Revelar los procedimientos del «golpe suave» en Bolivia resulta en una tarea imprescindible para los latinoamericanos, ahora que se avecina una nueva oleada progresista y el imperio, obviamente, hará lo posible por destruirla.
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Si bien las condiciones sociales y políticas en Bolivia no son las mismas de noviembre de 2019 para que prospere un nuevo Golpe de Estado, el terror de los sectores más conservadores y radicales de las oligarquías locales al triunfo democrático electoral del Movimiento Al Socialismo (MAS), aliado a la Central Obrera Boliviana (COB) y al Pacto de Unidad (PU), en las próximas elecciones nacionales del 18 de octubre, los está impulsando a generar una situación de violencia y preparando condiciones para frenar el ascenso nacional-popular orientado a recuperar y profundizar el proceso de liberación nacional.
Solo algunos pocos conocían que las horas siguientes al 20 de octubre pasado señalarían la apertura de un tiempo muy líquido, donde la vorágine política se instalaría para recordarnos históricas deudas irresueltas en nuestra intención de construir Estado y Sociedad.
En los últimos meses, el Departamento de Estado ha desatado una ingente batería de iniciativas, en abierta coordinación con las élites locales, para interrumpir la reconfiguración de un bloque soberano de la hegemonía corporativa y financiera, apadrinada por las delegaciones diplomáticas de Washington.

Desde el 12 de diciembre de 2019, Evo Morales vive en Argentina como refugiado político. Con la llegada de Alberto Fernández a la Casa Rosada, el dirigente aymara y presidente de Bolivia entre 2006 y 2019 pudo instalarse en Buenos Aires, después de pasar por México y de que un buen número de países latinoamericanos le dieran la espalda.
A seis meses del sangriento golpe fascista en Bolivia del 10 de noviembre de 2019 que derrocó al gobierno de Evo Morales, se ha iniciado un debate sobre las causas que llevaron a ese terrible desenlace.