La Televisión Pública con público movilizado En un escenario de producción televisiva oligárquica, tan dramáticamente mediocre como el que sufren los argentinos, el programa «6 -7 -8» trasmitido, casi a diario, por la Televisión Pública, constituye un viento fresco y un aporte para reforzar el debate crítico que, entre otras cosas, instaló en ese país […]
La Televisión Pública con público movilizado
En un escenario de producción televisiva oligárquica, tan dramáticamente mediocre como el que sufren los argentinos, el programa «6 -7 -8» trasmitido, casi a diario, por la Televisión Pública, constituye un viento fresco y un aporte para reforzar el debate crítico que, entre otras cosas, instaló en ese país la aprobación de la «Ley de Medios». Este programa televisivo se ha convertido en un espacio extraordinario, aún incipiente, para estimular el pensamiento crítico contra las canalladas cotidianas de los monopolios mass media locales y sus cómplices trasnacionales. Hay mucho por hacer y ese mucho bien pudiera hacerse, más abiertamente, en estos espacios de Televisión Pública que ya existen. Por ejemplo:
9 propuestas:
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Evalúen en su vocabulario la expresión «grandes medios» o «los medios importantes» y todo aquello que reconoce (así sea tácitamente) una falsa «grandeza». Ni son grandes por el tamaño (los hay mucho mayores) ni son grandes por lo «grandioso», en cualquiera de sus acepciones.
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Menos oficialismo. El repertorio de matrices para combatir la lógica mass media oligarca comprende, además de las agresiones a la presidenta del país, aspectos estéticos, culturales, folclóricos… filosóficos que aguardan a ser desmontados con rigor.
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Menos localismo. Lo que pasa en Argentina, con la ofensiva mediática oligarca, es una guerra ideológica continental y es preciso poner esto en perspectiva sistemáticamente.
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Menos generalidades. Cuando se habla, por ejemplo, de «el periodismo» bien vendría matizar de cuál se habla. No es lo mismo el «periodismo» de los lebreles al servicio del grupo «Clarín», que el periodismo emancipador de, por ejemplo, John Reed y su escuela viva que flota en muchos medios alternativos y comunitarios latinoamericanos… es decir la pasión por la verdad.
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Debatan el papel de las oligarquías y de sus medios de «comunicación» serviles, sin olvidar que ellos cumplen su tarea como armas de guerra ideológica en el escenario de la lucha de clases.
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Sean capaces de decir, siempre, (es decir, por sistema) que nada de lo que ocurre en Argentina es distinto ni novedoso en materia de ofensivas mediáticas burguesas, que Cuba las ha padecido todas, que Bolivia vive bajo amenazas golpistas comandadas también por la Red Internacional de mafiosos dueños de medios (Televisa, O´globo, Globovisión, Clarín, Mercurio..). Que Venezuela lo vive, que Honduras lo vive… todos los días.
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Adviertan a sus muchos seguidores (y coautores) que la agresión mediática es un problema de seguridad no sólo nacional sino regional y que la tarea de la crítica tiene por objetivo la movilización rumbo a una democratización efectiva de los medios de comunicación, rumbo a la verdadera liberación de los caudales expresivos de los oprimidos (la inmensa mayoría) y rumbo la emancipación de las herramientas de producción para los lenguajes nuevos.
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Produzcan alguna vez, aunque sólo sea una, un programa dedicado a ustedes mismos. Sometidos fraternalmente a la opinión de quienes solidariamente pueden y deben decirles opiniones que ayuden a potenciar el valor de lo que ustedes hacen y los convenzan de que dejen de hacer aquello que los demerita. Un baño de crítica fraterna les vendría bien.
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Elijan mejor a sus invitados y a sus temas. Incluyan a los líderes de los movimientos sociales más avanzados y menos favorecido por el asistencialismo. Ábranse a los obreros no complacientes con el sindiclerismo que tiene una fama nefasta en ese país. Súmense al clamor continental que repudia las bases militares en Colombia, súmense al repudio del saqueo de materia prima en la minería en la agricultura, súmense al repudio contra el saque de los bancos, de los terratenientes y de los industriales que, al igual que en Argentina, han depredado un continente entero de manera inclemente e impune. Sean, por qué no, un motor de la unidad de todas las fuerzas que la comunicación emancipadora debe impulsar en todo el continente y desde abajo. Vendría muy bien.
Algunos piensan que es muy fácil «sugerir» cuando uno no está metido en las presiones ni en las pugnas contra limitaciones de todo tipo… y no les falta razón. Pero eso no implica negar la necesidad y (acaso) la utilidad de convocar propuestas, abiertamente, para formar un cuadro de sugerencias que, respetuosa y fraternalmente, se pongan, hombro a hombro, a pensar modos y medios de perfeccionar el trabajo. Lo ganado por «6- 7- 8» no es poco, se suma a una tradición de combate añeja en Argentina. Y en Latinoamérica. Hoy, sus logros se expresan incluso con manifestaciones públicas auto-convocadas por los seguidores. Eso merece la solidaridad y el respeto de todos. También exige la participación de todos porque se trata, precisamente, de un espacio de la Televisión Pública donde el problema no es de «rating» sino los vicios del burocratismo, los estragos causados por el neoliberalismo a la argentina que entregó la televisora del estado a las garras de la farándula más mediocre y se trata, en fin, de la Lucha de Clases. Y hay que ganarla.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.