Como verdad asumible por los argentinos, y otros pueblos, les regalo esta frase de José Martí: «… un voto descuidado es un derecho perdido, y la indiferencia en el sufragio es la antesala del déspota». Y algo también contundente: «…nadie tiene derecho de poner a la patria en peligro por su desidia». Es innegable que […]
Como verdad asumible por los argentinos, y otros pueblos, les regalo esta frase de José Martí: «… un voto descuidado es un derecho perdido, y la indiferencia en el sufragio es la antesala del déspota». Y algo también contundente: «…nadie tiene derecho de poner a la patria en peligro por su desidia».
Es innegable que a veces la ficción literaria se reproduce en la vida política como un calco que la realidad retoma. Así pasa con el conocido cuento de la Caperucita Roja y sus personajes. Un análisis de la ficción, el susodicho cuento, y la realidad argentina, nos permite descubrir esencias y detalles.
Mauricio Macri, el presidente de Argentina, ha hecho durante todo este tiempo de tres y medio años de mandato lo que se había prometido hacer desde su yo íntimo de oligarca: engañar al pueblo con la promesa de un cambio que era en verdad un retorno a la experiencia ya consabida, vivida, sufrida (y al parecer olvidada en aquel momento) por los argentinos que en unas elecciones aciagas le llevaron al poder, para que con su alma de empresario pusiera en manos de la oligarquía nacional e internacional las riquezas materiales y espirituales del país, en nombre de un rampante neoliberalismo. Durante todo este lapso su actuación ha sido prepotente y enemigo de los reclamos del pueblo y del espíritu unitario de los latinoamericanos, así como ha sido un obsecuente vasallo de su amo amantísimo Donald Trump. Por tanto, extrapolando los personajes del cuento, Macri resulta ser el Lobo Feroz en la historia política argentina.
Ante la reciente debacle en las elecciones primarias, Macri ha actuado con doblez asombrosa. Al otro día citó una entrevista de prensa en la que manifestó una intencionalidad propia de su ser, culpar al pueblo y a sus opositores de los resultados adversos. Al otro día, realizó una intervención con igual doblez canalla, en que entona, sin embargo, un mea culpa farisaico y lanza un paquete de medidas que a modo de anzuelo trata de engañar a los papanatas, pero en especial procura que su engañifa pueda tener algún resultado positivo en el pueblo argentino ante las próximas elecciones.
Macri asumió así una actitud que cabe comparar con la de Lobo disfrazado de Abuelita, una vez engullida ésta, Es el instinto criminal y traicionero que responde a las inquietudes de Caperucita, en diálogo que vale repassar, con un disfraz que jamás puede ocultar su aspecto real, y que finalmente ante la cercanía y candidez de ella, con palabras y actos afirma que es para «comerte mejor», momentos antes de engullirla como hizo con la abuelita. Eso espera Macri en las próximas elecciones.
Tanto Caperucita Roja como su abuelita, y sus salvadores de ellas, capaces de abrir el vientre del Lobo para liberarlas VIVAS, y practicar después el acto de justicia que condujo a la caída del Lobo en el pozo y a su consiguiente ahogamiento, son la encarnación del pueblo en la fábula.
Pasando de la ficción a la realidad, esperemos que la próxima vez, en las elecciones de primera vuelta, el pueblo argentino actúe con la sabiduría de los salvadores y lance a Macri al estercolero de la historia.
Tanto las historias de ficción como las reales dejan una enseñanza y el voto puede ser un instrumento de justicia y liberación, si se ejerce bien. Ahora esta es la oportunidad de los argentinos de salvar a Caperucita Roja y a su abuelita, que es como salvarse a sí mismos, y también es la hora de castigar como merece a ese Macri-Lobo que ha hecho sufrir tanto al pueblo, con sus mentiras, engaños e hipotecas que han sido partes consustanciales de su política neoliberal y antinacional.
A modo de conclusión y como verdad asumible por los argentinos, y otros pueblos, les regalo estas frases de José Martí: «… un voto descuidado es un derecho perdido, y la indiferencia en el sufragio la antesala del déspota». Y algo también contundente: «… nadie tiene derecho de poner a la patria en peligro por su desidia».
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