En nuestros días México pasa por una serie de cambios en el ámbito público, después de las elecciones del año pasado un nuevo gobierno ha tomado el timón de la administración pública, y como no se había visto desde hace poco más de tres décadas, esto ha cambiado la perspectiva de lo que un gobierno […]
En nuestros días México pasa por una serie de cambios en el ámbito público, después de las elecciones del año pasado un nuevo gobierno ha tomado el timón de la administración pública, y como no se había visto desde hace poco más de tres décadas, esto ha cambiado la perspectiva de lo que un gobierno debe de hacer no sólo durante su tiempo de gestión, sino como proyecto a futuro.
En pocos meses hemos visto cambios en la orientación de la economía, la Cuarta Transformación está impulsando políticas diametralmente opuestas a las que se venían imponiendo, ahora se busca que el Estado tenga cada vez más presencia en lo económico como palanca de desarrollo de las capacidades productivas del país; atrás quedaron las privatizaciones y las «reformas estructurales» que tanto se pregonaban como paso hacia lo moderno.
Estos cambios que se presentan en nuestra realidad nos impactan en nuestras escuelas, nuestros centros de trabajo, nuestros hogares y hasta en la forma en que nos relacionamos en los diversos ámbitos donde interactuamos, valorar esos cambios de una manera positiva o negativa depende de la forma en que interpretamos la misma realidad, la forma en que concebimos todo lo que nos rodea, desde la naturaleza y sus diferentes fenómenos, hasta el pensamiento y sus expresiones culturales.
Este cúmulo de ideas con las cuales interpretamos nuestro entorno constituyen la filosofía.
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Desde las primeras reflexiones sobre nuestro mundo han existidos dos grandes posturas filosóficas; el idealismo y el materialismo, el primero interpreta nuestra realidad teniendo como base la existencia de entidades místicas que crean y ordenan nuestro universo, o en su corriente subjetivista, que el mundo no es más que mero reflejo del pensamiento del hombre. El materialismo en contraposición, propugna que todo lo que existe, el pensamiento mismo, no es más que un producto de la materia, condicionado todas las expresiones culturales a los distintos fenómenos de la naturaleza tanto del mundo exterior como del interior del hombre.
La filosofía en el devenir histórico ha contado con dos métodos, la metafísica y la dialéctica, la primera sostiene que en esencia nada cambia, y que los fenómenos del universo pueden existir independientes unos de los otros; la dialéctica, en cambio, sostiene que todos lo que existe está en contante movimiento e interrelacionados entre sí.
El pensamiento filosófico, es decir, las formas de ver el mundo y el método para entenderlo, ha llegado en su desarrollo hasta el materialismo dialéctico, la doctrina de la naturaleza que expresa fielmente el desarrollo del universo, del mundo y del pensamiento humano. Esta filosofía expresa que todo lo que existe es producto de la materia, de la naturaleza, y que esta naturaleza evoluciona mediante saltos provocados por contradicciones internas, dando así un nuevo fenómeno diferente que guarda características del anterior pero con componentes superiores en su generalidad.
La idea de que todo cambia, de que nada es para siempre, de que el pensamiento y los fenómenos naturales y culturales son fruto de la naturaleza misma, sin ninguna intervención divina, es cada día más general, es un pensamiento que pareciera de lo más normal hoy día; sin embargo, estas ideas llevadas al ámbito de la reflexión social tienen mucho de trascendencia, ya que nos obliga a pensar sobre el pasado de nuestra condición actual, y el futuro como resultados de nuestras acciones.
Esta forma de entender nuestra historia y reflexionar sobre nuestro futuro con base en el materialismo dialectico constituye la teoría del materialismo histórico, ciencia que nos describe el desarrollo de las sociedades hasta nuestros días, a saber, el comunismo primitivo, el esclavismo, el feudalismo, el capitalismo, y los diversos intentos de construcción del socialismo. La aplicación del materialismo histórico al estudio concreto de la sociedad capitalista, como forma de organización de la producción imperante en el mundo, dio por resultado la Economía Política marxista, en donde Carlos Marx y Federico Engels exponen las contradicciones del régimen capitalista, las leyes de su desarrollo, y la inevitabilidad de su sustitución por un régimen de producción superior, el socialismo.
A principios del siglo XX vimos la construcción del primer Estado socialista como fruto de la Revolución Rusa, el cual basado en el análisis de la Economía Política, del materialismo histórico y de la aplicación de la filosofía del materialismo dialéctico, generó un régimen de producción superior, el cual en pocas décadas llevó a la entonces Unión Soviética a ser una potencia mundial, con condiciones de seguridad social y de derechos humanos superior a cualquier país del orbe.
Desde entonces la construcción del socialismo es tangiblemente posible, es realizable la edificación de una sociedad superior a la actual; ahora el problema radicaba en cómo aplicar de manera fructífera el materialismo dialéctico, el estudio del materialismo histórico y la economía política marxista a los diferentes países del mundo, en especial, cómo aplicar el marxismo en México.
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A la aplicación del materialismo dialéctico a las condiciones propias de México, y la construcción de una sociedad socialista en nuestro país se avocó el filósofo, político y sindicalista, Vicente Lombardo Toledano, que en este año se cumple el 125 aniversario de su natalicio.
Vicente Lombardo Toledano nació el 16 de julio de 1984 en Teziutlán, Puebla, en donde curso sus estudios de primaria, para después viajar a la ciudad de México en donde ingresó a la Escuela Nacional Preparatoria, en esta escuela fue influenciado en la doctrina idealista por su maestro Antonio Caso; en su desarrollo intelectual Lombardo Toledano pasó a comulgar con las ideas del materialismo dialéctico, una doctrina novísima que se presentaba en México y que defendió fielmente en el Primer Congreso de Universitarios Mexicanos celebrada el 07 de septiembre de 1933, donde preocupado por las ideas que requería el México postrevolucionario para cumplir con los anhelos y los principios de la constitución de 1917, enarboló la defensa del pensamiento científico y su filosofía, el materialismo dialéctico, como instrumento de formación de los estudiantes y los jóvenes que harían de México, un país próspero, independiente y en vía de construcción de una sociedad superior, el socialismo.
Gran parte de su vida la destinó a la educación de los jóvenes, su preocupación fue preparar a las nuevas generaciones para cumplir con su papel histórico en nuestra sociedad, de ahí que la riqueza de textos, libros, conferencias y discursos pronunciados por él, fueron, son y serán de gran interés para las generaciones que reflexionan sobre la vida, el mundo y el universo.
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Lombardo, como militante del materialismo dialéctico concebía la posible y necesaria construcción del socialismo en México, una sociedad que garantizara el bienestar de la clase trabajadora, donde la salud, educación, esparcimiento y cultura fueran bienes al servicio de todo el pueblo mexicano, pero para lograr esto era indispensable que el pueblo mexicano fuera dueño de su propio destino.
Haciendo un análisis del devenir histórico de nuestro país entendía que la lucha de nuestro pueblo estaba orientado a buscar la liberación plena de nuestra nación respecto de las potencias extranjeras, la manera de lograrlo tanto ayer como hoy, consistía en garantizar que los recursos naturales de México y su industria estratégica sirvieran al país, en una conferencia sustentada el 18 de marzo de 1938 en el Palacio de Bellas Artes, durante la «semana del petróleo», y una horas antes que el Presidente Lázaro Cárdenas expropiara la industria petrolera en México, Lombardo se dirigió a los jóvenes:
«La verdadera lucha de México, la verdadera lucha histórica de nuestro país consiste en lograr que las materias primas que han hecho posible la industria en otros países, la industria en los Estados Unidos, en Alemania, en Inglaterra, en Francia, en Italia, en Checoslovaquia, en otros pueblos, pertenezca al nuestro. Sólo así, cuando el pueblo mexicano sea dueño de lo que guarda en su entraña física, de lo que produce su tierra, cuando todo pertenezca a los mexicanos podremos pensar un día en que será posible que nuestras fábricas, que nuestros transportes, que nuestras comunicaciones, que nuestros servicios públicos estén al alcance del pueblo mexicano»[1].
Esta forma de liberación mediante la intervención del Estado en las principales ramas de la economía, Lombardo lo denominó, Nacionalismo Revolucionario, una vía que había tomado México como resultado inmediato de los principios que enarboló la Revolución de 1910, ante la situación de neocolonia que presentaba nuestro país.
«En la época del imperialismo que vivimos, que desnaturalizó la evolución normal de los países atrasados, que ha hecho casi imposible la formación de su capital nacional, que ha levantado muy grandes impedimentos a su industrialización, la única salida que esos países tienen para independizarse en el terreno económico y social es la del nacionalismo revolucionario, que no es el capitalismo que podría llamarse clásico ni es aún el socialismo, pero que a él conduce»[2].
Lombardo en la «Carta a la Juventud sobre la revolución mexicana» hacía énfasis a los jóvenes sobre el modelo económico progresista que México estaba tomando:
«El capitalismo de Estado en un país semicolonial, como el nuestro, es una forma progresista de avanzar con independencia del extranjero; de multiplicar las fuerzas productivas y de suplir a la iniciativa privada que carece de capitales propios»[3].
Esta etapa de nuestro país, caracterizado por las nacionalizaciones, es indispensable para el desarrollo independiente de las capacidades productivas de nuestra economía, condición necesaria para la construcción de una sociedad superior a la actual, al respecto Vicente Lombardo Toledano afirmaba:
«Porque no es cierto que el socialismo se empieza a construir sólo desde el momento en que la clase trabajadora, manual e intelectual, asume el poder. En el seno del régimen capitalista, y especialmente en un país como el México de hoy, se crean y deben impulsar con todo vigor las formas de producción y las instituciones que rompen con la ideología y con los métodos originales del capitalismo, premisas para el advenimiento de la sociedad socialista».[4]
Esta afirmación dejaba en claro el papel revolucionario que la política de nacionalizaciones impulsaba, contra las opiniones sencillas de quienes criticaban como timorata y traidora la política del nacionalismo revolucionario, la historia demostró lo dogmático de estas aseveraciones.
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Para la construcción del socialismo en México se requiere, sin duda, la maduración de las condiciones materiales, es decir, un alto desarrollo de las fuerzas productivas; pero así mismo se requiere de condiciones subjetivas, que la mayoría de nuestro pueblo tome conciencia sobre la necesidad de sustituir las obsoletas formas de producción capitalistas. Esta formación de conciencias y organización del pueblo se implementa mediante el partido de la clase obrera, la cual con su liderazgo llega a constituirse como vanguardia del proletariado, que traza y guía las luchas del pueblo.[5]
Para el fortalecimiento y desarrollo del partido, Lombardo dio gran interés a las nuevas generaciones, en un mensaje dirigido a la juventud mexicana el 22 de agosto de 1947, al crearse el Comité Estudiantil Pro Partido Popular, hoy Partido Popular Socialista de México, el Maestro de generaciones reflexionaba sobre los problemas de la juventud e identificaba dos problemas esenciales que hoy día son los mismos, el primero entorno a:
«la seguridad en el porvenir individual de cada joven, y el de la necesidad, inherente a la juventud, de una orientación común a todos los que forman una generación nueva, frente a los grandes problemas de la vida de su país y de la vida del mundo de su tiempo».[6]
Ambos problemas, el de resolver la existencia individual de los jóvenes y el resolver la existencia colectiva de cada generación ante los problemas del mundo, requiere de la organización de la juventud, pero no una organización cualquiera, sino una organización de carácter político que discuta los problemas de la humanidad y de la generación propia, que discuta las características de su país y la forma de cómo transformarlo para adecuarlo a la satisfacción de las necesidades de dicha generación y el pueblo en general.
«Una organización política de la juventud ha de ser, en primer término, una institución educativa.
No en el sentido escolar del término, sino en el sentido político de la palabra: una institución que permita a los jóvenes estudiar cotidianamente la forma de resolver sus problemas de orden material, los problemas relativos a la perspectiva de su existencia, y los problemas de orden espiritual, los problemas acerca de la realización de los nuevos ideales que hay que incorporar en la sociedad que prevalece.
Una organización política de la juventud mexicana ha de comenzar por conocer, profundamente, a México, y por saber qué es lo que no debe subsistir en él y qué es lo que debe crearse porque no existe».[7]
Luchar para que la juventud se organice y resuelva sus problemas como generación es una labor revolucionaria, porque cada generación aporta algo nuevo a la sociedad, cada generación expresa los avances que como sociedad se construye; por lo tanto, la organización debe tener un cuidado en su planteamiento, y es aquí, donde Lombardo, con base en su experiencia, nutre de ideas esta gran labor.
«¿Cómo concebimos la organización juvenil? ¿Cuáles serán sus tareas internas y cuáles sus objetivos?
El Movimiento de la Juventud Popular -quiero darle este nombre sólo para facilitar mi discurso-, deberá ser ejemplo en su organización interior y en sus métodos de trabajo, de régimen democrático, de hogar fraternal, de casa de cultura, de fuerza responsable y constructiva.
Sus tareas serán múltiples y elevadas todas ellas.
Su obra estará dirigida a los jóvenes que integren el Movimiento de la Juventud Popular; pero también a todos los jóvenes mexicanos, sin distinción de clases sociales, de preparación cultural, de creencias o de pensamiento político.
Será ella misma una agrupación de los jóvenes que estudian, de los jóvenes que trabajan, y de los jóvenes que estudian y trabajan a la vez; de los jóvenes provenientes de lo que llamamos la clase media y de los jóvenes obreros y campesinos».[8]
Sobre las tareas que la organización juvenil debe tener para cumplir con su objetivo, prioriza lo relacionado con la generación de la conciencia:
«En primer término, deberá educar a los jóvenes en la verdad, enseñándoles el odio a la mentira y a la hipocresía; haciéndoles ver que la única vida fecunda y respetable para cada ser humano, es la que consiste en la coherencia entre las palabras y los hechos, entre el pensamiento y la acción.
Acostumbrará a los jóvenes a encontrar la verdad y a confirmar en el análisis crítico de los hechos, sin dejarse guiar nunca por los prejuicios o por las ideas llamadas intocables.
Solo el examen objetivo de los hechos, puesto al servicio de los ideales y de las esperanzas de la juventud, dará a ésta la posesión de la verdad».[9]
Y advertía a los jóvenes de los discursos que buscaban parar el ímpetu juvenil por parte de quienes temían el avance de los pueblos.
«Educar a la juventud en la creencia de que la sociedad puede ser conducida de acuerdo con el simple deseo o con la imaginación, y que puede volver al pasado y rehacer su camino siguiendo otros rumbos o repitiendo los regímenes que la gobernaron en el pasado, es cometer un atentado político y causar una ofensa grave a la inteligencia juvenil.
La historia nunca se repite ni vuelve hacia atrás. Como los ríos, va siempre adelante dentro de su cauce y su caudal es siempre nuevo.
No es verdad, como dice Jorge Manrique en las coplas dedicadas a la muerte de su padre, que cualquier tiempo pasado fue mejor.
La humanidad no puede ser educada para volver al pasado, y menos aún la juventud, que es, en su esencia, la negación del pasado».
Los pueblos valen por sus grandes períodos de renovación, no por la persistencia de su primera fisonomía.»[10]
La historia va siempre hacia adelante, pero esta historia es impulsada por quienes luchan por lo nuevo con valor vehemente, con una actitud militante, que Lombardo califica como misionero, que ante las adversidades momentáneas tenga claro la irremediable posibilidad del triunfo de su causa.
«Todo joven del Partido Popular y del Movimiento de la Juventud Popular debe ser eso: un misionero. Y recordar que los misioneros, como los revolucionarios, deben armarse de fe, de ardor entusiasta; pero también de un fuerte sentido de la realidad y de la tenacidad a toda prueba. Nuestra juventud, la juventud que ha de contribuir a la salvación de México, no ha de proceder por explosiones de esas que de pronto lo iluminan todo, pero luego se apagan, sino más bien por la acción intensa y constante que no desconoce los peligros y los tropiezos; pero que no se desalienta por ellos.
La lucha por conquistar los grandes ideales y los grandes objetivos, no está sujeta a ningún horario ni a ningún itinerario precisos y es necesario estar preparados y dispuestos, a encontrar dificultades y aceptarlas como cosa natural de toda lucha, y saberlas vencer con energía sostenida.»[11]
Esta seguridad y certidumbre de que tus acciones darán fruto cuando se generen mejores condiciones, es respuesta al entender a la política no como una simple práctica basada en el interés mezquino, sino en entenderla como una ciencia, como «la ciencia que nos permite conocer las leyes que rigen el proceso histórico, y la aplicación de estas leyes para el constante mejoramiento de las condiciones del hombre«.[12]
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Con esta visión obtenida por la aplicación de la filosofía de la clase obrera a las condiciones del desarrollo histórico de nuestro país, Lombardo, junto a otros marxistas mexicanos, funda el Partido Popular, que después se desarrollaría como Partido Popular Socialista y hoy Partido Popular Socialista de México. En la Asamblea Nacional Constituyente del Partido Popular que se realizó el 20 de junio de 1948, se elige al Comité Nacional del partido, e integrado a él, una comisión del Movimiento de la Juventud Popular que tiene como tarea el impulsar el desarrollo de la organización juvenil. Ante las condiciones adversas, es hasta julio de 1954 cuando se realiza el Congreso Constituyente de la Juventud Popular, desarrollándose después como Juventud Popular Socialista, y hoy, Jóvenes por el socialismo, organismo donde militamos los jóvenes que amamos a México y que buscamos la construcción del socialismo, teniendo siempre la guía de nuestro maestro Vicente Lombardo Toledano, y la riqueza teórica e ideológica de la aplicación del marxismo leninismo a las condiciones de México, es decir, el lombardismo.
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En la actualidad nuestra juventud pasa por condiciones deplorables como herencia trágica de la era neoliberal, que durante tres décadas impuso privatizaciones y recortes al sector público para garantizar así los intereses de una minoría de magnates y las corporaciones transnacionales.
Hoy la mitad de los jóvenes a nivel nacional padecemos de pobreza, según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), «el 48.3% de los jóvenes de 12 a 29 años tiene un ingreso inferior a la línea de pobreza por ingreso, esto se traduce en 18.4 millones de jóvenes». Según el Instituto Mexicano de la Juventud los jóvenes «tienen la característica de una alta carencia de acceso a la seguridad social, pues el 65.5% de este grupo es vulnerable y no cuenta con la protección en este rubro».[13] Estos datos no generan un asombro en nuestro país, pues siguen la tendencia de pauperización de la población en general, según los datos de la prestigiada Organización No Gubernamental OXFAM, el nivel de desigualdad en México es tal que » el 1 por ciento de la población recibe alrededor del 21 por ciento de los ingresos de todo el país», como ejemplo, «la riqueza de los mexicanos más ricos del país, incluyendo a Carlos Slim, Germán Larrea, Alberto Baillères y Ricardo Salinas Pliego, asciende a casi el 10 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB)» [14].
Estos problemas de carácter económico se traducen y multiplican en problemas de carácter social, en problemas en el acceso a la educación y al adecuado esparcimiento cultural, todos estos ámbitos base para la armonía en nuestra sociedad.
Enfrentarse a esta realidad es crucial, identificar el problema de la perspectiva de la existencia, es decir, «el de la seguridad en el porvenir de cada joven» y el problema de una orientación común para salir de estas condiciones de pobreza, como lo analizaba Lombardo, es una tarea que todos los jóvenes debemos emprender, es una tarea que requiere del análisis científico de nuestra historia y nuestra actualidad, es decir, un análisis de carácter marxista leninista, algo en lo que Vicente Lombardo Toledano se avocó durante toda su vida, y del cual nos sentimos orgullosos.
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Hoy día en nuestro país están ocurriendo cambios en el andamiaje público y en la orientación de lo que la economía debería de ser, lento pero continuo se modifican los ordenamientos jurídicos y la coyuntura política a favor de la Cuarta Transformación; esta generación de jóvenes, como todas en su momento, tiene el deber de actuar para profundizar los cambios que ya se han iniciado, nuestra juventud debe tener la claridad de que para solucionar sus problemas individuales es preciso solucionar los problemas del conjunto de la sociedad, avanzar en la creación de una sociedad cada vez más justa, avanzar hacia la construcción del socialismo es la máxima ofrenda de amor hacia la humanidad.
La inteligencia de Lombardo mediante la filosofía de la clase trabajadora, el materialismo dialéctico, supo comprender la lucha histórica de nuestro pueblo, descifrar la vía mexicana al socialismo y aportar en la práctica grandes enseñanzas que a esta generación le ayudan a comprender nuestra realidad y los pasos de nuestra lucha generacional.
A Lombardo le debemos mucho, el mejor homenaje en el 125 aniversario de su natalicio es seguir fielmente su ejemplo.
«La patria se está haciendo todos los días, y todos los días demanda de nuevos constructores»
Vicente Lombardo Toledano.
Notas:
[1] «Significación del triunfo obrero y el papel de la juventud mexicana ante el problema petrolero». Escritos a la Juventud. Vicente Lombardo Toledano. México. 2013.
[2] «A un joven socialista mexicano». Escritos a la Juventud. Vicente Lombardo Toledano. México. 2013.
[3] «Carta a la juventud sobre la revolución mexicana». Escritos a la Juventud. Vicente Lombardo Toledano. México. 2013. Pág. 58.
[4] Ibidem. Pág. 66.
[5] ¿Moscú o Pekín?, La vía mexicana al socialismo. Vicente Lombardo Toledano. México.1963. Pág. 78.
[6] «Misión histórica de la juventud». La juventud en el mundo y en México. Vicente Lombardo Toledano. P.101. México. 1980. Pág.78.
[7] Íbidem. Pág. 80.
[8] Íbidem. Pág. 81.
[9] Ïbidem. Pág. 82.
[10] Íbidem. Pág. 82.
[11] Íbidem. Pág. 88.
[12] «La tarea fundamental de la juventud consiste en ayudar a mantener nuestra independencia». La juventud en el mundo y en México. Vicente Lombardo Toledano. México. 1980. Pág. 101.
[13] «En México 4 de cada 10 jóvenes viven en pobreza y no les alcana para vivir». Portal digital: Nación 3,2,1. 07 de agosto de 2019. https://www.nacion321.com/
[14] «Desigualdad, la fractura en México». Periódico El Financiero. 02 de mayo de 2019. https://www.elfinanciero.com.
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