Al día siguiente de conocerse los resultados de los comicios en Bolivia, la Repsol, perdió 4 mil millones de dólares. La bolsa de valores de Madrid, se derrumbó, llevando al precipicio a la transnacional. Años antes, el impávido Antonio Brufau, presidente de una de las corporaciones más grandes del mundo había inscrito a su nombre, […]
Al día siguiente de conocerse los resultados de los comicios en Bolivia, la Repsol, perdió 4 mil millones de dólares.
La bolsa de valores de Madrid, se derrumbó, llevando al precipicio a la transnacional.
Años antes, el impávido Antonio Brufau, presidente de una de las corporaciones más grandes del mundo había inscrito a su nombre, las reservas de gas bolivianas en la Bolsa de Valores de Nueva York, Pero, contra lo que pueda pensarse, el bueno de Antonio, no estaba queriendo pasarse de vivo.
El 4 de julio de 1997, como un obsequio y homenaje a la independencia de EEUU, don Gonzalo Sánchez de Lozada y don Víctor Hugo Cárdenas, firmaron el decreto 24.806, entregando «legalmente» las reservas presentes y futuras de gas y petróleo de Bolivia, a las compañías transnacionales.
Por lo que las petroleras iban por el mundo, anunciando que eran dueñas de los hidrocarburos. Por supuesto, ningún periódico, ningún canal de televisión, ninguna emisora de radio, ni antes ni después, denunciaron el desfalco.
¿Qué les sucede a estos indios depravados?
«¿Viajan por el mundo representándonos a nosotros que hablamos en perfecto inglés, que tenemos la piel blanca y que tuvimos la mala suerte de nacer en este país llenito de gente hedionda? Pero esto no va quedar así, creen que gobernar es una tasa de leche. No señor. Se requiere presencia, formación, inteligencia. Todo lo que estos compadritos nunca tendrán. Vaya atrevimiento, primero que aprenda a hablar español»
Porque era la casa de ellos, no era la nuestra, nunca lo fue, ahora está empezando a ser nuestra, es decir, de todos: Y se la tomamos un 18 de diciembre.
«Por eso hermanas y hermanos, no solamente Evo es Presidente. Aimaras, quechuas, guaranis, mojeños, obreros, campesinos; todos somos Presidente…» decía Evo en Tiahuanaco. Aún la ola de fuego, que anegaría el país hasta inundarlo totalmente, no había llegado.
Desde mucho antes del 18 de diciembre de 2005, los medios hegemónicos, con paciencia y entusiasmo, se dedican a desahuciar toda acción del gobierno. Se afanan en elaborar infamias, y trabajan en la sociedad la impotencia: «se los dijimos desde el principio; ustedes no van a poder», repiten.
La oposición, que aún no sale de su asombro, resuelve no renunciar a ningún plan para desestabilizar al nuevo gobierno. Le harán la vida imposible en el Congreso, en el Senado, bloquearán la economía y las carreteras, golpearán y matarán. Y aunque las bajas sean siempre indígenas y campesinos, las grandes cadenas de noticias, dirán que fue un enfrentamiento.
Nunca más, «América para los americanos».
La primera semana luego de la posesión de Evo Morales, el Ministro de la Presidencia Juan Ramón Quintana, denuncia que «la Central de Inteligencia Norteamericana CIA, tenía una oficina dentro de Palacio Quemado».
En Bolivia, Estados Unidos jamás necesitó implementar algún artículo de la doctrina Monroe, sintetizada en la frase «América para los americanos». El grado de subordinación de los sucesivos gobiernos acólitos, podía resumirse en: «Bolivia para los norteamericanos».
Durante décadas, no hubo un solo ministro del interior, que no acabe trabajando para los servicios de inteligencia de ese imperio brutal y terrible. La CIA designaba presidentes, destituía ministros, imponía decretos, la CIA gobernaba.
«…quisiera que el día tuviera 26 o 27 horas»
Desde el primer día, el presidente Evo, rompe uno a uno los prejuicios de las clases dominantes que suelen explicar la exclusión, atribuyéndolos a un asunto ligado al alcohol o a la pereza.
Evo, el primero en llegar, el último en irse.
El presidente de los excluidos, el presidente de los que recibían los escupitajos, pero ha pasado el tiempo.
Ahora el portero piensa y siente igual que el patrón, que cree que porque saca la basura de los ricos, se convierte en uno de ellos.
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