberes y haceres.(¿cognitariado? [25]) La red permite crear grupos y subgrupos de afinidad, de trabajo, ofreciendo una rica multiplicidad de posibilidades. Tiene lugar una interacción sin precedentes, que permite que el movimiento continúe fuera de las asambleas y de las movilizaciones. La discusión, el intercambio y la creación de iniciativas crecen geométricamente en la matrix. Hay un cibermovimiento. Arde la red de opiniones, iniciativas y propuestas

Pero, no todo es potencia y posibilidad. Parcialmente determinadas por la estructura comunicativa de las redes, las discusiones son fragmentarias, caóticas, efímeras. La ruptura de la linealidad intersubjetiva es potencia y, a la vez, peligro, ante el hecho de que las decisiones políticas sean tomadas de manera abigarrada a punta de twits y likes; que lo banal y lo superficial de la estructura de las redes sociales comerciales determine la forma de la discusión; que las iniciativas surgidas de la red se vuelvan una ciberdictadura activista que lleve a numerosos excesos, impulsando actividades riesgosas a las que acuden sólo unos pocos; a movilizaciones desgastantes, sin organización ni objetivos claros; a iniciativas políticas sin previo convencimiento ni consenso, que favorecen el establecimiento de protagonismos y liderazgos sin consulta.

La síntesis es que existe una ambivalencia de la ciberpolítica: potencia creativa en red, que anuncia una nueva forma de libertad y de hacer política, pero también, atomización y babel, que no permite coordinar ideas ni acciones, que sólo posibilitan que cada quien haga lo que quiera, en ocasiones, con sentidos mutuamente excluyentes y contradictorios, y que se valore más la libertad individualizante de cada iniciativa que la deliberación para impulsar la coordinación colectiva. Está claro que las redes sociales se politizan y politizan pero de ninguna manera son el origen sino el vehículo del movimiento. Este se expresa de manera viral (como todos los movimientos sociales [26]) pero estas redes subalternas están ancladas en lo virtual, en la máquina-red, por lo que #yosoy132 -como muchos movimientos recientes- tienen también un carácter cyborg, dependiente de la red virtual y es a la vez, potencia descomunal de acción política colectiva.

En lo que a las asambleas se refiere, existe una complejidad y una diversidad mucho más grande que la que se expresa públicamente y, mucha menos organización y coordinación de la que se aparenta. También hay que decirlo, existe una tensa y, a la vez, inteligente unidad de un variopinto espectro de ideologías y posiciones políticas. Éstas son, al menos, ocho.

Identificamos una primera posición -quizá la dominante frente los medios de comunicación, pero no necesariamente en el movimiento en su conjunto-, a la que claramente podríamos caracterizar como liberal progresista. Insistió en la lucha por la creación de una tercera cadena televisiva; habla de no desconocer las instituciones, de no salirse del cauce legal ni de la vía institucional; propone que el horizonte del movimiento sea la contraloría ciudadana, la vigilancia permanente al gobierno y sus instituciones. No le gusta el carácter antineoliberal del movimiento acordado en la asamblea multitudinaria «de las Islas». Aunque esta posición se encuentra más o menos representada en las más activas escuelas privadas, no es exclusiva de ellas. Vigila siempre, sin embargo, la autonomía del movimiento, especialmente la de la izquierda institucional.

Una segunda posición, que goza de gran simpatía entre muchos, es la que podríamos enmarcar en las expresiones que apuntan al lopezobradorismo. Sin hacerlo explícito por el carácter apartidista del movimiento y, sin ser parte orgánica de los partidos ni de las plataformas ciudadanas como MORENA , esta posición se alinea con las demandas y propósitos de lo que fue el movimiento progresista; muchos de sus seguidores percibieron como una alternativa más incluyente y novedosa de participación a #yosoy132 que las estructuras abiertamente lopezobradoristas. Sin embargo, las simpatías deben ser guardadas celosamente, debido a que al interior del movimiento existe el tabú explícito de hacer públicas las preferencias electorales. Es una posición ciudadana que, no obstante, confluye con los tiempos y ritmos de la izquierda institucional. También ha tenido visibilidad y dirección mediática. Asimismo, se debe dejar claro que algunos comités u organizaciones de corte tradicional y ortodoxo de izquierda forman parte de esta posición, complejizando la adhesión al lopezobradorismo, que va desde posiciones acríticas hasta una demanda de radicalización de la posición del excandidato. Muchas son las tonalidades con que estas posiciones se expresan.

Un tercer componente al interior del movimiento estudiantil, son los grupos organizados de la UNAM, con orientación socialista de larga tradición activista en dicha universidad y en otros grupos y comités estudiantiles. Al tener mayor experiencia, influyen en el movimiento pero no lo conducen -como todos los demás-. Su crítica antisistémica ha ido ganando terreno en un movimiento reacio a debatir a profundidad; con el pasar de las semanas y después del fiasco del proceso electoral, sus opiniones y propuestas han comenzado a ser respetadas. Para estos grupos fue difícil incorporarse a un movimiento que rechazaba las injerencias de los colectivos organizados, y que incluso, mostró numerosas actitudes intolerantes y excluyentes. Si bien alguno de estos grupos impulsan una clásica, ortodoxa y aburrida estrategia de «ganar las asambleas», lo cierto es que la madurez en la mayoría de ellos se ha hecho presente, guardando ciertos límites en su actuación, y aún, aportando al proceso en su conjunto. La leyenda negra sobre estos grupos y su supuesta confabulación para tomar la conducción del movimiento (repetida por los comunicadores televisivos y radiofónicos, teniendo eco en un sector del movimiento), ha sido sólo parte de las tensiones internas que detallaremos más adelante. A pesar de que algunos de estos grupos, en efecto, intentaron hegemonizar la conducción estudiantil, hubo cautela frente a una respuesta inequívoca del resto de los estudiantes que les impuso a estos grupos un veto y rechazo contundente sobre una posible conducción hegemónica.

En la misma tendencia, pero de manera independiente a los procesos organizativos e ideológicos de estos grupos, las facultades y escuelas tradicionalmente politizadas han tomado algunos roles importantes para el movimiento estudiantil pero ancladas en conducciones colectivas y cambiantes que han mutado a lo largo del movimiento tanto por su composición como por sus liderazgos.

Por otro lado, algunas escuelas públicas, aliadas de asambleas populares callejeras, han comenzado a tener un rol protagónico, proponiendo acciones directas como tomas, cierres y levantamiento de plumas carreteras, integrando un pequeño pero significativo bloque duro que privilegia más este tipo de acciones.

Aunque en el ambiente se percibe una amplia simpatía con los pueblos indios y sus luchas, lo cierto es que las posiciones autonomistas y libertarias son reducidas o minoritarias. Dispersas aquí y allá, no influyen en la orientación del movimiento en su conjunto. Algunos grupos y activistas intentan tender puentes, discursivos y en la acción. Sin embargo, la ausencia de organizaciones que visibilicen y expongan dichas posiciones de manera organizada y sistemática, hace que aunque presente, esta posición sea secundaria y minoritaria.

Empero, la última posición, la más importante, es la que llamaría la de «los indignados»: miles de jóvenes no organizados, hartos de la situación del país, de las evidentes mentiras televisivas, cansados de violaciones y arbitrariedades del poder, los indignados no tienen referencialidad ideológica única. Indignados por la represión en San Salvador Atenco, o por las miles de muertes por la guerra contra el narcotráfico, no habían encontrado mecanismo de participación ni de expresión; #yosoy132 apareció como la mejor forma de hacerlo: cercana, novedosa, fresca, irreverente, y además, políticamente correcta, moderada, pero crítica, independiente. Están a la vez, cansados de las direcciones y organizaciones tradicionales estudiantiles, con severas críticas, la mayoría de ellas acertadas y algunas más, desproporcionadas.

Pueden tomar posición por una u otra de las tendencias, o bien, dar la razón, en algunas ocasiones a unos, y en otras, a los contrarios; son quienes desconfían de las prácticas de la izquierda ortodoxa, y muchos de ellos también de la izquierda institucional; quienes no tienen una claridad política ni estratégica, pero están enojados y quieren dejar de ser subalternos, quieren expresar su indignación actuando. Aquellos que no saben claramente cuál es la acción correcta, pero se atreven a desafiar el conformismo, saliendo a la calle, acudiendo a su asamblea, aprendiendo. Muchos de ellos confiaron en la elección, y se han ido desencantando del proceso electoral; con el pasar de las semanas han ido cuestionando al sistema democrático en su conjunto; quienes -como plantea el historiador E.P. Thompson- se han ido politizando y concientizando a partir de la lucha misma. Los que van conociendo experiencias indígenas como la de Cherán, campesinas como la de Atenco, socioambientales como la de Huexca y enseguida se organizan para apoyarlas. Son los que creativamente participan, aprenden -no sin errores- a conducir una mesa asamblearia, a deliberar en colectivo, a organizar y organizarse. Sin embargo, son también los que con una desconfianza exacerbada en la organización y en los discursos antisistémicos sobrevaloran las acciones mediáticas y creativas, y menosprecian en ocasiones la organización de base, la politización y el análisis anclados en cierta ideología con tintes posmodernos que lleva al delirio la utilización de las redes sociales como innovación en las formas de hacer política.

Son los que, literalmente, se ponen la camiseta de #yosoy132 (que se vende en marchas y otras actividades masivas), porque se ha formado una identidad política juvenil que grita: estoy indignado! Quiero hacer algo! Quiero participar! Esa parte del movimiento es la más interesante, porque representa el fenómeno de la indignación, de la acción colectiva, de la naciente política subalterna que busca horizontes, que quiere aprender, que se politiza y radicaliza.

Sin embargo, no hay que confundirse. Aunque existen estas posiciones, no aparece la política de corriente, grupo o tendencia, vista en el Consejo General de Huelga. Estas racionalidades conviven, se toleran y actúan conjuntamente. Existen varias razones para ello.

A diferencia del movimiento estudiantil de 1999-2000 en la UNAM , el origen de este nuevo proceso tiene lugar fuera de ella, en medio del contexto electoral. El cariz e identidad prácticamente indeleble de #yosoy132, anclado en la ciberpolítica y en las posiciones de las escuelas privadas, marcó al movimiento en su conjunto y el resto de los grupos respetan dicha identidad.

Un factor insoslayable para que estos grupos – aunque tensos entre sí- no hayan llegado a la disputa abierta, es que ninguno es tan fuerte como para imponerse a los otros. Para todos los grupos, tendencias y posiciones, el movimiento es más grande e incontrolable que sus propias fuerzas. La dispersión organizativa es también la dispersión de poder, por lo que, aunque algunos tienen más influencia que otros, lo cierto es que nadie puede tomar por completo la conducción, tanto por debilidad, como por el carácter y estructura del propio movimiento. Los intentos al inicio del movimiento de ganar la hegemonía de la conducción por varios bandos resultaron en una especie de equilibrio inestable, donde se detuvieron unos a otros las exacerbaciones de conducción. La desconfianza entre todos los grupos hace que cada uno de ellos accione políticamente con prudencia y ante la posible respuesta del resto.

Existe, además, cierto temor (que incluye a todas las posiciones) de repetir las divisiones vistas en el movimiento del CGH. Es tabú catalogar a unos u otros de ultra o de moderado (aunque se haga en privado en ambos bandos, nunca se argumenta dicha etiqueta en público).

Por último, las posiciones se equilibran por algo que no había existido en otros momentos: sensatez. Para quienes militan en organizaciones de la UNAM, es claro que la participación de los estudiantes de las escuelas privadas ha sido piedra de toque para el éxito del movimiento; por ello, aunque con enormes diferencias, la necesidad de mantener la unidad es un consenso. De igual forma, si bien los grupos de las escuelas privadas y los grupos de la UNAM no comparten la visión e influencia de la izquierda institucional, saben que en la coyuntura y dentro del sentimiento popular anti Peña, esta posición tiene un lugar dentro del movimiento. De manera que, aunque -de nueva cuenta- con tensiones, éstas no llevan a la ruptura. Por último, los estudiantes de las escuelas privadas entienden que el fenómeno de #yosoy132 se masificó con la participación de las universidades públicas, que son las que empujan la movilización callejera y la participación estudiantil mayoritaria. Todos, en resumen, son sensatos y no sólo saben que se necesitan unos a otros, también, que no desean erosionar la unidad del movimiento.

A pesar de esta tensa unidad interna, existen profundas contradicciones en la dirección del movimiento. Una es vertical y otra horizontal.

La contradicción de carácter vertical se expresa en el desfase entre dirección y movimiento, en un proceso en el que existen distintos niveles de participación del fenómeno de movilización popular-civil.

El primer desfase y desarticulación se produce entre el movimiento amplio y ciudadano anti peña nieto y el movimiento estudiantil. El primero, no reconoce por completo las directrices marcadas por el segundo y, este último, no tiene propuestas ni capacidad para organizarse con los que no son estudiantes. Para cuando escribimos estas líneas, la movilización popular-no organizada y no estudiantil prácticamente se ha desvanecido a pesar de su importancia durante los meses de mayo, junio, julio y agosto.

La segunda contradicción está dada por la existencia de un desfase al interior del movimiento estudiantil en su expresión orgánica (las asambleas), reducida en comparación con la participación y movilización estudiantil que es mucho más amplia. No todos los estudiantes reconocen las directrices emanadas de las asambleas coordinadas en la Asamblea General Interuniversitaria (AGI). Varias asambleas rebasan al órgano de dirección. Pero también hay que decirlo, la mayoría de los estudiantes no participa tampoco en las asambleas.

Por último, aunque no menos importante, si bien las asambleas reunidas son formalmente el espacio de orientación política del movimiento, el origen y desarrollo de #yosoy132 marcó algunas influencias y la visibilidad de ciertos actores que han tenido mayor peso político. Algunas asambleas y comisiones de trabajo han tenido un rol conductor, el cual, después del primero de julio, se relativizó. A pesar de ello, existen tensiones entre lo que mandata la AGI (que casi siempre es un mandato incompleto, o parcial e incluso confuso) y lo que dicen, opinan, operan e impulsan muchas asambleas y comisiones de trabajo por su cuenta (que no siempre representan el espíritu general de la discusión o que deben llenar los vacíos dejados por la propia AGI).

Aunque existen estas contradicciones verticales, quizá lo más importante es que los estudiantes han chocado con las preguntas que antes se hicieran piqueteros y asamblearios argentinos, que hace más de un siglo se hicieran los centralizadores e impulsores de la organización federada, y que hoy se repiten en buena parte del movimiento independiente en varias partes del mundo. ¿Cómo construimos la horizontalidad? [27] ¿Cómo coordinamos nuestras autonomías? En suma, cómo se hace una nueva forma de hacer política. La respuesta no es sencilla.

 

La política de la multitud: entre el abismo de babel y una nueva forma de hacer política

Un joven pasa al micrófono en el pleno de la Asamblea General Interuniversitaria. El silencio es casi total e impresiona, ya que el auditorio está repleto, con más de 500 personas entre voceros y observadores. El estudiante se pone nervioso y le tiembla la voz. Los asistentes mueven las manos a la manera que aplauden los sordomudos, agitándolas sin palmar. Es su forma de alentar, con aplausos silenciosos, al tímido orador, para que tome valor y continúe su intervención. Así expresan los jóvenes de #yosoy132 su consenso. Es un momento conmovedor.

Horas después, unos cuarenta estudiantes entran rabiosos al auditorio. Exigen se les de la palabra. Después de varios minutos de disputa por querer hablar fuera del orden temático, acusan a todas las asambleas por dejarlos solos en su acción de «levantamiento de plumas» en carreteras. La asamblea se revuelve entre quienes los apoyan y quienes difieren. Junto a las manos agitadas sin palmar de los primeros, aparecen los antebrazos cruzados de muchos otros, formando una gran «X» que simboliza el desacuerdo; hay numerosos gritos y desorden. Cuando pasa el exabrupto continúan las intervenciones.

Expresan un verdadero ametrallamiento de propuestas. Una cascada de iniciativas y creatividad se refleja en cada intervención: algunas asambleas, desean recuperar la memoria del movimiento y proponen un archivo gráfico; otras, quieren elaborar un documental; otras más, un canal de televisión por internet; otras, movilizaciones a las embajadas para protestar; una escuela más, anuncia un Encuentro Nacional por la Educación; otras, hablan del boicot económico a la empresa Soriana. Se propone la toma de la Bolsa de Valores. Otros, impulsan brigadas y actividades en los barrios populares. Algunos más, festivales de rock y encuentros con los pueblos originarios. Las propuestas de movilizaciones van desde lecturas masivas afuera de las instalaciones del Partido Revolucionario Institucional hasta toma de carreteras y paro nacional. Se agitan las manos de muchos una y otra vez. Aparecen los antebrazos cruzados a manera de desacuerdo. Se apuntan en la lista más de 40 oradores.

Los jóvenes que integran la mesa conductora de los debates tienen cara de preocupación. No se sabe cómo se tomará decisión entre más de 100 propuestas de tan distinto orden, dimensión, alcance y objetivos. Todos quieren, además, que sus propuestas sean aprobadas y todos piensan que sus acciones son centrales. No sólo es un problema de método. Reaparece, 110 años después, una vez más, la problemática discusión entre autonomías y centralismo.

#yosoy132 nació declarando la autonomía de cada una de las asambleas, decisión que todos compartimos, alejándonos del anquilosado centralismo de la izquierda tradicional. El movimiento rechaza, entonces, la antiquísima consigna de que «las partes tenían que subordinarse al todo»; de hecho, cada vez es más claro que «el todo se forma sólo y únicamente por el acuerdo de las partes», es decir, de las asambleas autónomas. Esta decisión invierte el proceso de decisión que comienza en los procesos locales para llegar a la Asamblea General Interuniversitaria. No existe órgano por encima de las asambleas y nadie puede violar la autonomía de cada asamblea. La AGI sólo es coordinación, no estructura burocrática con más poder que las asambleas. Si a ello agregamos los grupos operativos y los grupos de trabajo que son autónomos – es decir, no dependen de la AGI para accionar-, vemos cómo el rechazo al viejo centralismo es total. Hasta aquí, #yosoy132 aparece como una forma de acción política radicalmente novedosa, que supera por mucho a otros movimientos estudiantiles, reivindicando múltiples formas de poder y de organización horizontales, venciendo el ultracentralismo dogmático que las generaciones post-muro de Berlín rechazan.

Pero, aparecen las problemáticas de todos los movimientos urbanos organizados contemporáneos. Y son graves.

Se manifiesta, esencialmente, el problema de la «multitud»: su incapacidad para lograr la síntesis de lo múltiple y lo diverso, su irrepresentatividad, las dificultades de lo central y lo común, enfrentadas a las autonomías y lo plural o de síntesis de singularidades. Este núcleo problemático ha provocado numerosos desencuentros y malos entendidos, en buena medida, por falta de discusión y hasta de teorización.

Las autonomías asamblearias defienden sus iniciativas con radicalidad frente a la que ha sido considerada una burocrática estructura central. Sin embargo, existen varios problemas en la descoordinada polifonía de la pluralidad de asambleas. La primera y más obvia, es que muchas asambleas, cansadas de esperar a que sus propuestas sean discutidas y aprobadas por la Asamblea General, con su facultad autónoma, inician la acción por su cuenta. Esto puede interpretarse de varias formas.

La primera, reivindicar que la libertad así como la diversidad son los ejes de acción de #yosoy132; que nadie impida a otros hacer lo que quieren hacer. Aunque compartimos dicha premisa, los resultados de esa forma de acción colectiva han tenido consecuencias contradictorias. Por ejemplo, una asamblea puede decidir realizar graffitis en las calles, al mismo tiempo que otra decide borrarlos. Resulta claro que, la política de autonomías, debería tener como principio el límite de lo decidido por otros espacios colectivos. Nadie debería tomar una acción que anula o viola la autonomía de otros. También, han habido otras consecuencias, por ejemplo, al impulsar levantamientos de plumas en las casetas de cobro de carreteras cada asamblea por su cuenta. En tanto no cuentan con aprobación general para dicha iniciativa, algunas asambleas las impulsan con poca participación y con poca incidencia pública, con importantes riesgos de seguridad. Es evidente que, tanto el levantamiento de plumas como los cierres carreteros son acciones de fuerza y, lo que finalmente se demuestra, es que no se la tiene. Las acciones de tomas y plantones impulsados por cuenta de cada asamblea, han comenzado a mostrar límites frente a la represión, volviéndose mucho más vulnerables al no contar con participación masiva y, además, hay que decirlo, sin contar con el consenso general del resto de los núcleos asamblearios.

Pero aún más, mientras unos levantan plumas encapuchados, otros acuden (a veces, incluso a la misma hora, el mismo día) a un diálogo con sectores que impulsan una posible reforma sobre la legislación en los medios de comunicación. El resultado, más que una guerra de guerrillas de acciones pacíficas, es la pulverización del mensaje público, el cual, a todas luces, es contradictorio, tanto en sus reivindicaciones como en su táctica y en su forma de acción colectiva. En todos los casos, sea la táctica que sea, se muestra debilidad y, más que polifonía, cacofonía.

Asimismo, podemos afirmar que #yosoy132 padece de desorganización crónica. Esta afirmación puede parecer sorprendente si se considera que es éste el movimiento que ha logrado cercar Televisa durante 24 horas, que ha conseguido realizar un debate inédito con los candidatos a la presidencia de la República, o bien, coordinar un informe hecho a 100 manos como acción sin precedentes dentro de los movimientos sociales. Vale hacer notar que, todas esas acciones se han realizado gracias a la capacidad de ciertos grupos, liderazgos y comisiones, más que por el nivel organizativo del movimiento en su conjunto y, muchas de ellas, estuvieron en riesgo debido a la incapacidad orgánica del proceso estudiantil. Por inexperiencia, descoordinación y desorganización, pero también, por la falta de definición de tareas, el movimiento desgasta a sus integrantes ya que, siguiendo a Mabel Thwaites, como en otros movimientos autónomos: «la reacción anti-jerárquica y antiliderazgos impide la definición clara de tareas y, o se termina reemplazando esta ausencia organizativa explícita con la emergencia de caudillismos espontáneos que resuelven lo que hay que hacer y/o lo ejecutan, o todo se diluye en discusiones inorgánicas e improductivas«. [28]

La definición de autonomía y diversidad de #yosoy132 ha sido un radical punto de partida en el intento de búsqueda de una nueva forma de hacer política. Ha permitido que la creatividad y la pluralidad se reflejen en múltiples expresiones. Apoyado en las redes sociales, el efecto rizomático y viral de las propuestas de acción no sólo se multiplica, sino que, además, produce un efecto politizador incontenible. No obstante, la ausencia de una discusión avanzada acerca de la definición teórica y práctica del funcionamiento de las autonomías y de lo que significa hacer política, provoca que, entre los integrantes de #yosoy132, el movimiento se desarrolle sobre prenociones y sobrentendidos acerca de la organización y la política. La debilidad crónica de este galimatías organizacional, está llegando a niveles intolerables, reapareciendo Babel como condena de la pluralidad y la horizontalidad; condena que ya han vivido otros procesos sociales, de los cuales se podría aprender y reflexionar, para intentar experimentar sobre la síntesis y lo múltiple, sobre lo central y lo autónomo [29].

La base de los procesos locales autónomos, que siempre deben ser la plataforma principal de decisión y participación es, sin embargo, insuficiente. Necesita un proceso de coordinación más sólido y más estable, que permita que la diversidad se articule cuando es necesario y cuando el movimiento requiere de una voz de conjunto. La ideología antiliderazgo que todos compartimos, ha llevado al límite lo que la feminista Bob Freeman denomina «dictadura de la falta de estructuras» [30], las cuales son obstaculizadas por un profundo sentimiento antiorganizativo supra-asambleario -explicable por los excesos y errores de la forma centralizada-, que deja sin embargo en extremo descoordinadas y atomizadas las acciones, las deliberaciones y las iniciativas asamblearias. Separadas entre sí, éstas pueden ser experiencias muy hermosas de autonomía, pero carecen de fuerza sociopolítica que incida en la política nacional, llevando al desgaste y la desmotivación, fenómeno que se está generalizando debido a la falta de efectividad de esta política pulverizada. Algunos abandonan la asamblea central por su ineficacia; otros, abandonan también las decisiones asamblearias autónomas por la misma razón. De no producirse una superación organizativa y metodológica de la deliberación y de la acción, tanto central como diversificada de manera autónoma, #yosoy132 encontrará uno de sus más graves límites, el cual puede significarle su neutralización y desaparición como alternativa política de participación.

No podemos estar más de acuerdo de nuevo con el análisis que, en su momento se hacía de los movimientos autónomos argentinos cuando se concluye que:

La autonomía no puede equivaler a atomización desorganizada ni la primacía de la pulsión individual, por más libertaria que sea. La autonomía no tiene por qué renunciar a encontrar puntos de síntesis, que aunque provisorios, vivos, cambiantes, deben permitir la acción, avanzar, crear; deben evitar la parálisis de la discusión eterna o el regodeo en los matices abstractos. [31]

A pesar de estos problemas organizativos que nos llevan a una discusión sobre las formas de hacer política, el mayor reto de #yosoy132 es su horizonte emancipatorio, que representa el último punto de nuestro «corte de caja».

 

Nudos

El mayor éxito de #yosoy132, ha sido haber dicho lo que un importante segmento de la sociedad quería decir, en el momento adecuado, de la manera políticamente correcta, expresando la indignación, el malestar y la oposición al candidato del régimen y a sus televisoras; lo hizo, además, constituyendo un fuerte antagonismo con el priísmo, a través de una relación de interacción antagónica con su adversario, que hizo crecer su impacto debido a las respuestas dadas desde el poder a los estudiantes en un periodo en el que, estar cerca del poder -de manera antagónica-, es noticia nacional.

Ese antagonismo ha vivido tres rápidas fases. Desde la impugnación en la Universidad Iberoamericana hasta la elección; desde la elección hasta la toma de Televisa; la tercera fase se encuentra aún en marcha y al parecer a terminado con el paro de una treintena de escuelas el 2 de octubre pasado.

En la primera, su fase ascendente, se vivió una explosiva y creciente participación, tanto en las movilizaciones como en las asambleas del movimiento; un activismo compulsivo se orientó en torno a la considerada urgencia de detener a toda costa la llegada del PRI a la presidencia. El movimiento antipeña se expresó en toda su capacidad, siendo conducido por los grupos liberales y los simpatizantes del lopezobradorismo, con una dirección ciudadana que trataba de influir en la elección. Sin embargo, el resultado electoral desorientó a dicha dirección. Habían cometido el mismo error que el movimiento progresista: orientar todos los esfuerzos para detener un fraude en el conteo de votos y las irregularidades del proceso cuando éste se realizaría a través de la compra de los mismos. Pequeño descuido táctico. La conmoción de no haber logrado el objetivo principal de frenar al PRI el 1 de julio, los esfuerzos de vigilancia electoral relativizados por el tipo de fraude realizado, así como la dinámica democrática interna del movimiento, determinaron que esta dirección se paralizara, perdiendo influencia en la orientación del movimiento en su conjunto.

La indignación generada por el resultado electoral fue dirigida, entonces, por otros grupos y tendencias de #yosoy132. El péndulo interno se canalizó hacia la movilización callejera y hacia la Convención Nacional Contra la Imposición. Los grupos de izquierda tradicional comenzaron a tener mayor influencia. Su discurso con tintes antisistémicos tomaba fuerza. El resultado electoral potenciaba la argumentación y crítica sobre el sistema liberal democrático en su conjunto. A pesar de la masividad de las movilizaciones (descoordinadas entre el movimiento antipeña más amplio y el movimiento meramente estudiantil) y, de su confluencia en la llamada «toma de Televisa», lo cierto es que, muchos de quienes participaron en la primera etapa ascendente, no regresaron a las asambleas. Sin embargo, el impacto poselectoral de dichas acciones fue enorme, lo cual no permitió ver la existencia de cierto desgaste y de tensiones internas crecientes. Esta fase desahogó la energía y la rabia por los resultados, sin construir, necesariamente, una orientación de largo aliento.

La tercera fase del movimiento ha significado una importante contracción de la participación masiva original. Algunos culpan de ello a las acciones más «contundentes» -como la toma de Televisa-, pensando que la radicalización ha ahuyentado la participación. Otros, culpan a las asambleas, por ser largas y por entramparse en discusiones, en ocasiones, estériles. Otro más, piensan que es necesario seguir realizando acciones mediáticas, novedosas, frescas, que capturen la atención de la sociedad.

Empero, parece que pocos analizan que si bien estos factores han influido, las razones de la desmovilización son esencialmente políticas y derivan de la coyuntura poselectoral. Si #yosoy132 expresó primero la necesidad de un sector de incidir en la elección, evidenciando después la rabia por su resultado, es difícil saber qué quieren expresar ahora, tanto la sociedad movilizada anteriormente como el propio movimiento estudiantil.

#yosoy132 abrió una plataforma de expresión para quienes no la tenían, amplificando la indignación. Sin embargo, se enfrenta al desgaste de su objetivo inicial y a la desazón provocada por la relativa pasividad de la mayoría de los movimientos, de la sociedad progresista y de la dirección partidaria de la izquierda institucional. Cada día que pasa, el discurso anti-imposición y el ímpetu de resistencia al hoy virtual presidente Enrique Peña Nieto, decrecen como orientación política fundamental. El sentido de la emergencia política ha pasado, manifestándose cierta resignación generalizada porque se ha consumado el regreso del PRI a la presidencia de la República.

No obstante, si el movimiento estudiantil tiene el reto de desatar el nudo gordiano del proceso organizativo autónomo, su segundo nudo tiene que ver, sobre todo, con la forma de orientar su propia identidad y su proceso de lucha. Por un lado, aunque se ha criticado con justa razón al hiperactivismo compulsivo, este movimiento no puede detener la acción callejera. Es como andar en bicicleta. Hay que seguir pedaleando para no caer.

A pesar de ello, dicho sobreactivismo ha perdido cada vez más horizonte en torno a un programa contra la imposición que se ha deteriorado. Otras tendencias hablan de fortalecer el programa de lucha con seis puntos que amplían la lucha contra el neoliberalismo, en defensa de la educación y por la transformación de los medios de comunicación. Sin embargo, dicho programa parece no generar mucho entusiasmo de base; son el activismo callejero y el antagonismo con el régimen los que provocan la adhesión estudiantil.

De manera que, el origen del movimiento (el antagonismo antipriísta) ha sido a la vez potencia y ancla del proceso de lucha. En esta tercera fase, la contracción y el reflujo de la participación masiva, han dejado en manos de los estudiantes más comprometidos, y al mismo tiempo más politizados, la conducción de las asambleas. Encontrar cómo desatar estos dos nudos no es sencillo, en medio de las tensiones que, desde ambos extremos, se generan de las posiciones de #yosoy132.

El principal problema lo constituye el hecho de que la progresiva politización del movimiento es aún insuficiente para constituir un horizonte de lucha más amplio. Para bien y para mal, #yosoy132 sigue atado al antagonismo antipriísta o peor aún, anti Peña Nieto. A pesar de que existen innumerables horizontes emancipatorios que circulan a nivel de la base estudiantil, las acciones, los símbolos, los discursos, los significados están anclados en la oposición a Enrique Peña Nieto. Si la politización y la discusión dentro y fuera de la asamblea no aceleran el paso para constituir un horizonte opositor en claves más amplias, corre el riesgo de agotarse, incluso antes del cambio de fase que sobrevendrá el 1 de diciembre.

El programa de lucha, el contrainforme, las discusiones en Huexca, no han terminado de madurar un balance sobre los ejes de lucha de #yosoy132. Uno de ellos es claro: organizar la oposición a la plataforma neoliberal del régimen entrante. Más allá de eso pareciera que el objetivo de #yosoy132 se está disolviendo y, junto con él, la participación estudiantil. El movimiento quizá debería hablar, pero también, escuchar a los estudiantes en sus centros escolares. Se requiere un poco más que twits y likes para sostener un proceso de antagonismo contra un régimen autoritario. Asimismo, si el movimiento no sale de las coordenadas del liberalismo progresista políticamente correcto, probablemente poco podrá proponer, porque el agotamiento del discurso ciudadano-democrático es ya tan evidente, que solo generaliza la desilusión y el desánimo. Tampoco ayudan las propuestas de acción que olvidan que no hay una insurrección en puerta y que la participación masiva va en descenso y no en crecimiento.

#yosoy132 ha establecido un diálogo con otros sectores movilizados. Sin embargo, la extrema desconfianza de un sector del movimiento estudiantil hacia los movimientos sociales, así como el vacío y el silencio de muchos actores en lucha, ha dejado un margen muy estrecho para analizar a profundidad la posibilidad de lanzar una verdadera plataforma, convergencia o coordinación opositora y antagónica con el régimen priísta.

El desfase y la asintonía existentes entre el movimiento estudiantil y otros sectores en lucha, antagónicos al régimen, es el tercer y último nudo que puede asfixiar a #yosoy132. Dicho desfase es generacional, político y de clase. Demuestra la posibilidad y, a la vez, los límites de una posible alianza entre los hijos de las clases medias y sectores populares, los cuales en la historia mexicana habían ido de la mano y hoy manifiestan severas contradicciones en el intento de caminar juntos. Son jóvenes que saben mucho de redes sociales y tienen una capacidad creativa inmejorable; no obstante, conocen poco del resto de los movimientos en lucha y su valoración sobre ellos está plagada de prejuicios de clase. Son jóvenes que, a pesar de todo, se organizan de manera más rápida y tienen una inteligencia colectiva sin precedentes pero, al mismo tiempo, ostentan una posición liberal que se radicaliza de manera creciente, cuyo marco ideológico obstruye un análisis y una estrategia más avanzada. Los sectores populares organizados deberían reconocer la potencia y los aportes de estas muchachas y muchachos que experimentan sobre su propia forma de lucha y no esperar una conciencia de clase ideal para unir sus fuerzas con ellos. Los jóvenes, quizá deberían tener una visión menos desproporcionada y hasta soberbia sobre su propio rol en los procesos de antagonismo contra el régimen y, tal vez tendrían que aprender de los sectores en lucha que mantenían procesos de resistencia, incluso, antes de que ellos nacieran.

Parece ser, entonces, que el reto del movimiento estudiantil es encontrar la forma de desatar o cortar los nudos que lo están asfixiando: organización, alianzas y horizonte. El nudo organizativo puede y debe resolverse con metodologías de discusión alternativas, tanto al interior de las asambleas como en la Asamblea General Interuniversitaria (no sólo es cuestión de forma, sino del contenido de la política que se hace en #yosoy132); en especial, abriendo dicha discusión a la consulta y a la deliberación con las comunidades estudiantiles en cada centro educativo. Esto les permitiría, no sin contradicciones, ir reflexionando y madurando su horizonte de lucha y su horizonte programático, los cuales, sin metodologías de intercambio, de diálogo y de decisión alternos, quedarán neutralizados. Todo ello resulta urgente para comprender al movimiento dentro del amplio espectro de las luchas subalternas en México. Aunque en reflujo, debilitadas o en silencio, éstas constituyen factores decisivos para mantener la impugnación y la resistencia al régimen; también, para que #yosoy132 tenga una definición más clara en cuanto a avanzar con los sectores populares en la constitución de la resistencia antineoliberal. Si bien existen mecanismos, ideas, propuestas y capacidad para resolver todo eso, será un enorme reto poder hacerlo. De ello depende el futuro de la resistencia estudiantil.

Pareciera que #yosoy132 debiera afinar sus formas de hacer política, entendiendo que acciones creativas y mediáticas así como acciones de fuerza como cierres y tomas no sólo no son mutuamente excluyentes sino que debieran ser tácticas complementarias, las primeras orientadas a ampliar la voz del movimiento entre la sociedad para lograr y ganar legitimidad de sus planteamientos y posiciones; las segundas orientadas a presionar al Estado y a los sectores dominantes; ambas debieran realizarse cuando el análisis político-estratégico colectivo así lo concluya y no cuando cada asamblea o grupo operativo tiene ganas de realizarlas, por más ímpetu libertario que haya en ellas. Pareciera que el movimiento estudiantil tiene un reto en afinar sus cacofonías: menos twits y más análisis; menos face y más relaciones cara a cara con la comunidad estudiantil en su conjunto; menos acción viral y más estrategia; menos likes y más organización; menos activismo y más horizonte; menos Madero y más Flores Magón.

Por último, es necesario aclarar que el «éxito» del movimiento no tiene que ver con cuan radicales o cuan mediáticas sean sus acciones, por más avanzadas que sean en uno u otro sentido. El movimiento estudiantil olvida a veces que no sólo se trata de lo que haga #yosoy132, sino también de lo que haga el adversario: las clases dominantes. Si el movimiento estudiantil y el movimiento antipeña (que son dos y a la vez uno solo) se han desgastado, es debido a la unidad de las clases dominantes en torno de la defensa del modelo.

A pesar de una conducción política deficiente del Gobierno Federal, los capitales y las clases económicas dominantes se mantienen relativamente unificadas para la defensa del modelo neoliberal. Ello les proporciona un fuerte apoyo de las elites, las cuales ahora han manifestado su opción, al incidir en la elección de Enrique Peña Nieto como continuidad de dicho modelo. Por ello, a pesar de las diferencias al interior de la clase política, no hay crisis de régimen ni crisis política profunda y, mucho menos, crisis por la movilización estudiantil. La unidad de las clases económicas dominantes, sin grandes disputas al interior de la clase política, la desmovilización de las clases populares y las maniobras para ignorar y neutralizar la protesta social, pueden explicar el desgaste de la movilización estudiantil frente a un muro de unidad dominante. En vez de mirarse a sí mismo para buscar todas las respuestas, #yosoy132 debería analizar qué ha pasado en el campo antagónico. Este nudo no sólo depende de los estudiantes, sino de todas las luchas subalternas.

 

Horizontes

#yosoy132 ha abierto un cuestionamiento sobre la fase de las luchas en México. Podemos entender al movimiento estudiantil como un nuevo ciclo de luchas antineoliberales. También, como el creciente agotamiento de un largo ciclo de resistencias que hoy ya no pueden enfrentar al régimen y al modelo económico, por lo que nuevos actores están tomando la palabra y la acción. Podemos entenderlo como un nuevo movimiento con fuertes rasgos individualistas e individualizantes, con severas dificultades para tomar decisiones, para lograr un análisis conjunto y para articular sus fuerzas contra un enemigo común. Quizá todas estas interpretaciones no son, necesariamente, mutuamente excluyentes.

Este movimiento, en efecto, logró abollar la legitimidad de la candidatura y del triunfo de Enrique Peña Nieto que, de otra forma, habría tenido un proceso terso que lo colocaría en mejores condiciones de gobernabilidad. Asumirá la presidencia cuestionado esencialmente por el movimiento estudiantil. Éste pudo visibilizar muchas de las impugnaciones que, desde la sociedad organizada en lucha, se hacen al priísta. El carácter antagónico de #yosoy132 ha sido su mayor éxito porque, como hemos dicho, ha servido de vehículo y de amplificador de lo que un importante sector social quería decir frente a la coyuntura y al actor. El movimiento estudiantil ha sido el aguafiestas del proceso democrático liberal y de sus clases dominantes, las cuales creían que todo estaba ganado, ordenado y definido de antemano. Ha venido a impugnar lo que otros callaron, a decir y a gritar «el rey está desnudo», cuando otros no pudieron o no quisieron hacerlo. Y, es claro, había que decir y gritar lo que se dijo y se gritó contra los poderosos.

La acción callejera de impugnación, la acción colectiva, el repertorio de formas de movilización y de protesta impulsadas por este movimiento, no sólo es innovador y creativo, sino que, a través de su realización, ha cambiado la percepción sobre la legitimidad de la protesta social; acciones como la toma de Televisa, la acampada revolución, el paro del 2 de octubre, el levantamiento de plumas y las múltiples formas de antagonismo contra Peña Nieto y Calderón en sus propios actos públicos, significan un paso adelante en el nivel de la acción colectiva, ya que permiten que otros movimientos también utilicen estas formas de protesta, normalizando el derecho y los mecanismos de desobediencia pacífica. Aún más, acciones como el debate de candidatos, o la realización del contrainforme, hablan de la «inteligencia colectiva» que, a partir de múltiples capacidades cognitivas, permite generar avanzadas formas de antagonismo y cuestionamiento al régimen, allanando el paso para la creación de nuevos repertorios de acciones.

Además, #yosoy132 ha dado pasos significativos en nuevas formas de hacer política desde lo colectivo. A pesar de las contradicciones que hemos descrito, lo cierto es que, prácticas colectivas como la autonomía y la rotatividad, han sido puestas en acción, configurando un movimiento que, si bien a su interior está integrado por las tendencias e ideologías que hemos señalado, lo cierto es que sería muy difícil sostener que hay una sola dirección o un grupo de dirigentes establecidos. Pese a sus múltiples límites, la dispersión del poder al interior de #yosoy132, es un salto cualitativo definitivo, que quizá debería analizarse, e incluso, replicarse.

A su vez, aunque también con múltiples contrastes, esta forma de hacer política basada en las autonomías, la rotatividad y la dispersión-descentramiento del poder a lo interno, se articula con las formas virales y rizomáticas de la red, en la que han jugado y se siguen poniendo en práctica nuevos procesos discursivos (a través de imágenes, frases cortas- twits), poderosas herramientas contra el discurso hegemónico. Si bien las limitaciones de las redes sociales deberían contener un exceso de entusiasmo, la creatividad y la contundencia de los nuevos discursos hechos imagen a través de la red, constituyen una nueva forma de politización (como antes el periódico, el mítin relámpago), los cuales pueden hoy combinarse (mas no sustituir) con el saloneo, las relaciones cara a cara, las asambleas, siendo vehículos para cuestionar, para denunciar y para proponer; existiendo la posibilidad de que el «boca en boca digital» se convierta en un medio que puede jugar a favor de las clases subalternas.

Este movimiento, surgido desde las redes sociales cibernéticas, con su propia formación puso en cuestionamiento la exclusividad y el monopolio de la política formal, centrada y controlada por la partidocracia dominante. Lo más importante del proceso electoral 2012 es la aparición, la irrupción de un actor político, ése que, aunque políticamente correcto, dice ¡aquí estamos! ¡queremos opinar! ¡estamos hartos! ¡queremos hacer política! El movimiento democrático estudiantil, por su propia acción, pone en tela de juicio el hecho de que la arena de lo político se dirima sólo en los medios masivos; pone en cuestión que sólo los políticos tengan voz en esta coyuntura; en especial, pone en crisis la verdad hegemónica: que los ciudadanos tengan que esperar, dóciles y pasivos, el día de la elección para, de manera parsimoniosa, depositar responsablemente su voto. Y es que, si la verdadera democracia es la gente deliberando y decidiendo sobre lo común, por su propia existencia, este movimiento pone en acción una democracia desde abajo, asamblearia, en la que las ideas de estos variopintos estudiantes se reúnen, se amalgaman, se tensan, se rechazan, se fusionan, creando otras, nuevas y poderosas, en quienes han resuelto no ser objeto de los sectores dominantes partidarios, decidiendo ser sujeto político por su cuenta. Por ello, relativizando incluso un poco su futuro, todo lo hecho, ha valido la pena.

Esto, ha sido logrado por el movimiento estudiantil sin la ayuda de la izquierda antisistémica y, a pesar de la intencionalidad de la izquierda institucional de incidir en su rumbo sin lograrlo; el movimiento estudiantil ha conseguido mantener su autonomía organizativa y decisoria, construyendo un puente en el que las luchas subalternas pueden tener algunas condiciones mejores para pasar a la fase de confrontación con el viejo-nuevo régimen.

Después de 12 años de paréntesis panista y de protagonismo de la izquierda electoral, pareciera que hemos regresado a una situación de pre-alternancia: los movimientos y resistencias subalternas se encuentran cara a cara frente al régimen autoritario priísta. Probablemente, esta confrontación y esta lucha se lleven a cabo con una menor influencia del progresismo, hoy eclipsado por su derrota y por la forma de sobrellevarla y de enfrentarla. En las siguientes batallas de los subalternos frente a los poderosos, #yosoy132 es un actor clave. Quizá, muchos debieran valorar su potencia dentro de esa lucha, que es la de todos, incluyendo a estos jóvenes, contradictorios, políticamente correctos, pero también indignados, creativos….rebeldes.

Todos los contrastes, contradicciones y nudos que hemos descrito por momentos parecen ensombrecer la posibilidad de que el movimiento estudiantil trascienda sus límites. Sin embargo, cuando vemos a miles de jóvenes reunidos, discutiendo, analizando, deliberando, politizándose, radicalizándose, movilizándose, innovando, haciendo política desde las asambleas, sólo podemos sonreír agradecidos, pensando que la rebeldía está de nuevo en la calle, soñando y luchando por un mundo otro, desde caminos y formas insospechados. Que la insubordinante política de los de abajo, está de regreso y que, por ahora, entre la juventud, esa política rebelde se nombra #yosoy132.

 

Octubre de 2012.



[1] Sociólogo. Maestrante en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México. Profesor de asignatura en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Integrante crítico de #yosoy132. Integrante de jóvenes en resistencia alternativa. [email protected]

[2] Agradezco los comentarios y críticas de Israel Solares, Joel Ortega, Adhemar Liquitaya, Christian Ascensio y Citlali Hernández, todos integrantes de #yosoy132 sobre este texto. Agradezco las correcciones de Gizella Garciarenas. He integrado prácticamente la totalidad de sus observaciones que enriquecieron, matizaron o corrigieron numerosas ideas y planteamientos.

[3] Movilización realizada desde la noche del 26 de julio, realizando un cerco alrededor de las instalaciones de la más influyente cadena televisiva mexicana Televisa; el movimiento acusó y denunció a dicha empresa por impulsar una posición mediática que manipula la información, que favoreció al candidato del PRI y que ha sido desde siempre, poder fáctico en las grandes decisiones nacionales. Véase el texto íntegro de dicha movilización en http://www.jornada.unam.mx/2012/07/28/politica/005n1pol

[4] El entonces candidato Enrique Peña Nieto acudió a la Universidad Iberoamericana (UIA) para sostener un encuentro con estudiantes de dicha Universidad. Fue recibido con una protesta alusiva a la represión realizada en San Salvador Atenco en mayo de 2006. Frente a los gritos y acusaciones de los manifestantes, Peña Nieto les respondería, asumiendo la responsabilidad de los hechos represivos.

[5] Grupos de choque juveniles, organizados desde el Estado.

[6] El famoso video de respuesta de los estudiantes de la UIA adjudicándose la protesta contra Peña, en respuesta a distintas declaraciones del priismo y del partido verde ecologista y que es fundante de la identidad del movimiento (131 estudiantes de la UIA se manifiestan en el video) puede ser consultado en http://www.youtube.com/watch?v=nRDD-b0IHIs

[7] Estudiantes del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), universidad privada, junto con los estudiantes de la UIA han tenido un rol protagónico en el proceso fundante del movimiento y una visibilidad mediática relevante durante su desarrollo.

[8] De acuerdo a algunas notas periodísticas, cerca de 50 mil personas se manifestaron en Ciudad de México, de manera inédita en esta movilización convocada o mejor, autoconvocada a través de las redes sociales. Se realizaron además movilizaciones paralelas en una veintena de ciudades.

[9] Utilizaremos aquí de manera flexible y no rigurosamente teórica el concepto de multitud propuesto por Antonio Negri resaltando las características de la llamada Multitud como «una multiplicidad de formas de vida singulares que al mismo tiempo comparten una existencia global común» (…) compuesta de «innumerables elementos que siguen siendo diferentes los unos de los otros, pero se comunican, colaboran y actúan en común», su composición múltiple e irrepresentable, su idea de innumerables singularidades actuando en comunalidad; su entramado como «red autoorganizada, transparente y democrática de subsistemas plurales», su funcionamiento a través de «las interacciones sociales comunes», la ausencia de centro rector dirigente o mejor, de hegemonía». Cabe señalar que este acercamiento es sólo una herramienta analítica y que nuestro acercamiento es crítico, ya que no nos adherimos a todos los postulados y posiciones negrianas. Véase sin embargo: Negri Antonio, Hardt Michael, MULTITUD. Guerra y democracia en la era del imperio. Barcelona, Debate, 2004.

[10] Realizada el 30 de mayo en los jardines centrales de Ciudad Universitaria (conocidos como «las Islas»), participaron representaciones de cerca de 150 universidades de distintos puntos del país, con la asistencia de más de 5 mil estudiantes acordando impulsar el movimiento estudiantil mucho más allá del 1 de julio.

[11] Unos 15 mil estudiantes se congregaron en la llamada «Estela de luz», y marcharon (sin plan previo) a las instalaciones de Televisa y lego al zócalo capitalino. Se realizaron movilizaciones simultáneas en 14 estados del país.

[12] Consideramos aquí a la izquierda como un amplio espectro de expresiones partidarias o no, que van desde el liberalismo progresista de López Obrados hasta los movimientos antisistémicos anticapitalistas representados en el zapatismo y la otra campaña. No hacemos distinción alguna entre izquierda social e izquierda política, separación anquilosada y ortodoxa.

[13] En marzo de 2007, en respuesta a la convocatoria de Andrés Manuel López Obrador en el movimiento en defensa del Petróleo, se crearon las Brigadas de Mujeres denominadas «Adelitas» en referencia a la vestimenta identidad de las mujeres revolucionarias de 1910. La estrategia de movilización de las Adelitas, aunque impulsadas y dirigidas por las estructuras del Lopezobradorismo, significaba un proceso de acción colectiva basado en los bloqueos simbólicos de la llamada no violencia que sin embargo se desvanecieron poco después.

[14] Decisión poselectoral 2012 del propio excandidato López Obrador quien decidió desprenderse del Partido de la Revolución Democrática (PRD) y formar una nueva expresión partidaria con base en el llamado Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA).

[15] Véanse algunos de nuestros trabajos realizados en su momento sobre la Otra Campaña en http://rebelion.org/mostrar.php?tipo=5&id=Enrique%20Pineda&inicio=0

[16] Véase el trabajo de la Comisión Civil Internacional de Derechos Humanos sobre este tema. http://cciodh.pangea.org/?q=es/taxonomy_menu/3/29

[17] Especialmente la Asamblea Popular de los Pueblos de Guerrero.

[18] Véase el trabajo de Joel Ortega » La crisis de la hegemonía en Oaxaca, el conflicto político de 2006″ en http://jra.espora.org/index.php/noticias/311-la-crisis-de-la-hegemonia-en-oaxaca-el-conflicto-politico-de-2006joel-ortega.html y también véase el trabajo desde otra óptica de Julio Broca en http://broca.mx/index.php?option=com_content&view=article&id=47&Itemid=66

[19] Véase sobre este movimiento: López de la Vega, Mariana; Modonesi Massimo; Munguia Galeana, Fernando y Oliver Lucio 2010 «La Lucha del Sindicato Mexicano de Electricistas» en OSAL (Buenos Aires: CLACSO) Año XI, no 27, abril. http://www.clacso.org.ar/institucional/1h3_libro_detalle.php?idioma=&id_libro=507&pageNum_rs_libros=1

[20] Véase http://www.afectadosambientales.org/

[21] Véase http://movimientoporlapaz.mx/

[22] Utilizamos el término sin adscribirlo a ninguna tradición teórica (ni a Gramsci ni mucho menos a Cohen y Arato) sino a su utilización coloquial, popular y ciudadano en México.

[23] Aunque de ninguna manera el balance puede ser cuantitativo, los datos son significativos ya que las mayores movilizaciones convocadas por #yosoy132 han logrado reunir a cerca de 100 mil manifestantes. En su momento de mayor auge, el Consejo General de Huelga de la UNAM logró reunir a más de 200 mil manifestantes. En otros momentos de crisis (como la guerra en el sureste mexicano) logró reunir manifestantes en igual cantidad que son quizá las movilizaciones autónomas más amplias de las últimas décadas , sin contar por supuesto los millones de personas movilizadas en contra del desafuero y del fraude encabezadas por López Obrador pero que tienen rasgos y características distintas.

[24] Véase Virno Paolo. Virtuosismo y Revolución, la acción política en la era del desencanto. Madrid, Traficantes de Sueños, 2003.

[25] Véase Berardi Bifo Franco Generación Post-alfa, patologías e imaginarios en el semiocapitalismo, México, Bajo Tierra Ediciones, 2008.

[26] Anclados en algunas claves de los trabajos del historiador marxista E.P. Thompson, del sociólogo italiano Alberto Melucci y el politólogo James C Scott sostenemos que el origen de la acción colectiva se origina en la politización de lo que denominamos «redes subalternas» (microestructuras de movilización en la posición de Sidney Tarrow), desde donde se origina en las redes de pares, comunitarias, etáreas un complejo proceso «viral» de deliberación infrapolítica permanente que bajo ciertas condiciones y procesos no lineales desembocan en la acción de insubordinación. Sobre ello, se realiza nuestro trabajo de investigación de posgrado que se encuentra en realización.

[27] Véanse las preguntas que se hizo en su momento el movimiento argentino en Sitrin Marina Horizontalidad, voces de poder popular en Argentina, Argentina, Cooperativa Chilavert, 2005.

[28] Thwaites Rey Mabel La autonomía como búsqueda, el Estado como contradicción, Buenos Aires, Prometo Libros, 2004. P. 36.

[29] Véanse por ejemplo Adamovsky Ezequiel «Problemas de la política autónoma: pensando el pasaje de lo social a lo político» en Pensar las autonomías, varios autores, México, Bajo Tierra Ediciones, 2010 y también, Holloway John, Agrietar el capitalismo, el hacer contra el trabajo, México, Bajo Tierra ediciones, 2012.

[30] Freeman Bob The Tirany of Structurelessness. New York. 1970

[31] Thwaites Rey Mabel La autonomía como…. P. 39.

César Enrique Pineda es Integrante de la asamblea de posgrados UNAM #yosoy132 [2]

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.