Tomando en consideración los resultados de varias encuestas de opinión que han otorgado una aprobación de más del 50% de los consultados a la gestión del Presidente Evo Morales desde hace un año y medio, parecería un exabrupto, sino un contrasentido, hablar de una victoria pírrica en el año electoral al que hemos ingresado. Sin […]
Tomando en consideración los resultados de varias encuestas de opinión que han otorgado una aprobación de más del 50% de los consultados a la gestión del Presidente Evo Morales desde hace un año y medio, parecería un exabrupto, sino un contrasentido, hablar de una victoria pírrica en el año electoral al que hemos ingresado. Sin embargo, remitámonos a los hechos y algunas reflexiones que fundamentan el título del presente trabajo.
Balance de una electoralización prematura del proceso
La prematura decisión gubernamental de electoralizar el proceso con mucha anticipación, no solo ha significado adoptar aquella tan criticada opción de los partidos tradicionales de la época neoliberal que apostaron por reproducir el gobierno a cualquier costo (principalmente por medio de la llamada democracia pactada que se tradujo en el establecimiento de acuerdos, sin importar principios o ideologías); sino que ha resultado completamente contraproducente para la gestión y el propio proceso, en vista de que solo ha contribuido a:
1. Acelerar y forzar el activismo, la realización y entrega de obras de todo tipo y en todo el país, con el afán de mostrar resultados, cosechar lealtades y conservar la popularidad del Presidente; pero con el elevado costo de abandonar y postergar indefinidamente la atención a las medidas de fondo que se requieren para profundizar el proceso y plasmar los cambios y las transformaciones que prescribe la Constitución y espera el pueblo.
2. Favorecer y otorgar una plataforma inesperada a la derecha y la oposición, que sin contar absolutamente con ninguna propuesta ni discurso alternativo, no solo obtuvo tiempo para organizarse, sino que de pronto recibió la oportunidad para criticar y cuestionar todo el despliegue electoralista ostentoso que compulsivamente el gobierno emplea para mostrar obras, resultados y grandes inversiones que, en muchos casos, han contrastado con la falta de atención a necesidades más urgentes, perentorias e importantes, que fueron aprovechadas para provocar crítica y escarnio por parte de los opositores y la derecha.
3. Despertar intereses sectoriales y corporativos al interior de las propias organizaciones sociales, que no solo se tradujeron en la pugna por granjearse la «confianza» del oficialismo para alcanzar liderazgos y eventuales candidaturas; sino que agudizaron la multiplicación de conflictos y demandas sectoriales e inmediatistas que agobiaron la gestión, descuidando y relegando la construcción social de las tareas nacionales y la necesidad de trabajar por el bien común y la profundización del proceso.
4. Comprometer la composición del bloque hegemónico, la correlación de fuerzas y los objetivos de transformación económica y política de la sociedad, al establecer alianzas, realizar concesiones y otorgar «incentivos» a las antiguas élites y castas terratenientes, agroindustriales y señoriales, que muy en contra del proceso de cambio, solo contribuirán a estancarlo y retroceder, para reproducir y mantener las antiguas prácticas conservadoras, reaccionarias y procapitalistas, a título de ganar elecciones y garantizar el gobierno «a como dé lugar».
5. Contribuir a un desgaste acelerado del gobierno y del proceso (porque no cuenta lo que se hace sino lo que se deja de hacer), y a un creciente descontento de diversos sectores sociales que se vieron desatendidos o despreciados frente a la incesante y profusa entrega de obras que no les alcanzaba y que tampoco atiende las urgentes demandas que rápidamente se convierten en conflictos dirigidos a llamar la atención del Poder Ejecutivo.
6. La desesperada apertura y llamado público del MAS que por medio de su Vicepresidenta ha expresado su disponibilidad para recibir e inscribir como militantes del instrumento político a toda aquella persona que lo demande, «sin ningún tipo de discriminación», solo muestra un afán electoralista que busca adherentes sin importar nada, pero que al mismo tiempo trasluce la inseguridad y la sospecha de que han perdido apoyo social y eventualmente no podrán cumplir con aquel 70% del electorado que el Presidente Evo Morales planteó como objetivo.
7. La cooptación clientelar y prebendalista de la dirigencia y las organizaciones sociales de diversos sectores, que muy en contrario de lo que se podía esperar y en realidad se buscaba, en la práctica no se ha traducido en un apoyo militante, sino todo lo contrario, ha provocado la división y el enfrentamiento entre sus miembros; lo que a su turno se ha traducido como una intromisión inadmisible del gobierno, que afectó su credibilidad y la independencia de las organizaciones sociales.
8. El abandono de las tareas nacionales estratégicas y los postulados constitucionales por los que el pueblo apostó y dio su confianza para que Evo Morales encare el proceso de cambio y transformación, para convertirse paulatina pero sistemáticamente en una apuesta por la reproducción electoral del gobierno, que denota una visión cortoplacista alejada del mandato popular.
Indicadores para una victoria pírrica
A pesar de que en el anterior balance ya es posible apreciar que la decisión de electoralizar el proceso no ha sido como (seguramente) se esperaba, y que no solo ha contraído efectos perniciosos y no deseables, sino que inclusive a la hora de producirse la votación electoral, también podría influir en el ánimo de los sufragantes; en este acápite se exploran algunos otros factores que pueden explicar una victoria pírrica electoral. Es decir, una muy severa advertencia popular.
Desde que se realizaron las elecciones nacionales para nombrar jueces y magistrados, y donde ya se pudo apreciar una muy fuerte e importante tendencia del electorado que optó por votar nulo o blanco, superando significativamente la cantidad de votantes que prefirió elegir candidatos; se puede apreciar que sucesiva y sistemáticamente las candidaturas y opciones oficialistas en otras elecciones no menos importantes, como la del gobernador en el departamento del Beni, del rectorado y vicerrectorado en la Universidad Mayor de San Andrés en La Paz, la Federación Universitaria Local (FUL) de Cochabamba y otras organizaciones e instituciones de no menor renombre, han terminado eligiendo otros candidatos que no sean oficialistas, muy a pesar del enorme esfuerzo proselitista y económico que se desplegó.
Esta tendencia a elegir otros candidatos que no sean del oficialismo, se complementa con la creciente cantidad y proporción de personas (entre un 20 y 30%) que ante consultas sobre sus preferencias electorales, prefieren abstenerse o señalar que no han definido su candidato.
Ahora bien, de cara a las elecciones nacionales, se puede colegir de acuerdo a esta sucesión de actos democráticos (incluidas las encuestas de preferencia electoral), que existe una tendencia ciudadana no precisamente inclinada a elegir la opción oficialista. Es decir, que muy bien podría replicarse lo sucedido con la elección de magistrados y jueces, donde una mayoría votó por el blanco o el nulo. Más aun tomando en cuenta la falta de apoyo y la inexistente capacidad de convencimiento que tienen los actuales (otros) candidatos nacionales, según se puede establecer también de las propias encuestas nacionales realizadas hasta ahora.
A lo anterior se suma la penosa oferta e incapacidad del conjunto de la oposición electoral, que no solo ofrece ninguna opción mínimamente convincente y atractiva para el electorado (sea como candidato o como propuesta), que le permitan a la ciudadanía convencerse que al elegir a cualquiera de ellos, podría producirse el cambio esperado. De acuerdo a las encuestas realizadas, la cantidad y proporción de potenciales electores que apoyarían las opciones presentadas es real y verdaderamente irrelevante, frente a la candidatura oficialista. Sin embargo, lo que nuevamente no se puede desdeñar es la creciente proporción de indecisos, que supera con holgura a la generalidad de los candidatos opositores. Es decir, que estos hechos muestran y se puede colegir que existe una importante cantidad de ciudadanos que ha preferido votar en contra de las opciones oficialistas (cuando ha tenido la opción de elegir en diferentes escenarios), o que prefiere abstenerse de opinar en las consultas de preferencia que se realizan.
Es muy importante mencionar (en el mejor de los casos), que a pesar de que alguna propuesta electoral ha ofrecido mejorar la gestión y superar los problemas de corrupción, concentración del poder, inseguridad ciudadana, verticalismo, incapacidad, predominancia de un enfoque confrontacional y sectario, etc., resulta que no logran captar el interés del electorado. Parecería como si en la convicción de los electores prevaleciese aquella máxima por la cual «es preferible lo malo conocido que lo bueno por conocer», con el aditamento de que evidentemente no se quiere retornar a prácticas y personajes del pasado.
En virtud a ello y las tendencias de opción electoral que se han descrito, resulta evidente que el problema central es que no existe una alternativa electoral frente al oficialismo que pueda seducir al pueblo, y tampoco las elecciones nacionales constituyen una opción para resolver los graves problemas de la gestión gubernamental y la conducción del proceso de cambio y transformación. Se puede percibir que al mismo tiempo de existir un creciente descontento social (que por ejemplo ha exacerbado la cooptación, el prebendalismo y la injerencia en organizaciones sociales y ha llevado a que el gobierno establezca alianzas con antiguos sectores opositores y reaccionarios, con todas las consecuencias negativas mencionadas), por otra parte no existe una opción electoral, ni las elecciones constituyen una herramienta para resolver los graves problemas de gestión identificados y, tampoco, para encarar las tareas y los objetivos estratégicos que se abandonaron a la hora de haberse inclinado por la reproducción electoral del gobierno.
Escenarios previsibles
Sabiendo ello y habiendo comprobado que la otorgación de un respaldo predominante no ha sabido ser manejado adecuadamente con el espíritu de humildad y grandeza requeridos a semejante responsabilidad, y siendo que más bien se ha sucumbido ante la tentación del poder total que coarta las libertades, la democracia, la participación social y la inclusión de la diferencia y la diversidad, no debería resultar sorprendente que el pueblo, en vista de que aún no ha logrado constituir la fuerza y potencia social necesaria, decida minimizar el apoyo que indudablemente contará Evo Morales para reproducir su gobierno, aunque ya no su poder electoral.
Una consecuencia inevitable de esta situación es la pérdida de legitimidad para continuar con el rodillo al que se acostumbró, pero que además, eventualmente, también estará afectada por el juego de las mayorías y minorías que podrían entrabar la próxima gestión gubernamental. Sin embargo, lo peor no constituye esa pérdida de legitimidad (tan determinante para contar con la autoridad necesaria que impulse el proceso) y la previsible dificultad para legislar y gobernar (que obligará a efectuar concesiones y realizar largas negociaciones), sino los efectos que ello tendrá para profundizar el proceso y alcanzar los objetivos estratégicos establecidos en la Constitución.
Bajo estos argumentos y los hechos descritos, la pregunta es si el gobierno persistirá en esta competencia electoralista inexistente donde no hay un adversario real, y si continuará socavando las verdaderas y efectivas condiciones favorables disponibles actualmente, para dar cumplimiento a las transformaciones perfiladas por mandato popular y establecidas en la Constitución Política del Estado. Es un absurdo y constituye una evidente paradoja que teniendo el respaldo electoral que ha persistido en el tiempo, y no teniendo ningún adversario electoral mínimamente preocupante, se insista en electoralizar el proceso, dejando abandonada la responsabilidad de encarar y concretar las tareas nacionales estratégicas.
Las decisiones que se toman cotidianamente y la campaña permanente en la que se encuentra embarcado hace mucho tiempo, muestran que el gobierno está inclinado a persistir en este equívoco; sin embargo, todavía tiene la iniciativa en sus manos. Por su parte en Octubre, la iniciativa y la decisión pasarán a manos del pueblo, y aunque las elecciones no constituyen el instrumento idóneo para corregir los problemas detectados, ni retomar las tareas inconclusas o abandonadas, sin embargo tienen la tendencia a atemperar las tentaciones de poder y control total que se han hecho manifiestas oficialmente. Es claro que de continuar ambas tendencias habrá perdido el pueblo, el gobierno y el proceso la oportunidad de cumplir las tareas históricas que perseguimos por décadas y generaciones.
Arturo D. Villanueva Imaña es Sociólogo, boliviano. Cochabamba, Bolivia; Enero de 2014.
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